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La primavera romana de la Sra. Stone

Drama La viuda Karen Stone es rica y hermosa. Sus éxitos como actriz son sólo un recuerdo. Vive sola en Roma, retirada de toda actividad artística, en un lujoso apartamento con vistas a las ruinas romanas, y se consuela de su soledad en brazos de jóvenes gigolós. (FILMAFFINITY)
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
3 de abril de 2007
32 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasó con más pena que gloria esta maravillosa película en el momento de su estreno, pero el tiempo termina por poner las cosas en su sitio. No se deje guiar por la nota tan pobre que ha obtenido en las votaciones de los usuarios (Un 6,5). Si le gustan las adaptaciones que de obras de Tennessee Williams se han hecho en el cine (La gata sobre el tejado de zinc, La noche de la iguana, De repente el último verano, etc...) o si por el contrario no ha visto ninguna, queda totalmente recomendada. Por alguna hay que empezar.

Tennessee Williams no pasaba por su mejor momento cuando escribió su única novela, "La primavera romana de la señora Stone". Este monstruo creador de monstruos había obtenido grandes éxitos en los años 50 gracias a adaptaciones de sus obras de teatro para el cine (La ya mencionada "gata sobre el tejado" o "Un tranvía llamado deseo"). En los 60, ya en declive, Williams escribe obras menores y abrumado por las malas críticas comienza a consumir calmantes y drogas. Su amante, Frank Merlo, moriría de cáncer en 1963. Veinte años más tarde, un Tennessee Williams viejo, solo y enfermo corre la misma suerte en una habitación de hotel, ahogado con la tapadera de un bote de pastillas. Triste final para una triste existencia.

Por otro lado tenemos a Vivien Leigh (impecable en su papel de la actriz que se niega a envejecer y a perder el amor y el deseo) y a un joven Warren Beatty encarnando a un gigoló romano. Parece ser que Beatty consiguió su papel haciendo un viaje relámpago para ver a Tennessee Williams (que se encontraba de vacaciones y que era quien decidiría quién encarnaría al personaje). Durante el trayecto leyó un manual de italiano y doró su piel con una crema autobronceadora. En el hotel envió un vaso de leche a la mesa de Williams (corría el rumor de que el escritor tenía una úlcera a causa de las últimas críticas) con el mensaje "Estoy a su disposición. Paolo". Williams, divertido, le hizo la prueba y le dio el papel.

Se dice que durante el rodaje Vivien Leigh no dirigió la palabra a Jill St John, actriz mucho más joven que ella tanto en la realidad como en la ficción. Leigh sabía que había llegado al ocaso de su carrera (de hecho la tuberculosis se la llevaría tan sólo seis años más tarde) y es eso lo que hace que su composición del personaje sea tan creíble. Vivien Leigh tenía miedo a todo lo que había dejado atrás. Beatty en cambio tenía miedo de todo lo que estaba por venir. En cuanto a Tennessee Williams, qué decir de sus miedos. Su obra es la obra del miedo y del fracaso, de la pasión y de la represión, de los vicios, de los excesos y de sus consecuencias.
Poulenc
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7 de diciembre de 2006
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer y único largo de José Quintero, acreditado director teatral de Broadway. Se basa en "The Roman Spring Of Mrs. Stone" (1950), única novela de Tennessee Williams. Se rodó en Associated British Elstree Studios (Borehamwood, RU) y se hicieron varias tomas exteriores de Roma, con un presupuesto estimado de 1 M dólares. Fue nominado a un Oscar (actriz reparto, Lotte Lenya). Producido por Louis Rochemont, se estrenó el 28-XII-1961 (RU).

La acción tiene lugar en Roma, entre mayo y diciembre de 1961. Narra la historia de Karen Stone (Vivien Leigh), de unos 48 años, orgullosa, acaudalada, perezosa y reservada. Acaba de enviudar repentinamente y se ha retirado de su trabajo como actriz teatral por razones de edad. Se instala en un apartamento romano, que domina la vista de las siete colinas de Roma. A través de la condesa Magda (Lotte Lenya), alcahueta de gigolós, conoce a Paolo DiLeo (Warren Beatty), con el que entabla un romance complejo.

