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Días sin huella

Drama Don Birnam (Ray Milland) es un escritor fracasado a causa de su adicción al alcohol, adicción que lo ha destruido física y moralmente y lo ha convertido en un hombre desprovisto de voluntad. Con tal de seguir bebiendo es capaz de todo, incluso de robar. Tanto su novia (Jane Wyman) como su hermano intentan por todos los medios regenerarlo, pero sus esfuerzos parecen estériles. (FILMAFFINITY)
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Críticas 104
Críticas ordenadas por utilidad
27 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La diferencia entre un borracho y un alcohólico, dicen que es tener un lugar donde caerse muerto. Don Birnam lo tiene porque su hermano y su novia cuidan de él todo el tiempo. Don quiere ser escritor, pero lo único que sabe hacer es beber. Pasa su vida intentando esconder el alcohol de sus cuidadores.

Lo mejor: el retrato de un alcohólico, en una época donde había gran cantidad de casos de alcoholismo en los años posteriores a la Gran Guerra.
La dirección y la fotografía son geniales. El montaje es clásico.
El guión tiene sus picos y caídas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Nacho Lopez
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16 de mayo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy buen retrato de la vida de un adicto, todo el daño que se provoca tanto a sí mismo como a sus familiares.
Capta todo lo que pasa un alcohólico, la ansiedad, la astucia, la desesperación, a todo lo que es capaz de llegar por tomar: empeñar, rogar, mentir, robar, maltratar.
Todo el daño que le causa a su autoestima y como al no tenerse el más mínimo amor y respeto tampoco se lo puede tener a los demás.
Lo peor: Cuando Don ve su sobretodo en escena es medio de humor involuntario.
Podrían haber mostrado también los diferentes tipos de relaciones que sueñen tener los alcohólicos entre ellos, aunque este era uno más bien solitario, el vínculo que tiene con Gloria va por ahí aunque no profundizan.
Lo mejor: Ray Milland está excelente, todos muestra los diferentes estados y comportamientos de un alcohólico con convicción.
La película si bien no evita la sordidez cae en el sensacionalismo y los golpes bajos, todo lo oscuro y patético es parte de lo que pasa un adicto.
La frustración que le provoca a sus seres queridos que no saben cómo ayudar.
Manuel
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26 de abril de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vi por primera vez el 20 de noviembre de 2011, 4 de 7 usuarios les pareció mi primera crítica que comentaba que es un poco asfixiante. Aunque también, al final, ya cansa la vida de este hombre. Es que ni siquiera se avergüenza, no lo oculta, no lo intenta camuflar aunque sea un poquito, parece que esté orgulloso de ser alcohólico. Esa parte, para mí, falla. El resto está genial. El tema que trata, que por lo que veo hubo un momento en la historia de EEUU que marcó mucho para hacer películas de este tema.

Vista de nuevo, le subo de un 6 a un 7. Hay algo que no me cuadra en el tema de avergonzarse, ya que varias veces comenta que no quiere que lo vean así... no sé si es que la versión doblada los diálogos cambian un poco, pero ahora vista en versión original, le he encontrado sentido.

Ganadora de varios Oscars, entre ellos, la mejor película. Y es que intuyo que este problema era muy grave en aquella época. Además, Wilder la quiso hacer porque Raymond Chandler, con el que había trabajado en una película anterior, tenía el mismo problema.

Curiosidades... Wilder para darle mayor realismo, rodó varias escenas en el mismo Nueva York, en incluso ocultó cámara para rodar en la calle y fuese todo lo más real posible y también consiguió permiso para rodar en el hospital, permiso que nunca más se concedió.

Otra curiosidad, es que se omitió completamente la homosexualidad del protagonista, tal como salía en la novela.

La industria del licor se cabreó... lógicamente. Tenían miedo de que se impusiera de nuevo la ley seca. Incluso llegaron a ofrece 5 millones de dólares a cambio del negativo original.

