Star Trek IV. Misión: salvar la Tierra

Al comenzar este nuevo episodio en las vidas de los tripulantes de la Enterprise uno tiene la sensación de final de un ciclo.
De repente, ya no los encontramos metidos de nuevo en un puente de mando, ladrando órdenes y apresurándose con las coordenadas, sino en un Vulcano de tintes relajados, casi religiosos, como si hubieran pasado tiempo en un monasterio dedicándose a cuidar de su amigo Spock, al que recuperaron hace poco y que todavía tiene problemas para identificar una vida pasada que se le escapa como un sueño entre brumas.
Incluso, su nave ya no es tal, sino la nave klingon de su anterior aventura, convenientemente renombrada y adaptada a sus necesidades, que se diría que pasan por permanecer juntos sea como sea.

'Misión: Salvar la Tierra' se beneficia de este ambiente relajado y lo enarbola como bandera: transmite un nivel de buen rollo y ganas de divertirse que, tras los dramas pasados, se siente más fresco que nunca.
Esta vez, el problema viene por parte de un gigante monolito que se aproxima a la Tierra con intenciones desconocidas, pero que no se adivinan buenas. Así, de golpe y porrazo aparece, y así, de golpe y porrazo nos vamos al siglo XX porque su forma de comunicación parece asemejarse al de las ballenas jorobadas.
Una historia que podría generar incredulidad, pero que a poco que se contagie uno del tono despreocupado acabará entrando en su juego: ¿qué es más increíble, razas extraterrestres con tendencia a resucitar o monolitos que hablan balleno? Pues eso.

Y lo mejor es que, muy al contrario de convertirse en un despropósito, 'Star Trek' sigue haciendo gala de reflexiones inauditas, solo que esta vez en un presente ochentero bajo el cual planea la sombra de ciertos problemas, que hace mucho tiempo que en el futuro se dejaron atrás.
Sencillos ejemplos son la libre circulación de la energía nuclear, que en el pasado se consideraba que debía mantenerse en secreto de la sociedad, o la mala educación de un joven que tiene que ir dando el coñazo en el transporte público con su música de mierda, y al cual un Spock vestido de karateka da una lección que te arranca un aplauso en su brillantez.
Pero, más allá de todo eso, subyace una cuestión fundamental, que quizás a costa de repetirse en los medios parece cansina: la extinción de especies, no ya en propio peligro de extinción, sino que nosotros juzgamos habituales y que en el siglo XXIII se carece de ellas.
Un elemento absurdo en un principio, que bien pensado quizá pueda ser la predicción más atinada de esta serie, desde que se les ocurrió mezclar diferentes razas colaborando en paz.

Valga eso para pensar que, quizá, nos estamos riendo de las ridículas pintas de unos viajeros temporales e interestelares, cuando en realidad deberíamos prestar atención al mensaje que traen (salvando las distancias de la seriedad y el humor, claro).
Esta cuarta entrega dibuja un siglo XX ajeno a lo que no entiende, propenso a la burla y al descrédito, y con solo mentes despiertas como la Dra. Gillian como esperanza de futuro, a la que incluso compañeros de profesión dejan sola en su preocupación por las ballenas jorobadas.
Siendo como nos vemos, en este espejo traído por los de la Enterprise, no nos debería extrañar que una mente alienígena nos quiera borrar del mapa, ni que sea por zoquetes que no comparten el valor de una vida animal.

Así pues, esta aventura transcurre lejos de las estrellas, pero le falta tiempo para igualar en espíritu a todas las que sí lo hacen.
Porque nos sigue mostrando una especie humana en construcción, que todavía tiene mucho que cambiar para llegar al futuro entendimiento. Pero darnos las herramientas adecuadas para reflexionar es un buen primer paso.

Entrega más popular y accesible de la primera saga cinematográfica de Star Trek, que en un tono muy humorístico y con un escenario actual y familiar, narra una nueva aventura de la mítica tripulación, esta vez sin su querida Enterprise ni batallas espaciales, pero con un resultado sumamente divertido.

Básicamente estamos ante una serie de gags de como un grupo de habitantes del siglo veintitrés se enfrentan a los impedimentos que se encuentran en un "prehistórico" siglo veinte para cumplir su misión mientras disfrutamos del clásico y deseado compañerismo lleno de piques entre sus personajes. Ni de lejos es la mejor ni la más "lógica" de esta franquicia, pero posiblemente sea la más entretenida de todas.

