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Voto de TOM REGAN:
7
7,3
6.100
Comedia
En un balneario de la costa atlántica, los veraneantes son incapaces de apartarse de sus rutinarias costumbres urbanas. Hasta que llega monsieur Hulot al volante de su viejo cacharro y rompe la calma estival. Para gran alegría de los niños, Hulot ofrecerá a los huéspedes del hotel unas vacaciones inolvidables. (FILMAFFINITY)
20 de mayo de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
95/09(15/05/17) Afamada comedia costumbrista francesa de Jacques Tati en su segunda dirección (además guioniza y protagoniza) despierta en mí sentimientos encontrados, por un lado está su espléndido arranque en la presentación de personajes en este lugar vacacional, lo positivo de su deliciosa ambientación que supone un canto a la vida, su grácil y elegante reflejo de la post-guerra, la ternura y amabilidad que transmite, unas cuantas situaciones en modo gag de los que despiertan más que una carcajada una mueca de divertimento, pero por otro lado está que a medida que avanza el metraje aparecen muchos tiempos muertos, muchos espacios contemplativos, a los que la en principio originalidad del cuasi-cine mudo se convierte en un lastre en varios tramos, donde ni siquiera la preciosa y melódica música puede hacernos llevaderos estos prolongados espacios, donde las reiteraciones en el comportamiento de los protagonistas cansa, llegando a provocar lo peor en una película, el tedio, y es que sus varios momentos jocosos se encuentran cual islas (brillantes) en medio de un mar un tanto demasiado plano. Me encuentro en medio de la revisión de su filmografía y por tanto lo único que me atrevo a decir es que su ópera prima “Día de fiesta” (1949) me fue más sólida. Fue su mayor éxito crítico y comercial, logró vender total de 5,071,920 de entradas en Francia, además, ganó el premio Premio Louis Delluc y una nominación al Oscar en 1956 (compartida con Henri Marquet) por mejor guion original. Jacques Tati (nombre original Jacques Tatischeff), un artista mimo y teatro de variedades, un comediante físicamente notable que puso sus dotes cómicas para su uso como forma de comentario social en un sus seis películas realizadas entre 1947 y 1971. La cinta sirve además como presentación de su icónico personaje Mr. Hulot, tipo alto y desgarbado, eterno fumador de pipa, viste pantalón algo corto de pie, siempre con un sombrerito, anda apoyando la punta de los pies, muy educado pero infinitamente torpe en sus formas, personaje que aparece en diversos filmes posteriores de Tati, entre ellos “Mi tío” (1959), “Playtime” (1967) y “Trafic” (1971). En el film se hace una reflexión sobre los comportamientos burgueses en plena bonanza de la post-guerra gala, su modus vivendi en el esparcimiento, de cómo la gente se suele comportar como una masa uniforme, ejemplo ese inicio en el andén de la estación de tren con la gente moviéndose en bloque de un lugar a otro, ahondando en la superficialidad de la clase media, en sus rutinas y costumbrismos conservadores, reacios a los cambios, y el motor de este relato es la llegada de un elemento extraño que (sin querer) provoca el caos y la anarquía. Se ha erigido una estatua de bronce del señor Hulot mirando la playa en el lugar de la filmación en Saint-Marc-sur-Mer (Bretaña-Francia) y en los platós de los Studios de Boulogne-Billancourt (Francia), con notoria precariedad de medios. El personaje del Sr. Hulot está basado en un verdadero señor Hulot, que no es otro que el abuelo del político ambientalista francés Nicolas Hulot.
El señor Hulot (Jacques Tati) al volante de un coche Amilcar 1924 llega a una pequeña población portuaria bretona, dotada de playa y servicios de alojamiento, deportes y ocio, en la que se reúne cada año una colonia de unos 30 veraneantes del país y algún extranjero. Les mueve deseo de huir de la rutina diaria, tomar el sol, bañarse en el mar y dedicarse al descanso y al ocio. Hulot se hospeda en el Hotel de la Plage, como la mayoría de los veraneantes de la localidad.
