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Críticas ordenadas por utilidad
11 de diciembre de 2012
286 de 444 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi diez años después de la multipremiada The Return of the King, por fin nos llega The Hobbit, donde se narra la misteriosa aventura que Bilbo, Gandalf y trece enanos protagonizaron sesenta años antes de la ya mítica historia. Me alegro profundamente de que Peter Jackson haya podido hacer el film como le ha dado la real gana, ya que en su día entendió y adaptó de manera soberbia The Lord of the Rings. Tal vez ese haya sido el mayor impedimento al que Jackson haya tenido que hacer frente:el recuerdo del gran público de la exitosa trilogía. De hecho, algunos críticos americanos se han quejado públicamente de que The Hobbit y The Lord of the Rings son diferentes, que no comparten ese gusto por la oscuridad que si poseían las películas protagonizadas por Elijah Wood, Viggo Mortensen y compañía. La respuesta es bien sencilla:mientras que una es un relato épico lleno de muertes gloriosas y espectaculares batallas, otro es un cuento infantil que trata sobre el complicado proceso que atraviesa un niño (o adolescente) hasta que se convierte en un hombre. Las novelas referentes al Anillo Único están repletas de duro belicismo, del triunfo de la oscuridad sobre el bien (en un principio), del esfuerzo sobrehumano que la naturaleza nos exige para mantener el orden de las cosas. En cambio, en The Hobbit prevalece la aventura, la fantasía y el humor sobre los grandes conflictos armados (ojo, que también los hay). Por lo tanto, aunque ambas tengan mucho que ver entre si temáticamente, compartan personajes, tramas y mundos, hay que dejar claro que el tono es algo diferente, cada una en su estilo, aunque nunca olvidando que el director es el mismo y es justamente eso lo que les otorga a ambas un sabio y justo equilibrio de género. Sin embargo, habrá discusiones entre los lectores apasionados del libro y los que no han leído una sola página de la magna obra de Tolkien. Jackson construye su film como un excitado homenaje a sus fans y a él mismo, cosa que no ocurría (al menos no de forma tan rotunda y descarada) en The Lord of the Rings, mucho más abierta a todo tipo de público. En The Hobbit, quien no se haya leído las novelas o, por lo menos, no tenga frescas las tres películas anteriores, se sentirá perdido por momentos ante la avalancha de relatos antiguos, fechas, nombres y lugares a los que se hacen referencia. Por otra parte, los enamorados de las líneas escritas hace más de setenta años por el autor de El Silmarillion, se encontrarán completamente en su elemento, disfrutando cada referencia, broma privada o detalle como si fuera el último.
Y es que quien haya leído The Hobbit sentirá la misma ilusión, emoción, peligrosidad, riesgo y sensación de aventura en el film de Jackson, que ejecuta la novela original a modo de storyboard narrativo, convirtiendo la literalidad en una de sus armas más poderosas. De nuevo acierta el orondo realizador al plasmar su visión poética, preciosista y detallista hasta la extenuación, como ya hiciera años atrás. Tanto él como Fran Walsh y Philippa Boyens, dan con la tecla visual adecuada otorgando a Andrew Lesnie un bello material sobre el que lucirse. Lesnie vuelve a demostrar un dominio de la luz apabullante, con una combinación de luminosidad casi cegadora en Rivendel para contrarrestarlo posteriormente con la oscuridad y el aire viciado de las montañas de los orcos. Ver el film parido por Jackson guarda cierta similitud con volver a ver a un viejo y buen amigo del que hace años que no sabías nada de él, todo resulta familiar pero novedoso a la vez, con esa sonrisa tonta en la boca (reconozco que era la mía durante la proyección) del que no sabe que decir ni que hacer ante lo que le están mostrando. Volver a ver a Gandalf, a Bilbo, a Frodo (brevemente, eso si), a Gollum (genial, como siempre) la Tierra Media, la Comarca...si hasta produce risa tonta reencontrarse con el malvado Saruman! En este aspecto cabe destacar el gran acierto en la elección de Martin Freeman como Bilbo. El Watson de la maravillosa Sherlock