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La primavera romana de la Sra. Stone

Drama La viuda Karen Stone es rica y hermosa. Sus éxitos como actriz son sólo un recuerdo. Vive sola en Roma, retirada de toda actividad artística, en un lujoso apartamento con vistas a las ruinas romanas, y se consuela de su soledad en brazos de jóvenes gigolós. (FILMAFFINITY)
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
29 de marzo de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si la he calificado con un siete es por la, como siempre, impecable interpretación de Vivien Leigh. La traumática entrada en la madurez de una diva del escenario es un tema lo suficientemente conmovedor (y vigente) para crear uno de esos personajes de aura melancólica que remueven algo ahí dentro, tal vez la nostalgia de la plenitud que se escapa, y la rabia por el desprecio al que quedan relegadas las mujeres que traspasan la barrera de los cuarenta sobre todo en cuando al mundo de la imagen y la farándula se trata. Es cierto que lo suelen tener más difícil. Como si el cine y el teatro no necesitaran constantemente personas de cualquier edad, y como si los papeles destacables fuesen exclusivos de la juventud. Algo escandalosamente falso. Otra cuestión es que algunas productoras y muchos intereses que haya de por medio pretendan explotar el canon de belleza Photoshop, los cuerpos Danone y la idea de que quien tiene más de treinta ya es viejo. Pero los que saben apreciar el verdadero arte, nunca renunciarán a ningún tramo de edad, pues todos tienen abundantes virtudes que aportar.
También indigna que una señora de cuarenta y pico o cincuenta ya tenga que vestirse y comportarse como una anciana sólo porque su cuerpo ya no posee la firmeza de la veintena. Esos comentarios hirientes y crueles, sobre todo encabezados por una vieja bruja, la "madama" de los gigolós, a la que más le valdría mirarse al espejo porque ésa sí que no es quién para criticar, que es más fea que una multa, más desagradable que el escaparate de una ortopedia y más chupasangre que un murciélago, y las burlas de esos hipócritas mediocres que no tienen nada mejor en sus vidas que cebarse con otros por puro aburrimiento, pues todo eso te hace sentir ganas de desearles unas buenas hemorroides.
También creo que casi toda esa ropa femenina tan elegante, esas joyas y esos peinados hacen parecer mayor a la guapa actriz. Adrede, claro, porque era la moda y porque habría sido de mal tono que llevara vaqueros, camisetas, vestidos menos solemnes y el cabello cortado y peinado de un modo más desenfadado. Estoy segura de que se habría quitado más de diez años de encima sin tanta elegancia. Pero sea como sea Vivien era hermosa. Más quisieran muchas.
No he leído la novela de Tennessee Williams, así que no puedo juzgar hasta qué punto se ha desaprovechado el material original, pero me da la sensación de que esta adaptación adolece de falta de profundidad. No por Vivien, desde luego que por ella no. Pero el personaje de Beatty es tan francamente soso y hueco que cuesta creerse que una señora inteligente y con inquietudes sentimentales como Karen Stone acabe pirrándose por él, por muy guapo que sea y por muy sola que ella esté. Se comprende que necesite un poco de caña, el cuerpo es el cuerpo, pero enamorarse de semejante niñato inmaduro, prepotente, cruel, y que ella sabe perfectamente que es un gigoló porque prefiere venderse a mujeres ricachonas por lo cómodo que le resulta ser un mantenido y no dar ni golpe... Vale, todo es posible, y más cuando una se siente triste y sola. Creo que me han influido las ganas que tenía de partirles a todos la cara por ella, supongo que de haber sido yo Karen no habría aceptado las humillaciones con tanta resignación y los habría mandado a hacer puñetas desde el primer fotograma. Aunque claro, así hubiera sido difícil que hubiera un argumento que rodar.
En fin, que el tema es bueno, Vivien es magnífica, pero el desarrollo carece de la intensidad asfixiante de la obra del gran dramaturgo.
Vivoleyendo
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7 de abril de 2019
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primavera romana de la Sra Stone habla de la soledad, aquella que ocupa a una clase social alta que ha vivido grandes triunfos que de pronto, a causa de la edad, ya no goza de la popularidad debida y se encuentran con que empiezan a ser ignoradas, lo que ven como una inevitable caída a la depresión. Por eso al principio se mantienen a costa de fiestas y reuniones pero intuyen que no es suficiente porque el deseo de sentirse arropados sigue vivo. Es entonces cuando en esta película surge la alcahueta como enlace para proporcionar contactos, contactos necesarios para que jóvenes del lugar sin beneficio alguno pudieran aprovecharse de estas ricachonas ofreciendo su compañía.

