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Operación Ogro

Thriller Historia del atentado con coche bomba de ETA que mató a Carrero Blanco en diciembre de 1973. Tiempo atrás varios hombres que formaban un comando de ETA tenían una misión: secuestrar al almirante Carrero Blanco para intercambiarlo por presos políticos. Sin embargo, cuando estaban a punto de cumplir su objetivo, Carrero fue nombrado Presidente del Gobierno, y los planes cambiaron. Tiempo después, uno de los hombres de aquél comando sigue ... [+]
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
24 de diciembre de 2022
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al turrón - a Pontecorvo le debía de interesar más que nada el elemento de thriller, porque el aspecto político está tocado con un simplismo sonrojante (que lleva a la historia a ponerse a menudo de parte de ETA), los diálogos son un tanto teatrales a la vez que pontificantes y la estética de zooms setenteros a envejecido lo suyo. Ah - y lo de doblar a los actores resulta doloroso. Por otro lado, las rupturas temporales del film confunden por su torpeza.

Eso sí - al atentado en sí, con sus momentos de suspense, es lo mejor del largo de lejos. Y ver la capital de España en esa época tiene un elemento nostálgico curioso.

Un film interesante y curioso, pero bastante lejos de la redondez, sin duda.
metabaron
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8 de febrero de 2017
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un 20 de Diciembre el estallido de una bomba en el corazón de Madrid sacudirá los cimientos de nuestro país...
Y claro, muerto el Generalísimo, ya se pueden tratar espinosos temas en el cine, y por supuesto se contó esta hazaña.

José Luis Madrid fue el primero con la decente "Comando Txikia", pero quedaría totalmente relegada al ostracismo ya que pocos años después Gillo Pontercorvo dispondría su propia versión de los hechos. Tema serio el de este nativo de Pisa que se uniría al Partido Comunista y después a los partisanos antifascistas del Norte de Italia con poco más de 22 años; cuando llega su momento de gran éxito al cine es debido, por supuesto, a sus enfoques políticos, su crítica feroz e ideología visceral, que unido a un estilo crudo y realista le daría su enorme "Batalla de Argel", aunque ya desde la durísima "Kapo" supo plasmar bien en pantalla sus obsesiones e inquietudes.
Esta saga de la revolución viene a rematarla con su particular visión del atentado en un momento en que España sigue sufriendo con violencia los asesinatos de la izquierda abertzale más sangrienta, en lo que será una coproducción con reparto y equipo interracial y de presupuesto ajustado. El director, por eso de no pertenecer a la raza española, levanta rápidamente la mirada y su bendición sólo corresponde a esos guerreros armados que han de servirse de su fe ciega para ganar el derecho a disfrutar de su propia tradición al margen de los gobiernos fascistas que se abalanzan sobre toda cultura.

El cara a cara, bastante grotesco, entre dos alumnos vascos y un cruel profesor nos basta para comprender a qué dirección va enfocada "Operación "Ogro" ". Pontercorvo esboza a los terroristas de modo heroico e incluso romántico, presentando los resortes de la intriga, que pasarán de un secuestro y chantaje a un asesinato, totalmente desde su punto de vista; aunque la principal es la del radical Txabi, que cínico y receloso cuestiona la efectividad de todas esas maniobras de sus compañeros; inútiles si se trata de hacer despertar las "mentes adormecidas" de un país por la acción del fascismo.
Esta falta de imparcialidad en el discurso del cineasta es un claro escollo para lograr entretenerse con los ribetes de intriga y suspense que nos va ofreciendo el argumento, extraído del libro de la catalana Genoveva Forest, aquella celebérrima asesina que participó en varios atentados pero se libró de sus crímenes en 1.977 gracias a la amnistía (y llegó a ser senadora). La falta de objetividad es cargante y tanto más repulsiva cuanto que se defiende por medio de la melancolía proyectada por los revolucionarios; el personaje de un firme Eusebio Poncela siente náuseas al ver una Madrid cuyos ciudadanos disfrutan de sus vidas sin importarles el yugo del franquismo, así como los de Gian María Volonté y Saverio Marconi.

