Bajo la misma estrella

Esperaba una cinta dura, que me emocionase, que los actores me transmitiesen su sufrimiento o alegría dependiendo del momento pero no. En ves de eso nos encontramos con que lo actores principales ponen la misma cara durante las dos horas, incluso cuando lloran, incluso cuando se supone que las pasan canutas ya sea por ellos mismos o porque están preocupados por el otro. El feeling entre los protagonistas es nulo como consecuencia la relación de amor yo no me la creí en ningún momento y como que gran parte de la película se sustentó en esa relación que no cuela pues hala ya tenemos el castillo de naipes derrumbado.
A eso hay que sumar unos primeros 40 minutos fallidos de palabrería, de intentar hacer reír que no llevan a ningún sitio y que tranquilamente podrían ser cortados. Toda la historia del escritor ¿pero que coño?. Cuando terminó la escena en casa del escritor pensé que en la edición de la peli se les había colado una escena eliminada de esas que te encuentras en los extras del dvd porque no aportan nada y sobretodo por absurda. En definitiva que no se salva ni la madre, ni el padre, ni el ataque con los huevos, sólo alguna canción, algún que otro plano de Amsterdam y la belleza de Lotte Verbeek la actriz holandesa.

Se la recomiendo a todo el mundo, pero especialmente a quienes

Ponen el grito en el cielo si se les engancha el bajo de los pantalones.

Necesitan que se alineen los planetas para escoger un helado.

Hacen a la ligera promesas importantes.

Creen que no hay ni puede haber adolescentes como Hazel y Gus.

Odian que les haga llorar el cine, y lo esconden bajo la acusación de "la peli busca la lágrima fácil".

El miedo es nuestro talón de Aquiles.

Mi escena preferida es la de la huevada. Sobre todo lo que dice Gus a la mujer, impagable.

Y a modo personal añado que les adulen también, pero en esta película hay que centrarse en lo primero.

La irresistible pareja formada por Shaileen Woodley y Ansel Elgort protagoniza la historia de amor sorpresa de la temporada. Woodlet ha vuelto a demostrar por qué se está convirtiendo en la actriz de moda con una interpretación llena de matices que nos enamora del personaje desde el primer plano, mientras que Elgort suple su inexperiencia con una sonrisa repleta de vida. Ambos encarnan a dos jóvenes enfermos de cáncer que se conocen en un grupo de apoyo al que Hazel va para contentar a sus padres y Gus para acompañar a su mejor amigo (Nat Wolff), quien está a punto de quedarse ciego pero no ha perdido el sentido del humor.

Los dos protagonistas son muy distintos pero comparten la emoción por aprovechar el tiempo que les queda. Las conversaciones entre ellos destapan sus preocupaciones y deseos con naturalidad, quizá porque su cercanía a la muerte les ha enseñado que no vale la pena andarse por las ramas. Gus, quien lleva siempre un cigarrillo sin encender en la boca para reírse de la muerte, teme que la suya suponga su olvido, mientras que Hazel se contenta con ser querida mientras vive, pero, curiosamente, es ella quien teme ilusionarse demasiado con sus sentimientos. Así es como un simple intercambio de “vales” se convierte en su declaración de amor. Y es que la mayor preocupación de Hazel es el destino de las personas que la quieren. Eso es lo que la lleva a obsesionarse con el abrupto final de su libro favorito, cuya narradora enferma de cáncer sencillamente deja de narrar —probablemente, como reflejo de su muerte—, volviendo incierto el destino de los demás personajes.

Los padres de Hazel están interpretados sin demasiada profundad por Laura Dern y Sam Trammell, mientras que Willem Dafoe da vida al escritor torturado cuyo libro sobre el cáncer marca la vida de los protagonistas hasta el punto de instarles a viajar hasta Ámsterdam para hablar con él. La ilusión de ambos es que el autor conteste a sus dudas sobre el final de la obra, pero, como suele suceder en esta vida, el resultado del viaje termina siendo muy diferente a lo esperado.

De hecho, toda la película es un viaje repleto de sucesos inesperados en el que las respuestas fáciles no existen y las alegrías y las penas se suceden con precisión, gracias a que los jóvenes protagonistas no dejan que su terrible situación les borre la sonrisa. El guión de Scott Neustadter y Michael H. Weber es rítmico e inteligente y, pese a que algunos detalles (en especial, todo lo que rodea al viaje a Ámsterdam), se dejan llevar por la clásica sensiblería estadounidense, es tal la honestidad de la historia que resulta difícil no rendirse ante ella.

En el plano técnico, el film no es especialmente destacable, pero tanto la fotografía de Ben Richardson como la música de Mike Mogis y Nate Walcoff (miembros de la banda Bright Eyes) cumplen perfectamente su cometido. Además, como ya es común en las películas adolescentes, la banda sonora incluye buenas canciones de artistas modernos como Kodaline, Birdy, Charli XCX o Ed Sheeran.

De todos modos, el material de esta película proviene íntegramente de la exitosa novela de John Green, la cual adapta con lealtad y, sobre todo, gran sensibilidad. (Como curiosidad, la novela menciona que Hazel es vegetariana porque “quiere reducir el número de muertes de las que es responsable” y, aunque ese dato se omite en la película, no aparece un solo plato de carne en ésta.) La fuerza de los originales diálogos del libro cobra vida con belleza gracias a la interpretación de los actores. Y es que la magia de 'Bajo la misma estrella' reside, precisamente, en su capacidad para tratar la inevitable muerte transmitiendo tanto amor por la vida.

Juan Roures # La estación del fotograma perdido
~Artículo completo en: http://laestaciondelfotogramaperdido.blogspot.com/2014/07/bajo-misma-estrella-joya-vida-muerte.html

Es casi milimétrica traspasando a la pantalla la historia de Green, en guión, historia, personajes, atmosfera y ritmo. La pareja protagonista está perfecta, maravillosa. No te los podrías imaginar de ninguna otra manera diferente tras leer la novela y, al igual que esta, es un tratamiento inteligente y sensible, con toques de humor negro, de una tragedia que está, día a día, en cada esquina, sin ninguna concesión a la cursileria ni a la vena lacrimógena gratuita. Esta aparece, de manera natural, porque tiene que aparecer. Deliciosa