El drama está servido puesto que la relación es una auténtica farsa pero la señora Stone, en esta historia, alimenta el deseo de tener algo verdadero y único, un joven que la haga sentir a ella también joven huyendo de ese falso baile de un amante tras otro. Vivien Leigh contaba entonces 46 años, tal vez la misma edad de la mujer que representaba, y suponía mucho tiempo por venir aún en soledad. La película es buena pero el argumento queda anclado para aquel núcleo social, adinerados que elegían una ciudad de renombre, famosa, en este caso una Roma de aspecto ruinoso tras la guerra, de la que se aprovechaban sin dar el verdadero valor a las joyas arquitectónicas que habían prevalecido durante 3.000 años.

Tiene valores desde luego, la interpretación de Lotte Lenya, una actriz nacida en el Imperio Austrohúngaro, es magistral, dando vida a una mujer interesada cuyo perfil físico le va como anillo al dedo. En lugares de copas como la cueva que aparece se ruedan escenas muy conseguidas y el guion no tiene pegas, pero la historia, en sí, queda al gusto del consumidor.

Para los exteriores se filma en la Plaza de España y calles de Roma, aunque los interiores se rodaron en Inglaterra porque los italianos, a causa de La Dolce Vita (1960), estaban hartos de que se expusieran sus palacios como ruinas sin remedio y no dieron el consentimiento debido.
floïd blue
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20 de noviembre de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Karen Stone (Vivien Leigh) es una rica y hermosa actriz en el ocaso de su carrera que busca consuelo y compañía en los brazos de un joven amante que puede ser su hijo. La señora Stone le dobla la edad a su amante, pero ese realmente no es el problema, es que su joven nuevo amor pretende vivir de ella como una pieza de lujo que tiene que mantener.

Vivien Leigh (1913-1967) ganadora de dos Oscares, “Gone with the Wind” (1939) y “A Streetcar Named Desire” (1951), estuvo estupenda en su actuación. Su personaje de mujer desorientada y frustrada lo desarrollo excelentemente, posiblemente por su experiencia reciente de un divorcio no deseado con Laurence Olivier y el trauma de una enfermedad terminal.

Para el conocido director teatral y de televisión, el panameño José Quintero, este fue su único film en la pantalla grande, suficiente para no olvidarnos de él. La película recibió dos nominaciones, una para el Oscar y la otra para los “Golden Globes”, ambas para Lotte Lenya por mejor actriz de reparto.
operez
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16 de noviembre de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La primavera romana de la señora Stone” (1950) fue la primera de tres novelas que escribiera Tennessee Williams, y es la única que ha sido llevada al cine, a diferencia de sus diversas obras teatrales que son frecuentemente adaptadas para las tablas, el cine o la televisión.

El encargado de dirigir la versión cinematográfica, fue un hombre que por primera vez se ponía tras las cámaras y que ya nunca más volvería a dirigir una película, porque no obstante los ostensibles méritos de “LA PRIMAVERA ROMANA…”, y que la actriz Lotte Lenya se llevó un Oscar de la academia, José Quintero (Panamá, 1924-1999) sintió que las tablas seguían siendo lo suyo, pues fue donde cosechó los mayores éxitos como adaptador de las obras de Eugene O’Neill, el mismo Williams y otros grandes dramaturgos, siendo más de 70 las obras que representó en Broadway y otros lugares.