La película explica la situación de amargura y soledad de una atriz de renombre, que se ha retirado del trabajo, enviuda de un marido cariñoso, 20 años mayor que ella, y pasa a vivir en una ciudad europea, donde se siente extraña. Se encierra en la soledad, la melancolía y la depresión. Pese a su carácter cauteloso y autocontrolado, tras no pocas dudas e indecisiones, decide compartir amistad con un joven apuesto, indolente e interesado. La sensibilidad que la caracteriza, la fragilidad personal y la indefensión que siente, la sumergen en un drama interior de deseos, apetitos insatisfechos, necesidad de amar y ser amada, y ansias de dar nuevo sentido a su vida. La tensión y la tristeza la aprisionan en un círculo vicioso de aislamiento, que la aleja de las amistades, de las que desconfía y con las que no simpatiza. Es consciente que es mejor la soledad que la compañía sin afecto, pero su activa sexualidad y su profunda soledad, la impulsan a buscar cariño en brazos de pago, hecho que puede despertar en ella impulsos biológicos no sujetos a los dictados de la razón. La lucidez, la conciencia de los graves riesgos que asume y la pasión, la sumergen en un drama de profundo calado, tintes clásicos y consecuencias imprevisibles.

La música incluye una partitura original, de cuerdas y metal, inspirada en el prodigioso ambiente musical de los primeros 60. La fotografía ofrece una narración visual impecable, con emotivos travellings de aproximación, reflejos en espejos, primerísimos planos y una paleta de colores cálidos, con prevalencia de los rojos y cremas. El guión focaliza el relato en la vida interior de la protagonista. Vivien Leigh trabaja con autoridad y maestría. La dirección crea una atmósfera íntima de tristeza, perversión y contrariedad, que es el eje del film.

La película, transgresora en su momento por hablar de prostitución masculina, tráfico de sexo y drogas, ha perdido sus originarias aristas escandalosas, pero mantiene intacto el vigor dramático.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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21 de abril de 2010
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alejado de la pomposidad barroca de “Senso” (L. Visconti, 1954), “libre adaptación” de la novela homónima del dramaturgo Williams sobre la que está basada esta película, pero sin alejarse casi del género teatral donde Quintero y Leigh se llenaban de laureles, queda un producto encorsetado y poco álgido en los momentos más dramáticos.

La incapacidad de Quintero para adaptarse al género cinematográfico queda patente en la escasez de recursos que usa. El abanico de planos queda exiguo, y anémica la escena. La fuerza que pudiera surgir de un plano detalle de una mano sobre otra -momento del laborioso cortejo que Paolo (sobreactuado Warren Beatty)- queda desaprovechada al optar por un plano medio carente de interés, por poner un ejemplo.

Penúltima película de Vivien Leigh (Karen Stone), enferma de tuberculosis, que vuelve a seducirnos con una mirada penetrante y la actuación más solemne de cuantas encontramos en este trabajo. Beatty, realiza una de las actuaciones pasada de rosca marca “Actors Studios” pero sin la capacidad que siempre tuvieron Brando o Newman. Pintado de betún para asemejarse al latino, el actor se esfuerza con un estupendo trabajo de acento que se perderá todo aquel que no la vea en versión original.

Quintero oculta la cara guapa de Beatty en el principio de la cinta y la muestra en el mismo instante que la ve la señora Stone, buscando sincronizar los sentimientos del espectador con los del personaje interpretado por Leigh.

Como drama sólo funciona a ratos, pero el trabajo si es capaz de transmitir el mundo de Tennessee Williams: humanos con deseos sexuales aparentemente insanos, relaciones turbias, personajes enfermizos que buscan la autodestrucción. De ahí que lo mejor de la película sea, quizás, su final.