La música... la importancia de la música.... El primer pase se puso con música "alegre" y los espectadores se rieron de las escenas. La productora estuvo a punto de archivar la película, hasta que pusieron la música de verdad, entonces ya cambió todo.... y también es una de las primeras en utilizar el instrumento electrónico "theremín". Sonido que ahora lo representa más a las películas de terror de los años 50, pero bueno... el efecto que querían, era para cuando el alcohol hace efecto a la persona.
edugrn
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31 de agosto de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película rodada en blanco y negro, para añadir dramatismo a la historia. El guion se centra en Don, un escritor frustrado, que llega a la ciudad de Nueva York tras sus días de gloria en la universidad, donde era considerado un nuevo "Hemingway", sin embargo, ya sentado frente a su máquina de escribir, nunca pudo publicar un libro, y se dio a la bebida, el personaje lo interpreta el galés Ray Milland, un actor relativamente poco conocido en la época. Don encuentra por casualidad a una chica Helen, quien se enamora de él, algo no muy detallado en el film para preservar su dramatismo y centrar la historia en Don. Helen es una mujer fuerte mentalmente, que intentará ayudarle hasta el final, el personaje es interpretado por Jane Wyman.

La película apenas tiene estos dos grandes personajes, Don y Helen, con la colaboración puntual de Wick, el preocupado hermano de Don, y de Nat, el dueño del bar del barrio, y un puñado de extras. Eso es todo. Y es que no se necesitan muchos personajes si te quieres centrar en el drama de un problema social muy concreto, y para ello en un personaje. El galés Ray Milland está ante el papel de su vida, el director tiene la habilidad de centrar en él casi todas las emociones y empatía del espectador, además de anular al resto del elenco, por lo que debe ser creíble su trabajo, y lo fue. Añadida además la dificultad de la variedad de registros que durante el film tiene que mostrar Milland: desde un caballero, pasando por un "niño travieso", un alcohólico ansioso, o la personalidad estrambótica de un paranoico y un loco. No es fácil cambiar tan constantemente de registro. Este es por ello el papel de la vida de Milland, su única nominación a los Oscars y su única victoria. Ese mismo año también ganó el Globo de Oro, por el mismo papel. Milland tenía 38 años y fue la cúspide de su carrera.

Esta película de los años 40 llega en un momento en el que tras los años de la Ley Seca, y tras la Segunda Guerra Mundial, el alcoholismo llegó a cifras récord en EEUU. El director, el legendario austriaco Billy Wilder ganó su primer Oscar como director por esta película. A pesar de ser un especialista en comedias, supo dar el dramatismo necesario para conseguir una obra de este calibre sobre el alcoholismo.

A pesar de que empatizas con el personaje principal, el de un gran Milland, que es lo que pretende Billy Wilder, supongo que por el encargo de su estudio, la Paramount, para moralizar a la sociedad de la época, encontré una película un tanto simplona, y de hecho me pasa con la mayoría de películas antiguas, por eso mi nota es un 6, pero porque tengo la sensación de que la evolución del cine ha llevado el espectáculo a un nivel muy superior en la actualidad. Tanto del nivel de actores, como de efectos especiales, iluminación, sonido, guion. Creo que el viejo Hollywood ha quedad muy desfasado. Aún y todo disfruté mucho de la película y la recomiendo.
maggnus
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28 de agosto de 2017
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Un bonito día en New York; la ciudad se mueve, respira, y el Sol la ilumina con sus rayos...hasta que la cámara, en un travelling de maestría técnica, se posa sobre una botella de whiskey que cuelga de la ventana de unos apartamentos.
Dentro no brilla ese Sol, más bien una perpetua oscuridad...

Esta oscuridad es la que nublaba la vista de Charles Jackson casi todo el tiempo debido a su terrible afición a la bebida; sin embargo, y con la ayuda de su esposa Rhoda, ganó una batalla terrible y esos demonios los vomitó sobre una de las novelas más devastadoras que se han escrito acerca de ese mismo problema, y donde el de New Jersey no tuvo reparos en relatar sus patéticas y trágicas experiencias. Por desgracia, incluso después del éxito que le granjeó, incluso tras ser llevada a la gran pantalla con las consiguientes aclamaciones, recaería una y otra vez en el mismo vicio, además de en el de las píldoras.
"The Lost Weekend" es así el diario de un hombre que elige la autodestrucción como modo de vida, y la audacia con que se trataba el alcohol llevó a Billy Wilder, encumbrado a la gloria y la eternidad gracias a "Perdición", a interesarse por ello, haciendo gala de su valentía al volver a elegir otro espinoso tema que más de un dolor de cabeza daría a Paramount (sobre todo por las quejas de las compañías de licores). La historia aquí, y en una acertada decisión, empieza atacando de raíz la adicción del protagonista, Don, un álter-ego nada disimulado de Jackson, tras entrar a su hogar por medio de uno de esos movimientos de cámara inolvidables.

