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Drácula, príncipe de las tinieblas

Terror El padre Sandor, abad de Kleinberg, envía un mensaje a los miembros de una expedición que se dirige a las montañas, aconsejándoles no seguir adelante. A pesar del aviso, los Kent deciden continuar el viaje. Al anochecer, su aterrado cochero se niega a seguir avanzando y los abandona en medio del bosque. En tal circunstancia, aparece un misterioso carruaje negro que los conduce a un enorme y misterioso castillo, donde son ... [+]
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
14 de agosto de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas de Drácula de la Hammer son, de alguna manera, una especie de atentado a la novela de Bram Stoker. Un trastoque de nombres, localizaciones y tramas. Pero es imposible no reconocer la magia de esta película y su precuela. Christopher Lee es un Drácula perverso en lo moral y en lo sexual. Son muy comentadas las escenas en las que envuelve con su capa a sus víctimas y la imagen se tiñe de negro. Las connotaciones sexuales que bañan la película son extraordinarias, y comentaré alguna de ellas en el spoiler.
Terence Fisher crea un aura mágica y terrorífica con sus decorados sobrios y sus bosques espesos. Crea una ensalada de personajes inolvidable donde cada cual tiene su misión en esta historia. Ninguno sobra. Todo esto acompañado del rojo que se echaba tanto de menos en los anteriores acercamientos del cine a la novela. Todo ello constituye una correctísima película de terror y aventuras en esta nueva vuelta de tuerca al mito vampiresco.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
adrian vigo
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20 de mayo de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un guión muy parecido al de la primera película de 1958, la banda sonora calcada y los decorados y fotografía rematadamente similares, salvo que en esta ocasión y para poder resucitar al malvado Conde del Horror, se sacan de la manga a un terrorífico mayordomo al servicio del mal, además de otros servidores del vampiro. Con todo, se ve y entretiene un rato, más a base de suspense que de terror en sí. Segundo clásico imprescindible de la Hammer. Se hecha de menos a Peter Cushing haciendo de Van Helsing, en esta ocasión en su lugar esta un monje veterano y experto en vampiros, aunque es una continuación de la historia de la película original de 1958, justo en el comienzo se nos muestra dicho final. Me ha parecido interesante a secas, Cristopher Lee aún mas seco que en la primera película y en mi opinión menos espectacular y parco en palabras. ¿ Para qué ?.
Filmero
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13 de septiembre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La productora Hammer fue una de las más importantes dentro del mundo del cine. Pese a que los géneros que produjo fueron bastante diversos, desde la comedia hasta el cine bélico, se la conoce especialmente por sus producciones de terror, en las que Terence Fisher es el protagonista indiscutible de ellas. El director, realizó para la compañía británica los productos de mayor renombre, entre los que se incluyen las célebres películas del conde Drácula, encarnadas por el gran intérprete Christopher Lee.

En realidad, el Príncipe de las tinieblas de 1966, puede considerarse como una secuela, aunque realmente tenga alma de Remake. Y es que Terence Fisher ya dirigió ocho años antes la verdadera adaptación de la mítica novela de Bram Stoker (Drácula) que también contaba con Christopher Lee como el actor que encarnaba al mal personificado. Dicha película adaptaba de manera bastante fiel la novela de Bram Stoker, pero debido al éxito que tuvo la película se decidió rodar la especie de continuación que es el príncipe de las tinieblas. Es cierto que años antes se habían rodado películas sobre la mitología del vampiro (Las novias de Drácula), pero Lee no había participado en ninguno de dichos proyectos. Finalmente, termino por aceptar. Ciertamente el actor cumple de manera excelente en su papel, y eso que sus líneas de dialogo son inexistentes en la película, pero es suficiente para que los ojos inyectados en sangre sean suficientes para transmitir el terror.

