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Pa negre (Pan negro)

Drama Durante los duros años de la posguerra, en una zona rural de Cataluña, un niño llamado Andreu, cuya familia pertenece al bando de los perdedores, encuentra un día en el bosque los cadáveres de un hombre y su hijo. Las autoridades sospechan de su padre, pero Andreu intentará encontrar al culpable. En estas circunstancias, se produce en Andreu el despertar de una conciencia moral que se opone a la mentira como instrumento del mundo de los adultos. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 162
Críticas ordenadas por utilidad
10 de noviembre de 2010
198 de 256 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con ‘Pa negre’ he descubierto a Villaronga. He vivificado, por momentos, mis pulmones (hechos a la contaminación habitual del cine patrio) con el aire Erice de la imagen. Y no lo digo por el personaje fantasma de la gruta, Pitorliua, que pudiera remitir (es referencia obvia) a ‘El espíritu de la colmena’. Hablo del temblor pausado que atraviesa la pantalla, detrás o dentro de los cuadros.

Para empezar, vemos la escena más bien torpe de un encapuchado que estrangula a un hombre que viaja con su hijo. Muy poco después, el carro se despeña. Un niño, Andreu, observa la caída. A partir de ese momento, el punto de vista habrá de ser el de ese niño. La película acompaña a Andreu en un periplo vital que va desde el candor a la vileza y de la admiración al desapego –o, mejor, al endurecimiento.

La escena del asesinato se nos muestra desde el punto de vista del niño que va en el carro con su padre. Después de la caída, el punto de vista se traslada al otro niño. De esta forma, no percibimos tan rotundamente la fisura narrativa. ¿Por qué la escena del estrangulamiento? Romper el punto de vista narrativo es una decisión de riesgo, no ha de tomarse a la ligera. En este caso, la decisión apenas se percibe, puesto que sólo a posteriori sabremos que la historia está contada desde Andreu –es excesivo el énfasis con que se subraya que hemos de mirar desde su perspectiva, el chaval no deja de asomarse a todas partes: huecos, ventanas, cerraduras, escaleras...

Advierto en la película defectos a mansalva, especialmente en el guión. Sin embargo, ya desde el principio, una imagen queda en mi retina: el plano intenso del caballo al borde del abismo, con la venda tapándole los ojos.

Los actores están flojos o discretos (se salvan el alcalde, Sergi López; el maestro, Eduard Fernández; y la señora Manubens, Mercè Arànega).

Desconfío de la arquitectura del relato, pero siento que hay talento visual. Por esa grieta, se cuela en mi cerebro el virus de ‘Pa negre’.

===

Recuerdo un mal soneto de un poeta mediocre (mediano, siendo generoso), en el que, de repente, un endecasílabo salta de la página, desbordando el marco del poema: «El Nilo entero contra un hombre solo.» Ese endecasílabo perdura en mi memoria. Una perla entre un montón de versos sin sustancia.

«Los escritores no deben considerarse grandes por el hecho de arrimarse a lo grandioso, sino más bien deben intentar ser significativos en las pequeñeces.», nos dice el suizo Robert Walser.

Algo así sucede con algunos cineastas. Quizás sea el caso del que nos ocupa. Pese a sus inmejorables intenciones, naufraga al construir la trama y muchos de los personajes, coloca escenas poco digeribles y discursos recargados de retórica. Pero se eleva con la imagen hasta cotas de gran cine.

Y es que en los detalles, si hay talento, se alcanza el infinito.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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8 de noviembre de 2010
150 de 202 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gustan (mucho, muchísimo) de esta película sus intenciones, el lugar al que apunta, su estética general, sus actores y un montón de escenas y detalles que detallo abajo, pero no puedo dejar de pensar que el gran director que es Agustí Villaronga tiene un gran enemigo, que no es otro que él mismo, como guionista. Los valores de uno y otro son antitéticos y no siempre el primero puede corregir los excesos del segundo: el escritor busca el efectismo, el retorcimiento melodramático y no tiene buen oído para los diálogos (y una tendencia terrible a los discursitos retóricos); el director pertenece a un mundo estético y expresivo opuesto y siempre parece preocupado por embridar la historia para llevarla hacia lo estático, lo sugerido, el silencio, hacia lo que no es obvio, el mundo de las miradas, las sospechas, los pensamientos y los deseos reprimidos. A Villaronga se le da muy bien bucear, pero no tanto surfear. En sus peores momentos, «Pan negro» parece montada con retales de «El laberinto del fauno» o de «Amar en tiempos revueltos»; en los mejores, se eleva a las mismas alturas del mejor Montxo Armendáriz o de Víctor Erice.