de la BBC dota a su Bilbo de un humor y comicidad británica muy infantil y desastrosa, dando fe de que para el personaje supondrá un verdadero reto dejar atrás la niñez para entrar de lleno en la madurez y el mundo de las responsabilidades individuales. En este sentido, es interesante el punto de vista que tanto Tolkien como Jackson (y estoy seguro que del Toro también) comparten sobre la adolescencia, la timidez y el temor patológico al exterior que roza la agorafobia. Para Bilbo, la Comarca es su hogar y no ve más allá de ello. Tiene su vida resuelta y disfruta de siesta, comida, bebida, libros y buena hierba. ¿Para qué salir al exterior a vivir aventuras si puedes leerlas cómodamente desde el salón de tu casa y dejar volar tu imaginación? Muchos de nosotros nos hemos visto en esa situación a menudo (en otros ámbitos, obviamente) y en un mundo donde una gran parte de la población vive esclavizada por sus consolas, la motivación es un elemento clave. Nada motiva, nada parece lo suficientemente importante en un lugar donde se va de mal en peor, donde nunca ocurre nada destacable. Bilbo experimenta lo mismo, una continua hibernación casera en donde corre el riesgo de que un trastorno puntual en su vida pueda transformarse en una ansiedad y un malestar crónico de larga duración. Tolkien nos dice que solo la pura aventura aleatoria y sin sentido puede sacarnos de nuestras aletargadas existencias, solo el riesgo, la curiosidad por lo desconocido, un acercamiento a tierras extrañas. Y Bilbo, como hará Frodo años después, cae en las redes de la locura por el misterio para introducirse de lleno en ella, para nuestro total disfrute.
Y es que quien haya leído The Hobbit sentirá la misma ilusión, emoción, peligrosidad, riesgo y sensación de aventura en el film de Jackson, que ejecuta la novela original a modo de storyboard narrativo, convirtiendo la literalidad en una de sus armas más poderosas. De nuevo acierta el orondo realizador al plasmar su visión poética, preciosista y detallista hasta la extenuación, como ya hiciera años atrás. Tanto él como Fran Walsh y Philippa Boyens, dan con la tecla visual adecuada otorgando a Andrew Lesnie un bello material sobre el que lucirse. Lesnie vuelve a demostrar un dominio de la luz apabullante, con una combinación de luminosidad casi cegadora en Rivendel para contrarrestarlo posteriormente con la oscuridad y el aire viciado de las montañas de los orcos. Ver el film parido por Jackson guarda cierta similitud con volver a ver a un viejo y buen amigo del que hace años que no sabías nada de él, todo resulta familiar pero novedoso a la vez, con esa sonrisa tonta en la boca (reconozco que era la mía durante la proyección) del que no sabe que decir ni que hacer ante lo que le están mostrando. Volver a ver a Gandalf, a Bilbo, a Frodo (brevemente, eso si), a Gollum (genial, como siempre) la Tierra Media, la Comarca...si hasta produce risa tonta reencontrarse con el malvado Saruman! En este aspecto cabe destacar el gran acierto en la elección de Martin Freeman como Bilbo. El Watson de la maravillosa Sherlock de la BBC dota a su Bilbo de un humor y comicidad británica muy infantil y desastrosa, dando fe de que para el personaje supondrá un verdadero reto dejar atrás la niñez para entrar de lleno en la madurez y el mundo de las responsabilidades individuales. En este sentido, es interesante el punto de vista que tanto Tolkien como Jackson (y estoy seguro que del Toro también) comparten sobre la adolescencia, la timidez y el temor patológico al exterior que roza la agorafobia. Para Bilbo, la Comarca es su hogar y no ve más allá de ello. Tiene su vida resuelta y disfruta de siesta, comida, bebida, libros y buena hierba. ¿Para qué salir al exterior a vivir aventuras si puedes leerlas cómodamente desde el salón de tu casa y dejar volar tu imaginación? Muchos de nosotros nos hemos visto en esa situación a menudo (en otros ámbitos, obviamente) y en un mundo donde una gran parte de la población vive esclavizada por sus consolas, la motivación es un elemento clave. Nada motiva, nada parece lo suficientemente importante en un lugar donde se va de mal en peor, donde nunca ocurre nada destacable. Bilbo experimenta lo mismo, una continua hibernación casera en donde corre el riesgo de que un trastorno puntual en su vida pueda transformarse en una ansiedad y un malestar crónico de larga duración. Tolkien nos dice que solo la pura aventura aleatoria y sin sentido puede sacarnos de nuestras aletargadas existencias, solo el riesgo, la curiosidad por lo desconocido, un acercamiento a tierras extrañas. Y Bilbo, como hará Frodo años después, cae en las redes de la locura por el misterio para introducirse de lleno en ella, para nuestro total disfrute.