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Metrópolis

Ciencia ficción. Drama Futuro, año 2000. En la megalópolis de Metrópolis la sociedad se divide en dos clases, los ricos que tienen el poder y los medios de producción, rodeados de lujos, espacios amplios y jardines, y los obreros, condenados a vivir en condiciones dramáticas recluidos en un gueto subterráneo, donde se encuentra el corazón industrial de la ciudad. Un día Freder (Alfred Abel), el hijo del todopoderoso Joh Fredersen (Gustav Frohlich), el hombre ... [+]
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Críticas 215
Críticas ordenadas por utilidad
21 de marzo de 2013
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
La conservación en el cine mudo es un tema muy peliagudo. Para el que no esté informado le puede provocar desacierto o sorpresa esta frase. Uno recuerda alegremente las películas de Chaplin o las dramáticas escenas de las obras de Eiseinstein en el acorazado Potemkin y se evadirá de la triste realidad. La verdad, es que más de la producción muda se ha perdido. Es decir, las películas que tenemos ahora de ese período, son menos de las que realmente se estrenaron. Si tenemos en cuenta que mucha gente e historiadores del arte han afirmado que el cine es el arte por excelencia del siglo XX, nos daremos cuenta del desastre que ha sucedido con esta etapa artística, que abarca más de veinte años de producción.

Esto es básicamente (voy a tratar de simplificar porque hay hasta libros hablando del tema) porque con el paso del cine mudo al sonoro (un proceso que cronológicamente iría del 1927 al 1930 aproximadamente) las películas mudas perdieron su prestigio y se consideraron como algo anticuado que no merecía la pena conservar (argumento que traspasa otras fronteras artísticas, por cierto). De esta manera muchas películas cayeron en el olvido y se dejaron a su suerte, en la década pasada, en la que el interés por la conservación de las películas mudas fue a mayor (por suerte) no era difícil escuchar cómo se iban encontrando copias y fragmentos en los lugares más insólitos. Otro de los problemas es la composición química de las primeras películas. Estaban hechas con nitrato, elemento que tiene una composición química parecida a la pólvora. Esto provocó desgraciadas anécdotas como gran cantidad de incendios, a veces, por el simple hecho de abrir la lata para ver la cinta estas se incendiaban en una combustión espontanea al entrar en contacto con el aire. Si a este cóctel explosivo por la cual estaban hechas las películas, le añadimos el poco interés que se tuvo por conservar las películas de la primera etapa, tendremos el resultado actual.

Que la mayor parte de películas mudas no se ha conservado, y muchas veces los historiadores del arte tienen que hablar de ellas por referencias que se han dejado escritas o por el éxito que tuvieron. Imaginémonos como sería esto en cualquier otro arte como en la pintura, que un especialista tuviera que hablar de una obra tan rompedora como las señoritas de Aviñón de Pablo Picasso mediante otros sistemas que no fueran el de analizar la propia obra de arte en sí misma.

Metrópolis es un hito de la ciencia ficción. Pero no sólo es una gran película de género, sino que por letras propias se inscribe en la historia del cine mundial. Su influencia a tantas y tantas generaciones posteriores es vastísima. Directores jóvenes que se fijan en ella y la homenajean en sus películas, gente que compra los posters donde aparece el robot María en primer plano…la película se ha convertido en un auténtico icono popular de la sociedad actual. Ya en su época la película tuvo una gran repercusión y formó un gran revuelo.

Como se puede ver leyendo la sinopsis la película tiene una gran carga política detrás de su pátina de película de género. Mucho se ha especulado sobre el tema, sobre la ideología que muestra la política. Hago resaltar esto, porque como veremos más adelante, se trata de un tema clave en los procesos que llevaron a olvidar y perder parte del metraje (más de media hora de película) por temas políticos, y como estos se recuperaron y se reintegraron durante la restauración llevada a cabo durante año y medio (2008-2010).
El año 1927, el nazismo acechaba Alemania, que había sobrevivido con dureza las consecuencias de la primera guerra mundial y que veía como muchos de sus privilegios se perdían en el congreso de Versalles. La dura época de crisis que atravesó el país, sumado al paro (una situación tristemente parecida a la de hoy) hizo que los partidos extremistas cosecharan un gran éxito. Es sabido y famoso, el triste hecho que sucedió en el mundo del arte alemán, con la definitiva consagración del nazismo muchos artistas que o bien no casaban con la ideología del nazismo o por otros motivos personales, hubieron de realizar un éxodo masivo hacia otras partes del globo. Uno de entre muchos ellos fue el director de Metrópolis, que marchó a Estados Unidos para continuar su carrera. Evidentemente, Fritz Lang no simpatizaba con la causa nazi, no así su esposa, Thea Von Harbou, que fue colaboradora en el guión de la película y que si se quedó en Alemania para ocupar puestos más importantes durante el gobierno nazi.