Todos a su alrededor son ciudadanos corrompidos o ignorantes; habrá un atisbo de compasión con el obrero sindicalista ayudado por Txabi, que claro huye de una policía despiadada y brutal (¿es que acaso es necesario aquí conocer de cerca a las fuerzas del orden?), y con la niña gallega (Ana Torrent) que siente simpatía por sus vecinos vascos. Los demás no tienen valor; ni rastro de imparcialidad hace ir al film tan derecho hacia esa conclusión cabezota y radical, pero romantizada, que constituye un instrumento casi perfecto de propaganda en favor de los extremistas defensores del asesinato como algo noble cuando se lleva a cabo por una supuesta causa que ellos creen justa (la historia está contada desde el punto de vista de unos criminales desheredados, heridos en espíritu y orgullo y no poco chiflados, así que cualquier incongruencia ética y moral puede resultar lógica).
Así, el espectador desligado de ideales políticos izquierdistas y extremos será incapaz de empatizar con tales protagonistas. Y asimismo de poder introducirse en la película libre de prejuicios, difícil resistirse pues el cineasta emplea las técnicas de suspense más hábiles a niveles emocionales impactantes; pese a una narración sujeta a idas y venidas en el tiempo que no la benefician salvo para subrayar cierto cariz épico en los hechos, no le falla el pulso al sr. Pontercorvo para arrastrarnos al corazón de la intriga y la acción, al estilo de fuertes clásicos como Huston o Walsh, desarrollando toda la tensión alrededor del atentado contra Luis Carrero Blanco, paradigma del anticomunismo y el poder antiliberal y antidemocrático.

Un defensor-visagra del Régimen el cual debía ser extraído del marco político para librarse de los anclajes de la Guerra Civil y el fascismo (pero el director decide distanciarse de cualquier trasfondo social); toda la preparación del ataque, entre túneles y escondites, se especifica con detallada minuciosidad, y el italiano hace por arrastrarnos a ambientes asfixiantes, sucios y grasientos, reforzados gracias a la terrosa y áspera fotografía de Marcello Gatti y la partitura del genio Morricone, lírica y descorazonadora, hasta el instante catártico de la explosión.
Y si bien Poncela lleva todo el peso del drama y Volonté se gana la figuración más honesta, es José Sacristán, contenido y sobrio, el que más destaca en esta segunda mitad de la trama...aunque un servidor le tiene menos respeto y cariño al verle participar en una obra de tales discursos, posiciones e ideologías, como al resto. ¿Se nos insta a sentir compasión?, delibero; por alguien que como un cobarde dispara por la espalda y huye desde luego no, ni piedad ni compasión. Ni para esos asesinos terroristas obcecados con la anarquía y la destrucción como herramientas para lograr la paz y la libertad; porque al fin y al cabo sólo hay hierro en la muerte de los que a hierro matan (que se lo digan a José Miguel Beñarán).

"Operación "Ogro" ", por cierto, logra el éxito internacional pero provoca el disgusto del público, la crítica, incluso del sector izquierdista y de la misma Forest...
Paradójicamente increíble.
Chris Jiménez
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7 de febrero de 2018
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía muchas ganas de ver esta película, nada fácil de encontrar ni en la tele ni en DVD, y, es curioso, me ha decepcionado y me ha gustado al mismo tiempo. Me ha decepcionado porque la visión que da del nacionalismo vasco y especialmente de ETA es parcial, tendenciosa y un poco mostrenca en su descripción de la estrategia centrada en la espiral de la represión, la acción y la posterior represión: como a los niños en el País Vasco de la época del franquismo no les dejaban hablar en vasco y les castigaban por ello, esos niños, ya más mayores, acabarían integrando la lucha armada. Por supuesto, ETA se describe de una manera demasiado romántica e idealizada, pero creo que echarle las culpas a la dirección de Gillo Pontecorvo, por ser italiano, y al guión, escrito entre Pontecorvo y dos italianos más, por no entender del todo el contexto español, es equivocado: la distorsión viene dada ya, seguramente, por el libro de Eva Forest, parapetada en el seudónimo de Julen Agirre. Por otro lado, es difícil creerse que Ángela Molina, con su pelo negro y su cara regordeta, sea una terrorista vasca, y el pequeño personaje de Ana Torrent es bastante marciano, e incide en ese intento de maniqueísmo: los vascos son buenos porque, básicamente, son vascos. Algunos detalles de la acción que se nos cuenta son diferentes de los detalles reales de la operación. Otro detalle muy, muy difícil de creer: ninguno de los etarras habla el castellano con acento vasco. ¿Cómo es posible? ¿Nadie le explicó eso a Pontecorvo?

