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España España · Madrid
Voto de Servadac:
7
Drama Durante los duros años de la posguerra, en una zona rural de Cataluña, un niño llamado Andreu, cuya familia pertenece al bando de los perdedores, encuentra un día en el bosque los cadáveres de un hombre y su hijo. Las autoridades sospechan de su padre, pero Andreu intentará encontrar al culpable. En estas circunstancias, se produce en Andreu el despertar de una conciencia moral que se opone a la mentira como instrumento del mundo de los adultos. (FILMAFFINITY) [+]
10 de noviembre de 2010
198 de 256 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con ‘Pa negre’ he descubierto a Villaronga. He vivificado, por momentos, mis pulmones (hechos a la contaminación habitual del cine patrio) con el aire Erice de la imagen. Y no lo digo por el personaje fantasma de la gruta, Pitorliua, que pudiera remitir (es referencia obvia) a ‘El espíritu de la colmena’. Hablo del temblor pausado que atraviesa la pantalla, detrás o dentro de los cuadros.

Para empezar, vemos la escena más bien torpe de un encapuchado que estrangula a un hombre que viaja con su hijo. Muy poco después, el carro se despeña. Un niño, Andreu, observa la caída. A partir de ese momento, el punto de vista habrá de ser el de ese niño. La película acompaña a Andreu en un periplo vital que va desde el candor a la vileza y de la admiración al desapego –o, mejor, al endurecimiento.

La escena del asesinato se nos muestra desde el punto de vista del niño que va en el carro con su padre. Después de la caída, el punto de vista se traslada al otro niño. De esta forma, no percibimos tan rotundamente la fisura narrativa. ¿Por qué la escena del estrangulamiento? Romper el punto de vista narrativo es una decisión de riesgo, no ha de tomarse a la ligera. En este caso, la decisión apenas se percibe, puesto que sólo a posteriori sabremos que la historia está contada desde Andreu –es excesivo el énfasis con que se subraya que hemos de mirar desde su perspectiva, el chaval no deja de asomarse a todas partes: huecos, ventanas, cerraduras, escaleras...

Advierto en la película defectos a mansalva, especialmente en el guión. Sin embargo, ya desde el principio, una imagen queda en mi retina: el plano intenso del caballo al borde del abismo, con la venda tapándole los ojos.

Los actores están flojos o discretos (se salvan el alcalde, Sergi López; el maestro, Eduard Fernández; y la señora Manubens, Mercè Arànega).

Desconfío de la arquitectura del relato, pero siento que hay talento visual. Por esa grieta, se cuela en mi cerebro el virus de ‘Pa negre’.

===

Recuerdo un mal soneto de un poeta mediocre (mediano, siendo generoso), en el que, de repente, un endecasílabo salta de la página, desbordando el marco del poema: «El Nilo entero contra un hombre solo.» Ese endecasílabo perdura en mi memoria. Una perla entre un montón de versos sin sustancia.

«Los escritores no deben considerarse grandes por el hecho de arrimarse a lo grandioso, sino más bien deben intentar ser significativos en las pequeñeces.», nos dice el suizo Robert Walser.

Algo así sucede con algunos cineastas. Quizás sea el caso del que nos ocupa. Pese a sus inmejorables intenciones, naufraga al construir la trama y muchos de los personajes, coloca escenas poco digeribles y discursos recargados de retórica. Pero se eleva con la imagen hasta cotas de gran cine.

Y es que en los detalles, si hay talento, se alcanza el infinito.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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