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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3 de abril de 2014
154 de 219 usuarios han encontrado esta crítica útil
A primera vista, puede parecer descabellado pensar en Darren Aronofsky como autor de un biopic basado en el personaje bíblico Noé. Su estilo tirando a artificioso, exagerado a veces y tremendamente visual siempre, puede chocar con una historia que quizás reclamaba un poco más de serenidad y calma, incluso reflexión. Pero, repasando la carrera del director estadounidense, tal vez sea una decisión lógica después de todo. Porque el tema central del discurso cinematográfico de Aronofsky es la obsesión, en todas sus vertientes. Pi, fe en el caos y su obsesión por el descubrimiento de lo nuevo. Réquiem por un sueño y su obsesión por las drogas. La fuente de la vida y su obsesión por el amor. El luchador y su obsesión por las segundas oportunidades. Cisne negro y su obsesión por el éxito. En manos de Aronofsky las simples motivaciones del personaje se transforman en psicosis, afectan a su forma de vida modificando por completo su visión del mundo que les rodea. ¿Y qué es la historia de Noé salvo la obstinación de un hombre por cumplir la voluntad de Dios pase lo que pase, caiga quién caiga? Porque ese es uno de los grandes aciertos del director de El luchador, convertir el motor de la historia, el detonante, en el todo y más allá. Nos interesa Noé como persona incluso más que como personaje por su tratamiento cercano, casi documental al mismo. Somos testigos de su progresión, en ningún momento se nos esconden sus defectos ni sus carencias como hombre. No estamos presenciando la historia de un Dios ni de un elegido para la causa, sino la de un hombre temeroso que se agarra a sus creencias con todas sus fuerzas ante la falta de oportunidades y opciones. Es el relato de un hombre y su fe, que llevará hasta las últimas consecuencias. Es la cercanía con el personaje la que nos permite encarar con otros ojos una historia que la mayoría conocemos de memoria, pues incluso en los momentos oscuros la cámara permanece frente a él, radiografiando minuciosamente al monstruo que lentamente va mutando ante nosotros. Y, a pesar de tratarse de un cuento de la Biblia, hay alicientes en ella para los no creyentes pues la película no deja de ser una tremenda historia de amor, de superación personal, del hombre contra los elementos. Sinceramente, no veo motivos para la discusión ni para la polémica que ha generado debido a su contenido religioso. En lo referente a su literalidad o no de la Biblia, sus licencias, su flexibilidad argumental...vamos, se trata de un relato religioso aparecido en el mayor libro de ciencia-ficción de todos los tiempos, al menos en su trascendencia e influencia en la humanidad. La fuente original está poblada de metáforas, parábolas, mitos, leyendas, sinécdoques o fábulas para posibilitar la fácil comprensión de la doctrina cristiana. Por lo tanto, tiene el mismo sentido enfurruñarse porque haya ángeles convertidos en rocas que por la exclusión de Tom Bombadil de la trilogía cinematográfica de El señor de los anillos (incluso tiene más sentido esto último...). Y quién esto escribe es creyente en lo referente a un ente superior, llamémoslo Dios o simplemente fe, pero las sagradas escrituras están repletas de serpientes parlanchinas, mares abiertos o palomas venerables. Es decir, figuras. La exageración es un modo de realzar el relato y, puesto que todo es muy interpretable, no veo lugar para una discusión sobre la exactitud de la película de Aronofsky respecto a literatura.