Bueno, he escrito este primer parrafito por cumplir con las normas de FilmAffinity, porque lo que de verdad me interesa comentar va en el expolio:
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Macarrones
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24 de octubre de 2010
109 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
He quedado muy satisfecho con la película de Agustí Villaronga, he de confesar que sigue faltándonos nuestro "Novecento", "El nido de la araña", "El tambor de hojalata" y muchos otros grandes clásicos europeos que ahondan en los traumas de los diferentes pueblos. Sin embargo esta es una película que ofrece una visión revisionista a la par que compleja de lo que la inmediata postguerra supuso para este país. No me voy a meter en aspectos técnicos o puramente cinematográficos porque esto ha sido tratado, pero si algo aleja a esta obra de ser maestra y de pasar a ser algún día un clásico es, sin lugar a dudas, el hecho de ser una adaptación que - como ocurre con muchas adaptaciones - da demasiadas cosas por supuestas, de ahí que nos encontremos con que muchos aspectos de la trama queden colgando.

En cualquier caso lo que importa de esta película es lo que intenta transmitir. En este sentido creo que es un film importante en lo que se refiere al análisis de la postguerra porque nos muestra que no sólo fueron los muertos, sino también los que aquí quedaron los que tuvieron que sufrir con mayor intensidad los movimientos sísmicos provocados por el enfrentamiento fatricida. Es interesante constatar el modo en que se trata el fenómeno de la autorepresión en el seno de las familias, algo que fue muy típico en la sociedad española durante todo el franquismo. Sin embargo este film queda lejos de la genialidad de otras obras europeas como la "Silent Wedding" rumana en clave de tragicomedia. Sigue faltando algo en el cine español, una última chispa que marque estilo. Quizás el único que consiguió eso fue Mario Camús con su "El día de los inocentes", donde también se nos presentaba una realidad de postguerra, si bien no de modo tan explícito.

Sea como fuere hay muchos elementos a destacar, como decía uno de ellos es la autorepresión: muchas historias familiares se perdieron porque en el intento por sobrevivir en la sociedad española durante el franquismo era mejor ocultar ciertas cuestiones del pasado para posibilitar que las generaciones futuras salieran adelante. El secretismo que rodea a la familia de Andreu en torno a lo ocurrido durante la guerra no es más que el pan de cada día de muchas familias que trataron de proteger a sus jóvenes de lo que a ellos los marcaría de por vida.
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davilochi
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13 de febrero de 2011
82 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
Villaronga, bastante desconocido para mí, nos entrega una película adaptación de una obra de Emili Teixidor, para construir una historia de durísimos cimientos. Donde la servidumbre y la pobreza humanas se entrelazan sobre el despertar al mundo adulto de un muchacho que descubrirá las bajezas y villanías del ser humano. El notable de mi puntuación responde sobre todo a la solvencia con que Villaronga la ha realizado.

Porqué aparte de la historia que se nos cuenta, lo que hace destacable a la película, es la seguridad de su magistral dirección sobre todo el conjunto, atreviéndose con secuencias arriesgadas desde todos los puntos de vista, sobresaliendo sobre todo la impactante secuencia de la caída del caballo y el carro, sobre uno de los muchísimos desfiladeros que abundan sobre nuestros parajes y más por aquellas zonas.

