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The Rider

Drama. Western Brady, joven estrella del rodeo y talentoso entrenador de caballos, sufre un accidente que le incapacita para volver a montar. Cuando vuelve a casa se da cuenta de que lo único que sabe y quiere hacer es montar a caballo y participar en rodeos, lo que le frustra vitalmente. En un intento por retomar el control de su vida, Brady emprende un viaje en busca de una nueva identidad y del significado de lo que es ser un hombre en el corazón de América. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 69
Críticas ordenadas por utilidad
28 de octubre de 2017
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salvando los primeros quince minutos, que a los que no nos gusta el rodeo americano, se nos pueden hacer largos, te empieza a encarrilar por otros derroteros mucho más interesantes.
Nos encontramos con una gran e impresionante película, donde el lirismo y la sensibilidad están a flor de piel.
Todo ello basado en una historia real, Brady Jandreau, estrella del rodeo, sufre un grave accidente que trunca su carrera.
Su lucha por salir adelante y que hacer en el futuro será la linea argumental, desarrollada con una sensibilidad tal que encumbran a la directora, Chloé Zhao y a Brady Jandreau (protagonista real y del film de los hechos y no actor profesional) a lo más alto.
Merecido premio a Brady Jandreau al mejor actor en la Seminci 2017.
La persecución de los sueños, como en este caso con el rodeo, se puede extrapolar a otras facetas de la vida.
floro
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8 de octubre de 2018
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Rider

Todo lo que sabía sobre el mundo del rodeo y la doma de caballos procedía de las películas de vaqueros y algún documental, es decir, poca cosa. Pero la formidable narración que ha construido la directora y guionista Chloé Zhao, nacida en Beijing pero formada en Gran Bretaña y EE.UU., es una revelación que me ha dejado boquiabierto, tales son el originalísimo guión y la potente puesta en escena que esta inteligentísima joven ha llevado a la gran pantalla.
Todos los personajes que intervienen en su película -pensada a la manera de un documental- son reales, se interpretan a sí mismos con sorprendente naturalidad y éste tal vez sea el mayor acierto de nuestra realizadora. El principal protagonista es Brady Jandreau, conocido ex domador de caballos y jinete de rodeo, al que veremos en su entorno natural, acompañado de su padre, jugador, bebedor y manirroto, que sobrevive a duras penas, de su hermana, afectada de una severa discapacidad y a la que cuida amorosamente así como rodeado de algunos compañeros de profesión, uno de ellos tetrapléjico a consecuencia de una caída mientras montaba un toro bravo.
Porque bajo las brillantes luces del espéctaculo, tras las bambalinas de esa seductora destreza, subyace un mundo sombrío, muy duro, espantosamente árido como el desierto de Dakota del Sur que les vio nacer. La vida de estos chicos, sin apenas formación, no es otra que el rodeo y la doma de caballos, no conocen otra cosa. Zarandeados como guiñapos, sufren terribles caídas, en ocasiones mortales y los golpes, pisotones y todo tipo de accidentes hacen que no puedan continuar ejerciendo su profesión demasiado tiempo.
Zhao se ha inventado una cinta fascinante, en momentos de un gran lirismo; duele la cruda realidad que nos cuenta, respira veracidad, bocanadas de pura vida, la música country nos sitúa en ese santuario profundamente rural y fotografía con admirable maestría la belleza del desolado paraje.
Y alrededor del crepitar de una fogata, los vaqueros beben, cantan al son de la guitarra, sueñan y evocan sus hazañas más memorables mientras, a lo lejos, el relincho de una yegüa salvaje rompe la paz de la noche.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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3 de octubre de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La llegada de septiembre nos recuerda cada año que las vacaciones no son eternas: todo tiene un ocaso y las obligaciones siguen esperando ese primer y fatídico lunes. También anticipa, en cambio, la llegada de una estación muy bella, más caduca que ninguna otra, y especialmente esperada por los cinéfilos. El mes que dejamos atrás llena nuestras carteleras de las primeras películas que durante largas semanas han inundado festivales y muestras de cine alrededor del mundo, dejando paso a una nueva temporada de filmes que nos devuelven a un lugar que nos encanta: la acogedora penumbra de un cine otoñal. Una de las primeras propuestas en llegar viene respaldada por su victoria en la Quincena de Realizadores de Cannes y sus tres galardones en la Semana internacional de cine de Valladolid: Espiga de plata, Mejor nuevo director y actor.

