Y es que lo que no puedo perdonar que se deje en un mal lugar al único personaje que les ha dicho la verdad a la cara a los protagonistas, que si bien me gusta como se conocen, todo rebosante de amabilidad, educación y cortesía más bien propias de dibujos de preescolares, conforme va avanzando la película van incorporando una personalidad desagradable, que pasa por hablar de su enfermedad con el cinismo propio de personas adultas, pero con la pedantería de adolescente que incorpora el hacerse el guay como característica inalienable de su forma de ser. Entretanto canciones noñas, sobredosis de cursilería (para muchos será romanticismo, lo sé), diálogos sonrojantes que surgen de repente acerca de lo que pasará en cuando uno se ponga peor (granada lacrimógena, pero vale sí, en 'Truman' hay una escena parecida, pero es que el que la interpreta es Ricardo Darín) y ademanes pretenciosos, la tontería del cigarro no prendido está bien que se la cuentes a tu novia de diecisiete pero ir diciendo eso por ahí... Vamos que seré yo, pero a mi es que no me generan ninguna simpatía y después de la escena con Willem Dafoe me he empezado a aburrir bastante.

Como iba diciendo el jarro de agua fría del siempre genial Dafoe es con diferencia la mejor parte del filme (y más allá del largo hace reflexionar sobre la admiración puede ser mejor llevarla en silencio, ya que a lo mejor tu ídolo no es como tú te lo quieres imaginar), se nos da a entender que 'así lo han hecho las circunstancias', pero lo que les dice a los jóvenes son verdades incontestables, como lo que digo en el título de mi crítica, y la prueba de ello, -sino, "¿por qué te importan tanto tus malditas preguntas?", pues porque quiere escuchar algo que la sienta bien, la alivie del amargo trago del final, cosa que poder asemejar con su vida (ya que el libro trata de una niña con cáncer), es decir, pretende que el autor la compadezca inventándose otro final para ella. Y encima los chavales se ponen a insultar al profesor en su propia casa por no ser como ellos querrían que fuera.

Y para el colmo de la desvergüenza, van y hacen al escritor retractarse al final, como que el que no tenía razón y el malo era él, cosa que sirve para descargar emociones al público más influenciable, para que tras la dolorosa muerte del chico canalice la sensación de injusticia celebrando que ella lo mande a tomar por culo cuando este volvía a ella arrastrándose dispuesto a agasajarla con aquel final de marras preparado exclusivamente para ella. Es decir, el necesario toque crítico de la visita de los chicos queda pisoteada en beneficio de una manipulación emocional de lo más arbitraria que responde (y fomenta) a la en demasiadas ocasiones equivocada gestión de emociones por parte de los adolescentes hacia el entorno. Ahí es nada.

Pero algo me dice que para la mayoría de los espectadores a los que sí les ha gustado el filme esa no es la parte más importante.