En el mismo inicio de la película, se nos muestra a modo de resumen lo que sucedió en la película precedente, con lo que se pone al espectador en su sitio. Y después se dispone a una relectura de la obra original que elimina bastantes impurezas para tratar de concentrar el relato y para que de esta manera disponga de más tensión. Parece ser que el conde no ha muerto del todo, sino que espera pacientemente a un grupo de personajes (que acabarán siendo los típicos británicos despistados que andaban de vacaciones por los Cárpatos) para poder resucitar. Así la película cuenta con una serie de personajes que recuerdan de manera bastante cercana a los protagonistas de la primera obra, como los protagonistas que están del lado bueno, como los turistas ingleses, una pareja de dos, mientras que del lado del mal tenemos al ya citado conde Drácula y una gran incorporación que resulta ser su amo de llaves, interpretado por Phillip Latham, un auténtico actor que demuestra ser bastante terrorífico y cumple su papel antes de que el conde inicie su particular función.

El guión se concentra específicamente en los Cárpatos. En una maniobra bastante interesante, el director decide eliminar los entremeses que sucedían en la obra principal, y que pese a literariamente tenían su valor, debido a la técnica narrativa de la novela que contaba con un sistema epistolar muy interesante, en el cine entorpecían un poco el ritmo de la película. En el caso que nos ocupa, la acción no es interrumpida en ningún momento, con lo que la película ofrece un tour de forcé bastante horripilante, desde el momento en que se nos presenta, en la lejanía, el castillo del conde. De tal manera que se simplifica de manera bastante efectiva todo el contenido idiosincrático de la obra original. Es bastante evidente que las deudas con la obra original están a la orden del día, y es bastante fácil ver en el personaje de Andrew Keir una reinterpretación del personaje de Van Helsing en la primera película.
Los tópicos evidentemente cumplen en la película, como la ristra de ajos que está presente en la típica taberna regentada por pueblerinos, así como la actitud de los turistas ingleses, pero son clichés necesarios porque sin ellos la película difícilmente cumpliría con su vertiente clásica. Y es que la película pretende cumplir de manera bastante fidedigna con la corriente Hammer para este tipo de películas, manteniendo un respeto bastante fiel por la obra original. El conde Drácula es el típico conde que uno tiene en mente antes de ver en la película, así como la ambientación donde tiene lugar la acción. El sello Hammer se nota en todo su esplendor, y sin duda es uno de los puntos fuertes de la película, así como de la productora.

