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Cuando ruge la marabunta

Aventuras. Drama En la jungla sudamericana, el propietario de una gran plantación (Charlton Heston) decide casarse por correspondencia para tener un hijo que herede su hacienda. A su esposa (Eleanor Parker), recién llegada de Nueva Orleans, no le resultará fácil adaptarse a la brusquedad del marido y a las costumbres de los nativos. Mientras, una terrible plaga de hormigas asesinas amenaza la región... (FILMAFFINITY)
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Críticas 56
Críticas ordenadas por utilidad
8 de marzo de 2006
66 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente dentro de su género y expectativas, "Cuando ruge la marabunta" es una película de aventuras de toda la vida, de esas para verla un fin de semana tranquilo y quedarte pegada al televisor. Tiene todo lo que debe tener: paisajes exóticos, escenarios coloniales, su toque antropológico... para narrar la epopeya del hombre que intenta dominar la naturaleza (humana y de la otra). Todo eso a un ritmo sostenido e in crescendo que combina a la perfección la trama "catastrófica" con la romántica, en la que la caracterización de los personajes está mucho más conseguida y menos encorsetada que en otras películas del género.
Mención aparte para el fabuloso duelo entre Heston, bastante joven, varonil y reprimido, y la elegantísima y turbadora Eleanor Parker, que quizá nunca estuvo mejor. Para la historia quedan sus conversaciones alrededor y sobre los pianos...
Una de esas joyas "menores" que ví de niña y me gustan más ahora.
Therapolis
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27 de marzo de 2007
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a lo que pueda parecer, "Cuando ruge la marabunta" es un melodrama camuflado dentro del género de aventuras en la selva amazónica, ya que carece del dinamismo de otras películas similares (sólo se acelera un poco el ritmo en la parte final, con el ataque de las hormigas).
Sin embargo, hay que reconocer que la dirección es correcta y las interpretaciones, excelentes. Eleanor Parker, bellísima y con una sensualidad muy elegante - con una enorme carga, casi sexual, para la época de la que hablamos -, capaz de dominar el arrogante y hermético carácter del personaje de Charlton Heston, un actor que siempre ha demostrado un gran carisma en pantalla y que borda a ese rico terrateniente ambicioso, solitario y poco acostumbrado al trato con mujeres, pese a que las desee como extensión de sus dominios.
Además, la puesta en escena destaca especialmente por esa rígida y demasiado formalista relación entre el matrimonio por poderes de los protagonistas.
Por último, como curiosidad, decir que el mayordomo de Heston está interpretado por un actor del que nadie conocerá su nombre, pero que identificaremos enseguida por su rol del sheik Ilderin en la oscarizada "Ben-Hur".
Luis Miguel
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24 de julio de 2012
28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las hormigas son un mero telón de fondo para el bonito e interesante duelo de personalidades que brindan Charlton Heston y Eleanor Parker en el borde de la selva sudamericana. Él, un terrateniente forjado a sí mismo acostumbrado a ser el primero en todo. Ella, una joven que acepta casarse con él sin haberlo visto nunca abandonando la civilización por la vida tropical. Un choque de estilos que es sin duda lo más interesante (o más bien lo único) que se puede ver en la película.

Lo de las hormigas ocurre en el último tercio y para ser de cuando es no está mal hecho, pero lo relevante es lo ya comentado, los diálogos entre los dos protagonistas, que van desde la decepción inicial hasta la aceptación y comprensión mutua con algunas frases gloriosas.

Por otra parte hay gente que se queja de que la película es racista y machista y demás. Deben necesitar desayunar All-Bran o algo porque que yo sepa en 1900 la sociedad era claramente machista y, sobretodo en las colonias, racista. Si hay hasta quien habla de censurar y volver a los rombos...

Algunos necesitan una buena marabunta.
Mostro
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14 de abril de 2011
26 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un clásico poco valorado. Tenemos al ex presidente de la Asociación Nacional del Rifle, Charlton Heston, a Cannon detective, a Eleanor, un puñado de nativos y a millones de hormigas furiosas. Alguien les ha dicho que la unión hace la fuerza ¿Dónde nos llevarán estos personajes tan dispares encontrados en mitad de la selva?

