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Metrópolis

Ciencia ficción. Drama Futuro, año 2000. En la megalópolis de Metrópolis la sociedad se divide en dos clases, los ricos que tienen el poder y los medios de producción, rodeados de lujos, espacios amplios y jardines, y los obreros, condenados a vivir en condiciones dramáticas recluidos en un gueto subterráneo, donde se encuentra el corazón industrial de la ciudad. Un día Freder (Alfred Abel), el hijo del todopoderoso Joh Fredersen (Gustav Frohlich), el hombre ... [+]
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Críticas 215
Críticas ordenadas por utilidad
24 de marzo de 2008
100 de 149 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con la entrada en el último siglo del recientemente extinguido milenio anterior, la imaginación popular se disparó. Muchos creían que el Apocalipsis se aproximaba; otros estaban convencidos (y no iban muy desencaminados) de que la humanidad acabaría atrapada en su avance hacia una sociedad cada vez más industrializada y despersonalizada, en la que la invasión tecnológica terminaría por destruir el planeta; quienes imaginaban la conquista del espacio buscando nuevos planetas donde vivir; y quienes temían que el mundo acabara sometido a un poder totalitario y absoluto.
En el campo de la literatura, siguiendo la línea comenzada por autores pioneros como Julio Verne y H. G. Wells, proliferaban obras que hablaban de un futuro poco prometedor. Cada una representando su propia concepción del mundo, pero todas soberbiamente ideadas, y con el exponente común del pesimismo. Así, entre las que considero entre las más relevantes de las primeras décadas, tendríamos "Un mundo feliz", de Aldous Huxley; "We", de Yevgeni Zamyatin; y la que para mí es la obra futurista cumbre de todo el siglo XX: la escalofriante "1984" de George Orwell. Cada una aportando su visión particular, bien inclinándose hacia el dominio absoluto de la tecnología, o bien hacia vertientes en las que las políticas totalitarias se hacen con el mando hasta extremos monstruosos.
En el arte del celuloide, la literatura de ciencia-ficción y futurista inspiró muchas películas. Pero también hubo cineastas capaces de idear su propia concepción de lo que nos aguardaba en los inciertos tiempos venideros, y algunos de ellos nos legaron el regalo de obras de arte que han quedado como obras de culto.
Como ejemplo, tenemos "Metrópolis" de Fritz Lang. Está encuadrado en el período del llamado "expresionismo alemán" que estaba en boga en la década de los veinte, y, como suele ocurrir a muchas maravillas que acaban de ver la luz, en un principio no fue valorada en lo que se merecía. Como se suele decir, nadie es profeta en su tierra y "Metrópolis" pasó por las carteleras sin pena ni gloria.
Hoy he tenido la oportunidad de ver una versión restaurada y reconstruida a partir del maltratado original. Y he de expresar lo mucho que me maravilla que, hace ochenta y un años, alguien fuese capaz de crear una genialidad como ésta.
Lang imaginó una polis del futuro en la que la división de clases es llevada hasta las últimas consecuencias. Y dicha división se halla marcada por la abismal diferencia entre una clase y otra tanto en la calidad de vida como en la separación física. Tanto es así, que la solvente clase pensante, dirigente e intelectual habita en la opulenta zona más elevada de la polis, mientras la clase obrera mísera y oprimida se ve relegada a la ratonera de la zona inferior. Una clase y otra no entablan el menor contacto entre sí, a no ser con el cometido de que los obreros reciban las órdenes de sus superiores. Y, aún así, siempre hay intermediarios para dicha función.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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14 de septiembre de 2007
200 de 360 usuarios han encontrado esta crítica útil
No seré yo ¡Dios me libre! El que arremeta con esta joya del renacimiento, esto último lo digo por lo antigua que es. No seré yo el que la ponga verde, no seré yo el analfabeto que diga que hasta causa cierta risa, ¿Cómo se puede atrever alguien a hacer semejante aseveración? No seré yo, no en serio, no seré yo.

En su día no se si sabréis que esta joya paso inadvertida en los cines, a la gente de su época prácticamente no le gustó a nadie, fue bastante después cuando se la consideró la inmensa obra de arte que es, no seré yo quién lo dude, realmente no seré yo.

En un mundo futuro los hombres son simples servidores de las maquinas, son una peña triste y desolada que se mueven en manadas como ovejas cabizbajas mientras una minoría vive como Dios. Esto no seré yo quién diga que no es Ciencia Ficción, eso ha sucedido en el pasado, en el presente y en futuro, el mundo, no seré yo quién lo diga, desgraciadamente es así.

Tampoco seré yo quién diga que no parece una película de Ciencia Ficción, pese a las maquinas y el, no seré yo quién lo diga, estúpido robot. Más bien parece una crítica social de la época, por cierto un tanto compulsa, en la que se hizo la película. Empieza la mecanización de todo y se ve al hombre como un servidor de tanta maquinita. Luego también es la época en el que la lucha de clases, el comunismo, etc. etc. ocupan totalmente la actualidad. No seré yo quién diga que parece más una película de política que de Ciencia Ficción.

¿Los actores?, pues eso, actores de cine mudo, no seré yo quién diga que bastante malillos, tampoco seré yo quién diga que para cada frase que se suelta en la película, ósea el cartelito para que nos entendamos, está el actor gesticulando muchísimos segundos haciendo, eso si, que habla. No seré yo el que diga que tres minutos de conversación de un personaje termina en un cartel que puede decir algo parecido a “Me llamo Pepe y soy de Segovia”, conste que yo no digo nada ¿Como voy a osar en poner en duda las interpretaciones?