La película muestra pues esta contradicción ideológica entre, podríamos decir, las ideas de Lang y las de su esposa. Esto lo encontramos claramente en el film, la idea final de los obreros y las clases más altas trabajando juntas por el bien del orden social, bebe mucho de la idea nazi del sindicato vertical, mientras que otros fragmentos de la película nos recuerdan momentos mucho más “liberales” (por decirlo de alguna manera) como las reuniones clandestinas en las grutas subterráneas de la ciudad. Por esto, podríamos decir que la película es una amalgama de ideologías e ideas varias y que nunca llega a optar por una u otra.

El cine también sufrió por la política. La industria se convirtió progresivamente en la voluntad directa del tercer reich. Miles de personas que se consideraban peligrosas para el partido fueron excluidas de la industria cinematográfica y se prohibieron películas por considerarse peligrosas o porque había trabajado gente exiliada (si habían podido marchar) en ella. Metrópolis fue una de ellas. Debido a su prohibición, muchas copias se perdieron o se eliminaron, mientras que otras, protegida por gente anónima que deseaba su salvación, se enterraron bajo tierra o se dispersaron por todas partes del mundo. La versión europea pues, que además era la más completa, escaseó y se consideraba perdida durante mucho tiempo.

http://neokunst.wordpress.com/2013/03/21/los-procesos-de-restauracion-de-metropolis-1/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kyrios
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4 de junio de 2008
29 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Metrópolis es la capital de un imperio de la Industria. En la superficie, la clase dominante lleva una vida soleada; en el subsuelo malviven masas de trabajadores semiesclavizados, junto a grandes máquinas-reloj que manejan extenuados.

Fredersen manda, lo gobierna todo desde un rascacielos, ejerciendo el control contable y televisivo de la población.
Su hijo Freder ve por casualidad a María, emergida un instante al aire libre para enseñarlo a un grupo de niños harapientos. Encandilado, la sigue al subterráneo y descubre el mundo obrero.
María dirige los preparativos de una insurrección.
Con el doctor Rotwang, el patrón máximo trama fabricar una doble de María para torcer la revuelta.

El relato usa fuerte simbolización religiosa:
Metrópolis es una moderna Babilonia.
Las grandes máquinas, un Moloch que nutre su panza ardiente con el sacrificio de vidas obreras.
Las galerías subterráneas son ‘katakomben’.
En ellas, los oradores oradores hablan flanqueados por altas cruces.
Se narra la historia bíblica de la Torre de Babel (imagen de la ambición sacrílega), identificada con el rascacielos de Fredersen.
Fondo para la robot: una satánica pentalfa invertida.
La Revolución se equipara al Apocalipsis.

La diferencia entre arriba y abajo es tan abismal que la mera insinuación de un acuerdo entre patronal y trabajadores, apelando cordialmente a la conciliación ante la fachada del templo, transmitiría falta de fuerza y veracidad.

Donde “Metrópolis” atesora sus principales valores es en su riqueza plástica.
Ahí Lang, dibujante profesional con estudios de arquitectura recientes, daba mucho de sí.
Los decorados compendian los estilos arquitectónicos de la época: Bauhaus, vanguardismo, racionalista, neogótico, Chicago, colosalismo germánico… Hay además rasgos modernistas (también en las letras de los muchos rótulos intercalados), y naif (en el recargado jardín).
Lo expresionista se concentra en la iluminación, tenebroso claroscuro de antorchas y linternas en las curvas galerías del submundo; en los movimientos de masas en los grandes espacios...
Con alto presupuesto, se apura la técnica hasta el límite, en escenificación operística. Maquetas y efectos han quedado toscos (¡esos chorrazos de agua sobre los edificios!), como ha quedado arcaico el español del Mío Cid comparado con el de ahora, cosa que no se puede reprochar. Pero en 1927 las panorámicas animadas de “Metrópolis” eran de modernidad alucinante. Y, por su brillante diseño, el robot es hoy un fetiche cultural.

Se achacó filonazismo a “Metrópolis”; también se ha interpretado que prolonga el utopismo obrero del XIX…
Parece más ajustado ver una fábula ingenua en la que el amor cristiano triunfa sobre un capitalismo de rostro inhumano y codicioso; ingenua, a la vista de la posterior evolución alemana: toda mansedumbre era poca para una maquinaria social convertida en exprimidor implacable del ser humano (Lang huyó).
Archilupo
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25 de octubre de 2009
57 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer por la noche tomé un vuelo Amsterdam-Madrid con la mala suerte de pillar una escala en un Boeing de procedencia de Shangai, mayormente cargado de chinos muy perjudicados por el jet-lag y en petit comité, una horrenda camarilla de matrimonios andaluces que venían de comprar niños en aquellas exóticas y lejanas tierras. Como durante toda mi vida he tenido muy buena suerte, esa fue la noche en la que el destino decidió cobrarme la deuda kármica acumulada y me otorgó puesto de honor en la siguiente disposición de asientos:

Señor- Andaluz con niño chino - Su doña.
Señor- Yo - Andaluz con niño chino
Señora- Andaluz- Andaluza con niño chino

Es decir, en la proporción distributiva del avión y teniendo en cuenta que podrían haber tocado a 0,0000001 bebés chinos por pasajero, acaparé el noventa por ciento de la tómbola.

