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Voto de Chris Jiménez:
9
Drama Don Birnam (Ray Milland) es un escritor fracasado a causa de su adicción al alcohol, adicción que lo ha destruido física y moralmente y lo ha convertido en un hombre desprovisto de voluntad. Con tal de seguir bebiendo es capaz de todo, incluso de robar. Tanto su novia (Jane Wyman) como su hermano intentan por todos los medios regenerarlo, pero sus esfuerzos parecen estériles. (FILMAFFINITY)
28 de agosto de 2017
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Un bonito día en New York; la ciudad se mueve, respira, y el Sol la ilumina con sus rayos...hasta que la cámara, en un travelling de maestría técnica, se posa sobre una botella de whiskey que cuelga de la ventana de unos apartamentos.
Dentro no brilla ese Sol, más bien una perpetua oscuridad...

Esta oscuridad es la que nublaba la vista de Charles Jackson casi todo el tiempo debido a su terrible afición a la bebida; sin embargo, y con la ayuda de su esposa Rhoda, ganó una batalla terrible y esos demonios los vomitó sobre una de las novelas más devastadoras que se han escrito acerca de ese mismo problema, y donde el de New Jersey no tuvo reparos en relatar sus patéticas y trágicas experiencias. Por desgracia, incluso después del éxito que le granjeó, incluso tras ser llevada a la gran pantalla con las consiguientes aclamaciones, recaería una y otra vez en el mismo vicio, además de en el de las píldoras.
"The Lost Weekend" es así el diario de un hombre que elige la autodestrucción como modo de vida, y la audacia con que se trataba el alcohol llevó a Billy Wilder, encumbrado a la gloria y la eternidad gracias a "Perdición", a interesarse por ello, haciendo gala de su valentía al volver a elegir otro espinoso tema que más de un dolor de cabeza daría a Paramount (sobre todo por las quejas de las compañías de licores). La historia aquí, y en una acertada decisión, empieza atacando de raíz la adicción del protagonista, Don, un álter-ego nada disimulado de Jackson, tras entrar a su hogar por medio de uno de esos movimientos de cámara inolvidables.

Ray Milland, quien se preparó a conciencia para el papel, sabe capturar a la perfección la esencia decadente de un personaje que ya está pasando por esa fase aun pretendiéndose recuperado ante su hermano Wick y su novia Helen; toda esta secuencia inicial por la que ya podríamos dar el Oscar al actor nos enfrenta a un tipejo condenado al vicio, cuya mirada perdida sólo busca una botella en los rincones de un hogar apestoso. Debido a que Wilder filma la historia desde el punto de vista de Don, su escrutadora cámara se acerca a las botellas y las adora cual deidades, y otros detalles como el filo mojado de los vasos o los anillos de licor sobre la madera del bar, causando un impactante efecto visual en pantalla.
La idea de un apacible fin de semana donde liberar las tensiones por medio de la máquina de escribir se torna en ese margen de tiempo donde Don terminará por asfixiar su existencia y ahogar lo poquísimo que le queda de dignidad con el alcohol. A un lado está el desesperado hermano, harto de seguir dando su vida por esa causa perdida, al otro una mujer cuyo desinteresado sacrificio será una de las claves de esta historia que parece no estar sujeta a un hilo argumental convencional, más bien se presenta como un diario sobre la deriva humana.

Ello permite al austrohúngaro expresarse con una libertad sin igual sobre la conciencia del tiempo y el espacio, una libertad más literaria que cinematográfica a través de la cual puede romper el presente, todo sea por justificar la utilización del "flashback" como es debido y penetrar en la mente de un protagonista con quien (aparte de aquellos que hayan pasado por sus mismas experiencias) resulta imposible empatizar; esto se expresa de una manera sublime al hacernos viajar hasta el primer encuentro entre Don y Helen y ligar la obsesión por la bebida durante una representación de "La Traviata" de Verdi.
¿Será esa la causa por la cual se escucha música operística en el momento en que aquél tiene una botella entre las manos?, ¿a tal nivel de adoración es capaz de llegar como para otorgar una connotación divina a ese vicio? Sean o no didácticas las intenciones del cineasta, su representación del alcohólico es tanto más devastadora cuanto que parece hallar un nexo de unión (no en la novela, pues tiene lugar en los años '30) con la situación del ciudadano medio que sólo en la bebida podía encontrar algo de consuelo a los traumas y horrores de una 2.ª Guerra Mundial recién acabada. Por eso mismo muchos atacaron esa visión decadente de la sociedad americana.

Lo puede expresar en las largas secuencias (tanto que incluso en esta segunda mitad el ritmo se vuelve tedioso debido a la repetición de esquemas y situaciones) filmadas en exteriores, logrando Wilder una sensación de realismo crudo y abrumador (jugó un importante papel el que fueran rodadas en secreto, obteniendo la reacción natural de los transeúntes), a la vez que se sirve de su talento para crear atmósferas claustrofóbicas en unos interiores donde quedan plasmadas las obsesiones, locuras y terrores del protagonista, rozando cierta carga onírica en escenas como la del sanatorio y esa más memorable referente al "delirium" que le asalta en su apartamento.
Ésta en concreto (donde un ratón atrapado le figura y un murciélago podría ser la alegoría del alcohol, que le devora sin piedad) es un instante de puro horror psicológico que quiebra como nunca las líneas de la realidad en una muestra de puesta en escena impropia del drama clásico americano, muy arriesgada para la época y claro desafío a las leyes de un Código Hays en plena decadencia; el cual, sin embargo, parece hacer mella en la trama en comparación con la original...ya que para el autor no existen los milagros "caprianos", pero sí para el director (pese a todo el corrosivo cinismo que nos lleva vomitando desde el principio), al menos en recompensa por el gran sacrificio de la pobre Helen (descrito en Zona Spoiler).

Jamás se abordó en Hollywood el alcoholismo de un modo tan brutal y honesto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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