Sigue en spoiler, no cuento nada.
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antipseudo
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17 de abril de 2006
87 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fascinante propuesta de Lang que nos traslada cien años al futuro desde su estreno. Lo que más me impresiona del film son los enormes decorados y maquetas que pretenden ubicar al espectador en la urbe futurista. Colosal. El mimo con el que monta los planos, los maravillosos encuadres y los efectos especiales que nos regala el cineasta alemán, hacen de Metropolis una película vanguardista como pocas.

Considerada izquierdista por algunos, lo cierto es que Fritz Lang refleja con brillantez la política patronal de la Alemania de entreguerras, instaurando la paz al final de la obra entre patronal y sindicatos. Las interpretaciones, si exceptuamos al hijo del empresario, brillan a gran altura. Rudolf Klein-Rogge (Dr. Mabuse) está de nuevo excelente. El montaje allana el camino para futuras obras no sólo de Lang y la banda sonora es excelente. La fotografía, cómo ya se ha comentado, juega con los claroscuros como si fuera el Goya del siglo anterior. Si hubiese sido un film americano se hubiera llevado con limpieza todos los Oscars en los que compitiese. Completísima e irrepetible.
Txarly
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30 de agosto de 2010
47 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno ve una película de 1927 debe de perdonar las carencias y errores de ésta. Pero una cosa es el apartado técnico y artístico, que me ha dejado con la boca abierta (exceptuando los ridículos pantalones de Freder, el protagonista) y otra, el mensaje. Metropolis es la película más clasista e inmovilista que he visto nunca.

El film se divide en tres partes, de las cuales la mejor sin duda es el "Preludio", en el que el diseño de la ciudad es absolutamente impresionante, la escena de la explosión o el cambio de turno en la central sin duda es de lo mejor que he visto en mi vida... "Mirad, son vuestros hermanos". INCREÍBLE.

La cosa empieza a oler a partir de la historia de la Torre de Babel, en la que la "mano" (15000 esclavos calvos) se rebela contra el "cerebro" (cuatro eruditos ricos) destruyendo la mayor obra de la humanidad.
Ese es el mensaje que una y otra vez se repite en la película: "El mediador entre la mano y el cerebro ha de ser el corazón"

El "Interludio" solo tiene de interés la escena de las representaciones de los siete pecados capitales alzándose de sus pedestales. El robot antropomorfo hace gracia al principio, pero después de un rato empiezas a preguntarte cuántas pastillas se ha comido. Para colmo en mi versión, muchas escenas suprimidas se explicaban con toneladas de texto para decir que Fulano y Mengano pelean, sin aportar nada a la cada vez más absurda trama de la película. La secuencia del secuestro de María o como Freder queda encerrado en el laboratorio son totalmente ridículas y prescindibles, de vergüenza ajena por mucho que la cinta tenga cien años.
A destacar el baile del "ser-máquina" que ni la Shakira, vamos.

En "Furioso", la parte final, Lang ya tira la casa por la ventana: explosiones, inundaciones, cientos de extras... Estos últimos minutos sirven para ilustrar que la revolución es cosa de idiotas mediante secuencias supuestamente "épicas" y caóticas, con las peleas y persecuciones más falsas que he visto nunca. Aquí ya explota todo y lo de "El mediador entre la mano y el cerebro ha de ser el corazón" acaba de cobrar sentido.
Mirad esa secuencia final, en la que el líder de los "pensadores" (el cerebro/la patronal) da la mano al líder de los currantes (la mano/el sindicato). Resultado final: la mano y el cerebro ya son amigos, así que los obreros ya pueden volver con una sonrisa a su ciudad subterránea. La vida sigue igual y todos tan contentos.
Resulta que Rotwang, el científico loco, era el único "malo", ¿no?
REPUGNANTE

No puedo creer que la UNESCO declare que una película con un mensaje tan fascista sea una de las mayores obras de la humanidad... me revuelve las tripas.
¿A qué se debe mi 6, entonces? A que no puedo negar la perfección técnica que aun 83 años después sigue sorprendiendo, una banda sonora deliciosa y, por qué no decirlo, lo cachondo del robot.
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Citizen Kabuto
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2 de marzo de 2010
41 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya tenía ganas de ver esta película. La tan famosa Metrópolis, inspiradora de tantas, precursora de tanto.

En la crítica al cine siempre hay que saber establecer una distinción entre el mensaje de una película y su aspecto técnico, entre su guión y su expresión artística.

En su faceta meramente artística, Metrópolis es un gran paso en lo que llamamos cine, y nadie le va a restar méritos en ello. Obra ejemplar del expresionismo alemán, donde la prevalece la intención de provocar sensaciones subjetivas mediante el impacto visual, en vez de mostrar realidades objetivas. Su ambientación atrayente y cautivadora sirve de escenario a una ciudad del año 2026 que es inmensa y claustrofóbica al mismo tiempo. Una de las primeras piedras de la ciencia-ficción se colocó así en clave distópica y futurista. De la misma manera que la banda sonora y el fondo musical hacen un trabajo que compensa mucho la ausencia de diálogos sonoros (es cine mudo, recordemos).

Ahora bien, si entramos en la parte del mensaje, siento decir que llega a ser indignante.
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Markus David Sussmanovitch
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