En la playa de Chesil

Película de detalles, de anticipaciones semióticas no muy sutiles.
Hasta los movimientos de cámara son románticos en este “no rosa” filme. Es una cinta sobre la virginidad del cuerpo y del espíritu, del pensamiento.
Cruda, descarnada, camina con paso firme sobre el delgado hielo de la sexualidad y el costumbrismo en los sesentas en Inglaterra. Sin delicadeza alguna, con la honestidad velada de los niños lo dice todo sin rodeos ni eufemismos.

Me atrajo la idea de ver una adaptación de una novela de Ian McEwan porque “Expiación” me gustó mucho mucho. Pero no puedo decir lo mismo de esta película que me ha aburrido horrores.

Es cierto que es lenta pero aquí hay un gran abismo entre escenas y, al combinarlo con continuos flashbacks, lo eterno entra ya cerca de lo paranormal. Se te explica la historia del encuentro de los enamorados desde cada uno de los puntos de vista: el de él y el de ella. Te quieren hacer ver cómo son, que familia tienen y tal y tal supongo que para justificar de alguna manera los acontecimientos que van a dar lugar. Pero a mi no me ha gustado nada. Parece que sea una cosa pero luego resulta que no.

Y luego están las caracterizaciones de los personajes en el futuro… hay películas que usan actores mayores parecidos para esos papeles que le dan más realidad. Actores jóvenes con maquillaje… ay!

Saoirse Ronan sí que me ha gustado su interpretación por sus gestos y miradas. Sí que el personaje contiene mucho drama y eso es lo único que salvo porque creo, que Billy Howle no me ha acabado de convencer.

Película aburrida a más no poder y con un uso exagerado de flashbacks lentos y eternos.

En la playa de Chesil (On Chesil Beach)

Ian McEwan es uno de los mejores escitores británicos de la actualidad. Alguna de sus novelas ha sido adaptadas al cine pero, en esta ocasión, también escribe el guion. Me refiero a “On Chesil Beach” donde la película respeta el título original de la obra. La dirección corre a cargo de Dominic Cook, reconocido director de teatro que hace su debut en el cine con excelente buena fortuna en esta delicada, sutil y hermosísima composición.
La película es emotiva, cadenciosa, pacientemente elaborada y filmada con exquisito buen gusto. A pesar de la durísima y descarnada historia que nos cuenta, la cinta conserva ese inconfundible aroma de un cine que requiere de grandes dosis de talento narrativo.
Corre el año de 1962 y los convencionalismos sociales aún colean en una Inglaterra que lucha por deshacerse de sus ataduras. Saoirse Ronan da vida a Florence, una joven de clase alta, dulce, educada e inteligente que, sin embargo, esconde las secuelas de una educación rígida y malsana donde el poder de la religión y las costumbres decimonónicas producen demoledores efectos. Esta joven actriz nos ofrece todo un recital, en el que expresa candidez, alegria, tristeza, rabia y todas aquellas emociones que exije su personaje. Y no le va a la zaga un espléndido Billy Howle, en el papel de Edward, su recién estrenado esposo, torpe e inexperto, con el que habrá de pasar la noche de bodas más aciaga y desdichada de cuantas recuerdo.
Cook recurre a continuos “flashsbacks” para irnos descubriendo los antecedente de esta inocente y bienintencionada pareja.
Para finalizar, Dan Jones adapta deliciosas piezas para cuerdas de Bach, Hydn, Mozart, Bethoven o Schubert, mientras que, como original contrapunto, la banda de Chuck Berry suena vigorosamente incontenible. Una gozada.

Inglaterra, 1962. Florence y Edward es una pareja joven, de poco más de 20 años. Florence de clase media alta, Edward de clase media baja. Se casan y deciden pasar su luna de miel en un lujoso hotel a los pies de la playa de Chesil. Enamorados, inocentes y vírgenes se enfrentarán a esa “primera vez” donde los miedos y el temor cambiarán sus vidas para siempre.

Adaptación de la obra literaria de Ian McEwan, con el mismo nombre que la película (On Chesil Beach, 2007). McEwan también es el guionista de la película, encargado de adaptar el libro al guión cinematográfico.