Tati en su condescendiente y dócil crítica hace burla de los comportamientos de la clase media naciente en la susodicha post-guerra, hace chanzas de la política, del capitalismo consumista, de cómo se toman el ocio y por consiguiente las vacaciones como si de otro oficio mecanizado se tratara, hace bufa sobre la tecnología moderna (uno de los mantras en su filmografía) en ocasiones nos priva de algunos placeres (coches que se averían, cámaras de fotos lentas, altavoces estropeados,...) , contra nuestras rígidas normas de conducta, contra la sumisión dogmática a unas normas preestablecidas, intenta hacer guasa de cómo nuestra sociedad no sabe disfrutar del descanso sin tomárselo como algo forzado, alaba el individualismo, el librepensamiento, la amistad, la cortesía, y más buenos sentimientos. Todo tratado con ironía y cinismo, pero a la vez con entrañable tono, sin maldad o mordacidad alguna. Todo en humor muy blanco, proveniente casi todo fruto del slapstick hijo del cione mudo del que Tati bebe tanto, siendo sus claras influencias Chaplin o Keaton, con situaciones excelsamente coreografiadas en pos de provocar sentimientos de humor en el espectador, y en muchos tramos lo consigue con creces, y es que la planificación es de un cuidado y mimo exacerbado, digno de elogio,
Tati en un film donde el diálogo es una muleta escasa y de peso nulo, sabe ponderar la importancia de los sonidos como deux machine, como las olas rompiendo en la playa o rocas, las bisagras de puertas abriendo y cerrándose, el bullicio en un salón comedor, el sonido estridente de los fuegos artificiales, las caídas, la música de jazz de una orquesta en una fiesta, todo bien encajado para hacer fluir la acción, siendo el fondo acompañante para varias tomas largas con muchos personajes.
Tati con su alter ego del Sr. Hulot es el epicentro absoluto de la trama el eje sobre el que pivota todo, tipo inoportuno, torpe, excesivamente cortés, caótico, temeroso, inseguro, con muy mala suerte, un solitario que anhela entrar en sociedad, hombre amable que su costumbrismo y buenas intenciones solo le llevan a provocar el caos, con el camarero, con el militar, con el ping-pong, con el fotógrafo, con el tenis, ayudando a llevar unas maletas, en un entierro, con la sexy Martine, con la caseta de los fuegos artificiales, con la barca, con su vintage vehículo, y más tropelías... (sigue en spoilerpor falta de espacio)
El señor Hulot (Jacques Tati) al volante de un coche Amilcar 1924 llega a una pequeña población portuaria bretona, dotada de playa y servicios de alojamiento, deportes y ocio, en la que se reúne cada año una colonia de unos 30 veraneantes del país y algún extranjero. Les mueve deseo de huir de la rutina diaria, tomar el sol, bañarse en el mar y dedicarse al descanso y al ocio. Hulot se hospeda en el Hotel de la Plage, como la mayoría de los veraneantes de la localidad.
Tati en su condescendiente y dócil crítica hace burla de los comportamientos de la clase media naciente en la susodicha post-guerra, hace chanzas de la política, del capitalismo consumista, de cómo se toman el ocio y por consiguiente las vacaciones como si de otro oficio mecanizado se tratara, hace bufa sobre la tecnología moderna (uno de los mantras en su filmografía) en ocasiones nos priva de algunos placeres (coches que se averían, cámaras de fotos lentas, altavoces estropeados,...) , contra nuestras rígidas normas de conducta, contra la sumisión dogmática a unas normas preestablecidas, intenta hacer guasa de cómo nuestra sociedad no sabe disfrutar del descanso sin tomárselo como algo forzado, alaba el individualismo, el librepensamiento, la amistad, la cortesía, y más buenos sentimientos. Todo tratado con ironía y cinismo, pero a la vez con entrañable tono, sin maldad o mordacidad alguna. Todo en humor muy blanco, proveniente casi todo fruto del slapstick hijo del cione mudo del que Tati bebe tanto, siendo sus claras influencias Chaplin o Keaton, con situaciones excelsamente coreografiadas en pos de provocar sentimientos de humor en el espectador, y en muchos tramos lo consigue con creces, y es que la planificación es de un cuidado y mimo exacerbado, digno de elogio,
Tati en un film donde el diálogo es una muleta escasa y de peso nulo, sabe ponderar la importancia de los sonidos como deux machine, como las olas rompiendo en la playa o rocas, las bisagras de puertas abriendo y cerrándose, el bullicio en un salón comedor, el sonido estridente de los fuegos artificiales, las caídas, la música de jazz de una orquesta en una fiesta, todo bien encajado para hacer fluir la acción, siendo el fondo acompañante para varias tomas largas con muchos personajes.
