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El desprecio

Drama Paul Javal (Michel Piccoli), un dramaturgo francés, acepta reescribir algunas escenas para "La Odisea", una película que se va a rodar en Capri bajo la dirección del renombrado director alemán Fritz Lang (Fritz Lang). En un primer encuentro con el productor norteamericano, el arrogante Prokosch (Jack Palance), el escritor deja que su mujer, la bella Camille (Brigitte Bardot), se vaya en el coche con el productor a la finca de éste. Este ... [+]
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Críticas 60
Críticas ordenadas por utilidad
10 de febrero de 2010
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre y una mujer son felices hasta que el hombre cree que la felicidad de su mujer depende de cosas distintas a las que le estuvo brindando. Así es como en al inicio de la película comienza a gestarse el desencuentro de la pareja que a medida que la cinta avanza así también crece el distanciamiento de ella.
Basado en una novela italiana magnífica (recomiendo leerla después de verla), Godard se luce y también los actores. Brigitte Bardot está más hermosa que nunca y creo que es en la película que mejor se captura sus dotes de actriz y no sólo de mujer bonita.
Y además de eso, de la correcta adaptación del guión, de la fotografía, de la sensibilidad y de Bardot, tengo que decirlo: tiene la mejor banda sonora en la historia del cine francés. Una melodía increíblemente molesta que jamás vas a poder sacarte de la cabeza, así como tampoco el sentimiento del desprecio.
effy
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28 de mayo de 2012
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de las referencias al Viaggio in Italia de Rossellini (muy presentes en una película que narra el deslizamiento hacia el tedio de una pareja), Italia le sirve a Godard para atemperar en parte su furor dialéctico: así, El desprecio resulta en primera instancia su película más sensual, como un viaje al país de la belleza (el mar, la vegetación, los coches deportivos, la arquitectura, el cuerpo femenino, los colores primarios). Pero esta sensualidad es, cómo no, parte de una dialéctica: a la belleza, como sombra del mundo de los dioses que se han ido (según la cita de Hölderlin que pronuncia el personaje lúcido de Fritz Lang), se opone la mediocridad y tibieza de los hombres inútiles de Moravia.

Esta oposición toma cuerpo en la propia entraña de la película, que mezcla las citas de altos vuelos con ocurrencias fáciles; a veces, el vacío de los personajes convierte algunas partes en ejercicios estéticos, como a menudo ocurre en Antonioni: en este sentido, la larga escena central en el apartamento romano con Bardot y Piccoli es un tour de force que no termina de levantar el vuelo, a diferencia de la escena equivalente de Al final de la escapada.

Curiosamente, para ser un cinéfilo, Godard nunca resulta sentimental: asimiló perfectamente la lección de Brecht y Rossellini, y es capaz de separar perfectamente belleza, drama y sentimiento.

A propósito de la belleza y el cuerpo: Brigitte Bardot posando como la amante de Luis XV a la que pintó Boucher me recuerda estos versos de Wallace Stevens, que no me resisto a citar para terminar:

La belleza es fugaz en el espíritu:
el perfil impreciso de una puerta;
pero en la carne es inmortal.
El cuerpo muere; la belleza del cuerpo permanece.
Así mueren las tardes en su verde partida,
una ola que fluye interminablemente (...)
el pastor de la polvorosa
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15 de agosto de 2010
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de un lírismo e intimismo constante. Un tipo de intimismo eso sí, valga la paradoja, distante, sin llegar a ser frío. Creo que ello es debido a que tanto la trama como los personajes no dejan de ser meros peones dentro del juego de simbolismos y paralelismos establecidos con la odisea de Homero, que a su vez es tratada también como una metáfora mucho mayor de la existencia humana.

La película, sin cuya banda sonora no se entendería, trascurre en ese citado estado de intimismo distante entre los dos personajes protagonistas de una localización a otra, a cada cual más bella, en la que Godard muestra su gusto y fascinación por la arquitectura y el resto de disciplinas plásticas afines a ésta, convirtiéndo a los emplazamientos y decorados tanto en narradores silenciosos de los acontecimientos, como en otros distantes observadores más de la trama que envuelve su presencia mitad inerte mitad viva.

