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Bajo los techos de París

Comedia. Drama. Musical. Romance En los años 30, bajo los tejados del París, en las buhardillas, viven los bohemios, los pobres, los artistas y los extranjeros. Entre ellos está Albert, un cantante callejero que se ha enamorado de Pola, una inmigrante polaca a la que también persigue Fred, jefe de una banda de gángsters. Albert y Pola viven juntos hasta que a Albert lo encarcelan por un robo que no ha cometido. Louis, su mejor amigo, se hará cargo entonces de la chica. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
5 de junio de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la historia de un París desencantado, pero, paradójicamente, con un encanto muy particular. No veremos abundancia, tecnología moderna, ni ostentaciones de tipo alguno. En vez de esto, veremos gente que, a duras penas, se gana el pan de cada día: unos trabajando en humildes profesiones… y otros robando lo que pueden a aquellas(os) que, a diario, les brindan la ocasión. Las viviendas no son mansiones, ni casonas con grandes lujos; son pequeños cuartos donde apenas se tiene lo más elemental: una cama, una mesa, un perchero, un modesto escaparate… pero, lo curioso, es que todo el mundo -incluidos los granujas-, tiene su corazoncito, y cuando de éste se escapan sus emanaciones, pueden lucir tan grandes y dadivosos como el que más.

La historia de amor que escribiera el propio director, René Clair, no es únicamente la que protagonizan, Albert, Louis y Fred, inspirados y atraídos por la joven Pola; es, diría yo, una historia de amor por toda la humanidad y por este mundo en el que tenemos el privilegio de estar. Como ya lo ha hecho en otras ocasiones, Clair, desborda su gran sentido del humor y todo lo ve sin juicios, sin condenas, y siempre con esa consideración que apenas pueden tener las almas grandes. Él ama a sus personajes, y a cada uno le permite deslucirse y luego lucir con grandeza sus potenciales: ¿Qué tal, Albert, esmerándose por proteger a la linda Pola de la acción de su compinche? ¿Cómo luce el momento cuando Pola no puede abrir su puerta y Albert le ofrece otra alternativa? ¿Qué sentimos cuando Fred entra en el cuarto de la chica y vemos lo que, él también ve?...

En un precioso escenario hecho en Estudio, y preservando aún muchos elementos del cine silente, -no obstante ser la película sonora-, <<BAJO LOS TECHOS DE PARÍS>>, recrea personajes con esa perfecta dualidad que posee el alma humana y por eso consigue ser una película honesta, objetiva, pletórica de entendimiento y conmiseración. Juzgar no tiene aquí cabida; condenar queda bien lejos de nuestras pretensiones, pero, ver a la gente y al mundo como un acervo de inmensos potenciales, se torna fácil… y entonces, una luz entra en nuestras entrañas y nos sentimos complacidos perteneciendo a este loco, pero, esperanzador planeta.

Albert Préjean, Pola Illéry, Gaston Modot y Bill Bocket, estuvieron encantadores y nos dejan el más grato de los recuerdos… y esa sonrisa que se dibuja en nuestros labios casi toda la película, permanece imborrable durante mucho tiempo después.

¡Qué gran tipo es René Clair! Esto es cine para aprender a vivir.
Luis Guillermo Cardona
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30 de enero de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
014/14(12/01/10) Muy amena comedia musical francesa que fue el primer film sonoro del cine del país, y se nota, pues el uso del sonido en los diálogos es intrascendente, únicamente sirve para los temas musicales que imprimen a la cinta un carácter alegre y desenfadado, la fuerza está en su narración visual, donde el muy buen realizador René Clair desparrama maestría, desde su brillante comienzo en el que hace una pasada por los tejados de un barrio bohemio parisino, posiblemente Montmartre, hasta llegar a una calle donde un grupo de personas canta, o con sus continuos travellings se pasea por las ventanas de los coquetos edificios, Rene nos muestra su dominio de la imagen con unos maravillosos planos en los que los objetos nos dicen lo que los personajes piensan, ejemplo es el espejo roto de Polla (Pola Illéri) que tanto juego sutil da. El argumento es un homenaje a la vida bohemia que tan unida está al París de primer tercio de siglo XX, donde un muchacho, Albert (Albert Préjean), podía vivir concentrando gente por las calles y haciéndoles cantar a coro, con la música de un acordeonista ciego, paradigma de un vividor, con truhanes por amigos, mientras viven el amor libre con vividoras muchachas (lo que vienen siendo prostitutas), en un universo donde la amistad y la alegría de vivir es el motor. Recomendable a los que gusten de comedias que transmiten el goce de vivir. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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26 de octubre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película presenta sus credenciales mediante estampas de realismo candoroso definido por una evidente voluntad didáctica que busca en el sentido del humor a su aliado natural.
Llama la atención su técnica narrativa que, en muchos momentos, corresponde a la del cine mudo.

