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Las cartas de amor no existen

Romance. Comedia. Drama Jonas, parisino de cuarenta y tantos, sigue locamente enamorado de su ex, Léa. Después de una noche de borrachera, llama a su puerta para confesarle sus sentimientos pero Lea le rechaza. Despechado, acaba en la cafetería de debajo de su casa y comienza a escribirle una carta de amor, olvidando todo lo que tenía que hacer ese día. Con la ayuda de un divertido camarero y algunos vecinos del barrio, Jonas se enfrentará a sus relaciones ... [+]
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
29 de marzo de 2022
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una sutil comedia agridulce francesa sobre los amores rotos y los intentos de un cuarentón para recuperar a su amor que le acaba de dejar, que funcionaria perfectamente como una obra de teatro.

Con una resaca tras una noche de borrachera, Jonas llega a primera hora de la mañana y sin avisar a casa de Léa, su exnovia de la que sigue enamorado. Tras un rifi rafe abandona el piso refugiándose en una cafetería enfrente del piso de Lea, allí comienza a escribir una carta de amor mientras la espía…

El cómo se soporta que la persona a la que amas, quiera a otra persona y la incapacidad de saber decir adiós y afrontar tu nueva vida sin ella, comienza a ocasionar situaciones divertidas en esta historia con guion de Jérôme Bonnell quien también dirige.

La forma de abordar las relaciones amorosas, esta vez a través de las emociones y tormentos de un hombre en la crisis de los cuarenta, lo lleva bien, el actor Grégory Montel magníficamente, acompañado de la atractiva Anaïs Demoustier, Grégory Gadebois (el inolvidable cocinero de «Delicioso») y Léa Druker.

Una comedia simple, pero efectiva, que se pudo ver en el Festival de cine de Málaga en la nueva sección de estrenos internacionales y que se podrá ver en cines a partir del 8 de abril de 2022.
Destino Arrakis.com
videorecord
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13 de abril de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las cartas de amor no existen sigue los pasos de Jonas, un hombre de mediana edad en plena crisis sentimental, a lo largo de un día mientras trata de escribir una carta a su expareja en un último intento desesperado por reconquistarla. Un pequeño bar parisino constituye, prácticamente, la única localización del film, a los que se añade la calle de enfrente y el piso de Léa.

Jonas se erige como un personaje odioso, anclado en las idas y venidas del pasado. Grégory Montel hace un trabajo estupendo en la representación de un hombre corriente y ordinario, poco destacable e incapaz de decidir a tiempo. En el momento en que opta finalmente por dejar a su mujer, su amante ya no quiere estar con él. Además, tiene conductas problemáticas, puesto que concibe el amor de una manera encolerizada que le conduce por aciagos derroteros. Asimismo, el resto de personajes poseen poca profundidad, postergados a ser reflejos banales de Jonas, y cuyo infructuoso trasfondo hace perder credibilidad a la narrativa.

Por lo que respecta a la ejecución, Jérôme Bonnell utiliza el espacio, acompañado de una abundancia de primeros planos, para empatizar y adentrarnos de lleno en el universo del protagonista, mediante una puesta en escena teatral. Del mismo modo, las secuencias a través de la ventana hacen imposible no rememorar La ventana indiscreta de Hitchcock.

Un aspecto interesante del largometraje es cómo existe una tentativa del director por derribar ciertos comportamientos masculinos y cuestionar la virilidad latente en la sociedad para poner sobre la mesa la necesidad de expresar la vulnerabilidad y los miedos varoniles. Sin embargo, es peculiar y digno de mencionar, precisamente, cómo los personajes femeninos (encarnados por Anaïs Demoustier, Léa Drucker y Nadège Beausson-Diagne) tienen apenas un par de escenas y todo el potencial de sus roles está desaprovechado. De hecho, quedan relegadas a un segundo plano, casi anecdótico. Oímos hablar de ellas, pero siempre a través de una mirada masculina.

En definitiva, Las cartas de amor no existen se alza como una comedia romántica, o se podría decir de desamor, ligera y sencilla. No obstante, los hechos avanzan de manera inverosímil, haciendo que un metraje escueto se torne monótono. Se agradece su honestidad y rectitud en el mensaje, aunque se echa de menos un equilibrio entre lo absurdo y lo melancólico del relato.

www.contraste.info
Revista Contraste
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11 de abril de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Cerrando ciclos y escribiendo cartas

Aunque la película gala se centra en las relaciones de pareja en un entorno cosmopolita, en realidad nos hallamos ante una especie de cuento urbano sobre una ruptura sentimental y las cicatrices que deja en las personas que se niegan a cerrar un ciclo. Una carta a una ex es el elemento utilizado para proponer una oda al amor propio y a una manera de abrir un nuevo tiempo con elementos que ahora parecen del pasado.

