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España España · Barcelona
Voto de Gawyn:
7
Terror Frank, el dueño de una tienda de maniquíes, es un hombre solitario y, a primera vista, inofensivo. Sin embargo, hay algo profundamente turbador en su mirada, que refleja un oscuro y siniestro secreto que resurgirá tras su encuentro con Anna, una joven artista que acude a él en busca de ayuda para una exposición. Alexandre Aja y Gregory Levasseur son los guionistas de este remake del clásico de culto de William Lustig. (FILMAFFINITY)
14 de junio de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el mundo del cine existen proyectos que nacen ya condenados. Por un concepto erróneo, falta de presupuesto o falta de capacidad técnica, la película ya ha fracasado mucho antes del rodaje de la última toma. En muchas ocasiones, el error se retrotrae a la misma idea originaria: por ejemplo, intentar hacer un remake de un film inimitable y en unas condiciones completamente opuestas a las de la obra original.
También existe otro fenómeno todavía más habitual en el séptimo arte: el del bocazas. Este espécimen, particularmente habitual en la escena crítica, cuenta con la habilidad de poder juzgar un film sin verlo, de llevar la crítica ya escrita a la proyección. Tan atrevido como ignorante, el bocazas perjudica seriamente las opciones de buenas películas en base únicamente a sus prejuicios.
Sí, lo admito, soy un bocazas. Asistí a la proyección de Maniac con ese rictus burlón del que sabe (sí, SABE) que se encuentra ante una mala película. En cinco minutos, su director, Franck Khalfoun, me había bajado los humos. Y luego le sobraron ochenta y cinco para entusiasmarme.

Ya que he admitido mi culpa, permítanme al menos que me disculpe un poco. Difícilmente se puede negar que la idea de hacer un remake de Maniac parecía un absurdo. La original es una película difícil, desagradable, y quizás por ello muy de su tiempo. Rehacerla 30 años después, en unos tiempos en los que hasta Sara Carbonero lleva tachuelas punks, suena ridículo. Si además le sumamos que el papel de Joe Spinell es encarnado por Elijah Wood, la cosa pinta mal: pasamos de un tipo gordo y desarreglado a un actor al que sólo el parecer demasiado tierno le impide ser un galán. Pero es ahí donde radica la genialidad de este remake: en tomar algunos elementos del original y, a la vez, hallar virtudes propias. Desde el prólogo ya nos encontramos con un catálogo de esas virtudes. Franck Khalfoun nos introduce, subjetivo mediante, en la mente de una maníaco que acosa a su víctima. La tensión aumenta a medida que la cámara (y con ella, el asesino y nosotros) se acerca a su presa. Finalmente, la violencia estalla. ¡Y qué violencia! ¿Alguien creía que el contar con Elijah Wood iba a suavizar el gore?

Aunque la película toma algunos elementos de la original, su principal acierto es totalmente propio: la gran brillantez de cada uno de los asesinatos. Ya era esta la principal virtud del primer Maniac, pero el mérito radica en que Khalfoun consigue competir al nivel de Lustig, si no superarle. Así, el film se convierte en un ejercicio de estilo para amantes del género, un 'tour de force' que escala con cada muerte. En contraste con estas magníficas escenas nos encontramos con una muy escueta y algo decepcionante trama central, en la que se pretende hacer menos episódica la narración y dar más profundidad al personaje principal: algo que no era necesario ya que nos es precisamente con su trama con los que Maniac consigue seducir al espectador. Dejo para el final una cuestión que provocó muchas discusiones después de su estreno en Sitges. Buena parte de la crítica, a la que no ha gustado la película, ha centrado sus ataques en el uso que hace Khalfoun del plano subjetivo. Las diversas rupturas del subjetivo que hay en Maniac son utilizadas por algunos para negarle toda virtud al film: como si por ser inconsecuente formalmente con la obra dejara de tener valor alguno. En mi opinión, esas digresiones están justificadas narrativamente, pero ese es un debate en el que me niego a entrar: lo principal aquí es que reducir Maniac a un posible uso inadecuado de un recurso formal es sumamente injusto.

Sin embargo, esta polémica ilustra algo mucho más importante: la peculiar actitud con la que se recibe a aquellos films de terror que intentan hacer algo nuevo a nivel estilístico. ¿Acaso exigimos semejane actitud a Jaime Rosales o Jose Luis Guerín? ¿Tiene sentido ser más estricto con una obra de género? ¿No es suficiente con que la película sea una brillantísima versión de un clásico que pedía a gritos ser reivindicado Volvemos, de nuevo, a las actitudes perniciosas con las que empezaba el artículo. Unas actitudes que le impiden a uno disfrutar de obras tan deliciosas como este Maniac. Actitudes más habituales de lo que querríamos especialmente cuando hablamos de cine de género. Por favor, traten de evitarlas. Háganse ese favor. Yo estuve a tiempo.
Gawyn
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