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Las vacaciones del señor Hulot

Comedia En un balneario de la costa atlántica, los veraneantes son incapaces de apartarse de sus rutinarias costumbres urbanas. Hasta que llega monsieur Hulot al volante de su viejo cacharro y rompe la calma estival. Para gran alegría de los niños, Hulot ofrecerá a los huéspedes del hotel unas vacaciones inolvidables. (FILMAFFINITY)
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
13 de diciembre de 2008
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más Jacques Tati , uno de los más grandes cómicos, directores, actores y mimo que ha dado la historía del cine, nos traslada a un recoleto pueblecito costero en donde se encuentran las más disimiles figuras que la imaginación pueda evocar...la turista inglesa, correcta y robusta, la hermosa veraneante, el matrimonio con el marido harto y la esposa que no para de hablar, el hombre de negocios siempre ocupado, los camareros, el heladero...
Los gags se suceden acompañados por una música maravillosa que va enlazando secuencias y planos con magistral armonía.
Una imagen vale más que mil palabras...y se hace realidad en manos del genial francés.
Todo lo que se diga queda pálido ante la magnitud de esta obra maestra de Tati que , junto a Mi Tío , alcanza la cúspide de su breve pero excelente filmografía!!
mickey 2009
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14 de octubre de 2012
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si el cine de Tati es como esta película, paso de verlo, por muy buenas críticas que tenga. A mí este Monsieur Hulot me parece una mezcla entre Mr. Bean y Pepe Viyuela. Probablemente este último y Rowan Atkinson se fijaron en el modelo de Tati para dar vida a sus personajes, pero no me convence. Mucho homenaje al cine mudo, con algunas escenas graciosas, pero que a la postre no son más que una sucesión de gags sin argumento alguno.
No la suspendo porque tampoco es una película que moleste, pero ya digo que me defraudó.
Luis Miguel
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8 de agosto de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno se ha criado en Madrid, o por mejor decir, en la provincia de Madrid, uno de los pequeños placeres del verano eran las reposiciones de grandes películas que, por cuestiones de mera biografía (fecha de nacimiento) no pudieron ser disfrutadas en su momento. En cines de reestreno de la capital de España he visto, por ejemplo, Nocecento, de Bernardo Bertolucci, 2001, una odisea del espacio, de Stanley Kubrick, La naranja mecánica, también de Kubrick. Bueno, es que Novecento sólo he visto en el cine, porque las películas de Kubrick recién mencionadas también han sido pasadas por televisión. Particularmente intenso me parecieron los reestrenos con motivo de la muerte de Luis Buñuel que se realizaron en el verano de 1983, entre las que recuerdo especialmente Tristana y La Vía Láctea.

Pues bien, en esa línea de recuperación de los grandes clásicos del cine se sitúa el cine Albéniz de Málaga, que todos los jueves desde hace varios años proyecta una gran película del pasado, que sostiene desde el año 2013 el ciclo La edad de oro del cine, que este año en el espacio Cine Abierto ha proyectado de manera gratuita la trilogía de los colores de Kieslowski, además de Una chica cortada en dos o Borrachera de poder, de Claude Chabrol, de manera totalmente gratuita para el espectador, además de haber incluido en su programación regular El mundo sigue (1963), de Fernando Fernan Gómez y Las vacaciones del señor Hulot (1953), de Jacques Tati, que es la película que permite esta reseña, que además se ha proyectado precedida del delicioso corto La escuela del carteros (1947), de marcado carácter chapliniano. Todo un goce estético.

Las vacaciones del señor Hulot constituyó el segundo filme de Tati, que durante décadas siguió perfilando el personaje con adición de nuevas escenas. De hecho, la versión que se ha remasterizado para el espectador actual corresponde a la de 1798, es decir, cuatro años antes de la muerte del director francés. Se trata de una película que se inscribe libremente entre dos grandes coordenadas: el hombrecillo diseñado por Charles Chaplin y el, así llamado toque Lubitsch, muy perceptible durante todo el largometraje, pero del que podemos dejar constancia en dos detalles iniciales: el señor Hulot llega a la recepción del hotel donde quiere pasar las vacaciones de verano en el prototurismo de sol y playa todavía vigente en los años cincuenta, y le cuesta trabajo pronunciar su nombre porque en la boca lleva la pipa y no puede deshacerse de ella porque carga una maleta en cada mano. La pipa está a medio hacer, el recepcionista la recoge de Hulot, éste dice su nombre, el recepcionista arregla el tabaco adecuadamente, y luego devuelve la pipa a la boca de su legítimo propietario. El segundo detalle es que dos personas se reencuentran con alegría en el exterior del hotel, pero han de detener su abrazo porque en ese momento cae agua de un canalón. El toque Lubitsch consiste en que un camión riega las calles, dos amantes de besan y el camión hace un paréntesis en la expulsión de agua cuando llega a la altura de los enamorados. Y el toque Lubitsch está en el enfoque de las relaciones humanas en la película de Tati.

