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Críticas de La mirada de Ulises
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Críticas 114
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
20 de julio de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La brasileña Anna Muylaert nos deja una película extraordinaria, con buen guión y un acertado dibujo de personajes. "Una segunda madre" es la radiografía de una sociedad de clases que podría parecer pretérita y no lo es, y también el retrato de unas madres que quizá se hayan equivocado de hijos pero que tampoco. Por un lado, produce extrañeza esa distancia y menosprecio de los pudientes dueños de la casa hacia esa mujer humilde y abnegada que les sirve. Cada estamento queda reflejado en un par de escenas maravillosas que hablan de la finura e inteligencia de la directora: hay una fiesta de cumpleaños en casa del matrimonio y Val sirve unos entrantes a unos invitados que no osan darle las gracias ni mirarla en ningún momento; antes, la buena asistente ha creído oportuno regalar a su dueña un juego de tazas de café, a lo que la engreída mujer responde con tanta educación y frialdad como falsedad e ingratitud. El resultado de esas actitudes es esa lastimosa estampa de la familia adinerada cenando mientras los tres miembros están absortos en sus móviles, o aquella otra en que un hijo consentido que ha suspendido la Selectividad se deja abrazar por la criada mientras rechaza a su madre.

Es posible que la distancia haya desecho unos lazos y creado otros, porque el hijo de buena posición sintoniza con Val porque la ha tenido siempre cerca y tiene buena consideración sobre él, mientras su madre ha permanecido mirándose en su trabajo y en sus celos. Por otro lado, Jessica vuelve a ver a su madre Val tras diez años... y vemos que pertenece a otra generación que no se frena ante las diferencias y que posee la inteligencia que da el estudio -o la curiosidad, dirá ella- y no el dinero. Por momentos parece que el chaval mimado es hijo del cariño de Val y que Jessica se ha colado en el universo de la dueña de la casa. Y esa ruptura del estatus social imperante no puede terminar sino en un choque de trenes y en una crisis social-familiar-personal. Buena metáfora la de las tazas blancas y negras, que pueden combinar bien en un juego de café moderno o ser arrinconadas para mejor ocasión. Siempre hay quien se cree mejor que los demás y contemplar sus logros se convierte en una ocasión de envidia... porque seguro que en la segunda prueba (de Selectividad o de la vida) no le irá tan bien.

Gracias a Dios la buena de Val no entiende de resentimientos ni etiqueta a las personas por sus errores, y menos a su propia hija. Hay entre ambas una relación dormida pero sincera: saben del cariño y sacrificio que el ser madre implica, y todo lo confían a esa condición. De eso no entiende esa otra madre que sufre un accidente de coche que es en realidad un accidente vital: ella cree curarlo con una estancia en el extranjero... como si mirando hacia otra parte se resolviera esa carencia familiar y educacional; su marido no queda en mejor lugar, enterrado hace tiempo en su indolencia y vacío vital-emocional (patético es su comportamiento). En definitiva, asistimos a un curioso retrato familiar de quien ha visto cómo la suya se descomponía con el tiempo permaneciendo un hilillo redentor, o de quien creía permanecer unidos siendo en realidad un cadáver encapsulado en el bienestar. Solo al final, el espectador se preguntará quién es la segunda madre, cuestión a la que aquí no vamos a responder.
La mirada de Ulises
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9
20 de julio de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas, nada que llegue de Pixar debería sorprendernos, y en cambio "Del revés (Inside out)" vuelve a ganarnos desde la inteligencia y el corazón. John Lasseter, Pete Docter y compañía consiguen una película de animación que llega a grandes y pequeños, y además demuestran conocer la condición humana a la perfección y también saben pulsar las teclas adecuadas para emocionar desde la empatía con sus personajes. En esta ocasión, nos introducimos en la mente de Riley, una niña de once años la mar de tierna, para experimentar sus reacciones ante la vida misma. Su familia se traslada desde Minnesota hasta San Francisco, y hasta ese momento ella cuenta solo con un pasado dulce y feliz en el que Alegría ha guiado su destino. Ahora, sus otras emociones -Miedo, Ira, Enfado y Tristeza- tendrán que trabajar duro desde el Centro de control para que su vida siga adelante. Será una crisis de crecimiento donde parece que las bases de su personalidad hasta entonces deben derrumbarse... para madurar desde el conocimiento de la realidad.