“Pa Negre”, es una historia sobre la posguerra fratricida que ojala, no tengamos que vivir nunca más, Villaronga le impone un ritmo y tono absolutamente clásico, y a la vez moderno a esta historia de traiciones y villanías humanas. Evidentemente que Teixidor ya los había expuesto en su novela, pero el sufrimiento que emana Nora Navas, el rencor que transmite Laia Marull (estupenda su participación), la villanía de Sergi López, la cobardía de Roger Casamajor, y la dulce hipocresía de Mercè Arànega, son efectivos gracias al control que ejerce Villaronga sobre ellos.

Son los niños, su mirada se va reforzando con lo que aprenden, y lo que observan. No sería lo mismo contada desde otro lugar, con otro enfoque. Tal vez la ternura en un clima tan tenso la aportan ellos, el único escape que hace soportable la opresión a la que les someten quienes mandan.

Es una película estupenda, sobre unos personajes heridos sin remedio y con un soberbio mensaje final: sus errores les perseguirán toda la vida y nunca lograrán deshacerse de ellos salvo que renieguen de sí mismos, o de aquellos seres que tanto habían amado.

La crueldad de un mundo polarizado entre buenos y malos. No habría siervos sin la explotación de los que poseen dinero y poder. Un mundo donde el pan blanco, el bueno, tiene unos dueños determinados (los vencedores), y el pan negro, el del pobre, es el único que está al alcance de la mayoría (los perdedores).
Vfoul
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28 de enero de 2011
89 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Pan negro” no admite contemplaciones desde su arranque: los géneros por los que deambula parecen el terror y el thriller rural. Los ojos de un niño moribundo dan paso a los de otro superviviente… el narrador y punto de vista del oscuro cuento.
Hacer un filme dentro de la postguerra española se antoja a priori tan trillado y amoral dentro de la filmografía nacional que cualquier animadversión o juicio de valor (y contenido) toma conciencia inmediata en el espectador maltratado por anteriores torturadores. Agustí Villaronga consigue sorprender por su punto de vista y escenario. Un ambiente rural en Cataluña, un bosque repleto de siniestros misterios y un nombre, a modo de ‘Rosebud’, que queda como herencia de pecados pasados y múltiples tramas venideras: Pitorliua. La inteligente doble adaptación de Emili Teixidor de ‘Pa Negre’ y ‘Retrat d’un asáis d’ocells’ da como resultado un relato sobre dobleces y creaciones de pequeños monstruos por mentiras de engendros mayores.

“Pan Negro” funciona como pasaje brillante de una infancia arrebatada y mutilada en diferentes mosaicos de una familia del bando perdedor. La distinción entre vencedores y vencidos parece clara como delimitación de bandos. Aparece una crisis de identidad por la desmitificación de la figura paternal y se consigue salir indemne al introducir temas inusuales como la homosexualidad. El director de “El mar” nos habla de panes blancos y negros, de bandos victoriosos y sometidos, de clases condenadas ante leyes que no gobiernan pero sí ejecutan. El mundo del silencio esconde sombras y fantasmas que, poco a poco, terminan formando susurros y secretos a vivas voces.

Tal vez me chirrían demasiados detalles que podrían estar mejor pulidos. Los mayores problemas no son de forma ni de formato sino de fondo. Para empezar, el guión se sustenta en el punto de vista de Andreu, el infantil protagonista, y éste tiene que estar presente en todos y cada uno de los lugares y sucesos de toda la película. Tal vez esa quiebra sobre la credibilidad del relato tan sólo sea una ventisca que no llega a rasgar las páginas del guión… aunque lo que escapa de mi absoluto entendimiento es una niña cabrona e hija de puta (sin acritud) que no para de farfullar, malmeter y engendrar odio, con su sucia lengua de víbora, que va al colegio con los protagonistas y siempre… ¡está con ellos! … pese a que le partan la cara en cada secuencia… y cumpla con su labor de ser un recurrente y facilón recurso para escupir información.
Tampoco el seco final me emociona como debiera y me deja frío y prácticamente sin emoción.

“Pan Negro” es una historia sobre la línea de la verdad y la mentira, el secreto y la creación de mitos y monstruos en la misma entidad. De esa dependencia del punto de vista que hace convertirse a los pájaros en ángeles o monstruos alados, donde el único escape ante la infancia maltratada es la locura o la transformación.
Maldito Bastardo
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