La película podría parecer una historia de dos jóvenes inocentes, vírgenes e inexpertos en el tema del sexo y del amor y por consiguiente un relato “ñoño” y sin demasiado interés. Lo que vendría a ser una “película facilona” para pasar el rato.

Pero no, En la playa de Chesil es mucho más que eso y nos muestra una película delicada, sensible y que nos muestra los dilemas de una pareja joven, en los años 60 (con todo lo que eso significa), en su primera noche de bodas.

Todos hemos pasado por ese momento: el temor a la “primera vez” y el no saber muy bien qué hacer y cómo reaccionar, la vergüenza y la inseguridad. La película nos lo muestra muy bien, aunque muchos jóvenes (y no tan jóvenes) quizás lo puedan ver demasiado exagerado por las reacciones que tiene, por ejemplo, Florence.

Hay que situarse en el contexto que nos muestra la historia, en los años 60, para poder entender un poco más a sus personajes. El tema del sexo era un “tabú” (mucho más de lo que a día de hoy aún lo sigue siendo) donde no había educación sexual en los colegios, ni los padres hablaban sobre ese tema con los hijos, donde la Iglesia tenía un papel elemental (aún lo sigue teniendo) y donde todo lo que tenía que ver con el tema del “sexo” era desconcierto, miedo, pavor, desconfianza, prohibición y veto a algo tan natural en una relación de pareja. La diferencia con la época actual, es que ahora todo eso, poco a poco, se va superando y los jóvenes saben y conocen mejor sobre el tema de la sexualidad.

En la playa de Chesil es un drama delicado, elegante, tierno, con una gran sutileza y buen gusto. Es una película maravillosa, tan alegre y triste a la vez.

Nos enseñará a ser conscientes de que muchos de nuestros actos y acciones tienen consecuencias irremediables. Los cuales harán que nos acabemos arrepintiendo, por no parar a pensar y reflexionar antes de guiarnos por un impulso demasiado precipitado.

En el tema técnico: la fotografía y la ambientación son extraordinarios. También los colores escogidos (azulados y cálidos) para mostrarnos los sentimientos y emociones de sus protagonistas, trasladando esas sensaciones igualmente al espectador.

La BSO es otro de los elementos destacados: el contraste de música de los sesenta con el pop y el rock de los 70, 80 y también la música clásica, en especial, con los instrumentos de cuerda (violín, viola). Le dan un toque ingenioso, distinguido y divertido al film.

Mención especial a las actuaciones de Saoirse Ronan y Billy Howle. Ambos están excelentes en sus interpretaciones y gran parte de que la película funcione tan bien es por ellos.

Saoirse Ronan demuestra, otra vez, porque es una de las mejores actrices de su generación (y desde que la descubrí en Lovely Bones, se ha convertido en una de mis actrices favoritas). Su papel de chica puritana, virginal y a ratos arrogante lo interpreta a la perfección: rubor, vergüenza, bochorno y las reacciones físicas al temor y al miedo ante la primera relación sexual, algo desconocido y extraño para ella (y para todos en algún momento de nuestra vida).

Billy Howle, no se queda atrás, e interpreta a su personaje como un joven bueno, generoso, sincero, bondadoso, seductor y con un atractivo natural, que acaba enamorado hasta las extrañas de Florence.

Película muy muy recomendable.

Mi valoración: 7/10

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Singular drama romántico con una estética muy académica y british que sirve para enmarcar la delicada historia de un amor imposible por motivos que hoy en día se nos antojan tan románticos como imposibles. También ayudan las notables actuaciones de la pareja protagonista, destacando una Saoirse Ronan que es capaz de llenar de matices y miradas un guión donde lo menos importantes son las líneas de diálogo. En cierto momento, el exceso de lirismo puede incomodar, pero el ritmo es el adecuado para hacer avanzar una historia que prácticamente transcurre en tiempo real, sólo los flashbacks cambian el ritmo narrativo para intentar completar los huecos de los complejos personajes de esta película que no decpcionará a los fans de los dramas románticos.

Lo mejor: La forma en la que se lleva a la pantalla una novela tan compleja como la de Ian McEwan.

Lo peor: La extraña forma en la que se gestiona la música y BSO de la película, claramente compartimentada en estilos opuestos, pero sin tener muy claro el porqué.

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