Ray Milland, quien se preparó a conciencia para el papel, sabe capturar a la perfección la esencia decadente de un personaje que ya está pasando por esa fase aun pretendiéndose recuperado ante su hermano Wick y su novia Helen; toda esta secuencia inicial por la que ya podríamos dar el Oscar al actor nos enfrenta a un tipejo condenado al vicio, cuya mirada perdida sólo busca una botella en los rincones de un hogar apestoso. Debido a que Wilder filma la historia desde el punto de vista de Don, su escrutadora cámara se acerca a las botellas y las adora cual deidades, y otros detalles como el filo mojado de los vasos o los anillos de licor sobre la madera del bar, causando un impactante efecto visual en pantalla.
La idea de un apacible fin de semana donde liberar las tensiones por medio de la máquina de escribir se torna en ese margen de tiempo donde Don terminará por asfixiar su existencia y ahogar lo poquísimo que le queda de dignidad con el alcohol. A un lado está el desesperado hermano, harto de seguir dando su vida por esa causa perdida, al otro una mujer cuyo desinteresado sacrificio será una de las claves de esta historia que parece no estar sujeta a un hilo argumental convencional, más bien se presenta como un diario sobre la deriva humana.

Ello permite al austrohúngaro expresarse con una libertad sin igual sobre la conciencia del tiempo y el espacio, una libertad más literaria que cinematográfica a través de la cual puede romper el presente, todo sea por justificar la utilización del "flashback" como es debido y penetrar en la mente de un protagonista con quien (aparte de aquellos que hayan pasado por sus mismas experiencias) resulta imposible empatizar; esto se expresa de una manera sublime al hacernos viajar hasta el primer encuentro entre Don y Helen y ligar la obsesión por la bebida durante una representación de "La Traviata" de Verdi.
¿Será esa la causa por la cual se escucha música operística en el momento en que aquél tiene una botella entre las manos?, ¿a tal nivel de adoración es capaz de llegar como para otorgar una connotación divina a ese vicio? Sean o no didácticas las intenciones del cineasta, su representación del alcohólico es tanto más devastadora cuanto que parece hallar un nexo de unión (no en la novela, pues tiene lugar en los años '30) con la situación del ciudadano medio que sólo en la bebida podía encontrar algo de consuelo a los traumas y horrores de una 2.ª Guerra Mundial recién acabada. Por eso mismo muchos atacaron esa visión decadente de la sociedad americana.

Lo puede expresar en las largas secuencias (tanto que incluso en esta segunda mitad el ritmo se vuelve tedioso debido a la repetición de esquemas y situaciones) filmadas en exteriores, logrando Wilder una sensación de realismo crudo y abrumador (jugó un importante papel el que fueran rodadas en secreto, obteniendo la reacción natural de los transeúntes), a la vez que se sirve de su talento para crear atmósferas claustrofóbicas en unos interiores donde quedan plasmadas las obsesiones, locuras y terrores del protagonista, rozando cierta carga onírica en escenas como la del sanatorio y esa más memorable referente al "delirium" que le asalta en su apartamento.
Ésta en concreto (donde un ratón atrapado le figura y un murciélago podría ser la alegoría del alcohol, que le devora sin piedad) es un instante de puro horror psicológico que quiebra como nunca las líneas de la realidad en una muestra de puesta en escena impropia del drama clásico americano, muy arriesgada para la época y claro desafío a las leyes de un Código Hays en plena decadencia; el cual, sin embargo, parece hacer mella en la trama en comparación con la original...ya que para el autor no existen los milagros "caprianos", pero sí para el director (pese a todo el corrosivo cinismo que nos lleva vomitando desde el principio), al menos en recompensa por el gran sacrificio de la pobre Helen (descrito en Zona Spoiler).

Jamás se abordó en Hollywood el alcoholismo de un modo tan brutal y honesto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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