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Maniac

Terror Frank, el dueño de una tienda de maniquíes, es un hombre solitario y, a primera vista, inofensivo. Sin embargo, hay algo profundamente turbador en su mirada, que refleja un oscuro y siniestro secreto que resurgirá tras su encuentro con Anna, una joven artista que acude a él en busca de ayuda para una exposición. Alexandre Aja y Gregory Levasseur son los guionistas de este remake del clásico de culto de William Lustig. (FILMAFFINITY)
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Críticas 54
Críticas ordenadas por utilidad
12 de marzo de 2013
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los remakes nunca han sido mi fuerte. Sólo puedo justificarlos cuando superan en mucho al original, y me cuesta muchísimo visionar esas nuevas aventuras. Por desgracia la mayoría sólo son puestas al día y no aportan nada nuevo. En el caso que nos ocupa se trata de una revisión de un film de 1980, con el mismo nombre, y realizada por William Lustig. Afortunadamente en esta ocasión tenemos que hacer una excepción.

Frank Khalfoun plasma magistralmente el terror más salvaje de la mano de un asesino en serie, que cuenta, entre sus habilidades, la de cortar las cabelleras de sus víctimas. Evidentemente, éstas no son para realizar trabajos de peluquería, si no para poder recrear la figura de su difunta madre y hablar con ella.

Otra cosa a destacar de la película, y aquí me adelanto un poco a la parte técnica de esta crítica, es que está rodada con cámara subjetiva. Lo que ve el asesino es lo que vemos nosotros. Sin ser algo muy innovador, parece una apuesta arriesgada y, en este caso, bien realizada. Nos viene a la memoria la entrañable La Dama del Lago, rodada en 1947, que usó por primera vez esta técnica en todo su metraje.

Ahora voy a hablar del tema de los manidos homenajes que algunos directores se supone que hacen a sus colegas, o a otras obras pretéritas. Si nos ponemos a escarbar, seguro que incluso vemos algún parecido con Blancanieves y los 7 enanitos. Analizando esta cinta hay uno que es muy evidente, y otro un poco más sutil. El que se manifiesta con claridad es el que se hace a El Gabinete del Dr. Caligari, ya que incluso se pueden ver algunas escenas de esta obra maestra del terror. El más difícil de comentar es el que queda más solapado, y quizás algunos de vosotros no estará de acuerdo conmigo. Me estoy refiriendo a El Silencio de los Corderos, la magnífica película de Jonathan Demme que marcó época. ¿En qué me baso para afirmar esto?, pues simplemente en un pequeño detalle. ¿Recordáis la canción que escuchaba Buffalo Bill mientras se probaba los trajes de piel de sus víctimas?, pues sin ser la misma música, en una de las escenas más perturbadoras de Maniac, escuchamos algo muy parecido. Debe ser cosa de la asociación de ideas…

Frank es un restaurador de maniquís que arrastra un trauma desde su infancia, su difunta madre no le trató muy bien, según parece. Para contrarrestar ese complejo, Frank necesita hablar con ella. Desde luego lo hace, pero no al gusto de la mayoría. Casualmente, entabla una relación, en principio normal, con Anna, una fotógrafa de arte. Pero ¿puede un perturbado iniciar una amistad?, enseguida nos daremos cuenta.

Fantástica película de terror que, a través de un guión muy inteligente, nos enseña el infierno sin necesidad de descender a él. La brutalidad está servida, de una manera salvaje y directa y crea la sensación de que el horror esté mucho más cerca de nosotros, ya que lo que vemos es lo que ve nuestro amigo Frank, interpretado magistralmente por el Sr. Elijah Wood. Seguro que estaréis pensando que si está rodada con cámara subjetiva, la actuación de éste es secundaria. Muy al contrario, las escasas apariciones, a través de espejos y reflejos de este magnífico actor, son escalofriantes. Su sola mirada basta para helarnos la sangre, ¿se puede hacer más con menos? El resto de actuaciones también son muy buenas, y todas las protagonistas femeninas aportan su granito de arena para dejarnos en estado de shock. Las justas escenas gore están muy bien rodadas, y hay que felicitar por su trabajo al equipo de efectos especiales. La fotografía es fantástica, crea atmósferas terroríficas en muy poco espacio. En cuanto a la música decir que está muy bien elegida, dejando constancia de lo bien que encaja la ópera con los filmes de terror, acongoja el clímax creado.

