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En la playa de Chesil

Drama. Romance Inglaterra, 1962. Florence y Edward, tienen poco más de 20 años. Ella de clase media alta, él de clase baja. Inocentes, vírgenes y enamorados cuando aún no se había publicado el primer LP de los Beatles y “El amante de Lady Chatterley” estaba prohibido, se casan y van a pasar su primera noche de bodas a un hotel, junto a la famosa Chesil Beach. Lo que sucede esa noche, entre sus palabras y sus silencios, cambiará sus vidas para siempre.
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Críticas 34
Críticas ordenadas por utilidad
3 de julio de 2018
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es de estas películas que el director quiere ser el protagonista, y en vez de contar la historia con su principio, nudo y desenlace, parte de un punto crucial y cuenta la historia a través de flashback no consecutivos en el tiempo con la idea de crear un relato original y emocional, pero ni es original porque ya es un recurso que cansa sobre todo si se abusa de él como en este caso, que hace círculos haciendo flashback dentro de otro flashback , y porque al contarlo de esta forma no terminas de empatizar con los personajes.

Estoy segura que la historia hubiera sido mucho más real y emotiva y bonita, si se hubiera contado de forma gradual desde el comienzo en que los protagonistas, magistralmente interpretados, se conocen, quizá haciendo alguna retrospección a esos aspectos de la infancia y juventud que dan trascendencia a la historia y construyen la personalidad de ambos.

Con todo la historia de amor si se transmite con éxito y se dibuja la alegría de la juventud que ama por primera vez y todos los momentos que conlleva y también la pena del desencuentro. Y es una lástima que se diluya el mensaje con ese voy y vengo contando trozos, con ese afán de coreografía del montaje que oculta la carencia de quien no sabe contar una historia.

