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Lo que esconde Silver Lake

Intriga. Thriller. Drama En su apartamento de urbanización prototipo de Los Angeles, Sam (Andrew Garfield) anda por la vida muerto de aburrimiento. Ningún aliciente hasta ese día en que descubre a una nueva vecina sexy, deslumbrante, inquietante, misteriosa y, de repente, desaparecida. Y aún hay mayores rarezas esperando a Sam, porque por el barrio anda suelto un asesino de perros...
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Críticas 84
Críticas ordenadas por utilidad
15 de octubre de 2018
22 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Normalmente a los 30 minutos hubiese abandonado el cine, pero acababa de llegar a la marathon y no quería perder el asiento para las siguientes pelis.
Monumental empanada de referencias adolescentes (los cómics, las chicas por doquier, los misterios y acertijos, las referencias musicales...) con un protagonista pijo al que dan ganas de estrangular desde el minuto cero. Ejemplo típico de director fumado con guión sin piés ni cabeza.
Y por cierto...¡qué grandes y edificantes papeles femeninos! ¿Donde están las feministas para vapulear a este tipejo?
Al acabar me enteré de que era el director de It Follows, bendecida por la crítica y que a mi me pareció un bodrio apoteósico.
antuán
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4 de enero de 2019
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Lo que esconde Silver Lake” es la siguiente película del director y guionista David Robert Mitchell tras la aplaudida obra de terror “It Follows”. Si con aquella propuesta Mitchell ofrecía un homenaje al cine de terror ochentero con John Carpenter como fetiche a través de la persecución de un ser maligno incansable que acechaba a todos los que recibían una maldición sexual, con “Lo que esconde Silver Lake” pretende hacer una disección completa del cine negro con Alfred Hitchcock como paradigma mediante la investigación de una compleja y absurda conspiración secreta. Sam representa al joven aburrido y desquiciado que necesita algún aliciente en su vida. La desaparición de su vecina Sarah será la excusa perfecta para emprender una investigación en la que encontrará pruebas a través de todos los elementos que forman parte de la gran cultura pop, especialmente la que ha sido más influyente para la generación Millennial (los nacidos entre los 80 y los 90) y los grandes clásicos cinematográficos. Cómics, videojuegos, música, películas… Todo ocultará mensajes ocultos que permitirán a Sam avanzar en su absurda investigación, generando una duda en el espectador: ¿todo forma parte de su desquiciada mente o existe una gran conspiración?

Andrew Garfield ofrece una de las actuaciones más naturales y convincentes de su carrera interpretando a este joven aburrido, paranoico y deseoso de nuevas experiencias, representante de toda una generación asqueada, a través del cual seremos observadores de una cantidad enorme de homenajes y referencias pop. Cada escena esconde un plano calcado a otra película, una partitura musical determinada, una actuación y maquillajes de actores y actrices clásicos o simplemente en ella aparecen objetos que ya resultan icónicos (pósters de películas, lápidas de directores, estatuas de actores y actrices, consolas de vidoejuegos clásicas…). Una apabullante cantidad de detalles que ensombrecen una trama que avanza a trompicones y que genera unas altas expectativas que no se acaban de resolver satisfactoriamente en su último tercio. La generación millennial diseccionada por un Mitchell deseoso de homenajear a “La ventana indiscreta” de Hitchcock y con momentos surrealistas como si se tratara de un pequeño Lynch por crecer.

Más críticas de cine y series (y algún que otro monigote): https://unhombresinpiedad.com
Un hombre sin piedad
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8 de agosto de 2019
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me da igual todas las referencias a la cultura pop. Me da igual la cinefilia del director. Me da igual que algunos (bastantes) planos rocen la perfección. Me da igual que Andrew Garfield esté estupendo en la película. Si la película es un bodrio de un señor pedante que se cree más listo que la mayoría de los mortales, se dice y ya está.

Salvo de la quema el momento en que Andrew Garfield se despierta con un cómic de Spiderman en las manos y lo arroja lejos.

En el momento que aparece esa especie de Rey Arturo, desconecte totalmente de la película y todo lo que me contasen a partir de ahi me importaba poco o nada.

