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España España · sevilla
Voto de Jlamotta:
6
Terror Frank, el dueño de una tienda de maniquíes, es un hombre solitario y, a primera vista, inofensivo. Sin embargo, hay algo profundamente turbador en su mirada, que refleja un oscuro y siniestro secreto que resurgirá tras su encuentro con Anna, una joven artista que acude a él en busca de ayuda para una exposición. Alexandre Aja y Gregory Levasseur son los guionistas de este remake del clásico de culto de William Lustig. (FILMAFFINITY)
7 de octubre de 2012
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los asesinos en serie, series despreciables que representan lo peor y más desechable de la sociedad, siempre han tenido un lugar privilegiado en la historia del cine. Desde el casi infantil Peter Lorre en M, pasando por los desequilibrados y obsesos sexuales de Harry el Sucio (Dirty Harry)o El Silencio de los Corderos (The Silece of the Lambs), hasta la locura nihilista mostrada en Henry, retrato de un asesino (Henry), la industria cinematográfica global ha intentado analizar, entender o incluso justificar las censurables acciones de estos psicópatas. Lo ha hecho en diferentes épocas, escenarios y países. Reconocemos abiertamente que nos repelen, provocan en nosotros un enorme rechazo pero, al mismo tiempo y de forma casi masoquista, somos proclives a sentir curiosidad por sus historias, por su pasado, por la evolución de una criatura que pasa de ir al colegio a matar a sus propios compañeros. La culpabilidad nos come de pies a cabeza debido a esta atracción fatal por las mentes enfermas. Pero, desafortunadamente, la mayoría de estas películas incluyen un final aciago para el criminal y de esta forma salvan nuestra alma. Y digo bien cuando escribo desafortunadamente. Porque la realidad es otra. La realidad (casi) nunca proviene de un estudio de Hollywood (salvo contadas excepciones como Zodiac, por ejemplo), más preocupado por brindar un happy end que asegure la comodidad emocional de sus espectadores que de remover hasta el final sensaciones desconocidas en el interior del ser humano. Hay auténticas obras maestras del género (como las cintas citadas anteriormente dirigidas por Don Siegel y Jonathan Demme) que, es cierto, acaban bien. Es decir, ser pesimista (que es lo mismo que ser realista en la mayoría de los casos) se agradece, ya que eso implica que la inteligencia del espectador ha sido admitida y respetada, pero con eso únicamente no basta. La descripción psicológica de un criminal y el punto de implicación emocional para con el espectador debe ser nítida, sincera y hábil. Sin esto solo nos queda una película de un hombre que va matando gente (con o sin justificación, no importa), que es lo mismo que ver una película de un hombre que va tomando cafés de cafetería en cafetería sin que realmente nos importe en lo más mínimo.

Por todo esto admiro la valiente decisión de Franck Khalfoun de rodar la película en modalidad cámara subjetiva en primera persona (vemos lo que ve el protagonista, no a él). Es una manera radical de coger el toro por los cuernos desde el inicio y declararle la guerra al espectador. Solo quitando los ojos de la pantalla se puede huir de esta estrategia psicológica. Esta técnica ha sido usada varias veces a lo largo de la historia del cine, destacando sobremanera La Senda Tenebrosa (Dark Passage, 1947), donde el siempre eficiente Delmer Daves (3:10 To Yuma) nos mostraba a un Bogart sin rostro, intentando demostrar que es inocente del crimen del que se le acusa injustamente. La obligada voz en off del asesino, volviendo a Maniac, es otra forma de involucrar a los voyeurs inconscientes que nos hemos convertido, ya que una voz sin rostro puede ser cualquier persona. Al no tener nombre ni cara, la posibilidad de identificación es infinitamente mayor que recurriendo a una composición visual tradicional. El aspecto de la no visión del protagonista va a condicionar para bien o para mal el film entero. Es un recurso que puede llegar a cansar si no te has metido en la película a los quince minutos. En caso contrario, se convierte en algo que activa tus sentidos. Es curiosa la manera en que Khalfoun nos muestra al personaje, siempre a través de espejos y reflejos. Sin embargo, una escena inicial nos permite seguir una breve evolución física a través de fotografías (fotografías reales del propio Elijah Wood) que van de su infancia a la madurez, provocando cierta angustia el percibir a un niño como un asesino, ya que todos sabemos a lo que se dedicará esa criatura infantil. El juego de espejos trae consigo una evidente conexión entre el consciente y el inconsciente, una lucha interior a lo Jekill y Hyde cuya intensidad aumenta conforme transcurren los minutos en pantalla. La imagen que se proyecta en el espejo refleja la forma en la que le gustaría ser visto y que le vieran, con un rostro que le permita pasar desapercibido como una persona cualquiera. Quiere/necesita fortalecer aspectos de su personalidad y cambiar otros, pero la alusión a los espejos rotos todos sabemos que significa: querer romper con una imagen preestablecida y que esa ambición o esperanza no se cumpla.

Sigo en spoiler sin ser spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jlamotta
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