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El manantial

Drama Howard Roark (Gary Cooper) es un arquitecto vanguardista, ávido de romper con todo lo hecho hasta ahora en los terrenos de la arquitectura. Dominique Francon (Patricia Neal) es una columnista del periódico The Banner de New York que también ama la individualidad y todo lo que libere al hombre de la esclavitud de las ideas. Juntos, pero "separados", iniciarán una guerra contra el mundo de lo convencional. (FILMAFFINITY)
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Críticas 82
Críticas ordenadas por utilidad
21 de mayo de 2009
196 de 286 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayn Rand, autora del guión de esta película (y de la novela que dio origen a ambos), está considerada como una de las referencias del pensamiento liberal del siglo XX, sobre todo en su país de acogida, EEUU. En principio el carácter marcadamente ideológico de su obra no debería presentar mayor inconveniente de no ser porque en este caso la exposición de sus ideas consigue carcomer toda la estructura narrativa. Que una película implique una carga ideológica no la convierte automáticamente en programa político, pero este título carece de la entidad y la sutileza imprescindibles para remontar su carácter doctrinario: en efecto, cada monólogo es un discurso, cada frase una arenga, cada diálogo un manifiesto. Y lo que es peor, el mensaje se repite de manera constante y sin variaciones que justifiquen tanta reiteración. Lo que le endosaron a Vidor, más que un guión, fue un panfleto.

Con semejantes cimientos resultaba difícil erigir una obra destacable, más cuando Rand marcó en corto el trabajo del director. Pero lo cierto es que a los defectos (individuales) de la guionista se sobrepusieron los aciertos (colectivos) de un equipo de incuestionable talento que fue capaz de capear el temporal demostrando su valía incluso sobre las carencias argumentales. Entre los intérpretes, Cooper sabe convertir a su estereotipo en un ser de carne y hueso; la prueba es que casi logra convencernos de que su testarudez es integridad, su arrogancia altura de miras y su egoísmo cuestión de principios. Patricia Neal arranca con un registro dubitativo y sobreactuado, pero cobra aplomo a medida que avanza el metraje hasta lograr aguantar el tipo ante sus contrapartidas masculinas. Pero si hay un rey de la función ése es Raymond Massey, soberbio como el cínico mecenas del arquitecto, único papel de cierta enjundia y que se ve ayudado por la mordacidad de sus diálogos para desmarcarse del esquematismo. La dirección de Vidor peca en ocasiones de ese exceso de énfasis a que era tan dado, pero en conjunto resulta brillante: memorable el encuentro en la cantera, en el que la tensión entre la pareja protagonista se plasma en un magistral juego de planos y encuadres en el que Cooper da la réplica a la pose de superioridad de Neal (subrayada por el contrapicado) a golpe de aplomo; y destacable también la despedida final en el despacho del director del periódico con ese plano general que subraya la soledad del que se sabe derrotado. Pero tales logros en lo formal hubieran resultado imposibles sin el concurso de la magistral fotografía de Burks, que convierte cada fotograma en un estudio de luces y contrastes sólidamente apoyado en la eficaz partitura de Steiner.

Paradójicamente, el éxito de esta compenetración del equipo responsable de la cinta constituye en sí mismo la refutación de las tesis ideológicas que nos plantea su guionista, y es lo que justifica el visionado de una obra que sobre mejores cimientos podría haber ganado mayor altura y llegar a clásica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Hartmann
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24 de octubre de 2008
103 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable film de King Vidor. Escribe el guión Ayn Rand, que adapta su novela “The Fountainhead” (1943). Se rueda en escenarios naturales de California y en los platós de Warner Studios. Producido por Henry Blanke para la Warner, se estrena el 2-VII-1949 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en NYC y Connecticut, en 1948-49. Howard Roark (Cooper) es un joven profesional que cree que la arquitectura está abierta a la renovación e innovación y que la repetición de las soluciones de siempre es empobrecedora. Dotado de una gran capacidad creativa, defiende sus ideas y propuestas con firmeza. Prefiere trabajar como picador en una cantera de granito, que aceptar componendas y sumisiones a las pautas convencionales. En Connecticut conoce a la rica heredera Dominique Francon (Neal), joven, soltera, caprichosa, voluntariosa y apasionada. Él es joven, honesto, íntegro, individualista, idealista y luchador.

