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Burkina Faso Burkina Faso · Lolailo
Críticas de Buscapé
Críticas 693
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
24 de abril de 2024
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Todos sabemos cómo se las gasta nuestro querido Dino de Laurentiis: tiene todo lo peor de Roger Corman, (la racanería presupuestaria) unida la picaresca de la Gomorra italoamericana. Película o saga que produce, película que jode, (llámese Dune del 84', King Kong del 76', Flash Gordon, Hannibal, etc., etc...) el tío es un "explotation" de manual, disfrazado de milloneti capaz de codearse con toda la camada hollywoodiense.

El ejemplo claro es esta cinta: una explotation/remake/reboot de la cinta de Michael Mann del 86'.

Presentada como una imposible precuela de "El Silencio de los Corderos", (digo imposible porque Anthony Hopkins sale mucho más viejo y se supone que la trama antecede a los eventos con Clarice Starling) y con ramalazos chungos difíciles de entender: aquí Lecter pasa a ser un chascarrillo, todas sus andanzas acaban en tono cómico para todos los públicos, (a petición expresa de Hopkins, hastiado de la glorificación de su personaje) con pinta de chulo putas al inicio de la cinta, bastante cañí y predecible.

Por otro lado, tenemos a un Edward Norton que, entre el horrible tinte de pelo, sus aspavientos y tartamudez nos sacan completamente de la cinta: algo que empeora su doblaje al castellano. El cariz dramático que quiere darle sobrepasa por mucho la sobreactuación.

Ralph Fiennes y Emily Watson son los únicos que parecen tomarse realmente en serio un guion y una producción destinadas a morir en cualquier surtido cutre de DVDs en el canasto de algún super chungo de extrarradio.

Porque... En definitiva, "El Dragón Rojo" no es más que una precuela/secuela fallida de "El Silencio de los Corderos" donde desparrama todo: el suspense, el ritmo de la cinta y la red herrin. Situaciones forzadas o, cuando menos, inverosímiles que dan al traste con el ritmo: el primer tercio de la cinta recuerda a ese tipo de thrillers prefabricados de los 90s protagonizados por Ashley Judd, en un plano meramente funcional; pero la segunda parte de la cinta se vuelve inconexa y errática por momentos. No sabe si centrarse en Hannibal Lecter o en "hada de los dientes".

Pobre Brett Ratner, salir de rodar videoclips de Mariah Carey para acabar siendo masticado, deglutido y escupido por Dino en la sala de montaje: ese ese el problema, el montaje se ve mutilado en postproducción como rehecho para hacerlo más comercial posible. Y el resultado es una tv movie de sábado tarde con actores de primera que no saben qué hacer con un guion desastroso.

Infumable.
Buscapé
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6
4 de abril de 2024
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La película "Historia de un matrimonio" del 2019, dirigida por Noah Baumbach, parece empeñada en presentar el amor y el desamor como dos lados de una misma moneda, pero lamentablemente, esa moneda parece carecer de valor. Desde el inicio, presenciamos una relación que se desmorona más rápido que una casa de naipes en medio de un huracán. Sin embargo, en lugar de explorar las complejas emociones que rodean el divorcio, la película opta por ofrecer una serie de clichés sobre el amor y la pérdida.

La película intenta ser perspicaz al comparar las diversas etapas del divorcio con las del enamoramiento, pero se queda corta al proporcionar una visión superficial y simplista de ambas. Aunque nos muestra los momentos felices de la pareja en flashbacks, apenas nos ofrece una comprensión de por qué se enamoraron en primer lugar. El amor parece ser más una cuestión de conveniencia que una conexión auténtica y profunda entre dos personas.

En resumen, la película trata las relaciones amorosas como si fueran una tortilla de batata: algunos prefieren saborearla con el huevo aún tierno, mientras que otros buscan la esponjosa textura de la papa, perfectamente fusionada con el huevo, menos sabrosa pero más jugosa.

Sin embargo, tanto Noah Baumbach como los actores Johansson y Driver abordan el tema de la ruptura amorosa desde una perspectiva superficial, demonizando a los personajes conflictivos interpretados magistralmente por Laura Dern y Ray Liotta, que son de lo más sensato de la película.

