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¡Viva Zapata!

Drama Biografía de Emiliano Zapata (1879-1919), famoso revolucionario mexicano que sublevó a todo el país contra el gobierno dictatorial del Presidente Porfirio Díaz. Kazan intenta mostrar cómo los líderes revolucionarios se corrompen en cuanto alcanzan el poder. El guión lo firma nada menos que el escritor John Steinbeck ("Las uvas de la ira", "Al este del edén"). (FILMAFFINITY)
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Críticas 34
Críticas ordenadas por utilidad
29 de enero de 2008
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de la aclamada "Un tranvía llamado deseo", Elia Kazan y Marlon Brando de nuevo unen su talento, uno como director y otro como actor, pues el resultado no podía ser otra cosa que una joya cinematográfica.

Muchos lo conocen de nombre y lo primero que se les viene a la cabeza es "el guerrillero ese", fue decisivo para los campesinos que estaban olvidados por un gobierno absolutista, hombre fiel a sus ideales que no se dejó convencer por nadie más que su pueblo, en fin, viéndola podéis descubrir más cosas sobre la vida de Emiliano Zapata.

Marlon Brando metido de lleno en el personaje de Zapata lo hace fenomenal, y Anthony Quinn por cuyo papel ganó el oscar a mejor actor secundario encarnando a su hermano, Eufemio Zapata, lo hace igual de bien, toda una digna película biográfica sobre este revolucionario, imprescindible.
Dusty Rivers
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26 de octubre de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emiliano Zapata (1879-1919) fue un Héroe con mayúscula. De pocos personajes puede sentirse tan orgulloso el pueblo mexicano, como de este analfabeta, domador de caballos, que luchó como nadie en defensa de la restitución de tierras y de la libertad. Quizás, lo más admirable en esta figura histórica, fue su coherencia y su desprendimiento hasta el último día de su vida. Jamás se dejó tentar por el afán de poseer, nunca se sintió importante ni buscó serlo, y siempre eludió caer en la trampa materialista de hacerse rico a costa de lo que, bien sabía, pertenecía al campesinado.

A diferencia de aquellos seudorevolucionarios que solo lucharon porque envidiaban lo que los “poderosos” tenían, a Emiliano Zapata lo animó siempre el ferviente deseo de recuperar las pertenencias del pueblo y devolverle su paz y su integridad. Valiente, afectuoso y perseverante, “el miliano” como lo llamaba la gente de Morelos, supo granjearse un lugar en el alma de su gente y contó con su respaldo hasta que llegó el cobarde complot que terminó con su vida.

En 1910, se había iniciado la Revolución Mexicana porque el aguantador pueblo estaba ya hasta el cuello de los excesos y abusos del dictador Porfirio Díaz, quien había llegado al poder desde 1876, primero en forma interina y luego de manera permanente desde 1884. Con la vista gorda de su gobierno, los terratenientes, que ansiaban hacerse más y más ricos sembrando caña de azúcar, expandían sin límites sus territorios mediante el desplazamiento forzado de los pequeños propietarios. Y así, la expoliación, la pobreza y la miseria, campeaban por una gran parte del territorio mexicano.

El anuncio de Díaz de proponerse para una ¡décima reelección! fue la gota que rebozó la copa… y el pueblo estalló en furia, porque ya no lo aguantaba ni un día más en el poder. Es entonces que, el también candidato a la presidencia Francisco Madero -refugiado por seguridad en los EEUU- llama a la rebelión. Pancho Villa forma su ejército en el norte y Emiliano Zapata se levanta en el sur.

El director Elia Kazan, basado en un guión escrito por John Steinbeck, realiza un filme que, en principio, resulta brillante, muy ajustado a la vida del héroe mexicano (magistral la escena del rescate de Zapata cuando es tomado prisionero) y muy bien actuado por Marlon Brando, Anthony Quinn y demás protagonistas. Pero infortunadamente, sus líos ideológicos (que lo llevarían a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas) de seguro afectaron la orientación de la película, realizada el mismo año (1952) en que Kazan es llamado a los estrados, y así, en los momentos cumbres la historia se distorsiona… y el cuento se estructura para que Zapata aparezca traicionado y asesinado por uno de sus mejores aliados (siendo que quien ejecutó su asesinato en la vida real fue el coronel Jesús Guajardo por orden de Carranza y González) y para que su lucha revolucionaria luzca como un absoluto fracaso. Hasta en una brillante analogía (toca decirlo), se demuestra lo fácil que es convertirse en lo que antes de tener poder se reprochaba, y así, el filme termina nadando en aguas muy turbias, y con comprensibles razones, no se permitió su exhibición en México.