De hecho, entiendo más las controversias originadas con La última tentación de Cristo de Scorsese o La pasión de Cristo de Mel Gibson. La pasión de Cristo, curiosamente, sigue a rajatabla los pasajes de la Biblia en los que se basa, decidiéndose por mostrar la violencia relatada en todo su esplendor, sin cortapisas, sin apartar la mirada. Obviamente, una versión tan violenta (y excelente, por otra parte), aunque fuera supuestamente respetuosa con el material original, no está bien vista en una sociedad mojigata como la nuestra donde la censura y las restricciones a los videojuegos, el cine o el arte en general son más duras que las sufridas por los verdaderos delincuentes en la vida real. La última tentación de Cristo es directamente una maravillosa salvajada que trasciende cualquier análisis religioso, donde los límites solo los marcan la imaginación y el excepcional talento narrativo de Scorsese y Schrader. Pero, como digo, son casos más radicales de adaptaciones bíblicas. En realidad, lo que más me llama la atención de este ambicioso proyecto es la producción a lo Jerry Bruckheimer que parece estar inspirado en las historias bíblicas de los Simpsons (particularmente en el fragmento de Bart sobre David y Goliat). Por unos instantes, Aronofsky abandona el tratamiento del hombre y transforma al personaje en un héroe de acción made in Hollywood, sin escatimar en una grandiosidad y espectacularidad que se agradece por momentos, pero que resulta excesivamente pomposa en otros debido a una carga épica momentáneamente innecesaria. Ya conocemos los delirios de Aronofsky, un director que elige el exceso antes que la contención. Y, aunque eso le penaliza en ocasiones, también es justo decir que sus transiciones entre escenas son de una gran belleza, dando fe de un soberbio uso de colores extremos y vivos que dotan de una extrañeza visual (para este tipo de producciones) a localizaciones, escenarios e incluso objetos inanimados. Es el toque autoral y personal del director de El cisne negro el que aflora en un montaje de unos tres minutos sobre la creación de la vida en el planeta, dando pie a una verdadera obra de arte que funciona asimismo como sobresaliente cortometraje, apoyada en una majestuosa pieza musical de Clint Mansell. Aunque también es de justicia reconocerle a Russell Crowe su sólida interpretación de Noé, captando sin aparente esfuerzo su debilidad, su grandeza, su caída a los infiernos de la locura y, como no, su humanidad.
Sigo en spoiler sin ser spoiler
De hecho, entiendo más las controversias originadas con La última tentación de Cristo de Scorsese o La pasión de Cristo de Mel Gibson. La pasión de Cristo, curiosamente, sigue a rajatabla los pasajes de la Biblia en los que se basa, decidiéndose por mostrar la violencia relatada en todo su esplendor, sin cortapisas, sin apartar la mirada. Obviamente, una versión tan violenta (y excelente, por otra parte), aunque fuera supuestamente respetuosa con el material original, no está bien vista en una sociedad mojigata como la nuestra donde la censura y las restricciones a los videojuegos, el cine o el arte en general son más duras que las sufridas por los verdaderos delincuentes en la vida real. La última tentación de Cristo es directamente una maravillosa salvajada que trasciende cualquier análisis religioso, donde los límites solo los marcan la imaginación y el excepcional talento narrativo de Scorsese y Schrader. Pero, como digo, son casos más radicales de adaptaciones bíblicas. En realidad, lo que más me llama la atención de este ambicioso proyecto es la producción a lo Jerry Bruckheimer que parece estar inspirado en las historias bíblicas de los Simpsons (particularmente en el fragmento de Bart sobre David y Goliat). Por unos instantes, Aronofsky abandona el tratamiento del hombre y transforma al personaje en un héroe de acción made in Hollywood, sin escatimar en una grandiosidad y espectacularidad que se agradece por momentos, pero que resulta excesivamente pomposa en otros debido a una carga épica momentáneamente innecesaria. Ya conocemos los delirios de Aronofsky, un director que elige el exceso antes que la contención. Y, aunque eso le penaliza en ocasiones, también es justo decir que sus transiciones entre escenas son de una gran belleza, dando fe de un soberbio uso de colores extremos y vivos que dotan de una extrañeza visual (para este tipo de producciones) a localizaciones, escenarios e incluso objetos inanimados. Es el toque autoral y personal del director de El cisne negro el que aflora en un montaje de unos tres minutos sobre la creación de la vida en el planeta, dando pie a una verdadera obra de arte que funciona asimismo como sobresaliente cortometraje, apoyada en una majestuosa pieza musical de Clint Mansell. Aunque también es de justicia reconocerle a Russell Crowe su sólida interpretación de Noé, captando sin aparente esfuerzo su debilidad, su grandeza, su caída a los infiernos de la locura y, como no, su humanidad.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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4 de febrero de 2011
120 de 153 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fieles a su anual cita con el séptimo arte, aquel que no dejan de glorificar con su presencia, se presentan los hermanos Coen con esta tragicomedia ambientada en el antiguo Far West. Subrayo lo de ambientada porque, de aquella salvaje y sangrienta época selecciona las características menos típicas y usadas en el cine, y nos la presentan como un mundo donde el Saloon, la prostitución, los jinetes pálidos o los sin nombre no tienen cabida. Sin embargo, los paisajes nevados, la mujer, el diálogo y el heroísmo poblan plano por plano las hermosas imágenes con las que, una vez más, nos engatusan hasta caer rendidos ante un talento que a medida que pase el tiempo se convertirá en legendario y digno de estudios y dossiers.
