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Milagro en Milán

Comedia. Drama. Fantástico Totó es un bondadoso huérfano que vive, igual que otros muchos desharrapados, en un mísero barrio de chabolas en las afueras de Milán. Cuando en los terrenos donde viven se descubre petróleo, Totó, tan ingenuo como bienintencionado, decide enfrentarse al poderoso señor Mobbi, el dueño del suelo. Aunque contiene elementos fantásticos, constituye con "Ladrón de bicicletas" y "Umberto D." la gran trilogía neorrealista de De Sica. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 46
Críticas ordenadas por utilidad
5 de mayo de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fábula amable, entrañable, bondadosa y buenista (como casi todos los cuentos) que ironiza acerca de las debilidades, miserias y contradicciones que en ocasiones caracterizan la condición humana.

Constata que los pobres no son mejores personas solo por el mero hecho de serlo, pero la mirada que arroja sobre el colectivo es cariñosa y compasiva, en ningún caso despectiva ni denigrante. Se asemeja más al discreto retoque con el que un profesor corrige a un alumno todavía cándido (como dando por sentado que se va a equivocar y que no lo va a saber todo, siendo esa realidad objeto de su simpatía) más que a un tratado destructivo sobre una clase social.

Apunta a que a veces es lo más sabio conformarse con lo que uno es*/tiene, ya que la abundancia sin una mentalidad correcta no trae la felicidad, sino que insta a desear ciegamente tener más que el otro, que en ese sentido la ambición pasa a funcionar como una patología adictiva y destruye la capacidad de disfrutar de la vida. ("Pues yo quiero mil millones de millones de millones de millones...")

Y que el amor es mucho más importante que la riqueza, se puede tener mucho pero no ser querido por nadie, solo a causa del dinero que se posee. A Toto no le interesaba el materialismo. Le enamoraba aquella chica tan inocente y discreta, prototipo de mujer completamente opuesto a la estatua que por el deseo de uno de los harapientos se convirtió en una especie de sinuosa dama de compañía, sexualizada y presa fácil.

Al principio me costaba un poco cogerle el punto, no hacía pie, pues no se parecía a casi nada de lo que había presenciado, siempre me he centrado en las historias con un enfoque literal, realista, racional. Pero de vez en cuando se agradece encontrarse con algo así, despierta al niño que hay en nosotros.

Sigue un poco la estela de 'al mal tiempo, buena cara', la fantasía es escapar de una realidad donde los buenos días no lo son. Tampoco va de lamerse las heridas, la farándula más bien trata de sorprender al espectador representando situaciones improbables pero con ingenio.

La parte final, con la paloma blanca mágica, esa ave sagrada, es la que más me ha gustado, pero no entendí porque los ángeles la cambiaban de lugar cuando les venía en gana. Bueno, supongo que es un cuento y claro, puede pasar cualquier cosa, todo vale. Pero no es una completa idiotez, es un poco absurda pero se entreven algunas enseñanzas, algunas moralejas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El Extranjero
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3 de mayo de 2006
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este film cuenta con unos efectos especiales propios de la época, no es una historia como cualquier otra, pues, aunque cuanta con ciertas cosas que se escapan del cine neorrealista considero que Vittorio de Sica no solo hizo algo que rompió con los esquemas que eran por ejemplo “ladrón de bicicleta” –film realmente conmovedor e impecable de Sica- sino que muestra cierto optimismo y candidez que existe aun en las personas, consideró que para la época (50’s)- los acontecimientos que se vivían- este film es un cambio y optimismo. Además que la iluminación es precisa en las escenas nos saca de cierta realidad, además que es precisa para como se vive en aquellas calles en esas condiciones no solo precarias sino que viven de un forma que es difícil de pensar, por ejemplo sus casa serán hechas con desechos, cosas imposible, pero el optimismo o como afrontan las personas este hecho es sorprendente pues parecen muchas veces no darse cuenta de ello pero esto gracias a nuestro personaje principal ToTó quien guia el film de una manera optimista que el mismo espectador no se podrá dar cuenta muchas veces de lo que ve y es más deseará ciertas cosas, materiales también, que ellos poseen. Considero que para seguidor del cine y más aún de Sica es imposible no ver este film que muestra a otro Sica, a uno más soñador.
mariluz
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25 de febrero de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos palos debieron darle al protagonista en el orfelinato, que sale de ahí con una sonrisa de oreja a oreja dándole los buenos días a todo con el que se cruza. No hay otra manera de tomarse esta película que no sea como un cuento, aunque no para niños, es un cuento realizado para adultos que necesitaban algo así. El incesante drama diario de la población merecía un contrapunto así porque con tanto desasosiego, en un país que aún vivía en ruinas después de la guerra, el ser humano no puede seguir adelante. Para respirar hay que tomar aire, y lamentándolo mucho, el neorrealismo de verdad lo impedía.