Si la animación de los dibujos está tan conseguida como en el resto de la producción de Pixar, si el guión alcanza los niveles de sus mejores películas en cuanto a ritmo, giros y dibujo de sus personajes, lo que nos deja boquiabiertos de "Del revés (Inside out)" es la brillante idea de meterse en la cabeza de una niña para sacar a la luz los mecanismos que guían sus emociones, para dar voz a esos tiernos recuerdos que afloran cuando uno menos se lo espera, para buscar el equilibrio en que la Tristeza se hace tan importante como la Alegría a la hora de afrontar la vida y no sucumbir a la frivolidad o acabar en el basurero. Los recuerdos esenciales, las islas de la personalidad, el mundo imaginario, el sueño y el subconsciente... todo sale a flote cuando el desconcierto asalta a una niña que está a punto de alcanzar la pubertad, el mismo desconcierto que visita a unos padres desprevenidos -también con sus cinco emociones adultas que les susurran- para poner en jaque un estatus familiar que creían que nada podía alterar.

Durante la mayor parte de la cinta, es fácil que el espectador se acerque a esta historia de crecimiento desde una postura racional, asombrándose del acierto con que el director disecciona la mente infantil y también del empeño de Alegría por restaurar una paz imposible. Quizá en ese vertiginoso viaje de regreso al Centro de control esté la mayor carencia del guión, pues se desvía en exceso de Riley para centrase en Alegría-Tristeza. Hasta entonces se echan en falta emociones para el espectador aunque no falta ternura y comicidad, pero aquellas llegan con el desvanecimiento de ese amigo imaginario y definitivamente con el desenlace. ¿Demasiado tarde para un público deseoso de conmoverse y de llorar? No le es para Riley, que aprende a servirse de sus recuerdos pero también a dejarlos un poco aparcados... porque es necesario vivir la vida como viene.

Quién le iba a decir al espectador que la tristeza, la soledad, la necesidad de compasión y las lágrimas iban a ayudar a la desconsolada niña... tanto como la alegría, la animosidad y el sentido positivo: asombrosa lucidez de Pixar en su labor formativa. Y, en cambio, así es... y la factoría vuelve a darnos unas pinceladas de optimismo desde la cruda realidad. En definitiva, una película para niños porque todo es amable y suficientemente sencillo y luminoso, pero también para mayores que tendrán que cuidar más esas huidas de sus responsabilidades, esos traslados sin tener el cuenta a los pequeños, y que deberán contemplar la manera de percibir la realidad que tiene un niño de once o doce años.
La mirada de Ulises
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5
8 de julio de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wendy es crítica literaria y maneja la palabra con inteligencia. Pero se ha olvidado de vivir y de mirar a quienes le rodean, y quizá por eso ahora esté en trámites de divorcio en su matrimonio. Acuciada por a necesidad de abrirse al mundo y no permanecer encerrada delante de sus libros, decide aprender a conducir... y ahí es donde conoce a Darwan, profesor de una autoescuela -es sij y refugiado político- que la enseñará a ir por la carretera y por la vida. Básicamente esto es lo que nos cuenta "Aprendiendo a conducir", última película de Isabel Coixet y un paso más en su carrera hacia un cine cada vez más descafeinado. Lejos queda la sutileza, intimismo y poesía de títulos como "Cosas que nunca te dije" o "La vida secreta de las palabras"... porque después llegaron historias anodinas y convencionales, con sentimientos explícitos y algo burdos, con personajes banales y carentes de alma. Y en esa línea hay que situar esta película, aunque su tono optimista marque una diferencia.