La historia vuelve a tener como protagonista a una mujer. Esta vez se trata de Karen Stone, una vieja gloria de las tablas que, tras el rotundo fracaso de su última representación, decide renunciar definitivamente… Entonces, se va de paseo a Europa con su marido, pero este fallece durante el trayecto en avión, obligando a una escala en Roma donde la señora Stone decidirá quedarse con la esperanza de sentir unos nuevos aires.

Una condesa, cuyo negocio es facilitar gigolós muy jóvenes a las turistas ricas, la detecta entonces… y así Karen conocerá a Paolo di Leo, un apuesto muchacho que pronto descubrirá que, además de dinero, la ex-actriz de teatro también tiene brillantez, encanto y un sólido carácter.

El rol de Karen Stone le vino como anillo al dedo a la actriz Vivien Leigh, pues de alguna manera era como representar su propia vida, aquejada por sus peleas con “su dueño”, el productor David O’ Selznick, por sus frecuentes ataques de neurosis, y por sus fracasos con casi todo lo que se proponía, lo que la llevaría a refugiarse, un día, en juveniles aventuras como habría de hacerlo el personaje que ahora representaba en este nuevo filme.

Más que referirse a la prostitución masculina, en boga ya por aquellos tiempos, creo que el filme profundiza más en la necesidad del ser humano de hacerse valer por lo que es (su personalidad, sus atractivos, sus logros…) que por el dinero que posee. Karen Stone lo dice con precisión: “Si llegase el momento de que nadie me quisiera por mi misma, preferiría la soledad a que me fingieran amor”.

A lo largo de la historia, hay un personaje silencioso pero muy significativo, que se pasará los días enteros sentado en las escalinatas que conducen a la casona de la señora Stone y funciona como ese hado sombrío que solo espera el momento para cumplir su misión. Este es un gran acierto de la película, sobre todo porque deja en el espectador la posibilidad de decidir que papel jugará realmente en la vida de la ahora desencantada actriz.

Vivien Leigh luce impecable con esa belleza otoñal que contra todo se conserva pulcra, y especialmente, por esa serenidad con que asume lo que se aviene en la vida, que ojalá le haya servido para su vida personal, pues era con crisis histéricas como ella asumía lo que a diario padecía.

Muy recomendable esta historia para aquellas personas que se hacen valer solo por su dinero, y para aquellas otras que creen que, el dinero, es lo único que cuenta de un hombre o una mujer.

Título para Latinoamérica: “PRIMAVERA ROMANA”
Luis Guillermo Cardona
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17 de mayo de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque aunque haya una primavera soleada, siempre le vendrá después un triste otoño; y si no que se le digan a Vivian Leigh en esta película, donde la pobre dama se pierde más en su propio laberinto que en las calles de la vieja Roma. Ella y todos los personajes -caóticos algunos, de lo más sórdido otros- que desfilan por esta cinta.
La dirección de la película no es que ofrezca demasiadas innovaciones, aunque tenga ciertas reminiscencias a Cukor y algo de cine negro; no así su guión que, adelantado para su tiempo, muestra la prostitución masculina y su lado más oscuro. Un bellísimo Warren Beatty se deja ver de una manera esplendorosa, masculina, sugerente... para ofrecerle a la Sra Stone, y a todo un público, que el oficio más antiguo del mundo no deja de ser, tanto para los hombres como para las mujeres, un submundo en el que no tienen cabida los amores y las posesiones que ello conlleva. Si es que el poseer a alguien puede considerarse amor.
El final de la película es lo que lleva a preguntarnos si hemos visto una buena película o no. Si hemos visto cine o solamente nos hemos dejado llevar por el maravilloso colorido de las películas de la Warner de aquellos años, o por los maravillosos gestos de una Vivian Leig que nos lleva a preguntarnos donde queda la magia del cine o donde empieza la relidad que es quien, al final, tiene que juzgarlo todo.
Vean la película y juzguen por vds mismos.
eglantino
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