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Star Trek II, III y IV forman un conjunto o arco argumental donde las tres películas se narran de forma consecutiva. Es, en cierto modo, una misma larga y larga historia. Misma en tanto que los hechos se suceden los unos a los otros, pero sin duda tiene un gran acierto: cada una de las películas ofrece una historia totalmente diferente.

En la dos y tres vemos como las películas rebosan de momentos de gran dramatismo y una acción enorme. Ahora todo esto se cambia por un viaje en el tiempo, por un mensaje de marcado acento ecológico y por mucho humor (humor que existía en la serie pero que las películas habían perdido).

Los efectos son razonablemente buenos para el presupuesto que tenían pero es lo de menos: lo que importa es la historia y los personajes. Y bueno, añadir algo más aunque más como anécdota que otra cosa: junto a la séptima película de la saga ésta contiene sin duda la más floja de las bandas sonoras de la toda la saga pero es la única agraciada con una nominación al Oscar a la mejor banda sonora.

1986 fue un buen año para la franquicia de "Star Trek". Además de cumplirse veinte años desde el estreno de la serie de televisión que dio pie a todo el negocio, también fue cuando se añadió otro tanto al marcador cinematográfico con el estreno de un cuarto largometraje protagonizado por la tripulación más galáctica de todas. Al año siguiente llegaría otra para sustituirlos progresivamente y... pero no adelantemos acontecimientos.

Decía que el 86 fue un buen año, y "Star Trek IV: Misión salvar La Tierra" lo confirmó. De la mano de un Leonard Nimoy que había dejado muy contentos a los ejecutivos de la Paramount con su dirección de "Star Trek III: En busca de Spock", la franquicia se lanzó ahora a por una aventura sin un villano claro, aunque sí misterioso (véase spoiler 1). La historia, con un fuerte componente ecologista, se concibió para ser más ligera, aparcando las batallas espaciales y los enfrentamientos, y priorizando un humor agradable. Algo que puede ser peligroso si no se sabe manejar, como bien aprendería Jonathan Frakes años después tras su fállida "Star Trek: Insurrección" (1998).

La producción, sin embargo, no fue tan suave como cabría esperar. William Shatner hizo de William Shatner, y no estaba por la labor de interpretar otra vez a Kirk. Una postura que cambió cuando su sueldo fue elevado a $2.5 millones. Los mismos que también Nimoy se embolsó. En ambos casos pedían más, pero la Paramount no llegó tan lejos (véase spoiler 2). Shatner, además, impuso como condición el poder dirigir la siguiente película de la saga, dando así pie al que muchos consideran el peor largometraje de todos. Asimismo, tampoco se quedó al margen de la escritura del guion, sobre el cual influyó. Un figura que estaba hecho.

La película, eso sí, adolece de un toque ingenuo algo molesto, aunque en absoluto nuevo en la franquicia. Los personajes, en general, reaccionan de forma tontorrona, con los protagonistas envueltos en situaciones inverosímiles. En este sentido cabe citar la mentalidad infantil de la Dra. Gillian, impropia de un adulto y aún menos de una subdirectora de una institución (véase spoiler 3). No es la única que se comporta de forma laxa y aniñada, pero sí la que más destaca. A pesar de todo, la película aglutina algunas frases realmente interesantes, así como un puñado de escenas que han quedado grabadas en la memoria de los seguidores (véase spoiler 4).

En resumen, buena película que, con un presupuesto de $25 millones, logró una taquilla mundial de $109 millones. Suele estar entre las más queridas del elenco clásico aunque, también, es la menos "trekkie".

PS: Aunque Shatner nunca ha sido un actor brillante, lo del Razzie en el 99 al peor actor del siglo por esta película tiene más de "guantá" sin manos por su arrogancia que de realidad. Los hay mucho más merecedores de esa nominación.

Estar acostumbrado a "Star Trek" es hablar de su símbolo más significativo: el US.S. Enterprise.

"Pues le bajo dos puntos por no ver la nave y ver en su lugar una nave klingon" Eso es lo que pensé siendo niño. Ahora, después de ver la tercera, lo he entendido. Pero, aunque sea muy original su argumento y suene diferente, que eso siempre lo celebro, para mí seguirá siendo un 8 por el factor comunicado.

¡Ojo! Esta película me encanta y es muy original (sobre todo el desenlace que es magistral), pero difiere un poco de mi idea original de lo que es el concepto de "Star Trek". Quizás haya sido la costumbre de ver siempre el Enterprise, pero no os enfadéis conmigo, por fa.