Un héroe como Emiliano Zapata se merece un trato justo.
Luis Guillermo Cardona
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19 de febrero de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emiliano Zapata Salazar (Brando), conviene empezar por recordar su nombre completo pues, como el mismo nos dice cuando pide la mano de Josefa (Peters) a un tendero que lo considera un "pelado", procede de una familia de posibles que vivía en un buen rancho cuando el padre de su novia lo hacía en una "cueva". Por cierto, excelente escena la de Zapata tieso como un palo pelando la pava con su novia ante media docena de cacatúas.
¿Lo demás? Una obra maestra. Ni más ni menos. Una obra maestra de guion, dirección, fotografía (primeros planos, juego de sombras), ambientación, música (con sus toques populares) y, por supuesto, interpretación. Se ha hablado mucho de la que hace Eufemiano Zapata (Queen), de acuerdo, lo mismo que cabe decir de todos los demás, pero por encima de todos hay un Brando en estado de gracia. Excelso. Sin palabras, sobran, basta el gesto, basta la mirada, basta la expresión. Una actuación que nos recuerda bastante al Río de "El rostro impenetrable" (Brando, 1961).
Sobran las palabras, sí, pero abundan a su vez las frases lapidarias que restallan como zurriagazos a lo largo del guion. Ahí va alguna de ellas: "Hacemos el pan con trigo, no con paciencia", la que les pide paternalmente Díaz ("Hijos míos"); "Yo no combatí por un rancho" que responde Zapata cuando Madero lo quiere "comprar" regalándole el mejor de Morelos; "No hay nada igual que la ingenuidad de un idealista" como reconoce el general Huertas; a medida que la Revolución empieza a tomar decisiones polémicas surge la pregunta "De una acción mala puede salir algo bueno" y la confirmación "No hay hombres sin tacha". O la constatación final de Emiliano: "Un hombre fuerte hace pueblos débiles, un pueblo fuerte no necesita hombres fuertes".
La cinta hace un repaso a la intervención de Zapata en el proceso revolucionario que se inicia en 1909 hasta su muerte en la traición de Chinameca en 1919. Sin embargo lo que más nos ha llamado la atención es la presencia de ese periodista ¿americano? con su máquina de escribir portátil, Fernando (en otros lugares lo llaman Alfredo Aguirre, Wiseman), que hace al principio de enlace de Madero con las fuerzas alzadas en el interior contra Porfirio Díaz. Se trata de un personaje que aparecerá siempre en un siniestro segundo plano pero que, políticamente, cada vez es más y más poderoso. Nunca terminará de contar con la confianza de Emiliano. Cuando Fernando lo invite a entrevistarse y conocer a Madero, Zapata enviará a su fiel Pablo Gómez (Silva) con un único encargo: "Mírale a la cara y dime si podemos fiarnos de el". El rostro, no las palabras, como espejo del alma.
A lo largo de la película, revolucionario y enlace coincidirán muchas veces. Siempre mirándose de reojo, tanteándose, como jugando una secreta partida de ajedrez. Zapata las blancas, como su atuendo de jornalero, como su caballo. Fernando las negras, como sus trajes, como su mirada. Siempre con el "periodista" en la sombra pero ganando paulatinamente protagonismo político, mandando e influyendo cada vez más en las decisiones que adopta el joven caudillo. Se resiste éste, desconfía, pero conoce sus limitaciones intelectuales ("¡No sé leer!") y debe seguir a menudo las recomendaciones de su "consejero".
La negativa de Emiliano a plegarse a las directrices de los nuevos mandos revolucionarios le llevará al enfrentamiento con estos que, ahora ya, cuentan con el apoyo del antiguo periodista. La ruptura entre los antiguos colaboradores es un hecho. Una vez más la revolución devora a sus hijos. Ganan negras.
Lafuente Estefanía
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29 de junio de 2006
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Elia Kazan, repudiado durante años por su actitud delatora en el triste episodio de la Caza de Brujas del Comité de Actividades Antiamericanas que comandó el senador McCarthy, está pidiendo a gritos una amnistía por parte de los cegatos que, con las anteojeras ideológicas por delante de la mirada artística, le confinaron de por vida al baúl de los chivatos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
porta
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26 de octubre de 2013
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ay, no, que no era ese el título, que no va de eso la peli. Si es que ya no sé ni lo que me digo. Si es que es ver a Marlon y me pierdo por completo, y encima con ese traje de charro que queda maravillosamente bien cuando se tienen las piernas, el torso, la cintura y los andares que Marlon Brando tiene. Veamos. Elia Kazan. Zapata. Revolución mexicana. Eso es, sí.

Esta vez maquillado y caracterizado para igualarse (y realmente lo consigue, aunque sea de refilón) al líder revolucionario Emiliano Zapata, Marlon Brando protagoniza «¡Viva Zapata!», película entre la biografía, la Historia y la literatura, ya que el guión fue escrito por Steinbeck a partir de la novela de Edgcumb Pichon. Las licencias ajenas a la realidad de los hechos son constantes, como puede ser lo ocurrido con Pancho Villa, personaje apenas retratado; y, más importante aún, los acontecimientos históricos están perfilados de pesada y sin mucho detenimiento. Es verdad que el hilo argumental, a grandes rasgos, se sostiene, pero las ideas, los porqué, los frentes y los bandos, se desconocen casi desde el principio, aumentando el desconcierto cuanto más se avanza en la trama. Por cierto, grandísimo Anthony Quinn, brillante en todo lo que hace, y aquí cada escena con Brando es un bocado de talento irrecuperable.

Lo mejor son algunas reflexiones interesantes y los conflictos políticos e ideológicos, plenamente vigentes; sólo hay que ver cómo está el mundo. La violencia como medio para alcanzar el poder o conseguir un fin, el pueblo en armas, la desconfianza hacia el sistema y el significado discutible y discutido de términos como «democracia» o «libertad» son ideas presentes en «¡Viva Zapata!». Cierto personaje se pregunta si «de una acción mala puede salir algo digno», pregunta que deberíamos hacernos todos en todo momento, y quizá de esta manera dejaríamos de mitificar lo que es imposible de mitificar.

Le falta más cuajo, pero se ve a pesar de sus debilidades.
Kaori
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