A la cinta y a Coixet le salvan Ben Kingsley y sobre todo Patricia Clarkson. Son ellos quienes dan vida a esa pareja de extraterrestres que no se encuentran cómodos en la urbe neoyorquina, uno por pertenecer a una cultura diferente y otro por vivir en el mundo de las letras. Ambos se sientan en la parte delantera del coche para guiar sus vidas con un volante y unos pedales. Él dispone de un espíritu trascendente que le hace ser "un buen hombre", y ella de una capacidad de decisión que la ayuda a no frenarse ante los obstáculos. En la diversidad se entienden y sintonizan, y la culpa de esa complicidad la tienen los dos actores, magníficos y capaces de crear una atmósfera que la directora no ha sabido generar. Su planificación es anodina y su ritmo narrativo átono, y Coixet no consigue un solo clímax dramático ni emotivo, para discurrir todo a la espera de un final donde es evidente que Wendy aprenderá a conducir y a conducirse.

Por otro lado, la metáfora del coche como vehículo para la vida es simple y limitada en su obviedad. Interesante es la doble perspectiva para llegar al matrimonio, como acto concertado o como fruto del amor personal. Cuestión de cultura, y ahí está el resultado... pero ayuda a pensar. Gracias a Dios no desarrolla esa tesis porque el tono de la cinta es otro, más liviano y también más optimista. Y eso hay que agradecérselo, lo mismo que los apuntes cómico-irónicos que respiran algunas situaciones, aunque hubiera estado bien que enganchase al espectador por la vía de la emoción... y no lo hace. En definitiva, una película para ver a Clarkson y a Kingsley... pero no a Coixet, que parece haberse diluido en el mapa de las palabras de Nueva York.
La mirada de Ulises
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7
30 de junio de 2015
0 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una jauría de perros rabiosos persigue a Lili por las desiertas calles de Budapest. El líder de la manada es Hagen, un perro de raza cruzada que un día descubre que no todos los hombres son como su joven dueña ni tampoco pueden presentarse como el mejor amigo del perro. Tras sufrir el maltrato de varios dueños y de la perrera, emprende su particular venganza y lo que entiende como la justicia bien entendida. “White god” comienza siendo el relato de una historia de amistad entre una niña y su perro, para pronto convertirse en metáfora de la condición humana y de una sociedad opresora e injusta.

Con algunas imágenes impactantes como las iniciales y otras que apuestan por un crudo realismo, Kornél Mundruczó nos habla de la falta de solidaridad en nuestra sociedad, del germen de venganza que se incuba tras los abusos de quienes detentan el poder, de la viabilidad de unas relaciones que dejan de ser amistosas para convertirse en agresivas. La música se presenta como actividad que saca a flote la mayor sensibilidad y humanidad, y en su lado opuesto la pelea -aunque sea de perros- aparece como la manera de suscitar agresividad en el más manso. Viendo “White god”, el espectador no sabe quiénes serán más humanos y quiénes más salvajes, si los hombres o Hagen... porque el comportamiento de unos y otros lo deja en la ambigüedad. Hay escenas duras por la crudeza en esa lucha sin cuartel, y también otras que llegan llenas de sensibilidad y hablan de redención.

Si espectacular en el comienzo, mayor asombro genera el adiestramiento de los perros, hasta el punto de que Hagen se convierte en protagonista y verdadera alma de la cinta, en merecedor de algún galardón pr su interpretación. Su mirada profunda transmite sentimiento e incluso pensamiento, y la sintonía con Lili resulta entrañable y verdadera. También Zsófia Psotta inspira pureza y valentía, y su decisión ser permanecer fiel a su perro contrasta con el despego y abuso de cuantos entran en relación con él. En cierto sentido, hay similitudes con “El origen del planeta de los simios” y con otros trabajos que recogen la revolución ante una civilización en decadencia, y Hagen se convierte en un nuevo César que invita a recuperar la humanidad perdida... aunque sea con unas notas de trompeta.