El film suma drama y romance. Desarrolla la historia de un profesional que se comporta de modo inflexible ante las presiones personales, profesionales y económicas, encaminadas a obligarle a hacer concesiones a lo convencional, la mediocridad, el inmovilismo, el mal gusto y el capricho de los inversores. Exalta los valores del individualismo y de la lucha personal a favor de la integridad profesional y artística. Critica el colectivismo y sus diferentes formas de manifestarse (gregarismo, moda...) y de imponerse políticamente y socialmente. Ayn Rand (1905-1982), nacida en San Petersburgo, se exilió en EEUU y adquirió la nacionalidad norteamericana. Fue una defensora tenaz de los derechos y valores del individuo frente a la colectividad. Como guionista intervino en el rodaje del film con un grado similar de intransigencia que el del protagonista. No aceptó ninguna modificación del texto y no quedó satisfecha del resultado. La novela tuvo gran difusión en EEUU en los últimos años de la IIGM y notable aceptación entre los soldados norteamericanos que participaban en la contienda. La figura del protagonista se inspira en la del arquitecto Frank Lloyd Wright (1867-1959).

Al mismo tiempo la obra desarrolla una tempestuosa, compleja y tórrida historia de amor, que aporta al relato una interesante y atractiva atmósfera de tensión sexual, que se erige en uno de los elementos protagonistas de la cinta. Se ve reforzada por el uso de símbolos fálicos (martillo automático de la compresora, rascacielos en forma de torre visto en planos contrapicados), sueños y escenas metafóricas. El primer encuentro de Dominique y Howard en las canteras a cielo abierto de granito gris de Connecticut, bajo la luz cegadora del sol de mediodía y el calor abrasador del verano, sirve de alegoría de las pasiones que se desencadenan entre los dos personajes.
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Miquel
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14 de agosto de 2010
109 de 158 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la crítica más valorada que veo en Filmaffinty sobre esta película se llega a comparar la ideología de Rand con la de Hitler. Me suena a tomadura de pelo o a discurso de Ellsworth Toohey... Como por ejemplo cuando durante el film se le iguala a Cooper la libertad con la coerción. Simplificando todo diría que tanto Hitler como Marx o Stalin, primos hermanos para Rand, ensalzan la figura del individuo como parte de un todo, de una clase proletaria o una raza, donde su esfuerzo individual se somete al colectivo y trabaja para el colectivo. Rand Al contrario de estos, con Howard Roark a la cabeza, piensa así:

"El hombre —cada hombre— es un fin en sí mismo, no el medio para los fines de otros. Debe existir por sí mismo y para sí mismo, sin sacrificarse por los demás ni sacrificando a otros para sí mismo. La búsqueda de su propio interés, propio racional y su propia felicidad es el más alto propósito moral de su vida."

Nadie obliga a los dueños de filmaffinity a mantener esta web. Lo hacen egoistamente por su amor al cine y al dinero, porque le es rentable. Nadie nos obliga a los usuarios de Filmaffinity a colaborar votando o criticando películas, lo hacemos por nuestro amor al cine, porque nos hace crecer y porque nos enriquece leer a otros. Del egoismo particular de cada uno, de nuestro esfuerzo racional, que no se debe a una masa ni a un colectivo, surge un adelanto, un beneficio para todos. En nuestra mano está cuando llegamos a la página de una película el no dejarnos influenciar por los votos y críticas de otros al escribir o votar, sino responder a nuestro propio interés y gusto particular. Ésa es la filosofía que nutre El Manantial, que inspira a Roark, y no otra.

-.-

Respecto a la obra artística en sí cualquier amante del buen cine palpará con sus ojos el buen trabajo de Vidor y la excelente fotografía, con escenas en los despachos o la cantera que difícilmente pueden olvidarse. Por momentos lenta, culmina magistralmente en el alegato final de Howard Roark ante el jurado.