The Rider (2017) nos adentra en un mundo estático, anclado en la tradición del western clásico cinematográfico y el cowboy americano, con la condición de las nuevas realidades que poco a poco participan en este rodeo dramático. La delicada dirección Chloé Zhao consigue generar una extraña atmósfera de tranquilidad y complicidad que conecta con el espectador en tan sólo dos escenas, dejando que las imágenes hablen por sí solas: la belleza de un caballo de raza, su pureza y temperamento, se contraponen metafóricamente a las imágenes del cráneo desfigurado y la ira congelada de Brady (Brady Jandreau), protagonista absoluto de una cinta que cabalga sobre el documental dramatizado por sus altas dosis de realismo. Desde este punto el conjunto crece siguiendo un estilo de sensibilidad y poesía subyacente a un storytelling visualmente espléndido. Su naturalidad formal surge al apoyar con valentía la fuerza de la ficción en la propia realidad de sus protagonistas, actores no profesionales que abren su espacio vital a la producción para que ésta que confirme como parte de su proceso de normalización, pero también para contar desde dentro una historia en un contexto concreto, aunque con una ética universal.

El resultado es sencillamente precioso, detallista y evocador, colindante en ocasiones con lenguajes visuales utilizados por Terrence Malick o la integridad sensitiva de David Lynch en Una historia verdadera (The Straight Story, 1999). Por el contrario, también es uno de esos casos en los que el continente desarrolla a través de la imagen todo lo que el contenido no consigue relatar en sus textos, en ocasiones tan rudimentarios como la vida misma, pero sin una trascendencia que pudiera aportar una capa de mayor complejidad. Así, el trabajo de Joshua James Richards en la fotografía ensalza el lirismo visual donde los ocasos antes dominados por nombres como John Ford se funden con la filosofía de un joven buscando la armonía en un lugar al que ya no puede pertenecer. Nacido por y para el mundo del rodeo, Brady (tanto el real, como el ficticio) deberá aceptar su nueva condición mientas su impulso natural le lleva a volver a lomos de caballos, lo que siempre había entendido como libertad, adrenalina y vida. Redefinir la identidad y reinventar los valores en un entorno árido serán sus retos; la honestidad, madurez y el afecto, sus amuletos.

CarlosDL - Colaboración con http://redrumblogdecine.com/
CarlosDL
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20 de octubre de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película muy interesante sobre la pérdida de sueños y el desengaño en el lánguido oeste americano. Una tristeza continua recorre todo el metraje y nos da una verdadera idea de la soledad que producen los proyectos quebrados.
Los paisajes y las puestas de sol son dignas del mejor western americano y la interpretación de la familia Jandreau le da un toque de veracidad casi documental. Deprimente pero reveladora. (Bill de Caledonia)
ferias2006
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2 de octubre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Delicada, sensible y de calidad. Chloé Zhao es capaz de sacar poesía del paraje más osco, de los personajes más planos y de las circunstancias más adversas. Es una declaración de intenciones, de querer enseñar que los sueños se rompen y que la lucha por la supervivencia dura lo que dura la vida. La calidad de la imagen asfixia al espectador. Las circunstancias son dadas y nos vemos inmersos en un mar de superaciones, irreales, pero con intencionalidad.
A partir del protagonista comprendemos que las vías de escape se cierran para una vida simple, a la par que complicada. Una vida llena de obstáculos que no dejan respirar a Brady Jandreau. Los diálogos tienen esa realidad áspera, antipátiva y torva. Lo adusto y desabrido de las circunstancias empaña e inunda todos los ámbitos: fotografía, personajes, tramas. No busca el giro dramático. Si no que es una carrera de fondo en la que se lucha por los sueños, y no siempre vencemos al Sino...
Bolseiro
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