Hasta el título es apropiado. Pronunciarlo con toda la mala leche que podáis y así empezaréis a situaros para ver esta gran película. Seguro que será uno de los títulos más brillantes del cine de género de este año. A las pruebas me remito, ninguna crítica negativa entre las personas que me la han comentado. Buena señal, ¿no?

http://www.terrorweekend.com/2012/10/maniac-review.html
TerrorWeekend
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12 de mayo de 2013
19 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí, lo único que medio merece la pena es vivir en primera persona lo loco que puede estar Elijah Wood. Encima si alguien no conocía al actor antes de ser Frodo y para esa persona es simplemente un hobbit la cosa es más complicada.

Alguien debería asesorar a Elijah Wood a la hora de escoger sus papeles porque no es la primera vez que se equivoca de lleno. Espero que al menos fuera inteligente y cobrara lo mismo que si saliera todo el tiempo en pantalla. Maniac tiene únicamente interesante el hecho de su perspectiva, y sobre todo el hecho de que se nos presenta un maníaco más "humano" de lo normal. Con esto quiero decir que Franck Khalfoun intenta justificar mediante flashbacks y otros oportunos recursos la locura de su personaje. Empatizamos con él incluso en algún momento.

Pero quitando eso, es demasiado típico. El desarrollo es el mismo todo el rato y todo se ve venir desde el primer momento. Estoy loco-quedo con una desconocida/la persigo-la mato y continúo con mi locura. Así tres o cuatro veces hasta que se llega al final donde pasa lo que todos nos olemos.

Tan mala no es, pero si a todo ello le sumamos que no es un género que me apasione... Además, no puedo evaluarla como remake porque no he visto la original, pero como se parezca tanto me parece que no voy a darle una oportunidad.
NeoJ
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3 de agosto de 2013
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía ganas de ver “Maniac” desde que leí las buenas críticas del festival de Sitges y de ver que todas las opiniones respecto a la película eran positivas y aprovechando que ahora no hay mucho “material” con la cosa que es Agosto y no sale nada para el mercado doméstico me decidí a verla aunque tuviera que ser en V.O. con subtítulos y me he quedado flipado, viéndola me venía a la cabeza la pregunta de ¿cómo no se le había ocurrido antes a nadie hacer algo así? me explico, la película está hecha TODA desde el punto de vista en 1º persona ósea como si fuéramos nosotros los protagonistas , pero incluso los ángulos de cámara y las situaciones es lo más parecido a jugar a un videojuego en 1º persona que se ha hecho nunca, es cierto que en alguna que otra peli se había probado esto pero solo en alguna secuencia (Doom) o por pocos minutos.
El uso de los espejos o cristales es magistral porque nos permite ver en alguna ocasión la cara del maniaco y lo que trasmite a la hora de cometer los asesinatos y creedme que son muy muy explícitos y contundentes. Una idea muy original como hacía mucho tiempo que no veía y que me recuerda que en el cine no está todo inventado y que se puede sorprender todavía con ideas simples y directas.
Deividsan
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14 de junio de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el mundo del cine existen proyectos que nacen ya condenados. Por un concepto erróneo, falta de presupuesto o falta de capacidad técnica, la película ya ha fracasado mucho antes del rodaje de la última toma. En muchas ocasiones, el error se retrotrae a la misma idea originaria: por ejemplo, intentar hacer un remake de un film inimitable y en unas condiciones completamente opuestas a las de la obra original.
También existe otro fenómeno todavía más habitual en el séptimo arte: el del bocazas. Este espécimen, particularmente habitual en la escena crítica, cuenta con la habilidad de poder juzgar un film sin verlo, de llevar la crítica ya escrita a la proyección. Tan atrevido como ignorante, el bocazas perjudica seriamente las opciones de buenas películas en base únicamente a sus prejuicios.
Sí, lo admito, soy un bocazas. Asistí a la proyección de Maniac con ese rictus burlón del que sabe (sí, SABE) que se encuentra ante una mala película. En cinco minutos, su director, Franck Khalfoun, me había bajado los humos. Y luego le sobraron ochenta y cinco para entusiasmarme.