Ante la incipiente llegada de westerns crepusculares como El asesinato de Jesse James, Appaloosa u Open Range, los creadores de El hombre que nunca estuvo allí, dan las riendas de su poderoso caballo a una niña de 14 años que ha perdido a su padre a manos de un despiadado y estúpido asesino. En cualquier otra historia los cazarrecompensas irían como frías máquinas de matar a por su presa y su consiguiente paga extra. Aquí simplemente se limitan a cumplir con su trabajo sin más pasión que ganar unos cuantos dolares, vengan de donde vengan. Y no solo eso, sino que es la niña quien los contrata (por lo menos a uno de ellos) y, para más inri, los acompaña a la fuerz para proteger su inversión. Así es, el supuesto sexo débi se erige aquí en hilo conductor y a su vez, impulsor de la trama. Eso del cowboy solitario y callado ha pasado a mejor vida para dar protagonismo a una niña, un viejo borracho y un estricto Ranger de Texas. Ellos contra el asesino. Contra su banda. Contra la maldad. Contra el viejo y salvaje Oeste tal como Eastwood, Ford o Peckinpah lo concibieron.
Los hermanos parecen evolucionar en cada película su peculíar y único estilo cinematográfico con ese barniz tan europeo para, sin embargo, presentar después films profundamente americanos. De la buena mezcla solo salen excelentes resultados. Tecnicamente perfectos, aquí dan una lección de como introducir una historia y crear interés al espectador en tan solo 60 segundos con el escalofriante prólogo (por la parsimoniosa voz en off que nos pone en situación) acompañado de un torrente visual con aspecto formal de boceto hecho en carboncillo. Como ver abrirse una flor en primavera. Los personajes son presentados modelicamente y nos dejan anticiparnos a la personalidad posteriormente desarrollada de cada uno de ellos. Bridges, como siempre el mejor de la función(cuidado Colin Firth, igual tartamudeas de verdad en los Oscar), nos es mostrado por primera vez en una letrina escuchando tan solo su indescifrable habla a traves de ella, "ocupándose" de sus asuntos.
Sigo en spoiler sin ser spoiler por falta de espacio
Ante la incipiente llegada de westerns crepusculares como El asesinato de Jesse James, Appaloosa u Open Range, los creadores de El hombre que nunca estuvo allí, dan las riendas de su poderoso caballo a una niña de 14 años que ha perdido a su padre a manos de un despiadado y estúpido asesino. En cualquier otra historia los cazarrecompensas irían como frías máquinas de matar a por su presa y su consiguiente paga extra. Aquí simplemente se limitan a cumplir con su trabajo sin más pasión que ganar unos cuantos dolares, vengan de donde vengan. Y no solo eso, sino que es la niña quien los contrata (por lo menos a uno de ellos) y, para más inri, los acompaña a la fuerz para proteger su inversión. Así es, el supuesto sexo débi se erige aquí en hilo conductor y a su vez, impulsor de la trama. Eso del cowboy solitario y callado ha pasado a mejor vida para dar protagonismo a una niña, un viejo borracho y un estricto Ranger de Texas. Ellos contra el asesino. Contra su banda. Contra la maldad. Contra el viejo y salvaje Oeste tal como Eastwood, Ford o Peckinpah lo concibieron.