Las relaciones amorosas son como la sintaxis, planteando relaciones subordinadas como el arquetipo de relación romántica ideal y pasando por alto las yuxtapuestas, es decir, las complementarias o alalimón.

Es por eso que el retrato matrimonial establecido resulta arquetípico y, por ende, poco profundo, sin tener en cuenta que las relaciones básicamente se dividen en dos tipos: de suma cero (donde una parte da todo ingenuamente a cambio de nada, y la otra es simplemente el pasivo de la empresa) o de fideicomiso (donde ambas partes acuerdan enajenarse mutuamente por mor de un objetivo mayor, como hijos, contrato social, hipoteca, vencer la soledad...), todas ellas comenzando y terminando de la misma manera: en el Juzgado de Familia.

Porque... como reza el dicho: o aportas o te apartas. En este caso, la película ofrece poco en términos de profundidad emocional y deja a los espectadores ansiando algo más sustancial, algo que nunca llega y del por qué de tanto odio... Y a veces, cuando sólo nos queda el vacío, nuestra única arma de autoafirmación y mecanismo de defensa es el irracional odio que termine de cauterizar cualquier resquicio de remordimiento que pueda retratarnos cual Dorian Gray: monstruos que se enmascaran en el contrato social.
Buscapé
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1
3 de abril de 2024
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A Guillermo del Toro se le quiere y se le respeta por dos razones principalmente: "El Laberinto del Fauno" y por ser un friki entrañable que ha logrado el sueño que otros muchos anhelamos durante nuestra adolescencia: plasmar nuestras pajas mentales sobre el celuloide.

Sin lugar a dudas, ahí del Toro lo ha conseguido todo, incluido el reconocimiento máximo a su labor con un Óscar por su "La Forma del Agua".

Pero el que mucho abarca, poco aprieta y ese café para todos que se está convirtiendo su cine, acaba en el desparrame de orgías visuales huecas, (La Cumbre Escarlata) o en productos vacíos e infantiloides como la cinta que nos ocupa: Pacific Rim.

Ya para empezar, el error está en dar el rol protagónico a un actor tan limitado como Charlie Hunnam, cuyas dotes interpretativas no pasan de fruncir el entrecejo y marcar abdominales. De hecho, es un actor que no ha podido sobrevivir a su personaje moja bragas en SAMCRO, su Jax era de lo más flojito de aquella serie interpretativamente hablando, pero daba la contrarréplica a un reparto de carcamales que se lo comían con patatas.

No obstante, el tipo se vendía como el nuevo Heath Ledger, pero de Hacendado y es por eso mismo que Guillermo del Toro contrató sus servicios: actor medianamente popular con un caché aceptable para una cinta cuyo presupuesto se lo va a comer por completo la pantalla verde.

Y es eso lo que tenemos: un argumento predecible de la A a la Z, personajes más que trillados, un ritmo algo más pausado que otras cintas del género pero que no termina de arrancar.

Porque en definitiva, el problema que tiene Guillermo del Toro con sus cintas son sus finales anticlimáticos o mal cerrados, (La Cumbre Escarlata, La Forma del Agua) sufre del mismo mal que la peor versión de Ridley Scott en bodrios como Legend, Napoleón o Prometheus: basan su narrativa en lo visual sin pararse dos segundos en pensar si todo el tinglao que montan tiene sentido o es un mero vehículo de conectar onanisticamente con su público: los primeros gozando egotrípicamente de la orgía rococó que han montado y su público, tocándose las partes bajas con los ABS de Charlie Hunnman a.k.a Jax, para los amigos.

De hecho, ni la cinta funciona con el público teen al que va dirigida, (demasiado lenta y “profunda”) ni por supuesto, con un público más adulto y curtido en muchas más batallas que los mechas de cartoné que aparecen en la pantalla.

Perfectamente prescindible.
Buscapé
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2
8 de marzo de 2024
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un quiero y no puedo... Eso es lo que es ésta serie: un intento de desarrollar los apéndices del Silmarillion que daban lo que puede dar de si lo que viene a ser un apéndice: los justo para una miniserie de tres capítulos y ya.

Entonces llega Amazon con Jeff Bezzos a la cabeza, intenta comprar los derechos del Silmarillion a Christopher Tolkien, (finado albacea de la Tolkine State) el cual se negó en rotundo pues, si ya le parecieron en su momento las adaptaciones de Peter Jackson una auténtica aberración, (algo que no comparto) tocar el sacro santo Silmarillion ya eran palabras mayores.