Y otra pega es la manía de utilizar maquillaje para avejentar a los protagonistas, no es que el efecto de la edad este mal hecho, pero no dejas de ver a dos personas maquillados para parecer viejos, no a dos ancianos. Con lo bien que quedaría escoger a dos actores mayores que hubieran bordado ese final, que si se hubiera contado de otro modo hubiera sido una explosión de emoción.
Maria de las Mercedes
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2 de julio de 2018
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos festivales programan tan ingente cantidad de filmes como el Festival de Toronto. Y pese a que algunas de ellas ya llegaron al gran público con la hornada de los Oscars o con los festivales de Otoño, algunas de las películas de aquel septiembre todavía esperan su fecha de estreno. A falta de que la cartelera se inunde de propuestas palomiteras durante los meses estivales, algunas propuestas todavía aparecen para redondear un último trimestre del curso no exento de curiosidades en el plano cinematográfico. Es el caso del filme del que hablaremos hoy, la última apuesta de la distribuidora Bteam Pictures. Se trata de En la playa de Chesil, ópera prima del director teatral británico Dominic Cooke, adaptación de una novela del aplaudido autor Ian McEwan. Película protagonizada por una de las actrices más en forma del momento, la joven y talentosa Saoirse Ronan, que fue muy bien recibida por la prensa en su ya lejano estreno. Poco se sabía del filme, que había pasado desapercibido durante este intervalo, pero los elementos de los que disponíamos para juzgar invitaban al optimismo. Cine británico académico y de índole literario, que cuanto menos raro será que no ofrezca un producto competente con un argumento con miga. La posibilidad, además, de asistir por vez primera a un pase de prensa en la Filmoteca de Madrid era un goloso motivo adicional para aceptar de manera rauda mi asistencia al mismo. Por ello, asistí a la cita con entusiasmo y muchas incógnitas por resolver. Y pese a unos deslices muy concretos pero notorios, hablamos de un visionado realmente gratificante y una película muy jugosa. Un filme romántico, literario y punzante que presenta elecciones tonales erradas e introduce personajes que no llegan a implicarnos en plenitud, pero extremadamente delicado, realizada con mucho tacto y continente de numerosos momentos de excelencia cinematográfica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Néstor Juez
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19 de agosto de 2018
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra bien elaborada de Dominic Crooke sobre el guión del propio autor de la novela Ian McEwan con una interpretación más que notable de Saoirse Ronan bien secundada por Billy Howle. El primer amor que llega ingenuo y poderoso a la vida de estos jóvenes se ve truncado en la misma noche de bodas por una barrera emocional cuyo origen queda claramente aludido en el abuso incestuoso de un padre narcisista y déspota. Los trasfondos familiares y sociales determinan el curso y el final de una fascinación frágil e irrecuperable condenada a permanecer en la nostalgia de lo que pudo ser y no ha sido. Lo que se pudo construir y se escapó irremediablemente de nuestras manos y acciones nos permite reflexionar sobre las dificultades de dominar el presente y ser agentes de nuestras vidas. Sin embargo la peripecia se encuentra en el pasado infantil de la protagonista y queda algo marginada en la película pero ocupa un lugar central en nuestras reflexiones: el abuso sexual. Se trata de un desprecio que concierne a la integridad física de la persona. Una forma de maltrato en la que la persona es forzosamente privada de la oportunidad de disponer libremente sobre su cuerpo. Representa el modo más radical de menosprecio personal, ya que el grado de humillación tiene un impacto más destructivo sobre la relación práctica del individuo consigo mismo. Lo definitorio de estas formas de maltrato físico, representadas por la tortura y la violación, lo constituye no el dolor corporal, sino el emparejamiento de este dolor con el fenómeno psíquico de sentirse indefenso frente a la voluntad de otro sujeto, hasta el punto de estar privado de todo sentido de la realidad. Todo atentado contra la integridad física destruye el principio de confianza en el mundo. A través de la experiencia de este tipo de maltrato, la persona es privada de esa forma de reconocimiento que se expresa en el respeto incondicional al control autónomo sobre el propio cuerpo, una forma de respeto adquirida a través de la experiencia emocional del proceso de socialización. Este tipo de menosprecio daña la autoconfianza, ya que esa nace y se realimenta de la otro-confianza. El Principio de confianza en el mundo reza así: La certeza de que nadie tocará mi cuerpo si no es de la manera, en el momento y el lugar que yo permita y que en caso de ser agredido se me permita defenderme o recibir ayuda de terceros. El principio de confianza es una poderosa forma de organizar significados porque no está definida desde el observador sino desde la experiencia de las víctimas como bien apuntó Jean Améry en Más allá de la culpa y la expiación.
JRBoxó
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21 de julio de 2018
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación de la novela de Ian McEwan y que él mismo escribe el guión, nos cuenta una historia singular centrándose en una pareja joven de clases sociales diferentes en el verano de 1962. Un idílico noviazgo que acaba en boda explorando el sexo  y la intimidad física en una noche de bodas incómoda y fatídica.

Un proyecto que iba a dirigir Sam Mendes con Carey Mulligan y que acabó en manos de Dominic Cooke con Billy Howle y Saoirse Ronan (quien también protagonizó Expiación la anterior novela de McEwan) una actriz con mucho talento que hace un personaje bastante complejo de Florence Ponting una china inocente, vergonzosa e inexperta sexualmente. Emily Watson hace de la madre de la chica.

En un hotel de Dorset en la playa de Chesil los dos recién casados acaban pasando la noche de bodas bajo las miradas burlonas de los empleados, mediante flashbacks nos cuentan cómo son los dos jóvenes y en dos actos los llegas a conocer bastante bien. Pero para mi el tercer acto que es el que más me interesa se queda corto con una resolución demasiado precipitada.