El reparto de la película es inmejorable pero pienso que se ve devorado en todo momento por la grandeza tanto de los emplazamientos como de los acontecimientos y sentimientos que se desatan a lo largo del film.

Mención especial a la actuación del enorme Fritz Lang. Diálogos de una trascendencia y profundidad inusitada. Imprescindible.
rudiger
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28 de marzo de 2012
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acudí al Desprecio buscando el prodigio de las curvas de la Bardot y acabé encontrando una isla, qué isla no importa. Ítaca, la ínsula donde regresa Ulises. Capri.
Simbolismo. Corriente poética llevada al cine. Film cargado de símbolos, que separados dicen cosas, y que juntos en esta narración, sí narración, dicen otras.
Diccionario simbólico del desprecio.
La Odisea. Película perpetrada por Fritz Lang en la ficción. Los dioses frente al hombre. Los dioses sobre el hombre. Hasta que surge la dialéctica que se enfrenta a esta verdad. Los dioses no crearon al hombre, fue el hombre quien creó a los dioses. Necesidad de explicar el mundo.
El desprecio. Camille desprecia a Paul porque renuncia a sus principios sobre el cine, porque deja que su objeto de deseo se vaya con un pretendiente innoble.
Alfa Romeo rojo. Camille se deja llevar por el objeto y acaba en él. ¿Somos nosotros quienes poseemos los objetos o son los objetos quienes nos poseen?
El apartamento. Camille y Paul se mueven de estancia en estancia, cerca pero lejos, Paul pregunta, Camille no sabe responder. Godard rebosa de tristeza y lirismo, de belleza.
Cine. Ruinas, los estudios de Cinecittá simbolizan el final del séptimo arte.
Penélope. Camille. El viaje de Ulises es aprovechado por Prokosch para acercarse a Penélope. Quizá ella no amaba a Ulises. Quizá lo ame y necesite que venga a rescatarla.
Godard. Este tipo que decía que sólo necesitaba una chica y una pistola para hacer una película, ha hilvanado una historia que mezcla el mundo clásico con el mundo moderno a través de los símbolos, y el resultado es una obra fantástica.
Creador-artista-artesano frente a mecenas-productor. "Cuando oigo la palabra cultura cojo el talonario" dice Prokosch.
El desprecio es una isla a la que regresar cuando las batallas libradas nos han desgastado la carne y el alma, no hay vestigios de sociedad en toda la película, sólo estos personajes perdidos, icónicos, simbólicos, trágicos, sólo ellos y las piedras, las estatuas a las cuales contemplamos ¿o son ellas quienes nos contemplan? Quietud y movimiento, Godard, God Art, God.
los pájaros de Bangkok
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3 de mayo de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es Le mépris la obra ideal para los amantes de lo fácil y reconocible, estamos ante una película que crece con el tiempo y los visionados, que fluye con tristeza en el interior del espectador hasta destapar lo mejor que contiene y mostrar su inagotable resentimiento y su tremenda melancolía.

Godard desnuda a Brigitte Bardot y nos enseña los tersos muros que rodean a su personaje en esa tediosa y violenta relación con el inseguro, vencido y frustrado dramaturgo que encarna Michel Piccoli. El desprecio muestra de forma hipnótica y deliberadamente apasionada el final de un matrimonio gobernado por el hastío, por los celos, por una acomodada visión del oficio de artista que arrastra inevitablemente al aburrimiento que habita en las altas esferas de la cultura hecha añicos por un talón generoso.

La envolvente música y el inmenso encanto de su moderna puesta en escena no ha de desviar nuestra mirada de la verdadera historia que Godard nos quiere contar: La eterna lucha interior con la que ha de enfrentarse el artista que decide vender la belleza al mejor postor, la rabia del que no sabe conservar su independencia creadora y es derrotado por las dudas y las facturas.

El film oscila entre lo pretendidamente trascendente, el supefluo vacío del cine de autor más exigente y la sublime revelación de los sentimientos más universales y la tragedia más oscura y redentora. Hay luz en el desprecio, hay sombras en los besos escondidos, hay camino tras la ruptura, hasta que todo acabe y la cámara deje de rodar seguiremos creyendo que la vida puede parecerse, en el mejor de los casos, al buen cine.
vogler
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