En definitiva, tenemos una fábula canina y una metáfora política que resultará dura para los amantes de los perros, con muchas ideas para el debate y con algunos momentos sobrecogedores, que anima a querer a un perro como Hagen y a temer a su degradada versión. Y, por último, la música es impresionante y permite acompañar a los perros en su búsqueda de justicia. El desenlace es, por otra parte, toda una advertencia y una invitación a adoptar una postura no discriminatoria, a ponerse a la altura de los otros (de los perros) y tener en cuenta sus necesidades.
La mirada de Ulises
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8
17 de junio de 2015
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Ernesto Daranas nos lleva a La Habana más pobre y nos introduce en la clase de primaria de Carmela. Ella es una maestra de las de antes, de las que sabían querer a los niños y por eso darles lo que necesitaban. Pero la salud de Carmela es precaria y el corazón le da un aviso, mientras que el difícil entorno de unos de sus alumnos, Chala, empuja constantemente al chaval al precipicio. Él tiene once años, no conoce a su padre y su madre está enganchada a la droga, cuida perros de pelea para llevar dinero a casa, y en la escuela se muestra tan despierto e indomable como sensible y maduro. Entre Carmela y Chala hay una relación especial, pero todos los niños de la clase quieren a esa abuela entrañable que les enseña con un corazón de oro y con una conciencia que supera las reglas impuestas y que les permita volar como las palomas que cuida Chala. Ese es el escenario de "Conducta", película cubana de título que apunta a la escuela-internado que amenaza a un Chala incorregible en sus travesuras y comportamiento pero noble y leal.

Daranas recoge un ambiente de miseria en el que resaltar la calidad humana de sus personajes. Ahí contrasta la categoría de la maestra con la estrechez de miras de la asistente social, la sensibilidad y candidez de los niños con la dureza de una mujer atrapada por la droga y el alcohol, la dulzura de una escuela que es lugar de encuentro con la agresividad de una sociedad sumida en la corrupción y la pobreza. Entre esos polos, Chala tiene que sobrevivir y reparte su tiempo entre los perros preparados para la lucha y las palomas destinadas a volar, mientras su corazón sufre tanto el dolor por esa madre atrapada o ese padre ausente como el amor por esa niña palestina. En su vida han encontrado eco, a pesar de su carácter vivo y rebelde, los principios de Carmela para la educación: rigor y afecto han conformado un sentido de la lealtad y un cariño capaz de soportar las mayores adversidades, y las personas que quiere -su madre irresponsable, su abuela adoptiva, su novia de la infancia, su amigo atacado- se convierten en resorte de cada uno de sus actos.

La narrativa que imprime el director a la historia es ágil y su estética está imbuida de naturalismo sin perder el sentido de humanidad. Los diálogos son rápidos y espontáneos -tanto que a veces queda dificultado su entendimiento-, los sentimientos afloran con autenticidad y dejan paso a momentos de emoción nada artificiosos, mientras que el retrato social de la Cuba actual es tan fidedigno como respetuoso. Las reglas y el miedo a la autoridad hacen que una simple estampita de la Virgen de la Caridad del Cobre sea motivo grave de sanción y amenace con el futuro de unos niños inocentes, que los educadores se conviertan en altavoces del Partido para acallar su propia conciencia y corazón -excelente es la evolución de la maestra sustituta, imagen de todo un pueblo-, que el peso de la fuerza aplaste la humanidad de un pueblo silenciado y atropellado. De ahí, la importancia de esa estructura de la trama en que la lectura del texto de la maestra hilvana una historia de resistencia y se erige en voz para la lucha.

Este milagro cubano que recientemente ha comenzado a aflorar no podría darse sin la antológica interpretación de Alina Rodríguez, mujer de mirada profunda y corazón valiente y entrañable, y sin la frescura de Armando Valdés Freire al dar vida a un niño convertido en paradigma de la inocencia y defensa de la propia personalidad. Los distintos desenlaces no hacen si no remachar la idea básica de Carmela y que algunos no acaban de comprender: que las personas están por delante de las reglas y que cada uno debe actuar con prudencia pero con convicción. Estamos ante un emotivo drama social, ante un ejemplo de lo que es la buena educación, y ante un retrato humano -lírico y esperanzado- de quienes sobreviven en la miseria gracias a su conciencia y a su corazón.
La mirada de Ulises
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