Un buen drama muy bien fotografiado y una historia de lo que pudo haber sido.. y no fue, con un magnífico resultado muy melancólico y conmovedor.
Destino Arrakis.com
videorecord
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10 de julio de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película dirigida con oficio y rigor académico por Dominic Cooke, Ópera Prima que narra la historia de una noche de bodas y sus imprevisibles consecuencias. El guión de Ian McEwan es adaptación de su novela, “Chesil Beach” de 2007. McEwan es un excelente, sensible y prolijo escritor cuyas páginas son difíciles de transportar al cine, justamente por la minuciosidad y el detallismo de sus descripciones psicológicas y emocionales. McEwan habla del desabrigo, la ignorancia y el atraso que enfrentaba aquella juventud de inicios de los ’60 en Inglaterra (en España era aún peor, si cabe), cuando todavía la revolución sexual no había hecho acto de presencia en la paralizada y timorata sociedad del momento.

Dirección de calidad, que proviene de un Cooke acostumbrado al formato TV. Guión bien elaborado, con alguna laguna, pero bien escrito de McEwan, que no en vano es el padre de la criatura. Se une a ello una música adecuada de Dan Jones y una bella fotografía de Sean Bobbitt. La puesta en escena, vestuario y ambientación impecables.

Como siempre diré, los ingleses no tienen rival (salvo el caso argentino), en lo que a actores se refiere. Destaca en este film una actuación espléndida atravesando el film con delicadeza de Saoirse Ronan, cuyo rol de mujer estirada y mojigata interpreta a la perfección: entrecejo encogido, sonrojo, los detalles físicos del temor y la angustia ante el sexo como mundo desconocido para ella y también su carácter firme en relación a decisiones primordiales y definitivas. Billy Howle realiza un meritorio trabajo dando bien la réplica en su papel de joven enamorado y a la vez defraudado e incluso confundido, un personaje aturdido, vehemente, noble e impensadamente seductor. Ambos protagonizan una escena demoledora que difícilmente se olvida. El resto del reparto (p.e. una Emily Watson impecable, brillan con luz propia.

La noche de bodas, parte central de la cinta, está trufada de flashbacks y sirve para ir conformando la vida y semblanza de dos jóvenes que en esencia se aman, aunque no saben cómo hacerlo. Les toca además una época llena de rigor moral, inconvenientes múltiples para el amor, presiones, efugios, lo que va arrastrando el relato a un rosario de incongruencias y desatinos que concluye en unos personajes temerosos e incluso grises, como perdidos en la bruma de temores inconfesables.

Ese conflicto interno entre la pulsión amorosa y el rechazo a lo feo o reprobable; el gozo y la repugnancia; placer, dolor, una pareja virgen, desplegando sus tentáculos, amargos y tiernos, tanto hacia el pasado como hacia el presente y a sus consecuencias en el futuro. En el libro se relata en un párrafo lo que se interpone entre los amantes: “Su personalidad y su pasado respectivos, su ignorancia y temor, su timidez, su aprensión, la falta de un derecho o de experiencia o de desenvoltura, la parte final de una prohibición religiosa, su condición de ingleses y su clase social, y la historia misma”. Pues sí, es mucho lo que interfiere la relación entre Florence y Edward. Todo un melodrama generacional que demuestra que la juventud sería un enorme tesoro si poseyera la experiencia que dan los años.

La historia de Ian McEwan es verdaderamente lamentable, un relato que convierte el amor por diferentes rumbos en bufido, puñalada y halo de de destino trágico. Un encuentro nupcial que acaba en estocada firme, inflexible, sin opción a réplica, duro por demás, pero eso sí, llevado a cabo con trazos bellos y de buen gusto con los que Cooke sabe integrar tanta desgracia como desesperanza, así como esa manera burda y apresurada que es la única que los amantes aciertan a esgrimir frente a una opción que bien podría haber sido gestionada de manera feliz. Pero no es así. Por lo tanto estamos ante una cinta dolorosa que habla de muchas cosas y sobre todo de cuánto puede cambiar la vida por circunstancias imprecisas e incluso culturales; y de cómo este contexto de severidad cambió apenas unos años después. Historia, pues, de un error imperioso motivado por el orgullo e incitado por el fin de una época.

La correcta película de Dominique Cooke se publicita con el eslogan: “Una época distinta, un amor diferente”. Pues eso.
Kikivall
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