Más allá de unas interpretaciones más que correctas, un guión fácil pero sin fisuras y una ambientación estupenda, la película cuenta con algunos detalles que demuestran que la película es de las más listas de su clase. Desde la fotografía tan interesante que muestra la película, con esos tonos naturales tan bien captados al comienzo de la película, hasta el ambiente barroco y recargado de la mansión del conde. Por otra parte, el personaje vampirizado de la turista británica ofrece una versión clásica (y ya vista en anteriores películas, pero que funciona igualmente) de mujer femme fatale pasada en vampiro.
Kyrios
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12 de abril de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un argumento consistente se convierte en guión flojo que a duras penas es capaz de recrear esa atmósfera de tensión que se espera cuando Drácula anda por medio.
Nos encontramos ante una película lenta, ingenua, carente de magia y, en todo caso, muy lejos de transmitir el ambiente siniestro por la que se distinguen otras producciones de T. Fisher
En general resulta poco convincente, forzada y de persuasión escasa.
Deslavazada y plagada de clichés.
ABSENTA
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12 de noviembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
263/07(09/11/17) Simpática segunda película de la saga del conde Drácula realizada en por la Hammer Productions y protagonizada por Christopher Lee y dirigida por Terence Fisher (última dirección de la saga vampírica), con unas carencias de guión y de presupuesto que hacen que despierte ternura por la ingenuidad de su desarrollo marcadamente serie B, donde lo que prima es unas sensación naif-kitsch de producto que se ve con distancia, con una intensidad artificiosa, con agujeros de guión, con personajes más planos que el pecho de Keyra Knightley, con diálogos risibles, con un goticismo nulo, aunque con algunos picos estimables. Tras el paréntesis que representa Las novias de Drácula (1960), en la que el Drácula del título es sustituido por el Barón Meinster (David Peel), y repitiendo Peter Cushing como Van Helshing, aparece segunda entrega del Drácula original de la Hammer, con Lee de nuevo en su icónico rol, aunque ahora se echa en falta al caza-vampiros encarnado por Cushing, alter ego aquí un monje experto en los chupa-sangres interpretado por Andrew Keir. Por mucho que intentaron durante años convencer a Christopher Lee de que se pusiera de nuevo la capa de Drácula, este daba largas una y otra vez, pero al final, aceptó, tardó ocho años, pero una vez que volvió a interpretarlo, ya no pararía ofreciendo más. El Conde ni siquiera pronuncia una sola palabra en todo el metraje, razón de esta particularidad es que Christopher Lee no estaba contento con los diálogos que le tocaba pronunciar, según él eran ridículos y pueriles, Sangster (guionista), indignado por los cambios, hizo reemplazar su nombre de los créditos por el pseudónimo de "John Sansom", esta es la versión del actor, la del guionista niega esto y afirma que no escribió diálogo para Drácula porque los vampiros no hablan (¡¡?), y yo me creo a Lee, porque Drácula en la primigenia hablaba. El guión de Jimmy Sangster (“Drácula” o “la Momia”), mete toda la iconografía draculiana, los Cárpatos, la posada de temerosos lugareños, los ajos, la inocencia de los ingleses, los crucifijos, la diligencia con el chófer miedoso, la carroza de Drácula, el castillo, los ataúdes, las novias sexys de Drácula, el caza-vampiros, las situaciones en que se mezcla la sangre con reminiscencias sexuales, y ello haciendo que casi desde el principio nos adentremos en la acción, pero todo hay que verlo con el filtro de estar ante una cinta ingenua, pobre de sustancia, puro entretenimiento que fue un gran éxito taquillero. La continuación de este film sería "Drácula vuelve de la tumba" (1968).

Clásico y superficial lucha entre el Bien contra el Mal. Film carente del expresionismo del “Nosferatu” (1922), o del “Drácula (1931) de la Universal, cinta luminosa, donde sobresale el uso que el director de fotografía Michael Reed (“El Barón Rojo” o “Galileo”) otorga al rojo sangre (se nota a la legua su textura tomate frito) híper-realista un carácter que rebosa la pantalla. Su ritmo resulta rápido, haciendo que en su vorágine de situaciones cuando menos discutibles por parte de los protagonistas en sus comportamientos no tengamos tiempo de pensar en sus desatinos, habiendo por el camino algún que otra escena destacable: Como el modo sanguinario en que el mayordomo de Drácula hace resucitar a su amo; Cuando una de las novias de Drácula pide a su antes cuñada que la bese e invitándola a que se olvide de su marido (lesbianismo diáfano), entrando en un terreno bastante políticamente incorrecto para su tiempo, mostrando la lascivia lujuriosa libertina de los vampiros; o un momento brutalmente erótico, cuando Drácula se descubre el pecho y se hace una herida para su sangre mane y hace que una mujer se la chupe cubriéndola con su capa (símil claramente de felación); Y es que el subtexto erótico-festivo para atraer al público es claro en las pechugonas mujeres que salen con escotes pronunciados y apretados, y ataviadas con vestidos semi-transparentes etéreos que parecen flotar. Estas son sus virtudes, en defectos por mencionar alguno ya muy rancio es el de que siempre anochece en el peor momento, los días son muy cortos en Rumanía?, bueno, y se hecha muy de menos al gran Peter Cushing, en spoiler además mencionaré errores y lagunas argumentales.

Christopher Lee es la presencia más destacable como el mítico Conde Drácula, tarda mucho en aparecer, y lo hace en apenas cinco escenas, lo hace sin decir palabra, con los ojos inyectado en sangre, con una iluminación que lo cubre de sombras, impregnando a su rol junto con su expresividad elegante de un aura turbadora.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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