Ya que he admitido mi culpa, permítanme al menos que me disculpe un poco. Difícilmente se puede negar que la idea de hacer un remake de Maniac parecía un absurdo. La original es una película difícil, desagradable, y quizás por ello muy de su tiempo. Rehacerla 30 años después, en unos tiempos en los que hasta Sara Carbonero lleva tachuelas punks, suena ridículo. Si además le sumamos que el papel de Joe Spinell es encarnado por Elijah Wood, la cosa pinta mal: pasamos de un tipo gordo y desarreglado a un actor al que sólo el parecer demasiado tierno le impide ser un galán. Pero es ahí donde radica la genialidad de este remake: en tomar algunos elementos del original y, a la vez, hallar virtudes propias. Desde el prólogo ya nos encontramos con un catálogo de esas virtudes. Franck Khalfoun nos introduce, subjetivo mediante, en la mente de una maníaco que acosa a su víctima. La tensión aumenta a medida que la cámara (y con ella, el asesino y nosotros) se acerca a su presa. Finalmente, la violencia estalla. ¡Y qué violencia! ¿Alguien creía que el contar con Elijah Wood iba a suavizar el gore?

Aunque la película toma algunos elementos de la original, su principal acierto es totalmente propio: la gran brillantez de cada uno de los asesinatos. Ya era esta la principal virtud del primer Maniac, pero el mérito radica en que Khalfoun consigue competir al nivel de Lustig, si no superarle. Así, el film se convierte en un ejercicio de estilo para amantes del género, un 'tour de force' que escala con cada muerte. En contraste con estas magníficas escenas nos encontramos con una muy escueta y algo decepcionante trama central, en la que se pretende hacer menos episódica la narración y dar más profundidad al personaje principal: algo que no era necesario ya que nos es precisamente con su trama con los que Maniac consigue seducir al espectador. Dejo para el final una cuestión que provocó muchas discusiones después de su estreno en Sitges. Buena parte de la crítica, a la que no ha gustado la película, ha centrado sus ataques en el uso que hace Khalfoun del plano subjetivo. Las diversas rupturas del subjetivo que hay en Maniac son utilizadas por algunos para negarle toda virtud al film: como si por ser inconsecuente formalmente con la obra dejara de tener valor alguno. En mi opinión, esas digresiones están justificadas narrativamente, pero ese es un debate en el que me niego a entrar: lo principal aquí es que reducir Maniac a un posible uso inadecuado de un recurso formal es sumamente injusto.

