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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Ciencia ficción William Shatner, Leonard Nimoy y el resto de la tripulación del USS Enterprise, alcanzan cotas muy elevadas en una de las más aplaudidas e intrigantes aventuras de la saga Star Trek. Estamos en el siglo XXIII y un misterioso poder alienígena amenaza la Tierra, evaporando los océanos y destruyendo la atmósfera. En un frenético intento para salvar a la humanidad, Kirk y su tripulación viajan en el tiempo y regresan al San Francisco de ... [+]
26 de agosto de 2016
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Al comenzar este nuevo episodio en las vidas de los tripulantes de la Enterprise uno tiene la sensación de final de un ciclo.
De repente, ya no los encontramos metidos de nuevo en un puente de mando, ladrando órdenes y apresurándose con las coordenadas, sino en un Vulcano de tintes relajados, casi religiosos, como si hubieran pasado tiempo en un monasterio dedicándose a cuidar de su amigo Spock, al que recuperaron hace poco y que todavía tiene problemas para identificar una vida pasada que se le escapa como un sueño entre brumas.
Incluso, su nave ya no es tal, sino la nave klingon de su anterior aventura, convenientemente renombrada y adaptada a sus necesidades, que se diría que pasan por permanecer juntos sea como sea.

'Misión: Salvar la Tierra' se beneficia de este ambiente relajado y lo enarbola como bandera: transmite un nivel de buen rollo y ganas de divertirse que, tras los dramas pasados, se siente más fresco que nunca.
Esta vez, el problema viene por parte de un gigante monolito que se aproxima a la Tierra con intenciones desconocidas, pero que no se adivinan buenas. Así, de golpe y porrazo aparece, y así, de golpe y porrazo nos vamos al siglo XX porque su forma de comunicación parece asemejarse al de las ballenas jorobadas.
Una historia que podría generar incredulidad, pero que a poco que se contagie uno del tono despreocupado acabará entrando en su juego: ¿qué es más increíble, razas extraterrestres con tendencia a resucitar o monolitos que hablan balleno? Pues eso.

Y lo mejor es que, muy al contrario de convertirse en un despropósito, 'Star Trek' sigue haciendo gala de reflexiones inauditas, solo que esta vez en un presente ochentero bajo el cual planea la sombra de ciertos problemas, que hace mucho tiempo que en el futuro se dejaron atrás.
Sencillos ejemplos son la libre circulación de la energía nuclear, que en el pasado se consideraba que debía mantenerse en secreto de la sociedad, o la mala educación de un joven que tiene que ir dando el coñazo en el transporte público con su música de mierda, y al cual un Spock vestido de karateka da una lección que te arranca un aplauso en su brillantez.
Pero, más allá de todo eso, subyace una cuestión fundamental, que quizás a costa de repetirse en los medios parece cansina: la extinción de especies, no ya en propio peligro de extinción, sino que nosotros juzgamos habituales y que en el siglo XXIII se carece de ellas.
Un elemento absurdo en un principio, que bien pensado quizá pueda ser la predicción más atinada de esta serie, desde que se les ocurrió mezclar diferentes razas colaborando en paz.

Valga eso para pensar que, quizá, nos estamos riendo de las ridículas pintas de unos viajeros temporales e interestelares, cuando en realidad deberíamos prestar atención al mensaje que traen (salvando las distancias de la seriedad y el humor, claro).
Esta cuarta entrega dibuja un siglo XX ajeno a lo que no entiende, propenso a la burla y al descrédito, y con solo mentes despiertas como la Dra. Gillian como esperanza de futuro, a la que incluso compañeros de profesión dejan sola en su preocupación por las ballenas jorobadas.
Siendo como nos vemos, en este espejo traído por los de la Enterprise, no nos debería extrañar que una mente alienígena nos quiera borrar del mapa, ni que sea por zoquetes que no comparten el valor de una vida animal.

Así pues, esta aventura transcurre lejos de las estrellas, pero le falta tiempo para igualar en espíritu a todas las que sí lo hacen.
Porque nos sigue mostrando una especie humana en construcción, que todavía tiene mucho que cambiar para llegar al futuro entendimiento. Pero darnos las herramientas adecuadas para reflexionar es un buen primer paso.
Charles
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