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El manantial

Drama Howard Roark (Gary Cooper) es un arquitecto vanguardista, ávido de romper con todo lo hecho hasta ahora en los terrenos de la arquitectura. Dominique Francon (Patricia Neal) es una columnista del periódico The Banner de New York que también ama la individualidad y todo lo que libere al hombre de la esclavitud de las ideas. Juntos, pero "separados", iniciarán una guerra contra el mundo de lo convencional. (FILMAFFINITY)
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Críticas 83
Críticas ordenadas por utilidad
27 de agosto de 2017
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he llevado una auténtica decepción con esta película de nota altísima en Filmaffinity y de gran reputación como clásico. No voy a entrar en su mensaje filosófico, ni en la ideología de su guionista Ayn Rand, a la que desconocía totalmente antes de ver la película. Prefiero centrarme en la narración (caótica) y unos personajes donde más allá de Howard Roark (Gary Cooper), actúan como auténticas veletas a lo largo de la película, en especial una Patricia Neal de la que me es imposible entender sus motivaciones, no sé si por una mala construcción de su personaje o por su carácter más propio de una sociedad de hace setenta años. Lo mismo podría decirse de los papeles de Raymond Massey o Robert Douglas.

Esa sensación de historia demasiado anticuada en sus formas me ha impedido entrar en la película en ningún momento.
Ed Lauter
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4 de febrero de 2015
24 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Fountainhead (El Manantial, 1949) es un panfleto nauseabundo. La película adapta la obra de la pseudofilósofa (el término profeta sería más acertado) Ayn Rand, quien colaboró en la supervisión y revisión del guión. Su director fue King Vidor, quien pareció no estorbarle demasiado el hecho de que el filme y sus teorías individualistas se contradicen con las tesis que realizó en Our daily Bread (El Pan nuestro de cada día, 1932). Y ¿Qué propone exactamente la película?

Ayn Rand fue una de aquellas defensoras del liberalismo a ultranza, que con la defensa del supremacismo del individuo por delante del colectivo (en un darwinismo aplicado al método social) acabó, junto con las escuelas económicas de Hayek y Chicago (Friedman) por configurar la crisis actual en la que nos desenvolvemos. Hemos de tener claro que fueron estas ideas las que nos han traído hasta la situación actual. Pero además, el discurso del filme no sabe desarrollarse de manera correcta, sino que tira directamente por los diálogos explícitos que parecen dignos del cine del realismo soviético. Y es que a veces los extremos se tocan.

El Manantial es un filme ridículo de principio a fin. Ya en los primeros compases nos encontramos con diálogos totalmente sacados de lugar, que nos muestran la condición panfletaria del filme. No son naturales, sino que están colocados de manera artificial, escritos por la propia autora e incluidos falsamente en la boca de los personajes. Ayn Rand no tiene ni pajolera idea de construir guiones, porque simplemente utiliza los personajes como simples muñecos de ventriloquía con los que explotar sus mensajes. No deja de ser paradójico que el trabajo tan patético que realiza la defensora del individualismo es tapado por sus compañeros de trabajo. Me gustaría saber que habría opinado Rand sobre este hecho.

La película nos presenta un arquitecto, interpretado por Gary Cooper. El personaje, pretende realizar una carrera dentro de la arquitectura, pero rápidamente se da cuenta de que su estilo no encaja dentro del mercado. Su idealismo irreconciliable con la realidad le llevará a tener que aguantar críticas y masas enfurecidas que no aguantan sus edificios. Lo cierto es que toda la trama, incluida la del absurdo romance entre el personaje de Cooper y el que interpreta Patricia Neal, es una mera excusa para poder hacer el speech de Rand más comercial de cara al público (paradojas de la vida). También resulta algo absurdo comprobar que la arquitectura que proclama Cooper, es claramente una alusión a la de Frank Lloyd Wright (quien había sido profesor de King Vidor). Los revolucionarios modelos que plantea el arquitecto son en realidad poco innovadores teniendo en cuenta la visión que se nos ofrece (de manera reiterada) de la ciudad. De hecho, el filme tira por una dicotomía estúpida entre el nuevo modelo que propugna nuestro arquitecto, y un clasicismo mal entendido.

Las masas son mostradas como auténticos idiotas, en contraposición al genio individual de nuestro personaje principal. La película es una oda a los valores de la individualidad, que según desarrolla el filme son los únicos que han sido capaces de traer el progreso a la humanidad (en cambio, en uno de los diálogos se comenta que la colectividad no ha aportado más que miseria). Algo que además resulta totalmente idiota teniendo en cuenta la profesión de nuestro protagonista, que es arquitecto. Y es que no es sólo que los edificios no se construyan solos, sino que el filme pasa totalmente por alto que la arquitectura se desarrolla en un espacio y ha de cumplir unas determinadas funciones. De los obreros que han de construir el edificios, así como sus usuarios, el filme corre un tupido velo.