Tati con su alter ego del Sr. Hulot es el epicentro absoluto de la trama el eje sobre el que pivota todo, tipo inoportuno, torpe, excesivamente cortés, caótico, temeroso, inseguro, con muy mala suerte, un solitario que anhela entrar en sociedad, hombre amable que su costumbrismo y buenas intenciones solo le llevan a provocar el caos, con el camarero, con el militar, con el ping-pong, con el fotógrafo, con el tenis, ayudando a llevar unas maletas, en un entierro, con la sexy Martine, con la caseta de los fuegos artificiales, con la barca, con su vintage vehículo, y más tropelías... (sigue en spoilerpor falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
... Resto de personajes no pasan de meros clichés andantes: La linda rubia Martine (Nathalie Pascaud), con ese peinado a lo Princesa Leia, muy jovial y alegre, a la que le salen múltiples pretendientes; El quisquilloso camarero; La pareja de ancianos metomentodo; La turista inglesa que no sabe francés; O el General retirado con cierta tirria al caos derivado de la personalidad de Hulot, y alguno más.
La puesta en escena rebosa sofisticación y muy cuidado buen gusto, uno de sus aciertos, con una excelente dirección artística de Roger Briacourt y Henri Schmitt (“Mi tío”), rodando en escenarios naturales de la localidad de Saint-Marc-sur-Mer (Bretaña-Francia) se encuentran en el borde del puerto industrial de Saint-Nazaire, en el departamento de Loira Atlántico, Tati se había enamorado de esta costa durante su estancia en las cercanías de Port Charlotte con sus amigos, M. y Mme Lemoine, antes de la guerra y quiso volver algún día a hacer una película allí. Asimismo los interiores son en platós de Studios de Boulogne-Billancourt (Francia). Toda esta atmósfera bucólica filtrada por la fotografía en glorioso b/n de Jacques Mercanton (“Díua de fiesta”) y Jean Mousselle (“Día de fiesta”), filmando planos generales donde masas de gente realizan vibrantes coreografías, con magníficos plano-secuencia, con tomas largas, sabiendo dejar la expresividad a los gags en planos medios y alejados, con pocos primeros planos. La omnipresente música es obra del polaco Alain Romans (“Mitío”), adornando la distendida trama con melodías de resonancias jazzísticas, alegres y festivas, llenas de encanto y placidez auditiva, siendo prominentes los instrumentos de viento como saxo y clarinete, además de alguna percusión, siendo la mayor parte de los temas variaciones del tema Quel temps fait-il à Paris.
Momentos recordables (aparte de los ya mencionados): Hulot pintando su kayak, el oleaje del mar lleva la lata de pintura de un lado a otro de la barca, en un ballet de sincronía perfectamente coreografiado; Hulot navegando con el kayak, de pronto al estar roto se pliega por la mitad, dejando a Hulot atrapado en su interior, este intenta salir provocando que en el exterior parezcan unas fauces marinas, provocando el pánico en la playa, pues parece una bestia marina. Esto en realidad fue un añadido de Tati tras ver décadas después “Tiburón” (1975), en realidad el gag original acababa con la piragua plegada en modo vertical; Hulot entra en el hotel y se esconde detrás de un perchero para no ser visto por el camarero, éste advierte las huellas de las pisadas en el suelo y las sigue hasta el perchero, este busca entre los abrigos y oímos en off unos pasos que se alejan, el camarero se gira y sólo ve más huellas que parten del perchero y desaparecen escaleras arriba. Manejo magistral del fuera de campo; Hulot choca con su automóvil frente a un cementerio; cuando se dispone a cambiar la rueda, se le cae la cámara del neumático y quedan pegadas por la humedad hojas alrededor, al recogerla, uno de los enterradores cree es una corona funeraria, la toma de la manos del pobre Hulot, dándole las gracias, y la coloca junto al ataúd de un entierro que se está celebrando en ese momento. Delirante; otro uso exquisito del fuera de campo es cuando una muchacha aguanta estoica la charla de un pelmazo sobre política, entonces se oye la bocina del coche de Hulot, a la chica se le escapa una sonrisa mientras mira hacia el auto (que no veremos); Cuando tras hacer estallar la caseta de fuegos artificiales intenta apagar el estropicio llenando una regadera de un riego por aspersión.