Pero Bezzos tenía los derechos de los Apéndices así que decidió tirar con todo y contratar todo lo mejor de lo mejor, quemando billetes a mansalva en una orgía sin sentido de megalomanía absurda.

Sí, la serie tiene unos valores de producción excepcionales, se nota el dineral enchufado en cada fotograma; lamentablemente, esto no sucede con la trama y sus personajes: si nos dicen que es un culebrón venezolano con elfos y trolls, nos lo creemos.

En suma, tenemos a una Galadriel que busca ligarse a Sauron, (o viceversa) a elfos que quieren marcarse un interracial, (algo que ya se trataba en el legendarium tolkiano de forma directa e indirecta) para cumplir cupo woke pero sin relevancia alguna en la trama. Todo resulta tan cañí, cursi, predecible y sobrecargado que acaba empachando hasta para los más entusiasta de la temática tolkiana.

Fundiéndose en su primera temporada tres veces el presupuesto que Peter Jackson invirtió en tres películas para obtener una mera ornamentación sin contenido lógico y que respete de manera mínima el canon de la saga original.
Buscapé
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9
4 de marzo de 2024
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras una primera cita con Villeneuve y su Dune: Parte I, llega dos años después su secuela. Ambas forman parte del primer libro de la saga de Frank Herbert y viene a enmendar la película maldita de Lynch del 84' que durante décadas fue la única aproximación de celuloide en clave blockbuster al universo de los Atreides y Harkonen.

Denis Villeneuve se siente mucho más libre abordando la secuela y aportando la mayor virtud que sus dos adaptaciones han logrado entre el gran público: llevar un libro imposible a la gran pantalla y que además sea un taquillazo. Hablamos de una novela compleja, encorsetada en la narrativa de flujo de consciencia y donde el mesianismo, la filosofía y el crisol de personajes para una historia netamente coral hacen difícil el café para todos: contentar a los productores, respetar la obra original y ganarse el apego de los fanáticos

Contra todo pronóstico, tenemos a Jon Spaihts que firma un guión impoluto y que sabe entretejer la historia sin aburrir, haciendo énfasis en lo más importante de Dune: sus personajes. No olvidemos que Spaihts salió contaminado de la producción fallida en Prometheus de Ridley Scott. Afortunadamente, ha sabido resarcirse y nos entrega una historia bien escrita.

Del elenco, destacan por encima de todos, Javier Bardem y Rebecca Ferguson. Chalamet y Zendayan no terminan de cuajar como Paul Atreides y Chani pero... cumplen, de eso no cabe la menor duda. Les falta química.

Entonces, ¿Merece la pena ver ésta secuela? Sí, ya que devuelve al cine de ciencia ficción al lugar que nunca debió perder, es una Space Opera formidable con unos valores de producción impropios para el tipo de historia mesiánica que se pretende contar. Es un rotundo éxito narrativo y fílmico cuya mayor virtud es dejar al espectador con ansias de más: indagar en el lore de los Harkonen, (cuya imaginería e historia nos impactan por su brutalidad y sadismo) en el Gom Jabbar de la secta Bene Gesserit y por supuesto ese lugar enigmático y sus gentes que son Dune y los Fremen. Denis Villeneuve logra el cruce definitivo entre Terrence Malick, John Boorman, H. R. Giger y Clive Barker. Toda la cinta trastabilla entre ese ambiente malsano harkoniano y el paraíso perdido de Dune. Todo tan ambivalente y a la vez tan enigmático: queremos más.

Hans Zimmer se limita a la diégesis, no aporta ningún tema realmente memorable pero no desentona bajo la espléndida fotografía de Greig Fraser: mucho más acertada que su primera parte, ciñéndose menos a un anuncio de colonia y más a los tonos terrosos de Dune.

En conclusión: Dune: Parte dos, eleva a su elenco y director al altar de los clásicos y abre de par en par la posibilidad de explorar una saga increíble y compleja a manos llenas. Un Lawrence de Arabia sideral con ínfulas de dios maldito post grunge es algo que nadie debería perderse, ya sea sobre el papel o sobre el celuloide.

Imprescindible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Buscapé
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