Los hermanos parecen evolucionar en cada película su peculíar y único estilo cinematográfico con ese barniz tan europeo para, sin embargo, presentar después films profundamente americanos. De la buena mezcla solo salen excelentes resultados. Tecnicamente perfectos, aquí dan una lección de como introducir una historia y crear interés al espectador en tan solo 60 segundos con el escalofriante prólogo (por la parsimoniosa voz en off que nos pone en situación) acompañado de un torrente visual con aspecto formal de boceto hecho en carboncillo. Como ver abrirse una flor en primavera. Los personajes son presentados modelicamente y nos dejan anticiparnos a la personalidad posteriormente desarrollada de cada uno de ellos. Bridges, como siempre el mejor de la función(cuidado Colin Firth, igual tartamudeas de verdad en los Oscar), nos es mostrado por primera vez en una letrina escuchando tan solo su indescifrable habla a traves de ella, "ocupándose" de sus asuntos.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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27 de abril de 2011
104 de 137 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace mucho tiempo que Marvel Studios encontró una fórmula casi indestructible para adaptar a sus famosos héroes a la gran pantalla. Protagonista conocido arropado por unos secundarios apetitosos, presupuesto desmesurado, sentido del humor muy blanco y que la historia no moleste mucho. Así surgieron las franquicias de Iron Man, Spider Man, X-Men, Fantastic Four o Hulk, por citar solo algunas de sus muchas adaptaciones. Mismas pautas, desiguales resultados en taquilla por lo que, si es necesario, se recurre al reset de la saga como ha ocurrido con el film protagonizado por La Masa. Misma suerte correrán en breve el Hombre Araña y los mutantes. La cinta que nos ocupa, Thor, no es una excepción, convirtiéndose así en un producto realizado y destinado para consumo rápido, muy cuidado visualmente pero carente de alma, profundidad y, paradojicamente para tratarse de El Hombre de Hierro, de fuerza.
Decía Spielberg que el público sale contento de la sala si le proporcionas un gran arranque y un gran final, obviando el nudo de la historia. El libreto de Mark Protosevich procura que así sea pero los primeros minutos ya dejan constancia de lo que nos espera en el resto del metraje: un humor blanco como la nieve, un protagonista con el que es arduamente complicado identificarse y una estructura previsible y poco trabajada. El prólogo no impresiona ni despierta interés alguno. Es más, desde ese momento, hasta el espectador menos avispado puede discernir que va a ocurrir. Las referencias visuales a El Señor de los Anillos no hacen más que recordarnos la brillantez de la saga dirigida por Peter Jackson y lo impersonal que luce el universo localizado en Asgard.
Sigo en spoiler pero no es spoiler
Decía Spielberg que el público sale contento de la sala si le proporcionas un gran arranque y un gran final, obviando el nudo de la historia. El libreto de Mark Protosevich procura que así sea pero los primeros minutos ya dejan constancia de lo que nos espera en el resto del metraje: un humor blanco como la nieve, un protagonista con el que es arduamente complicado identificarse y una estructura previsible y poco trabajada. El prólogo no impresiona ni despierta interés alguno. Es más, desde ese momento, hasta el espectador menos avispado puede discernir que va a ocurrir. Las referencias visuales a El Señor de los Anillos no hacen más que recordarnos la brillantez de la saga dirigida por Peter Jackson y lo impersonal que luce el universo localizado en Asgard.