Indudablemente hay que leer entre líneas para saber la respuesta.

No son las hormigas el centro de atención. Observo que alguno demuestra cierta decepción porque las hormigas no cumplen el papel protagonista con absoluta contundencia. Pero es que esto es lógico, lo que verdaderamente arrasa en la historia son los celos del señor hacendado al enterarse que ella, su mujer por poderes, había estado ya casada.

La clave de la película son los celos. Sus celos actúan como una marabunta, le invaden por todas partes, le invaden y le devoran.

Este caso está perfectamente estudiado por el eminente profesor Sr. Proust. (“Discurso sobre las Implicaciones filosóficas del Estructuralismo Espiritual”, Marcelo Proust, año 1900, comentado por él mismo a las orillas del Sena, a punto de caer al río estando beodo después de beberse 2 botellas de pernod [varios testigos]).

Y como expresión de esos celos, está el piano. Las hormigas no son más que un complemento anecdótico para llegar al descubrimiento. El piano sin usar que se trajo el señor hacendado río arriba tan cuidadosamente y que ella toca tan bien es el verdadero fondo de la película. Llegarán al entendimiento cuando él comprenda que el piano suena mejor cuando ha sido usado.

Entonces veremos todos que el amor hay que usarlo para que valga la pena. (Pensamientos de Herber Spencer antes de gritar: "¡Dios mío, me he tirado a la criada!" Herber Spencer. “Principio del estado simple a lo complejo”, 1889)
floïd blue
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19 de octubre de 2012
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya pareja de guapos entre los guapos. Mis ojos, ya se sabe, se quedan absortos en el soberbio Charlton Heston, orgulloso, fuerte, de barbilla erguida y piernas abiertas. Claro que ella no se queda atrás: Eleanor Parker, la pelirroja más bella de Hollywood. Alguien la ha calificado de «turbadora», y creo que la palabra le encaja de maravilla. En fin, que con tanto atractivo en medio de la selva, normal que hasta las hormigas salgan como locas de sus escondites en dirección a la mansión Leiningen para comerse enteritos a estos dos.

Es verdad que «Cuando ruge la marabunta» tiene un estilo como muy aguado, rudimentario, con guión incluido que mezcla un poco sin ton ni son el romanticismo con la aventura, aunque admito que la parte de las hormigas me tiene más bien sin cuidado. Porque a mi lo que me interesa es el matrimonio Leiningen, que es lo importante, ¿o no?

Voy a confesar, además, así como a media voz, que el planteamiento me parece de lo más morboso, y es en esto donde radica el éxito de la película. La fantasía del apuesto desconocido está elevado aquí a su máxima potencia. Un desconocido al otro lado del mundo, valiente, poderoso y con la sensibilidad suficiente como para expresar su soledad y sus anhelos en largas cartas dirigidas su querido hermano. Pues, claro, la buena de Joanna empieza a imaginar, a idealizar, y va y medio se enamora de ese hombre sin rostro que, a la postre, resulta ser ni más ni menos que Charlton Heston. ¡Ah!, pero eso ella no lo sabe, y sólo lo sabrá cuando aparezca en su dormitorio, ya entrada la noche, con la ropa sudada, las botas de barro y el sombrero sobre la frente. Y Joanna, tan «asustadiza» que es según cómo se la mire, tiembla de anticipación ante ese desconocido, por fin presente, que es, a pesar de no haberse hablado, ni visto, ni sentido, su esposo, con todo lo que eso conlleva. El morbo, digo yo, que es evidente.

Es que me apasiona la situación, y comprendo y compadezco los celos amargos de Christopher, así como la impotencia de Joanna ante un fracaso que le duele, más allá de correcciones feministas o machistas. Porque esto es un juego ancestral y primitivo; un juego de seducciones y sugestión, donde hombre y mujer tendrán que aprender a amar y a afrontar sus miedos. Cuanta intensidad.

Una de esas pelis que no me canso de ver ni de disfrutar. Irresistible.
Kaori
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