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Star Trek VI. Aquel país desconocido

Ciencia ficción Tras años de guerra, la Federación y el imperio Klingon se disponen para una conferencia de paz. Pero el panorama de una negociación intergaláctica con implacables enemigos, preocupa al Almirante Kirk. “¡Son animales!”, advierte. Cuando una nave Klingon es atacada y responsabilizan al Enterprise, los perros de la guerra vuelven a ser liberados: ambos mundos se preparan para el que puede ser su encuentro definitivo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
9 de mayo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nicholas Meyer es un nombre que todo trekkie debe de alabar varias veces al día. Quien ya realizó la Ira de Khan (Star Trek II) sorprende con Aquel País Desconocido.

Es cierto que para disfrutar plenamente de la película hay que estar metido en el universo Star Trek para saber que significan los Kinglon, pero con las películas es suficiente para ello (yo nunca he visto ninguna de las series) y honestamente es una despedida fenomenal para el elenco original, la firma de la paz con el Imperio Kinglon y con la trama que se crea para alcanzar dicho objetivo.

Y lo mejo no es eso, lo mejor es conservar en cada película el espíritu de Star Trek, el dar espacio a cada uno de los personajes de este universo trekkie. E incluso, cada película de esta saga original toca temas muy diferenciados con lo que consiguen no repetirse y crear una amplia variedad de historias.

Cada uno de los actores borda su papel (no hace falta ser Marlon Brando pero desde luego llevaban toda la vida interpretando sus papeles y nadie mejor que ellos para hacerlo) y, por añadir algo diferente a lo que seguramente dicen las otras críticas hablaré de la incorporación más importante de la película. Jerry Goldsmith (y hablo de las seis primeras películas) creó la música de la primera y quinta creando un sonido propio que es imposible de no asociar con Star Trek. James Horner hizo lo mismo en la segunda y tercera (creando además una coherencia a dos películas que o sí o sí van juntas). Leonard Rosenman compusó la música de la cuarta siendo la más floja de las seis y Cliff Eidelman, quien no volvió al mundo de Star Trek, creó una partitura que capta a la perfección el espíritu de aventuras, de acción y de nobleza que es Star Trek. Y el trabajo de Eidelman pasó, automáticamente, a ser una de las mejores bandas sonoras de los 90.

Por lo demás, curiosidades: breve aparición de Christian Slater, Kim Cattrall robaplanos como sobretodo Christopher Plummer (infravalorado actor, sin duda) y David Warner. Luego, la película era una despedida de la tripulación de Kirk coincidiendo con el 25 aniversario de Star Trek y además se estrenó al poco de la muerte de su creador.

Y poco más que decir, solo que su trama política está muy alejada de la ciencia ficción y que es mucho real de lo que parece.
el hombre del coco
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25 de agosto de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se nos dice que está la fue la última entrega de "Star Trek" en la que aparece el elenco original pero sé que en la siguiente sale al menos William Shatner. En todo caso, suena a despedida nostálgica, sobre todo al final, aunque para ser sinceros como la franquicia no me ha llegado, me deja más bien frío. Sea como fuere, la tripulación de la Enterprise surca el espacio otra vez, con una nueva tripulante, la vulcaniana Valeris (Kim Cattrall, a la que siendo bien parecida ponen fea), para cumplir una misión política que trata de establecer una paz definitiva entre la Federación de Planetas Unidos, especie de ONU del siglo XXIIII, y el imperio de los Klingon. Pero claro, se verán sorprendidos por un complot que amenazará con poner al universo al borde de la guerra.

Y ahora, cambiando un poco de tema, como la franquicia es larga, uno va dejando aspectos secundarios para comentarlos más adelante pero que luego no haces. Así que os voy a hablar ahora de los Klingon. Yo es que cuando los estaba viendo el otro día lancé la hipótesis de que venían a representar a los soviéticos, lo mismo que Kirk (William Shatner) y compañía a los norteamericanos. Es decir, que "Star Trek" continúa la guerra fría a su modo. Pues con esta sexta parte se confirma la tesis, trasladando la caída de la URSS, finiquitada en 1991, con la "pacificación" del imperio Klingon. Claro que si se trata de evitar la desaparición de un pueblo, las democracias, se supone que la Federación lo es, no moverían ni un dedo, como nos enseña la historia.
Reaccionario
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11 de febrero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Enterprise vuelve a la estela galáctica correcta centrándose en una trama que recurre a la esencia del pasado para narrarnos unos hechos fundamentales en el futuro de la saga. Lo mejor de todo es que los personajes y sus demonios internos cobran importancia en detrimento del espectáculo, lo cual hace más rica la experiencia para los fans de Star Trek, aunque puede resultar difícil de entender para los iniciados en este universo.

Dilemas morales, enfrentamientos planetarios y chascarrillos punzantes, todo envuelto en la sencillez habitual de la serie original dentro de una película que culmina un viaje de veinticinco que alcanzó lugares donde nadie ha podido llegar.