Claro ejemplo de estas defensas liberales la encontramos en la absurda situación que se desarrolla en el momento final del metraje, cuando el personaje de Cooper quema unos edificios públicos porqué no siguen con sus propias teorías. Es decir, a pesar de que los edificios están diseñados con una voluntad social (realizados para gente con renta baja) el egoísmo individualista de nuestro personaje llega hasta el extremo de poder destruir el edificio, simplemente por el hecho de que no se respetaron sus ideas en la práctica. Y no sólo el filme es capaz de defender semejante patochada, sino que incluso se atreve a airearla en un speech final en la que nuestro protagonista, siguiendo la retórica judicial, nos entrega un discurso absolutamente delirante, en la que no podía faltar una mención a la nación más grande del planeta, los USA.

Poco resulta salvable en el filme. Los modelos arquitectónicos están bien resueltos y la interpretación de Cooper es correcta, pero poco más. A destacar el poético plano final, que acaba cerrando el metraje. Una correcta metáfora de la majadería que pertrechó la señora Rand en colaboración con King Vidor.

https://neokunst.wordpress.com/2015/02/04/el-manantial-1949/
Kyrios
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6 de agosto de 2009
15 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
La piedra angular del invento es la novela homónima de Ayn Rand, escritora rusa huída de la horda bolchevique y refugiada en el paraíso del capitalismo. La verdad es que tanto su obra literaria como su guión, escrito por ella misma, rezuma un descarado resentimiento. Pero no es menos cierto que en sus argumentos tiene más razón que un santo. Al menos así lo veo yo. Este ejemplo de cine político disfrazado a partes iguales de amoríos turbulentos, ambiciones personales y genialidades artísticas, es un brillante alegato a favor del individualismo y en contra de las ideologías socializantes. La solvencia de Vidor como director y las grandes interpretaciones de Cooper, Neal y Massey completan un cuadro que raya en todo momento a gran altura, aunque por momentos peca de cierta exaltación política. Pero también es disculpable, está empezando la Guerra Fría. Muy recomendable.
Shinboneniná
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5 de abril de 2013
13 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que esa frase define por completo el sentido de «El manantial». No lo digo yo, aunque me hubiera gustado que así fuese, sino uno de los personajes, tan indignado por los acontecimientos de la historia como puede estarlo el espectador.

Admito que a mi lo que me gusta es Gary Cooper y cómo conoce a la indómita Dominique Francon, tal y como refleja el cartel de la película. Madre mía, vaya escenones los del taladro, las miradas, que si el mármol, que si salgo a galopar, que si araño las paredes, que si te veo, que si me hablas, que si te pego, que si me besas... La señorita Francon, que es una mujer de mundo y depresiva hasta lo incomprensible, va buscando un «dios griego» a quien amar, y, claro, se topa con el Cooper, quien perfectamente encaja en esa definición, incluso con casi cincuenta años encima. Y eso que no le ha conocido de joven, entonces ya la pobre se suicida, directamente.

De fondo y como tema principal, el Liberalismo más atroz. La arquitectura es una excusa, por supuesto, para hacer una defensa a ultranza de la libertad del individuo frente a todos y a todo, y si no estás de acuerdo, eres un ciego, un injusto, «un parásito». Para que Howard Roark quede así de chulo, nos tienen que poner personajes extrañísimos que hablan de no sé qué del auto sacrificio y la esclavitud como si fuesen alucinados y no son más que críticos de arte; arquitectos que se toman su trabajo como si fuese peor que ir a la guerra, o periodistas que pueden perder la vida en cualquier momento por escribir en su periódico. Dicho así, a lo mejor no queda tan raro, pero os aseguro que visto, es desternillante y completamente fuera de lugar. No resulta creíble en ningún momento.

La dirección, escenarios e interpretaciones son interesantes, pero «El manantial» se queda seca y va destruyéndose a medida que avanzan los minutos, viéndosele las grietas de la vejez a cada vuelta de guión.

A mi no me gusta el Funcionalismo, por cierto.
Kaori
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27 de noviembre de 2007
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy buena película.
Dirige King Vidor y eso se traduce en pasión vomitada en la pantalla. Cooper, soberbio.Y el guión es un poco abrupto y enfático pero interesantísimo, no exento de las cabriolas que sean necesarias para desplegar todo el discurso moral y filosófico sobre el individualismo que contiene. A veces se pierde un poco. Pero merece mucho la pena. Y de fondo, el mundo de la arquitectura. Yo no entiendo mucho pero se ven edificios y diseños que seguro tienen su mérito. Un entendido, supongo, exprimirá más el limón todavía
Peter Gabriel 77
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