Sigo en spoiler pero no es spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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18 de julio de 2012
104 de 138 usuarios han encontrado esta crítica útil
Christopher Nolan revolucionó el cine comercial de acción y aventura hace siete años con Batman Begins apostando por un tono sombrío, serio y oscuro alejado del condescendiente tono general de la mayoría de productos veraniegos sobre superhéroes, que tendían a infravalorar la inteligencia del espectador sirviendo un producto sencillo, asequible y masticado directo al paladar. Con The Dark Knight (2008) no solo dio un paso adelante en esa revolución sino que asentó las bases para futuros creadores de como se debe presentar y mantener a un villano en pantalla sin caer en el maniqueísmo ni la moralina. Muchas películas recientes han bebido de ese éxito (Un ciudadano ejemplar, X-Men Origins, Código Fuente, etc) pero ninguna ha conseguido igualarlo. Llegados a este punto, en el 2012, siete años después de liderar ese nuevo movimiento cinematográfica que ha cambiado las bases del cine comercial, Nolan se encuentra con que su máximo contrincante es él mismo. Solo puede competir contra su propio talento en esta tercera aventura del hombre murciélago, por lo que el listón está altísimo. Casualmente lo mismo le ocurre a Batman, que en esta ocasión deberá hacer frente no a uno sino hasta cuatro villanos simultáneamente (consciente o inconscientemente). Nolan ha apostado el todo por el todo en el "más grande, más largo, más épico" y la apuesta ha resultado ganadora en parte, pero no totalmente.
El principal problema que le veo al film en su totalidad es el curioso montaje que han elegido los Nolan, pues saltan de una escena a otra con una determinación que puede ser confundida con aleatoriedad. Es decir, las abundantes tramas y subtramas que habitan en el guión son tratadas de forma no lineal y, solo a veces, dejando pasar demasiado tiempo entre unas y otras, pudiendo provocar el olvido y la confusión. Para mi gusto, es en estos momentos cuando la película se vuelve algo dispersa y caótica, sin saber bien por donde tirar con tantos frentes abiertos. Esto imposibilita la total implicación del espectador con la historia y la posibilidad de una evasión mental impensable en la segunda parte, donde el la guerra Joker-Batman nos tenía el corazón en un puño. También influye que el libreto abarque seis meses de la vida en Gotham, por lo que en algún momento se le puede atribuir algún problema de ritmo. Por otra parte, no voy a caer en el argumento fácil de decir que se echa en falta al Joker porque no es cierto. Bane es un pedazo de personaje, una bestia con suficiente entidad como para hacernos olvidar al payaso loco. Sin embargo, si me hubiera gustado que el personaje, con un pasado lleno de dolor y sentimientos, hubiera contado con el mismo tratamiento formal que el Joker. Que se le hubiera dado ese tiempo necesario para evolucionar en pantalla y no ser solo el villano de la función. Su presentación está a la altura del robo al banco de la segunda parte, enorme, pero da la sensación de que se le podía haber sacado más y explorado ese pasado turbulento que forjaron su cruel personalidad y que sale a relucir en el vibrante clímax final.
Sigo en spoiler sin ser spoiler
El principal problema que le veo al film en su totalidad es el curioso montaje que han elegido los Nolan, pues saltan de una escena a otra con una determinación que puede ser confundida con aleatoriedad. Es decir, las abundantes tramas y subtramas que habitan en el guión son tratadas de forma no lineal y, solo a veces, dejando pasar demasiado tiempo entre unas y otras, pudiendo provocar el olvido y la confusión. Para mi gusto, es en estos momentos cuando la película se vuelve algo dispersa y caótica, sin saber bien por donde tirar con tantos frentes abiertos. Esto imposibilita la total implicación del espectador con la historia y la posibilidad de una evasión mental impensable en la segunda parte, donde el la guerra Joker-Batman nos tenía el corazón en un puño. También influye que el libreto abarque seis meses de la vida en Gotham, por lo que en algún momento se le puede atribuir algún problema de ritmo. Por otra parte, no voy a caer en el argumento fácil de decir que se echa en falta al Joker porque no es cierto. Bane es un pedazo de personaje, una bestia con suficiente entidad como para hacernos olvidar al payaso loco. Sin embargo, si me hubiera gustado que el personaje, con un pasado lleno de dolor y sentimientos, hubiera contado con el mismo tratamiento formal que el Joker. Que se le hubiera dado ese tiempo necesario para evolucionar en pantalla y no ser solo el villano de la función. Su presentación está a la altura del robo al banco de la segunda parte, enorme, pero da la sensación de que se le podía haber sacado más y explorado ese pasado turbulento que forjaron su cruel personalidad y que sale a relucir en el vibrante clímax final.
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