Ciertamente, la película queda caduca en el tema espinoso que expone (prostitución masculina) por lo que para sacar más jugo, debemos encauzarlo hacia la soledad madura de una vida a la deriva. Un tema que el propio dramaturgo retomaría con muchísimo mejor tino en su obra de teatro “La noche de la iguana” (1961) y que J. Huston adaptaría al cine, sin la colaboración del autor, tres años después de esta película de Quintero.
Chagolate con churros
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12 de febrero de 2007
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una gran adaptación de una novela del gran Tennessee Williams, en una de las últimas interpretaciones de la inmortal Scarlett; Vivien Leigh. A pesar de que vivía en su etapa final de decadencia total, es capaz de dar aquí muestra de su talento en esos personajes tan difícil de interpretar como son todos los creados por Williams.

Verdaderamente forman una pareja explosiva Vivian Leigh y Warren Beatty. Destacar también el guión, toda una reflexión continúa sobre temas escabrosos. La película es toda una reflexión sobre la soledad y su miedo, sobre la divinidad, el amor, la pasión, el sexo, la prostitución... Es una película que tiene todos los elementos de Williams, ese sabor a derrota, a resignación, a esa visión de la vida como una estafa, esa visión negativa pero expresada con ese talento del dramaturgo.

Fue una película bastante atrevida para la época, a pesar de ser una de las primeras que sacaba a relucir la prostitución de lujo masculina. Es una reflexión sobre hasta donde puede llegar la desesperación. Portentosa es la escena en la que la señora Stone descubre que su “novio” se ha ido con otra, y descubre que ya no puede soportar la soledad, que ya se había acostumbrado a estar con alguien... Y por ello la desgarradora secuencia final.
Oscar
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8 de agosto de 2010
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Termina uno de ver esta película con una sensación contradictoria: por una parte hay aspectos excelentes, como por ejemplo la presentación ante nuestros ojos de una Roma que, además de un contenedor de arte y de belleza, lo es también de podredumbre y de corrupción moral. Por otra, hay insuficiencias manifiestas. El resultado final es, sin embargo, positivo.


Algo no funciona. O funciona a veces y otras no, no sabría definirlo con exactitud. Me refiero tal vez a una cierta laxitud en el guión, que procede de la novela del dramaturgo norteamericano Tenesse Williams y que no termina de cuajar, de progresar, de atraparnos. Tal vez por impericia del director panameño José Quintero, reputadísimo e interesantísimo como director teatral pero inexperto absolutamente en estas lides cinematográficas, hay demasiados momentos en que pasan cosas que no nos interesan demasiado que pasen, que no ayudan a vertebrar adecuadamente la trama principal. Hay lagunas, bajones de intensidad.

Y, sin embargo, son creíbles las peripecias de los personajes porque los actores los construyen muy bien. En esto se lleva la palma Vivien Leigh en su papel de ex actriz mayor, que tiene dificultades consigo misma para aceptar precisamente el paso de los años.

Y aquí viene lo mejor: el misterioso vaso comunicante entre lo que se cuenta y quiénes lo cuentan, que confiere a la película, en mi opinión, el brillo de lo verdadero, de lo auténtico. Warren Beatty parece verdaderamente un gigoló, componiendo una especie de mequetrefe sexy muy convincente. La actriz pone en boca de su personaje una falsa enfermedad, que en realidad era una enfermedad verdadera –la tuberculosis- que seis años después le costaría la vida.

Ese tufillo a verdad atraviesa por las arterias de la película. Williams sabe de los que habla cuando pinta a jóvenes prostitutos, cuando describe minuciosamente los cimientos hipócritas de la moral dominante y que a él le estuvieron torturando toda su vida. Por esa razón la película constituyó un pequeño escándalo y pasó desapercibida para premios y galardones. Solo la gran Lotte Lenya, que está magnífica en su papel de condesa alcahueta, fue nominada en 1961 a un Oscar como mejor actriz de reparto, algo que no consiguió. Y por esa misma razón, hoy la seguimos viendo con especial interés, aunque tampoco figurará nunca entre nuestras favoritas.
Paco Ortega
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