"Milagro en Milán" no es neorrealismo, rotundamente no. No digo por eso que sea mejor o peor, ciertamente a mí no me parece una gran película, pero lo que es seguro es que esto no es neorrealismo. De Sica quería respirar, merecía una pausa, como todos los italianos, y este cuento acerca de unos cuantos desheredados encaja perfectamente como método para destensar. Tras tanta bicicleta robada, tanto jubilado asolado, tanta pobreza y tanta hambre, merecían algo así. El chaval no deja de sonreír en ningún momento y aunque nos parezca imposible, tal vez por eso es un cuento, los pobres no tienen maldad. Es así, tal cual un cuento para niños, la policía es inepta y los ricos son los malos. Ternura y azúcar para dar y regalar.
Luisito
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27 de agosto de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué bien me come. Oil! El reino.
Tiene probablemente la mejor escena/secuencia de la historia del cine* y la mejor reflexión o imagen sobre el entretenimiento masivo, el cine, otra vez, mismo, la política, la religión, todas las ideologías, la medicina, la ciencia, la filosofía, la literatura, olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía**, y una primera parte contratante absolutamente maravillosa, perfecta, una segunda un poco menos.
Ciudad de Dios, La vida es bella, Bienvenido, Míster Marshall o Los jueves, milagro, Sopa de ganso y Grease, por supuesto. Amanece que no es poco.
Absurdo, inteligencia, humor, imaginación, ingenio, grandeza, poesía, simpleza.
Y Totó que es el perfecto imbécil, casi como de Dostoievski el bueno. Y un Espartaco chabolero que crea una comuna feliz que se rebela contra el ominoso poder establecido a través de la bondad como gigantesca broma, esa blanca paloma, el espíritu santo era en verdad un cojo palomo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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3 de diciembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he tenido "Milagro en Milán" (Miracolo a Milano, 1951) entre mis películas favoritas, a pesar de sus evidentes limitaciones y de su mensaje quizá excesivamente subrayado. Es posible que sea por la inocencia y esperanza que transmite, por el tono simpático y cómico de sus personajes, por esa mirada humanista que dirige hacia un mundo miserable pero en el que resplandecen algunas almas puras, como esa paloma capaz de obrar milagros. Es Vittorio de Sica el responsable de este milagro cinematográfico y Cesare Zavattini el autor del guión. Ambos consiguen transformar la pobreza más vergonzante en grandeza de espíritu, dar esperanza a los sin techo y satisfacer, aunque sea de manera ilusoria, sus deseos de conseguir un vestido lujoso o un millón, de superar la tartamudez o la baja estatura, de ser general de policía o atrapar a una bailarina que deja de ser de piedra. Con Totó, auténtico protagonista de este cuento mágico, cada cual alcanza sus máximas aspiraciones y todos colman sus deseos de felicidad... aunque en algunos casos no dejen de ser deseos un tanto pobres.

Vemos a una abuela que encuentra a un bebé entre los repollos de su huerta, y que desde entonces pasa a ser madre de adopción para dar todo su amor. El tiempo pasa, la mujer se muere, y el niño Totó se convierte en un joven de buen corazón dispuesto a hacer creer a un desesperado suicida que la vida es bella, a un jorobado o a quien padece parálisis facial que lo suyo no es tan especial porque que todos tenemos una nariz o cinco dedos en la mano, a un viejo al que unos globos y su poco peso le hacen volar por los aires que eso se soluciona con un poco de pan, o a una joven criada que está apunto de ser castigada por un descuido... que a él le gusta que le tiren el agua encima. Son gestos de magnanimidad y disposiciones de ayuda a todos que culminarán con la paloma de los milagros. Para esos pobres con más picaresca que inteligencia que se ven acuciados por los poderosos (la referencia a Mussolini y a los especuladores de posguerra es clara), la figura de Totó se convierte en una especie de hada madrina o en un santo, y a él acudirán con la esperanza de remediar sus males.

Cada cual pide lo que no tiene y en lo que pone su felicidad, que se concreta en algo material, en una mejora de salud, en una satisfacción personal (en forma de orgullo o de pasión, como se ve con el policía o el amante de la bailarina), o en un afecto que por momentos se identifica con unos zapatos, con la luna o con el sol (poético es ese momento del amanecer, que nos recuerda al mejor Chaplin)... pero donde lo que realmente se quiere es un beso largamente esperado (hay que ver como se ilumina el rostro de Edvige). Asistimos a todo el horizonte de materialismo y a toda la espiritualidad para una triste realidad en que algunos tratan de cercenar las alas a los individuos de a pie. Menos mal que en este mundo las escobas aún permiten volar, y que quien cree y ama siempre encuentra una salida para creer en el día de mañana. Eso es lo que dice la canción que no deja de sonar durante toda la película -¡que no pare la música del organillo!, ni siquiera durante la carga sobre la barricada-, pues les "basta una cabaña para vivir y dormir, un poco de tierra para vivir y morir, y solo pedimos un par de zapatos, unos calcetines y un poco de pan".

Ese podría ser el lema de tantos desahuciados y de tantos indignados que brotan en tiempos de penuria. Y esa podría ser la respuesta de Totó a quienes propugnan el enfrentamiento como camino para vencer en la lucha: la verdadera revolución social no pasa por la violencia sino por la conversión de los corazones, y tampoco depende de la satisfacción de todas las apetencias y necesidades, porque ahí tenemos a ese triste soplón que se contenta con un abrigo de piel o con un sombrero... para seguir tan pobre como antes y en soledad, o a ese pobre sensual que busca saciarse con la bailarina y pierde la libertad. La dignidad exige un poco de tierra y de pan, pero después necesita de alguien que a uno le quiera y a quien querer, ya sea una madre que nos cuida desde el cielo o una mujer (o un hombre) dispuesta a vivir cada amanecer como si entonces recibiera el sol como regalo.

"Milagro en Milán" es, además, la otra cara del neorrealismo italiano, el rostro amable pero mordaz que permite hablar de un tiempo de escasez. Estamos, en el fondo, ante un cuento (comienza con "érase una vez" y termina con la sentencia "un reino donde "buenos días" quiera decir de verdad "buenos días"") o ante una parábola moral que desde la tierra trata de volar a las alturas, con la magia de la imaginación o con la fe de la esperanza. Y es que Vittorio de Sica y Cesare Zavattini sabían cómo hacer llegar al espectador un cine comprometido y social, y también cómo conmover con una historia que hablase al hombre desde sus más profundas inquietudes y anhelos, haciéndole soñar con los ojos abiertos.
La mirada de Ulises
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