Y acabaré no citando a Hitler, ni a Stalin, sino a Wales, admirador de Ayn Rand y cofundador de Wikipedia, otro ejemplo de lo que el egoismo de un hombre puede dar a la sociedad: "Pero creo que para mí uno de las cosas medulares que son muy aplicables a mi vida hoy en día es la virtud de la independencia -es la visión, sabes, si conoces la idea sobre Howard Roark, el arquitecto de El manantial, quien tiene una visión de lo que quiere conseguir y, sabes, hay un momento en el libro en el que está frustrado en su carrera, porque la gente no quiere construir el tipo de edificios que él quiere construir. Y se le plantea una elección, una elección difícil: Comprometer su integridad o abandonar la arquitectura. Y se tiene que ir a buscar trabajo a una cantera. Y ese modelo de hacer las cosas tiene mucho en común con el mío."
markhunter
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8 de febrero de 2009
39 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayn Rand hace de las virtudes de su libro un pecado cinematográfico. Sus intransigencias en lo que se refiere a la plena identidad guión - novela, en la misma línea de integridad de la obra personal defendida en el libro, hacen del film un discurso de ideas donde, a diferencia de la obra literaria, no existe ese "tempo" necesario para la reflexión. En cine, los tiempos de reflexión se minimizan y, por ello, las ideas, para que sean perfectamente asimiladas (no significa compartidas) hay que ofrecerlas dosificadamente. Y dosificar un tomo con más de mil páginas llenas de discursos profundos y sentimientos controvertidos y poco comunes se me antoja difícil y mucho más si se pretende mantener más la letra que el espíritu.

En definitiva, la película ofrece más de lo que entrega. Ofrece personalidades complejas y difíciles como la de Dominique Francon (Patricia Neal) en las que se atisban conflictos interiores sin resolver o también como la del critico arquitectónico Ellsworth Toohey (Robert Douglas), paradigma del totalitarismo hitleriano transmitido a las masas. Pero estas ofertas se diluyen. Es cierto que la duración media de una película no permite análisis psicológicos en profundidad pero otras películas lo consiguieron. Probablemente con guiones menos encorsetados.

Aun así, el film mantiene un tono medio de calidad excelente, compensando la tormenta excesiva de ideas con un erotismo subyacente a lo largo de la totalidad del film. Tanto es así que Patricia Neal y Gary Cooper, no obstante la notoria diferencia de edad, lo llevaron más allá de los platós de rodaje hasta el punto que para ella, Cooper fue el "hombre de su vida", si bien él acabó refugiándose en el "home sweet home". Pero queda dicho que las chispas saltaban hasta la gran pantalla y que los simbolismos tipo taladradoras y enhiestos rascacielos iban dirigidos a espectadores inteligentes en una sociedad celosa de la moral y las buenas costumbres.

King Vidor, magistral, obtiene, aun con todas las limitaciones, exigencia del guión, una buena película. La mejor posible.

La actuación de Patricia Neal es sin duda un excelente reclamo para seguirla en otros títulos de su filmografía. Espléndido Robert Douglas. Bien Raymond Massey. En cuanto a Gary Cooper, le toma bien la medida a su personaje no solo en lo que a tozudez de ideas se refiere sino también por lo que hace a la intensidad de los deseos, constantes y siempre presentes a lo largo del film, elevación de temperatura incluida.

Una cierta flexibilidad al guión, sin duda hubiese elevado la nota.
FATHER CAPRIO
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1 de abril de 2009
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo esta película, no puedo menos que entender por qué el cine norteamericano ha sido la mayor empresa manipuladora de emociones e ideas de toda la breve historia humana.

En una escuela ideal, tendría una sala de cine donde se proyectarían, todas las tardes, filmes para estudiantes de distintas carreras. Los arquitectos, verían El Manantial, de King Vidor; los periodistas podrían elegir entre Ace in the Hole, de Billy Wilder, y Caballero sin Espada, de Frank Capra; los abogados, tendrían Anatomía de un Crimen, de Otto Preminger, y Doce hombres en pugna, de Sidney Lumet; los músicos, Todas las mañanas del Mundo y El maestro de música. Los pintores, El sol del membrillo, de Erice. Los poetas, el Desencanto, de Chávarri...

Profunda indagación acerca de las verdaderas motivaciones de un creador. La estructura de la película es lineal, con el típico nudo central que es resuelto de manera unilateral por el héroe, en un discurso que parece detener, de pronto, el curso de los astros. Más ideológico y menos sutil que el discurso de Cooper en El secreto de vivir, de Capra, la parrafada final toca, por momentos, los límites de lo creíble. Pero el cine, ¿no es el arte de ofrecernos el néctar de lo imposible e impedir que lo bebamos, al fin?

Porque no sabemos lo que es el cine, seguimos viendo películas. Porque no queremos saber lo que es el cine, seguimos esperando que nos sorprendan los mismos ídolos de antaño, las mismas viejas películas u otras, con idénticos mecanismos.

Lo único desesperante es el ahorro de saliva de Gary Cooper cuando tiene a Patricia Neal en sus brazos.
Karlés Llord
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