El perro mongol

Esta película es un regalo para los sentidos y los sentimientos, al igual que la otra que he visto de su directora (La Historia del Camello que llora). Con una magistral fotografía y una preciosista técnica documental nos transporta a las duras tierras de los mongoles donde nos sumergimos de lleno en sus emociones cotidianas y aprendemos lecciones que están fuera de cualquier tiempo y de cualquier lugar. Para disfrute de todos aquellos que busquen un cine bello y emotivo sin aspavientos.

Hacer una crítica de El Perro Mongol es difícil porque ¿qué estamos criticando en realidad? En realidad no se trata de una película, se trata de la propia vida, una vida sencilla, en la que pasan cosas sencillas y donde hasta los sobresaltos son sencillos. Si me apuran, hasta los peligros (los lobos) son sencillos.

La fotografía es hermosa porque el paisaje es hermoso. Los actores trabajan bien porque se interpretan a si mismos ó lo que es lo mismo, viven delante de las cámaras. Cuando hacen queso hacen queso, cuando cuajan la leche cuajan la leche. Repito: Viven.

En la puridad cinematográfica destacaría los diálogos, con los que se transmite un estilo de vida distinto al nuestro. Pero no distinto en los aspectos materiales, que eso resulta evidente, sino fundamentalmente en los espirituales. Ese es el mensaje y si así lo queremos esa es la enseñanza. El agradecimiento a la tierra que acogió a la familia durante el verano o esa frase impactante y magistral: “Todos morimos pero nadie está muerto” son signos de lo que acabo de decir.

Para el mensaje un 10, para lo que llamamos película un 7.

Después de ver la película a uno le vienen a la cabeza los últimos títulos que ha visto en el cine y piensa: se necesita un guión rebuscado, una puesta en escena brillante, una ambientación suprema, unos efectos visuales impactantes, un vestuario exclusivo para realizar una película buena? Quien vea la película, ya conoce la respuesta... a los demás, que sigan esperando los estrenos del cine de hollywood y sobre todo del cine patrio para seguir alimentando burdos metrajes llenos de pretenciosidad y vacíos como ojos de muñeca. Con qué poco se construye una película hermosa, hermosísima, con qué naturalidad la directora tira de folklore popular para narrar un cuento maravilloso como la tierra en la que está ambientada. Un cuento ecologista protagonizado por gente que no sabe que lo es... Ay, occidente, qué hermosa paradoja...

Curiosa pelicula, rodada a la manera de un documental, aunque algo novelada. Sin duda para darle una pátina más comercial que la que, posiblemente, hubiera conseguido de haberse rodado como un documental en el 100%.
Byambasuren Davaa, la realizadora, que ya se dio a conocer al mundo occidental con "La historia del camello que llora", logra de nuevo emocionar, sobre todo al final, con esa escena, sencilla pero tremendamente eficaz, del niño y los buitres.
Hasta entonces exige la paciencia y complacencia del espectador, que se debe tomar la película como lo que es: el reflejo de la vida de una sencilla familia de nómadas mongoles, en su tierra, en esas durísimas tundras. Una vida austera y laboriosa, y no exenta de cariño y amor.
Todo ello está narrado empleándose un ritmo sin duda lento, viéndose las evoluciones tanto de los padres y abuela, como, sobre todo, de los tres niños y el perro que da título al film.
Y es que el perro tiene una importancia vital tanto en la película como en la vida de los mongoles, donde existe un antiguo vínculo entre los canes y el hombre, con una gran importancia para la reencarnación.
De ello se habla en este singular trabajo de Davaa, una realizadora que cuida al detalle los planos, sacando belleza sin igual, amén de poesía.
No se puede decir, a la manera occidental, que la peli sea un dechado de entretenimiento, pero sí que merece la pena por su profunda humanidad y las sencillas enseñanzas que desprenden sus imágenes.
Lo mejor, además de la escena de los buitres, la escena final, que solo se puede ver en los extras del DVD, cuando la niña acaricia al perro mientras este duerme. Ella le dice:
"- ¡Jo! Cuando quiero jugar contigo tú estás durmiendo. Para mi que antes (en la otra vida) eras un holgazán."

Es una de ésas películas que son no-comerciales: sin efectos especiales, sin efectos digitales, sin ordenador, con mucha humanidad y toneladas de buen hacer. Es una película para contemplar un cuadro que dura, no sé, como hora y media, creo. Un cuadro en el que hay color, diálogo, miradas, expresión. Se palpan el amor, el dolor, la valentía. Una película que deberían ver muchos padres y muchos hijos. Una película para respirar profundo y... disfrutar.