El perro mongol

Dan ganas de acariciarla, sin más. Fluye suave ante tus ojos como espesos ríos de terciopelo azucarado. Te sientas, pulsas play y permaneces, es todo, permaneces sin desear nada, te hundes en el sofá y en los paisajes, en la sonrisa de Namsa y en los verdes prados, en el blanco de la leche más virgen y en el azul del cielo más limpio que jamás puedan ver los hombres. Tu espíritu quiere lanzar por los aires a esos tres pequeños, jugar con ellos al pilla pilla, revolcarse por la hierba. Entras en connivencia con lo natural sin echar de menos nada más que unas tremendas ansias de volar allí y oler la libertad.
Estéticamente perfecta, conmovedora, sin entresijos ni añadiduras, sin retales sobrantes. Una oda a la belleza del cine simple y directo, una oda a la poesía de los sentidos.

El perro mongol cuenta una historia simple y sencilla, sin pretensiones, pero que me atrapó desde el primer minuto con una fotografía espectacular que permite hacerse una idea de cómo es la inmensa estepa mongola.

Los protagonistas son una familia nómada, el matrimonio y tres niños pequeños, que nunca antes se había puesto frente a las cámaras, y que sin embargo parecen buenos actores. Por cierto, realmente son una familia... En verano plantan su Ger (una tienda a modo de casa típica de los nómadas) en mitad de la nada y cuidan del ganado.

El padre trabaja con el ganado y viaja a la ciudad periódicamente para vender o cambiar pieles y otros productos por alimentos o herramientas. La madre se ocupa de la casa y los niños ayudan en lo que pueden. Es muy curioso e interesante ir descubriendo los quehaceres diarios de la familia. La dureza y crudeza de sus vidas contrasta con la naturalidad y "buen rollo" con que la llevan a cabo. Hay que destacar que los niños colaboran como el que más. Recogen leña y estiércol, pastorean y hacen todo lo que está en sus manos, sin olvidar los momentos de juego, claro.

Un buen día, Nansal, la hija mayor (que tendrá unos 6 años) mientras está recogiend oleña se encuentra un perrito y decide quedárselo. Sin embargo, sus padres no están por la labor. Pese a que creen en la reencarnación y tienen gran consideración por los animales, temen que el perro pueda traeles mala suerte pues son muchos los perros abandonados que se asilvestran o se cruzan con lobos y terminan atacando al ganado. Pero Nansal hará hace caso omiso...

No se trata de un documental sobre la vida de la familia. Hay un argumento y una historia que habla del ancestral vínculo existente entre hombre y perro. Este vínculo es universal, y Mongolia no es una excepción.

La directora (La historia del camello que llora) aprovecha también para hacer una crítica al cambio en la vida de las familias nómadas por la llegada de la civilización a esas tierras y muestra que las costumbres de varias generaciones corren el riesgo de desaparecer.

Sin duda, muy recomendable.

A pesar de ser una película de ficción, la trama que hay no es más que una excusa para mostrar el modo de vida de la familia protagonista, por lo que en el fondo tiene un componente de documental bastante importante, no en la forma, pero sí en el fondo.

Deliciosa. Al contrario que La historia del camello que llora, de la misma directora y que no me moló nada, esta me ha gustado, y mucho. A pesar de lo tremendamente sencilla que es y de que no pase casi nada, está hecha con tanto mimo y buen hacer que consigue despertar un cúmulo de sensaciones y ayuda a entender por qué hay quien a esto del cine lo llama arte.

Mención especial merecen la preciosa fotografía y la familia protagonista, una familia real interpretándose a sí misma. También quiero destacar las escenas de tensión, que consiguen poner de los nervios con unas imágenes muy bien escogidas y unas escenas aún mejor dirigidas.

Esta película tiene una gran ambientación, unos hermosos paisajes, entre otras cosas. Describe la vida de una familia nómada en una zona de Mongolia, dominada por montañas, valles, ríos y pastos bajos, lejos de las zonas urbanas. Como trabajan con los elementos escasos que poseen para conseguir el alimento. Pero le falta, para mi gusto, algo más de dramatismo. Amaga a convertirse en un drama pero queda en eso.
También hay unos elementos que están un poco fuera del contesto. Por ej: la moto, quedaría mejor o más a mi gusto que se vaya a caballo.
El final parece MADE IN HOLLYWOOD, al más puro estilo de Lassie. Predecible totalmente.
Buenas intenciones, para mi gusto faltó algo más.

Que se trate de un film mongol garantiza lo siguiente:
Al no haber estrellas la pelicula es creible.
No hay decorados y por lo tanto hay gran naturalidad.
No hay efectos especiales ni ópticos, ni espectacularidad. Hay realismo que es lo importante ya que la fotografía le une a la realidad.
No hay finales felices forzados, como acostumbran a hacer por los Usa.
El ritmo no es excesivo ni alocado. Disfrutas contemplando las imágenes y te da tiempo a pensar lo que estás viendo, cosa imposible por los parajes estadounidenses.
No es un film superficial.
Todo eso y mucho más significa que está hecha en Mongolia.