Sin embargo, esta polémica ilustra algo mucho más importante: la peculiar actitud con la que se recibe a aquellos films de terror que intentan hacer algo nuevo a nivel estilístico. ¿Acaso exigimos semejane actitud a Jaime Rosales o Jose Luis Guerín? ¿Tiene sentido ser más estricto con una obra de género? ¿No es suficiente con que la película sea una brillantísima versión de un clásico que pedía a gritos ser reivindicado Volvemos, de nuevo, a las actitudes perniciosas con las que empezaba el artículo. Unas actitudes que le impiden a uno disfrutar de obras tan deliciosas como este Maniac. Actitudes más habituales de lo que querríamos especialmente cuando hablamos de cine de género. Por favor, traten de evitarlas. Háganse ese favor. Yo estuve a tiempo.
Gawyn
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7 de octubre de 2012
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los asesinos en serie, series despreciables que representan lo peor y más desechable de la sociedad, siempre han tenido un lugar privilegiado en la historia del cine. Desde el casi infantil Peter Lorre en M, pasando por los desequilibrados y obsesos sexuales de Harry el Sucio (Dirty Harry)o El Silencio de los Corderos (The Silece of the Lambs), hasta la locura nihilista mostrada en Henry, retrato de un asesino (Henry), la industria cinematográfica global ha intentado analizar, entender o incluso justificar las censurables acciones de estos psicópatas. Lo ha hecho en diferentes épocas, escenarios y países. Reconocemos abiertamente que nos repelen, provocan en nosotros un enorme rechazo pero, al mismo tiempo y de forma casi masoquista, somos proclives a sentir curiosidad por sus historias, por su pasado, por la evolución de una criatura que pasa de ir al colegio a matar a sus propios compañeros. La culpabilidad nos come de pies a cabeza debido a esta atracción fatal por las mentes enfermas. Pero, desafortunadamente, la mayoría de estas películas incluyen un final aciago para el criminal y de esta forma salvan nuestra alma. Y digo bien cuando escribo desafortunadamente. Porque la realidad es otra. La realidad (casi) nunca proviene de un estudio de Hollywood (salvo contadas excepciones como Zodiac, por ejemplo), más preocupado por brindar un happy end que asegure la comodidad emocional de sus espectadores que de remover hasta el final sensaciones desconocidas en el interior del ser humano. Hay auténticas obras maestras del género (como las cintas citadas anteriormente dirigidas por Don Siegel y Jonathan Demme) que, es cierto, acaban bien. Es decir, ser pesimista (que es lo mismo que ser realista en la mayoría de los casos) se agradece, ya que eso implica que la inteligencia del espectador ha sido admitida y respetada, pero con eso únicamente no basta. La descripción psicológica de un criminal y el punto de implicación emocional para con el espectador debe ser nítida, sincera y hábil. Sin esto solo nos queda una película de un hombre que va matando gente (con o sin justificación, no importa), que es lo mismo que ver una película de un hombre que va tomando cafés de cafetería en cafetería sin que realmente nos importe en lo más mínimo.

Por todo esto admiro la valiente decisión de Franck Khalfoun de rodar la película en modalidad cámara subjetiva en primera persona (vemos lo que ve el protagonista, no a él). Es una manera radical de coger el toro por los cuernos desde el inicio y declararle la guerra al espectador. Solo quitando los ojos de la pantalla se puede huir de esta estrategia psicológica. Esta técnica ha sido usada varias veces a lo largo de la historia del cine, destacando sobremanera La Senda Tenebrosa (Dark Passage, 1947), donde el siempre eficiente Delmer Daves (3:10 To Yuma) nos mostraba a un Bogart sin rostro, intentando demostrar que es inocente del crimen del que se le acusa injustamente. La obligada voz en off del asesino, volviendo a Maniac, es otra forma de involucrar a los voyeurs inconscientes que nos hemos convertido, ya que una voz sin rostro puede ser cualquier persona. Al no tener nombre ni cara, la posibilidad de identificación es infinitamente mayor que recurriendo a una composición visual tradicional. El aspecto de la no visión del protagonista va a condicionar para bien o para mal el film entero. Es un recurso que puede llegar a cansar si no te has metido en la película a los quince minutos. En caso contrario, se convierte en algo que activa tus sentidos. Es curiosa la manera en que Khalfoun nos muestra al personaje, siempre a través de espejos y reflejos. Sin embargo, una escena inicial nos permite seguir una breve evolución física a través de fotografías (fotografías reales del propio Elijah Wood) que van de su infancia a la madurez, provocando cierta angustia el percibir a un niño como un asesino, ya que todos sabemos a lo que se dedicará esa criatura infantil. El juego de espejos trae consigo una evidente conexión entre el consciente y el inconsciente, una lucha interior a lo Jekill y Hyde cuya intensidad aumenta conforme transcurren los minutos en pantalla. La imagen que se proyecta en el espejo refleja la forma en la que le gustaría ser visto y que le vieran, con un rostro que le permita pasar desapercibido como una persona cualquiera. Quiere/necesita fortalecer aspectos de su personalidad y cambiar otros, pero la alusión a los espejos rotos todos sabemos que significa: querer romper con una imagen preestablecida y que esa ambición o esperanza no se cumpla.

Sigo en spoiler sin ser spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jlamotta
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