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Las vacaciones del señor Hulot

Comedia En un balneario de la costa atlántica, los veraneantes son incapaces de apartarse de sus rutinarias costumbres urbanas. Hasta que llega monsieur Hulot al volante de su viejo cacharro y rompe la calma estival. Para gran alegría de los niños, Hulot ofrecerá a los huéspedes del hotel unas vacaciones inolvidables. (FILMAFFINITY)
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
17 de marzo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me recuerda mucho al humor de los 80 y 90 en España, con el Tricicle y Martes y 13. Es un humor muy así, muy tonto, pero que tiene su efecto.

Jacques Tati, que nos trajo "Día de fiesta" manteniendo el mismo tipo de humor, aunque ahora en blanco y negro.

Tuvo mucho éxito en Francia, y también ganó premios a nivel internacional. Una comedia, que a día de hoy, si no conoces la historia del director y su protagonista, pues quizás no tenga mucha, pero sí que se nota la frescura que tuvo en su día.
edugrn
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10 de marzo de 2011
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa película francesa que mezcla las características comunes del cine del otro lado de los Pirineos de mitad de siglo con el humor gestual y mímico propio del cine mudo estadounidense. Considerada por la crítica como una obra maestra y el mejor largometraje de uno de los directores más laureados del cine francés como es Jacques Tati, la película nos sitúa en un pequeño pueblo costero del Atlántico donde los veraneantes viven sus costumbres rutinarias propias de las vacaciones estivales hasta que un curiosísimo personaje, monsieur Hulot, hará estragos con su inolvidable personalidad en la apacible villa.

Protagonizada por el propio Tati como Hulot que también se encarga de la dirección y el guión (nominado al Oscar), nos encontramos con una obra divertida, amable y entretenida que apunta más en sus primeros minutos que lo demostrado después en el transcurso del filme. Las primeras sensaciones son magníficas con esa percepción que la obra que estás viendo puede transformarse en una cinta irrepetible que te dejará huella pero, con el paso de los minutos, el efecto va desapareciendo porque lo visualizado no consigue avanzar y desarrollarse sino que no pasa de ese punto de partida.

Lo que en un principio son divertidas situaciones con personajes excéntricos que te sacan la sonrisa, se va convirtiendo en una repetición de gags que te hacen sentir pesadez con el avance del tiempo fílmico. Además, la casi inexistencia de diálogos no ayuda a poder digerir con más placer la película sino más bien todo lo contrario y este detalle se repite con todos los otros logros de la cinta. Una melodía pegadiza y agradable se torna cargante por su reiteración o esos personajes atípicos se vuelven burdos y aburridos ya que durante casi dos horas los ves repitiendo lo mismo y así sucede con prácticamente todo lo que compone la obra.

Gran decepción que además se ve más acentuada por la impresión inicial que prometía muchísimo y que consigue un efecto antagónico por su insistencia en querer mostrar una y otra vez situaciones análogas en la historia.

Puntuación: 5 sobre 10.

Lo mejor: La sensación inicial.

Lo peor: La reincidencia de su planteamiento.

La escena: La llegada de Hulot al pueblo costero en su estruendoso vehículo.
korgan
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16 de septiembre de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La algarabía del verano llega desde la primera escena.
Los niños gritando, los vecinos que se despiden, la gente cogiendo el autobús... una recolección de sonidos, entendidos más como murmullo que como información coherente, que dibujan un cierto sentir común.
Nadie tiene tiempo para el perro que molesta la carretera hasta la playa, nadie tiene tiempo para esperar detrás de un coche lento. Y sin embargo, el propietario de ese coche lento, en vez de pitar, para gentilmente y acaricia al perro en medio del camino, como si quisiera prestar atención a lo banal antes que lo evidente.

'Las Vacaciones del Señor Hulot' tiene un humor muy particular.
No es de grandes trompazos y caídas, enormes golpes de efecto o grandes líneas cómicas. Más bien, se desliza como si fuera una cascada silenciosa, a veces incluso fuera de la atención de la escena, que poco a poco van, por así decirlo, contaminando todo lo que pasa en pantalla.
El Señor Hulot es el principal causante de todos las gracias, claro, pero inconscientemente el resto de inquilinos de la pensión donde se hospeda también participan en los equívocos, como si fuera algo inevitable que el verano tiene aparejado un sano buen humor, una agradecida distensión del resto del año.

Pero el caso es que solo Hulot parece tener presente eso.
O, muy probablemente, él es así el resto del año: preocupándose por la masa que está a punto de derretirse aunque nadie la preste atención, saliendo a remar en canoa para acabar entre dos trozos de madera o practicando el tenis sin rival posible. Por no hablar de su afición a la buena música bien alta.
Pronto su humor se revela sincero, honesto, sin grado alguno de maldad. Sin embargo, el de otros inquilinos reviste cierto fastidio producto de las prisas, de ningún modo puede compararse, y es un prodigio que en algo tan personal como el humor retrate tan bien a dos tipos de personas: a los que la vida les pasa, y los que pasan por la vida como Hulot.