Posiblemente, It follows fue de las peores películas que vi, hasta la llegada de esta. Es lo que tiene encumbrar a alguien cuando apenas hizo nada. Luego se creen autores y todo lo que hagan después dejarán a directores como Bergman, Lynch o Dreyer como unos auténticos memos.
jesus
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3 de septiembre de 2019
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
"No se puede hacer cine al dictado del público", acaba de declarar Amenabar. No es el primero que lo dice pero pocos pueden hacerlo y sin embargo parece ser la máxima en sus tres films hasta la fecha de Robert Mitchell (USA / 1974) uno de los pocos directores de un séptimo arte que todavía es capaz de sorprendernos. Solo tres películas, las dos primeras con bajísimo presupuesto le han encumbrado y probablemente tratan de encerrarlo en ese cajón de sastre llamado "de culto" donde van aquellos que se salen de las normas y uno a tenor de lo visto y si las cosas no se tuercen confía y sospecha que a la próxima la volverá a liar  en cualquier género que lo intente como hizo con el de adolescentes, el de terror y ahora con el noir.

Dos horas y veinte de una paja mental en este caso gozosa, exasperante, laberíntica, alucinada y genial fruto según su palabras: ...de un sueño febril situado en Los Ángeles en el que se daban la mano elementos de la cultura pop y películas con las que convivo y me han acompañado siempre".  Su polifacética mirada detrás de la cámara y la notable fotografía de Mikel Gloulakis con quien repite después de "It Follows" se ponen al servicio de un parto que viene múltiple , generoso y surreal cargado de referencias cinéfilas y culturales que el espectador probablemente necesitara varios visionados para encontrarlas en su totalidad con un Andrew Garfield estupendo encarnando a un milenial en proceso de desahucio no solo de sus pertenencias físicas (casa, coche) que intuye que algo va mal, muy mal en este primer cuarto de siglo XXI. Alguien está matando a los perros/dioses, el amor de nuestra vida ha desaparecido, el arte en general y el cine en particular se banaliza y los ídolos y referentes de cualquier tipo están bien enterrados en proceso de descomposición en nuestra memoria colectiva, la belleza ha sido asesinada con un tiro entre sus pechos a la luz de la luna reflejada en ese lago de plata que esconde sus secretos, los que aún saben y sospechan quién está detrás de todo están siendo eliminados en la noche por una mujer que solo se cubre con la máscara de un búho símbolo de aquellos que sí saben lo que pasa. Aquellos que cuelgan grandes carteles para hacernos creer que "ahora lo tenemos más claro". Todo es un sinsentido, un laberinto sin salida en el que solo unos pocos intentan escapar, trascender creando sus propios dioses faraónicos.

Las pistas están ahí en los más pequeños e inverosímiles detalles, solo hay que haberlo perdido casi todo para poder encontrarlas, para estar lúcidamente alucinado, tener fe en lo imposible para conseguir poder vernos a nosotros mismos con la distancia suficiente que nos permita encontrarnos, situarnos en su justa medida

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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20 de septiembre de 2019
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy harto de tomaduras de pelo. Estoy harto de chicos jóvenes que se creen muy listos y te la dan con queso. Estoy harto de que cuatro tontainas jugueteen con el fantastique, mi género favorito. Estoy harto de que críticos muy sobrados nos vendan humo para realzar su imagen friki y tope guay. Y es que Lo que esconde Silver Lake tiene delito. Un panoli, un nini de mucho cuidado, abúlico, estúpido y, definitivamente, de bofetada se pasa el día tocándose los huevos y atisbando a la vecinita que se pasea en pelotas por su apartamento (cosa muy comprensible). Cuando la chica desaparece, invertirá su escasa fuerza de voluntad en tratar de localizarla, lo cual dará pie a situaciones escritas con la ayuda de toneladas de peyote o sustancias similares. Escuchad, no tiene la menor gracia y se prolonga durante 139 minutos, poca coña. El gañán, interpretado por un Andrew Garfield a quien entran ganas de sacudir el polvo cada dos por tres, deambula por una LA fantasmagórica poblada de deficientes mentales. Hay citas cinéfilas por un tubo, posters de películas a porrillo, una banda sonora que pretende (y consigue) recrear los sonidos de la era clásica, y diálogos de una imbecilidad apabullante. El final es de traca (valenciana), pero mis labios están sellados. Añado a David Robert Mitchell a mi lista de peligros tóxicos.
Eduardo
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