Curiosidad cinematográfica que se debate entre el anterior modo de hacer cine y el deseo de adscribirse a las nuevas tendencias y dar el salto definitivo a la modernidad.
Su argumento resulta emotivo, entrañable, agridulce, voluntarioso y también algo artificioso pero el film significa una auténtica declaración de intenciones.
Su atractivo verdadero hay que encontrarlo en una sola dirección porque posee los valores de un film de culto para la transición.
ABSENTA
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23 de enero de 2021
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René Clair, el director de "Bajo los techos de París", la primera película francesa con sonido, llevaba ya unos cuantos años enfangado en el cine y tenía la experiencia suficiente como para afrontar un proyecto así. De todo lo que se ha dicho, de todo lo que aún se pudiera decir, lo que me gustaría destacar y subrayar es el nombre del director, porque en 1930, no me cabe la menor duda, lo más importante en esto del cine era tener la valentía y la capacidad para innovar.

Ya no sólo hablamos del sonido, se trata de sumar movimientos de cámara, se trata de dirigir a los actores y armar un guión, se trata de ser cineasta por vocación (no sólo por profesión) y sin duda René Clair lo era. Por ello, a estas alturas, noventa años después, me parece necesario elogiar la figura de un hombre que hacía cine sonoro por primera vez en Francia, aunque tal vez habría que dejarlo en 'cine con sonido', porque a menudo "Bajo los techos de París" cuenta con escenas de cine mudo absoluto, con los actores moviendo los labios sin que se les oiga lo que dicen.

Clair era un innovador, dio el gran salto, sí, pero a su manera, por lo que deberíamos hablar más de "Bajo los techos de París" como película de avanzadilla, con una historia muy sencilla y una canción maravillosa. Pero los diálogos, lo que es la palabra dicha, la expresión oral, es lo de menos. Más allá de 1930 René Clair siguió picando piedra y a día de hoy llega bastante ignorado. Pero la historia del cine francés no miente y fue él quien puso la primera piedra del sonoro, no otro, fue el gran René Clair.

¿He hablado de la película?; vaya, se me fue la mano... Pues una historia sencilla, muy de la época seguramente, con un triángulo amoroso difícil de entender y una imagen de París preciosa. Las reyertas, las idas y venidas de los personajes, los tugurios, los bailes y los espacios cerrados ahí quedan para el deleite del espectador.
Luisito
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8 de septiembre de 2010
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película que sirve de gran utilidad para comprender el cine de la época, porque se trata de un claro ejemplo de transición entre el cine mudo y el sonoro. Básicamente el film nos cuenta la historia de tres jóvenes que lucharán por el amor de una muchacha, Pola (curiosamente los dos actores principales mantienen el mismo nombre auténtico que con su personaje).

El film está contado desde la humildad y los más puros sentimientos y eso se puede notar en pequeños gestos, como las conversaciones entre Pola y Albert (las cuales la mayoría ni tan siquiera se oyen) o cruces de miradas. Así pues en el film predomina el romance pero también hay algunos toques de humor. Tiene algún travelling de interés, como el principal y que sirve para introducirnos al film.

Si no me equivoco fue la primera película que dirigió Clair si hablamos de cine sonoro, y eso se nota en muchos aspectos. Pese a que es verdad que hay sonido y se nota y además hay secuencias habladas el mayor peso de la película siempre recae en momentos no hablados. Las ya comentadas conversaciones no habladas o el primer acercamiento de Albert a Pola (una escena muy bien recreada) son mudas, y estos momentos siempre son de los mejores, porque pese a no ser movimientos aparatosos de cámara ni diálogos solemnes tiene imágenes que transmiten y legan hondo gracias a su sinceridad, porque ya se sabe que aunque pasan años y siglos los sentimientos siempre seguirán ahí y es por eso que siempre funcionará este tipo de obras.

Aún darle mucho peso a la imagen Clair no se olvida de la música que acompaña en partes muy importantes del film (en realidad el propio personaje es músico), como el principio.
Los personajes que desfilan por el film, quizá al ser tan poco comunes (todos viven con trabajos no muy frecuentes) llegan a conectar mejor con el espectador. Los actores ofrecen una buena actuación y entre Pola y Albert se crea una relación bastante creíble y entrañable.

Y el desenlace está a la altura del resto del film, pese a que por lo menos yo no deseaba que acabara así. Quizá el único aspecto del film que me parece un poco fallido sea*
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kyrios
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