Las cartas de amor no existen vinculará emocionalmente a todo aquel que se haya enfrentado en algún momento de su vida a una ruptura sentimental. En cualquier caso la narrativa se centra en más en el lado cómico de las situaciones vividas por la pareja protagonista, que en un posible lado dramático. Supongo que nadie muere de amor hoy en día.

*El amor desde la perspectiva masculina

El director de El tiempo de los amantes, Jérôme Bonnell, utiliza una carta de amor para crear en torno a ella el argumento de este filme que no deja de ser una comedia costumbrista a la francesa. El guion de Las cartas de amor no existen trata de huir de los tópicos parisinos y de los clichés sobre el amor desde la perspectiva masculina.

Una película cargada de ironía y envuelta en la cotidianidad de un grupo de cuarentones que quizás hagan una ilusa mirada hacia el amor cuando en realidad solo parecen centrase en el sexo.

*Reparto y personajes

Grégory Montel, Anaïs Demoustier, y un gran Grégory Gadebois (sensacional en Delicioso) componen un buen reparto interpretando a personajes reales y reconocibles. Jonas, el personaje interpretado por Montel se pone a escribir compulsivamente una carta de amor. Esto le aboca a hacer una introspección y un ejercicio de empatía durante un intenso día en el que, desde una sencilla cafetería en la que parece olvidarse de sus obligaciones, expone y explora sus miedos: el más terrible, el miedo a la soledad.

Lea es la joven codiciada por media ciudad y sin embargo también parece sentirse sola sin encontrar su sitio. Correcta interpretación de Anaïs Demoustier. El dueño de la cafetería, grande Grégory Gadebois, es el punto de interconexión entre la pareja y uno de los que queda prendado con el texto escrito por Jonas. No sabremos hasta el desenlace de la película que es lo qué pasará con la última carta de amor escrita en los tiempos de las redes sociales.

*Conclusión

Las cartas de amor no existen es un vehículo frugal que retrata de manera cotidiana un intenso día en la vida de una pareja a punto de colapsar. Con un ritmo adecuado a sus noventa minutos de metraje, nos hallamos ante un filme comprometido con el contenido de una carta. La cafetería, es el escenario casi único del que salimos de vez en cuando para conectarnos con el tempo del personaje masculino.

La temática subyacente de la historia es el eco de toda su vida; un hombre que se ha pasado la vida haciendo todo demasiado tarde: ya sea dejar a su mujer, volver con su amante, o rechazar a una relación tóxica. La película explora la tenue diferencia que a veces existe entre la ruptura y el reencuentro, la muerte o el renacimiento, y -en el interior de Jonas- la exaltación del amor.

Escrito por Miguel Pina
Cinemagavia
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11 de marzo de 2023
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Ya les vale al, la, o los lumbreras que han sustituido un título sencillo y hermoso "Querida Lea" por el rebuscado y pretencioso "Las cartas de amor no existen". Jerôme Bonnell sigue buceando en las relaciones amorosas, en la búsqueda de identidad de sus protagonistas; recomiendo su film "El tiempo de los amantes" (2013).

El desconcierto vital y el desasosiego, en este caso masculino, ante la constatación de que una relación termina en vía muerta deja al descubierto el propio desorden en la vida de este cuarentón que pretende abrir la espita de su frustración en una carta siempre infinita que justifique o al menos atenúe el fracaso.

Sus bazas son la puesta en escena y unos secundarios con carisma que cual coro griego acompañan la odisea en una jornada del personaje que interpreta con solvencia Grégory Montel.  Un poco a contracorriente de las comedias románticas al uso se deja ver y podemos comprender y acaso identificarnos con su protagonista.  

cineziete
ELZIETE
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24 de agosto de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como media, he comprobado que las comedias francesas son más inteligentes que las de otras muchas cinematografías, no digamos las españolas en las que abunda la sal gorda.
Esto es una historia de un cuarentón, divorciado, que quiere recuperar a su novia. Todo transcurre en un día.
Pero más que la historia en sí lo importante es la finura del guión, los matices, los personajes no secundarios porque nadie lo es. Entre esos personajes un inolvidable socarrón (Gadebois) como dueño de uno de esos bares de barrio que ya de por sí es también un protagonista.
Si además se cuida la elipsis de forma inteligente, tenemos el resultado: una película linealmente perfecta.
Si a eso se añade una buena banda sonora y que dura lo justo, hora y media, qué se puede pedir más.
yoparam
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