Rápidamente, una muchacha rubia no tarda en llamar su atención, y afortunadamente él ha captado la de ella.
La rubia no pierde la ocasión de ver al gracioso inquilino y preguntarse quién es, o si estará libre esa noche. Desde luego para lo que no tiene tiempo es para escuchar al pesado que quiere ligar con ella: a sus pesados discursos sobre el idealismo y los demás -ismos ella siempre responde con la huida, como si de esa manera quisiera Jacques Tati mostrarnos lo poco que sigue importando la palabra en lo realmente importante.
Nadie podría quitarle la razón, viendo como la muchacha rubia y Hulot no comparten ninguna, y por el contrario sí bailan juntos en el baile de máscaras, los únicos adultos que se han presentado en la fiesta, mientras un anciano que ha ido de vacaciones con su fastidiosa esposa les observa desde fuera.
Los únicos que se han atrevido a tomarse poco en serio a si mismos.

Tati dice así, con una sutileza enorme, que más valdría ser "el raro" o "el cómico" antes que el serio y aburrido, que solo se interesa por las palabras accesorias, para acabar siendo un viejo que mira con nostalgia los tiempos pasados, donde la vergüenza quizás le impidió ser quién deseaba.
Al fin y al cabo, la vida en sí misma no deja de ser una gran broma por todo lo que vemos pasando en la pensión, así que ¿por qué no participar en ella?
Ojalá que el verano nos pille bailando, siempre.

Sin embargo, a Tati no se le escapa que un payaso también esconde su cara triste: el verano puede ser una época de relajación, donde salimos en busca de aventuras y podría decirse que estamos más proclives al humor que a veces nos negamos. Por eso Hulot, siendo como es, es la estrella en esa estación, al menos por la gente lo suficientemente curiosa como para mirarle.
Pero lo que ocurre con las estaciones, es que pasan. Los momentos también.
Y la estampa de Hulot entre niños, aunque injusta, quizá parezca más natural que verle despedirse de los vecinos que nunca le comprendieron (aunque existen las agradecidas excepciones, en forma de anciano nostálgico).

Sí, el verano es lo que tiene.
Tras el alboroto, la playa y los pequeños romances llega a su fin.
Eso no significa que entre su fugacidad falten momentos inolvidables.
Charles
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20 de mayo de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
95/09(15/05/17) Afamada comedia costumbrista francesa de Jacques Tati en su segunda dirección (además guioniza y protagoniza) despierta en mí sentimientos encontrados, por un lado está su espléndido arranque en la presentación de personajes en este lugar vacacional, lo positivo de su deliciosa ambientación que supone un canto a la vida, su grácil y elegante reflejo de la post-guerra, la ternura y amabilidad que transmite, unas cuantas situaciones en modo gag de los que despiertan más que una carcajada una mueca de divertimento, pero por otro lado está que a medida que avanza el metraje aparecen muchos tiempos muertos, muchos espacios contemplativos, a los que la en principio originalidad del cuasi-cine mudo se convierte en un lastre en varios tramos, donde ni siquiera la preciosa y melódica música puede hacernos llevaderos estos prolongados espacios, donde las reiteraciones en el comportamiento de los protagonistas cansa, llegando a provocar lo peor en una película, el tedio, y es que sus varios momentos jocosos se encuentran cual islas (brillantes) en medio de un mar un tanto demasiado plano. Me encuentro en medio de la revisión de su filmografía y por tanto lo único que me atrevo a decir es que su ópera prima “Día de fiesta” (1949) me fue más sólida. Fue su mayor éxito crítico y comercial, logró vender total de 5,071,920 de entradas en Francia, además, ganó el premio Premio Louis Delluc y una nominación al Oscar en 1956 (compartida con Henri Marquet) por mejor guion original. Jacques Tati (nombre original Jacques Tatischeff), un artista mimo y teatro de variedades, un comediante físicamente notable que puso sus dotes cómicas para su uso como forma de comentario social en un sus seis películas realizadas entre 1947 y 1971. La cinta sirve además como presentación de su icónico personaje Mr. Hulot, tipo alto y desgarbado, eterno fumador de pipa, viste pantalón algo corto de pie, siempre con un sombrerito, anda apoyando la punta de los pies, muy educado pero infinitamente torpe en sus formas, personaje que aparece en diversos filmes posteriores de Tati, entre ellos “Mi tío” (1959), “Playtime” (1967) y “Trafic” (1971). En el film se hace una reflexión sobre los comportamientos burgueses en plena bonanza de la post-guerra gala, su modus vivendi en el esparcimiento, de cómo la gente se suele comportar como una masa uniforme, ejemplo ese inicio en el andén de la estación de tren con la gente moviéndose en bloque de un lugar a otro, ahondando en la superficialidad de la clase media, en sus rutinas y costumbrismos conservadores, reacios a los cambios, y el motor de este relato es la llegada de un elemento extraño que (sin querer) provoca el caos y la anarquía. Se ha erigido una estatua de bronce del señor Hulot mirando la playa en el lugar de la filmación en Saint-Marc-sur-Mer (Bretaña-Francia) y en los platós de los Studios de Boulogne-Billancourt (Francia), con notoria precariedad de medios. El personaje del Sr. Hulot está basado en un verdadero señor Hulot, que no es otro que el abuelo del político ambientalista francés Nicolas Hulot.