En conclusión, me queda una comedia con muchas mejores críticas que sensaciones finales, pues sus varios tiempos planos la alisan demasiado como para elevarla a obra maestra, aún así sus buenos momentos la hacen recomendable. Fuerza y honor!!!
La puesta en escena rebosa sofisticación y muy cuidado buen gusto, uno de sus aciertos, con una excelente dirección artística de Roger Briacourt y Henri Schmitt (“Mi tío”), rodando en escenarios naturales de la localidad de Saint-Marc-sur-Mer (Bretaña-Francia) se encuentran en el borde del puerto industrial de Saint-Nazaire, en el departamento de Loira Atlántico, Tati se había enamorado de esta costa durante su estancia en las cercanías de Port Charlotte con sus amigos, M. y Mme Lemoine, antes de la guerra y quiso volver algún día a hacer una película allí. Asimismo los interiores son en platós de Studios de Boulogne-Billancourt (Francia). Toda esta atmósfera bucólica filtrada por la fotografía en glorioso b/n de Jacques Mercanton (“Díua de fiesta”) y Jean Mousselle (“Día de fiesta”), filmando planos generales donde masas de gente realizan vibrantes coreografías, con magníficos plano-secuencia, con tomas largas, sabiendo dejar la expresividad a los gags en planos medios y alejados, con pocos primeros planos. La omnipresente música es obra del polaco Alain Romans (“Mitío”), adornando la distendida trama con melodías de resonancias jazzísticas, alegres y festivas, llenas de encanto y placidez auditiva, siendo prominentes los instrumentos de viento como saxo y clarinete, además de alguna percusión, siendo la mayor parte de los temas variaciones del tema Quel temps fait-il à Paris.
Momentos recordables (aparte de los ya mencionados): Hulot pintando su kayak, el oleaje del mar lleva la lata de pintura de un lado a otro de la barca, en un ballet de sincronía perfectamente coreografiado; Hulot navegando con el kayak, de pronto al estar roto se pliega por la mitad, dejando a Hulot atrapado en su interior, este intenta salir provocando que en el exterior parezcan unas fauces marinas, provocando el pánico en la playa, pues parece una bestia marina. Esto en realidad fue un añadido de Tati tras ver décadas después “Tiburón” (1975), en realidad el gag original acababa con la piragua plegada en modo vertical; Hulot entra en el hotel y se esconde detrás de un perchero para no ser visto por el camarero, éste advierte las huellas de las pisadas en el suelo y las sigue hasta el perchero, este busca entre los abrigos y oímos en off unos pasos que se alejan, el camarero se gira y sólo ve más huellas que parten del perchero y desaparecen escaleras arriba. Manejo magistral del fuera de campo; Hulot choca con su automóvil frente a un cementerio; cuando se dispone a cambiar la rueda, se le cae la cámara del neumático y quedan pegadas por la humedad hojas alrededor, al recogerla, uno de los enterradores cree es una corona funeraria, la toma de la manos del pobre Hulot, dándole las gracias, y la coloca junto al ataúd de un entierro que se está celebrando en ese momento. Delirante; otro uso exquisito del fuera de campo es cuando una muchacha aguanta estoica la charla de un pelmazo sobre política, entonces se oye la bocina del coche de Hulot, a la chica se le escapa una sonrisa mientras mira hacia el auto (que no veremos); Cuando tras hacer estallar la caseta de fuegos artificiales intenta apagar el estropicio llenando una regadera de un riego por aspersión.
En conclusión, me queda una comedia con muchas mejores críticas que sensaciones finales, pues sus varios tiempos planos la alisan demasiado como para elevarla a obra maestra, aún así sus buenos momentos la hacen recomendable. Fuerza y honor!!!