Ahora bien, "Operación Ogro" no es un film completamente desechable, pese a todo lo anterior. Pontecorvo crea una minuciosa descripción social y geográfica del Madrid de 1973, elaborando, con el magnicidio como excusa perfecta, una incisiva radiografía de la España de los últimos años del franquismo y de los primeros años de la Transición, y por otro lado sabe mantener el ritmo de la acción, y crear suspense y tensión, lo cual no era nada difícil, pues, pese a que el público ya sabía cómo iba a ser el desenlace, la acción reconstruye unos hechos reales que habían sucedido hacía poco tiempo, y que habían conmovido a todo el país. El personaje de Eusebio Poncela, con sus dudas y sus errores, es sin duda el más interesante de todos, y la verdad es que Poncela compone a un terrorista muy peculiar, dubitativo y radical al mismo tiempo. Ver juntos a Eusebio Poncela y a Gian Maria Volontè, dos grandes actores, no tiene precio, aunque Volontè está aquí un poco apagado. La banda sonora de Ennio Morricone no es muy llamativa pero sí digna de elogio.

En suma, es un film sumamente irregular, pero muy interesante por sus dimensiones documentales, políticas e históricas.
Pedro Triguero_Lizana
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1 de marzo de 2016
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
España es una anomalía, un error del sistema. Algunos la denominan la "invertebrada", pero todo es mucho más simple. Desde las Guerras Cántabras hasta la Guerra de Independencia, siempre han imperado dos corrientes en el país: el pseudo-progresismo y el ultraconservadorismo beato y santurrón casposo.

Ambos, dos yunkes de auténtico esperpento, sin contenido y sin meritocracia, se enzarzan por controlar a los diferentes pueblos que habitan España. Y el simple ciudadano es masacrado por la mediocridad de unos y el caciquismo de otros.

Euskadi es y siempre ha sido el último reducto del castellano, allá donde se han guarecido almas cándidas en busca de pan y agua, el espíritu montaraz, bandolero y romántico (inherente a cualquier minoría nacionalista decimonónica y ludita) ha perdurado y ha mutado como la hidra en distintas vertientes más pusilánimes: terrorismo etarra controlado por USA y Francia mientras les ha convenido, (no hay que olvidar que fue Kissinger el que dio el visto bueno de saltar por los aires al Ogro) mantener arrodillada a la piel de toro. Divide y vencerás... Una verdadera pena que los ciudadanos españoles no sean capaces de sellar un pacto tácito, abrazar la igualdad, fraternidad y libertad que nos proteja de la verdadera amenaza que constriñe el devenir del ciudadano medio: su identidad.

Operación Ogro vista más de 30 años después, aguanta muy bien y presenta un trasfondo más que atractivo: dos extremos, (la dictadura y ETA) dos formas de entender la realidad de un país que deshoja en la envidia y la cultura judeocristiana e íberocainita porque no sabe ni quién es ni a dónde ha de ir. España vaga indómita entre los toros, el txakoli y el garrote vil intelectual y una desmemoria que impide unir a su gente en pro de un objetivo supremo: pagar la última letra de la República Independiente de nuestras casas, barrios, colegios...

...Hispania Quo Vadis Et Quomodo.
Buscapé
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19 de octubre de 2012
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Txabi (Eusebio Poncela) no se ha desmarcado aún, en Democracia, de las actividades de la banda ETA desde que, con otro grupo de compatriotas vascos, entre ellos Izarra (Gian Maria Volonté) e Iker (José Sacristán) perpetraran un golpe duro contra la ya agónica Dictadura: el asesinato de Carrero Blanco, por aquel entonces Presidente del Gobierno, y principal substituto del General Franco para llevar las riendas de un régimen que empezaba a debilitarse.

El director italiano Gillo Pontecorvo se había dado a conocer con su “La Batalla de Argel” (La Battaglia di Algeri, 1965) un film que causó controversia en Francia por la detallada reconstrucción, en lenguaje semi-documental, de los sucesos que acaecieron la Independencia de Argelia. En “Operación Ogro” u “Ogro”, tal y como se conoce su título original tratándose de una co-producción hispanoitaliana, Pontecorvo se centra en los preparativos que un grupo de miembros de ETA urdieron para acabar con la vida del almirante.

Aunque también dramatiza sus personajes para justificar el sinsentido que supone seguir actuando cuando la Transición Democrática está en marcha. De allí a que se represente el personaje de Eusebio Poncela como el activista más radical frente al resto de sus compañeros. Sin obviar el pasado de cada uno de ellos como habitantes de un pueblo, el vasco, empeñados a defender sus señas e identidad.
Natxo Borràs
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