El señor Hulot (Jacques Tati) al volante de un coche Amilcar 1924 llega a una pequeña población portuaria bretona, dotada de playa y servicios de alojamiento, deportes y ocio, en la que se reúne cada año una colonia de unos 30 veraneantes del país y algún extranjero. Les mueve deseo de huir de la rutina diaria, tomar el sol, bañarse en el mar y dedicarse al descanso y al ocio. Hulot se hospeda en el Hotel de la Plage, como la mayoría de los veraneantes de la localidad.

Tati en su condescendiente y dócil crítica hace burla de los comportamientos de la clase media naciente en la susodicha post-guerra, hace chanzas de la política, del capitalismo consumista, de cómo se toman el ocio y por consiguiente las vacaciones como si de otro oficio mecanizado se tratara, hace bufa sobre la tecnología moderna (uno de los mantras en su filmografía) en ocasiones nos priva de algunos placeres (coches que se averían, cámaras de fotos lentas, altavoces estropeados,...) , contra nuestras rígidas normas de conducta, contra la sumisión dogmática a unas normas preestablecidas, intenta hacer guasa de cómo nuestra sociedad no sabe disfrutar del descanso sin tomárselo como algo forzado, alaba el individualismo, el librepensamiento, la amistad, la cortesía, y más buenos sentimientos. Todo tratado con ironía y cinismo, pero a la vez con entrañable tono, sin maldad o mordacidad alguna. Todo en humor muy blanco, proveniente casi todo fruto del slapstick hijo del cione mudo del que Tati bebe tanto, siendo sus claras influencias Chaplin o Keaton, con situaciones excelsamente coreografiadas en pos de provocar sentimientos de humor en el espectador, y en muchos tramos lo consigue con creces, y es que la planificación es de un cuidado y mimo exacerbado, digno de elogio,

Tati en un film donde el diálogo es una muleta escasa y de peso nulo, sabe ponderar la importancia de los sonidos como deux machine, como las olas rompiendo en la playa o rocas, las bisagras de puertas abriendo y cerrándose, el bullicio en un salón comedor, el sonido estridente de los fuegos artificiales, las caídas, la música de jazz de una orquesta en una fiesta, todo bien encajado para hacer fluir la acción, siendo el fondo acompañante para varias tomas largas con muchos personajes.

Tati con su alter ego del Sr. Hulot es el epicentro absoluto de la trama el eje sobre el que pivota todo, tipo inoportuno, torpe, excesivamente cortés, caótico, temeroso, inseguro, con muy mala suerte, un solitario que anhela entrar en sociedad, hombre amable que su costumbrismo y buenas intenciones solo le llevan a provocar el caos, con el camarero, con el militar, con el ping-pong, con el fotógrafo, con el tenis, ayudando a llevar unas maletas, en un entierro, con la sexy Martine, con la caseta de los fuegos artificiales, con la barca, con su vintage vehículo, y más tropelías... (sigue en spoilerpor falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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28 de agosto de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jacques Tati fue ante todo un fino observador del comportamiento humano . Un hombre que parecía ver en las personas y en la situaciones detalles que , insertados en el contexto de una película , resultaban jocosas y divertidas,sin que el común de los mortales fuese capaz de intuir nada que pudiese parecer gracioso fuera de este escenario.
La concatenación de sonidos e imágenes que se suceden , crean efectos corales que luego usó Jean-Pierre Jeunet para su magnífica "Delicatessen" y que tan novedosa nos pareció a todos.
Tati nos presenta a su alter-ego Hulot como un hombre cortés y de modales esmerados , siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesitase . Lo cierto es que detrás de esta amabilidad , Tati no disimulaba una despiadada crítica contra la sociedad de su momento . Esta acidez no se plasma con la brocha gorda de los que van al grano . Tati utiliza la comparación , la observación . Tati utiliza el pincel fino para conseguir un efecto que perdura tras ver la película y que nos hace reflexionar sobre la banalidad de muchas cosas que nos parecen importantes en la vida y que no lo son.
Jacques Tati critica también el capitalismo y el deseo de posesión inherente al ser humano . Aunque todos los años nos aburramos como ostras , hemos de seguir acudiendo de vacaciones para presumir ante los vecinos.
Año tras año , viendo las mismas caras , haciendo las mismas cosas y solo para guardar la apariencia de pertenecer a esa casta que, en 1.953 , podía permitirse pasar el veraneo en la playa . Hoy en día sucede lo mismo.
El " quiero y no puedo " forma parte de la esencia de muchos.
La película fue rodada en el pueblo costero de Saint Marc y sus vecinos se convirtieron en actores ocasionales , algo que unido al iracundo carácter perfeccionista de Tati , retraso dos meses la conclusión del rodaje.
Sin duda es la mejor película de Jacques Tati
david
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