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Cine de Patio
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28 de diciembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ya dije en su momento si hay algo que me gusta de «Star trek» es su politiqueo, su Federación y sus embajadores. Pues aquí no puede haber mas de todo esto. La acción se desata porque después de una cena oficial entre los Klingons y los «otros», los humanos quiero decir, unos atacantes sin identificar se infiltran en la nave Klingon acabando con varios de su tripulación. El desastre está servido, los Klingon quieren venganza pero la nave Enterprise está segura de que el ataque no provino de su nave.

Me gustó bastante porque tiene mucho misterio e investigación, no es acción por poner unos fueguitos —tos: starwarras— en el espacio sino que todo tiene su explicación aquí. De hecho casi todas las escenas son dentro de las naves y hablando entre ellos. Creo que definitivamente me veré todas las de esta saga. Ya las de JJ me gustan y ahora estas también.
tipar
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27 de agosto de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso que en toda su saga cinematográfica, hasta la sexta entrega, 'Star Trek' rehuyera los temas políticos que tanto habían destacado en algunos de sus mejores episodios.
Todo hasta el momento se había centrado en aventuras de diferente calado, con diferentes escenarios, que nunca dejaban de lado el componente alegórico de la serie, pero que por alguna razón o por otra habían esquivado ponerse demasiado serios. Puede que fuera porque se pensó que el destino de la Enterprise en la gran pantalla estaba destinado a mayores grandezas cósmicas, o porque sencillamente a nadie se le ocurrió.
Por suerte, alguien decidió fijarse en el conflicto latente en anteriores entregas, acerca de una raza klingon despechada y ofendida, que exige su lugar en la Federación con el mismo respeto que otras.

'Aquel País Desconocido' se convierte así en el episodio más conflictivo, y de alguna manera, más sutil de su historia.
Los acontecimientos pasados con los klingon han servido para que haya cierta agitación en su contra, y la Federación se dispone a mandar un embajador de paz a su encuentro: el capitán James T. Kirk, que años atrás sufrió el más desagradable encuentro con ellos. Hay algo de frívolo y casi perverso en que tenga que ser él quien justamente se entreviste con una raza a la que llegó a acumular tanto odio, quizá la primera pullita contra los buenos sentimientos, a todos, a quien sea, obligados por una organización con su medida de hipocresía.
Justo ellos tenían que ser, los que administran este castigo con guantes de seda, cuando son ellos los primeros que disponen una reunión para tratar el tema klingon, y en ningún momento muchos de sus miembros se bajan de la óptica despreciativa y hostil que tienen hacia ellos. Casi parece peor que ser directo, el tratar otra raza, otro modo de vida, como animales que se merecen un hueco de jaula, donde no puedan molestar.

La Enterprise entonces se convierte en emisaria de paz, y la posible llave de un futuro común sin conflictos, toda una responsabilidad considerando los rencores de su máximo responsable y capitán.
Más tarde, la cena de cortesía entre el séquito del Canciller Gorkon, embajador de paz klingon, y todos los miembros de la Enterprise, es fantástica por acertada: un festival de fuego cruzado dialéctico, en el que las pullitas y sutilezas tratando de alcanzar algún tipo de camaradería común culminan en un "nunca se descubre a Shakespeare hasta leerlo en el klingon original". La declaración más simple de que los puntos de vista son infinitos, variados e intransferibles.
Pero también la confirmación de un pequeño centímetro de orgullo se mantiene entre ambos bandos, porque no es tan simple olvidar los tiempos pasados, sobre todo si traen aparejados recuerdos tan dolorosos para Kirk, y encima teniendo a un klingon tan irónico como Chang riéndose sutilmente de los defectos humanos (majestuoso Christopher Plummer con parche).

Es entonces cuándo la historia se transforma en un "quién-lo-hizo" tan efectivo como interesante, considerando las tensiones que ya se han puesto de relieve anteriormente, y en una carrera contra el tiempo para salvar la última llama de paz que puede existir entre ambos pueblos.
Kirk y compañía atraviesan juicios contra pruebas injustas y cárceles en páramos olvidados, trazando un claro paralelismo con la realidad: ¿alguien dudaría de que estos juicios y estas prisiones no existen todavía, en manos de los imperios que pueden usarlos a su favor?
La mano amiga tendida en principio se torna enemiga, pero no, o sí, o quizá no en su totalidad... 'Star Trek', capítulo sexto, habla de unos tiempos que necesitan más grises que certezas, que necesitan acogerse a un puñado de hombres con cabeza para no caer al barbarismo de la mayoría y, en definitiva, donde la convivencia debería ser la meta deseable por todos. Porque una guerra abierta no beneficia a nadie, y menos si por los actos de unos pocos nos vemos aceptables como jueces de una mayoría.

Decía Shakespeare que la muerte era el gran país desconocido, pero en esta historia un klingon, el Canciller Gorkon, un extranjero, afirma que el país desconocido es el futuro.
Puede que tenga razón, y que ese sea nuestro gran desafío, la conquista de un futuro que no hable de finales amargos, sino de brillantes alianzas a favor de la convivencia.

Sea como sea, es un futuro que los tripulantes de la nave Enterprise han ayudado a crear, y van a seguir queriendo crearlo.
No se puede menos que aplaudirles, cuando desaparecen hacia los confines del universo, dejando su firma, como al final de una larga carta donde nos cuentan que, en sus aventuras, hace mucho tiempo que la galaxia logró vivir en paz.
Charles
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