Sabido es que después de la Segunda Guerra Mundial, el mundo del cine intentó ayudar a superar el trauma mediante dos opciones básicas: el erotismo, y ahí está toda la saga de mujeres fatales, y el humor, y ahí está Charles Chaplin, o el arriba mencionado director de origen alemán, continuado por Billly Wilder, el dios de Fernando Trueba.

Pues bien, Tati extiende su mirada sobre la obra de Chaplin y Lubitsch, pero no se limita a ello, pues incorpora un elemento propio: el esperpento colectivo, que anticipa lo mejor del cine de Fellini, valga la redundancia, y que halla eco en Luis García Berlanga, quien en 1954 también investigó en Novio a la vista sobre las posibilidades de la playa como espacio para la broma colectiva. Esperpento colectivo, como digo, pero sin la acidez que caracteriza a Valle Inclán, a qien le dolía España, pero le dolía a su manera, aunque quizá no sea éste el momento de detenernos en esas consideraciones, donde lo que nos interesa es la película de Tati, quien al igual que Berlanga, observa el mundo absurdo de sus personajes con inequívoca ternura, que llega al humor negro en el hilarante pasaje de un entierro.

Y entre todos esos personajes, indudablemente destaca el señor Hulot, cuya entrañable torpeza encadena las sucesivas escenas de que se compone el filme, que en realidad no consiste en una película vertebrada sobre un argumento, sino en una sucesión de situaciones encantadoramente ilógicas, entre las que incluso se sugiere un conato de romance entre Hulot y una bella joven, a la que todos persiguen, pero que sólo se siente atraída por Hulot, en un reflejo atenuado de lo que ya conocemos dentro de El sueño de una noche de verano. Un verano en la mente de Shakespeare. Un verano en la creatividad de Tati.

Ahora bien, ¿qué aporta el señor Hulot a la sociedad de veraneantes a la que se incorpora? Pues a mi modo de ver, naturalidad y dinamismo dentro de un conjunto humano que se nos muestra irracional, pero vegetativo. Cada una de las diferentes iniciativas de Hulot, que prácticamente sólo dice su nombre en toda la película, significan un aldabonazo de vida dentro de una sociedad que si bien se muestra sin dramatismo, tampoco se nos ofrece como particularmente emprendedora. Más bien todo lo contrario: acomodaticia y pasiva.

Por último, otro elemento que quiero destacar es la enorme carga cinematográfica de este filme que no es cine mudo, propiamente, pero que los diálogos ceden el protagonismo a las enormes expresividad y plasticidad de las escenas.
Fco Javier Rodríguez Barranco
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30 de mayo de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia de situaciones que sigue la fórmula slapstick del cine mudo en la que su director y actor Jacques Tati crea un personaje icónico deudor del vagabundo de Charles Chaplin, creando situaciones cómicas a partir de los estropicios peculiares del personaje Monsieur Hulot. Igual que el cine de Chaplin y sus sucedáneos como Buster Keaton, Tati apuesta por un humor basado en la caracterización y personalidad del personaje principal, apoyado en gags visuales potenciados por efectos de sonido puramente efectistas para subrayar los golpes de humor.

“Las vacaciones de Monsieur Hulot” es divertida, muestra del gran talento y creatividad de su director y encomiable en su éxito por revitalizar un género en su día caído en gracia como es el slapstick, mudo en su esencia a pesar de ser cine sonoro, y que además influenciaría posteriormente a otro personaje más popular hoy en día como es el inglés Mr. Bean protagonizado por Rowan Atkinson.

Lee la crítica completa en: http://reelsofcinema.com/las-vacaciones-de-monsieur-hulot/
xoubara
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12 de septiembre de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las peripecias del Sr. Hulot en sus vacaciones atlánticas se siguen con simpatía y una sonrisa en los labios. Sin embargo, queda por debajo de las expectativas que uno podía tener con antelación a su visionado. Personalmente, prefiero sin duda el humor gamberro de los Hermanos Marx, que creo ha envejecido mucho mejor que las sutilezas del Sr. Hulot.
Urkiux
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