Los ingratos bebés, nada conscientes de proceder de un país de digna cultura milenaria, no se privaron de gimotear como gatitos enajenados durante todo el coñazo de vuelo. Uno delante, uno detrás y otro a la derecha. Los padres ejercían toda su paciencia tratando de calmar a las histéricas crías a la par que hablaban a gritos con los padres circundantes que asimismo habían adquirido a sus nuevos niños en el mismo lugar de origen. La tripulación, holandesa, se miraba de reojo y reía entre dientes y nosotros dudábamos entre si ahogar a los niños, a los padres o tirarnos por la puerta de emergencia más cercana para poner fin a tanto sufrimiento.

Al borde ya del colapso, saqué el ordenador que llevaba conmigo y abrí la carpeta de las películas. No sé porqué elegí "Metrópolis", quizás porque era muda y no estaba yo para trasegarme diálogos profundos. La abrí, con la intención de dormir un rato con otro sonido que no fuesen los berridos de los niños, los ceceos a voz en cuello de los padres y los ronquidos de los millones de chinos jet-lagueados que venían detrás.

Dos horas después, cuatro pares de ojos seguían clavados en la pantalla de mi portátil. Un alemán que tenía a mi izquierda, el padre andaluz, el bebé chino y yo. Mis otros bebés seguían chillando, pero ese sonido de repente había pasado a una dimensión planar diferente y ya no eran molestos. Yo podía escuchar la música con los cascos, pero ellos no y sin embargo, no apartaron la vista, como si una fuerza sobrehumana les tuviese agarrados del cuello. Y el bebé lloró sólo cuando hube cerrado la tapa del portátil clausurando aquel fascinante ballet de máquinas.

Hoy he terminado de verla ya desde mi casa y aunque el final me resultó un tanto pequeño para tanta densidad y tamaño, pienso en que esas imágenes sirvieron para mantenernos aislados del mundo durante dos horas completas y que eso, se mire por donde se mire, es un milagro.
Neathara
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1 de enero de 2006
29 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vi en un ciclo dedicado a Fritz Lang después de que hubieran pasado los días anteriores auténticas maravillas como "El doctor Mabuse", "M, el vampiro de Dusseldorf" o "Perversidad". No es de extrañar, por tanto, que mis expectativas no se vieran satisfechas.

A pesar de todo, hice caso de un amiguete que me recomendó que revisara varias de las numerosísimas versiones que hay de esta película (como ya indicaban en las críticas anteriores, además de ser patrimonio de la humanidad, se ha perdido gran parte del metraje). La principal diferencia entre ellas suele ser el montaje (presencia de unas poquitas escenas y/o fotogramas diferentes) y, sobre todo, la MÚSICA. Yo os recomiendo que investiguéis porque en toda película muda cobra mucha importancia esta última. He visto ya tres versiones; dos me parecieron regular, pero una sí me gusto bastante (creo que era el DVD de la colección Criterion), y es la que he valorado con un 7. No sé si hubiera valorado igualmente la original, pues creo que la música de esa versión la compusieron en los 90. Es difícil dar una nota justa, y mucho más decidir si el mérito es de Lang o de los encargados de los nuevos montajes.

Para mí, el mejor momento es la presentación del robot. Lo del paralelismo con la virgen María me parece demasiado ingenuo, así como el retrato de los obreros (ridículo el trabajo moviendo las agujas de esa especie de reloj), el baile de la mujer, el sueño con los esqueletos flautistas, etc., etc.
Nunca criticaré los efectos especiales, pues están muy bien para la época.
jastarloa
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17 de abril de 2011
40 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para un espectador actual supone una película difícil de digerir. Supongo que porque, hoy en día, somos más exigentes. Calculo que sólo 1 de cada 30 personas son capaces de ver este film sin avanzarlo a cámara rápida; y, aún así, es lentísimo. Por otra parte, el argumento comienza bien, aunque después degenera un poco. Y para rematar, esa banda sonora tan machacona acaba cansando a los diez minutos. Pero como siempre, al tratarse de un "clásico", se refleja en este hecho una valoración subjetiva y excesiva. Personalmente, creo que las películas de Charles Chaplin le dan mil vueltas a ésta, y, prácticamente, son de la misma época.
ghandy
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