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Reflejos en un ojo dorado

Drama En un fuerte situado en el sur de los EEUU, el comandante Weldon Penderton se ha dedicado a la enseñanza de tácticas militares, mientras que su esposa Leonora prefiere solazarse con el teniente-coronel Morris Langdon, amigo de la pareja. Todo esto lo observa, detalle a detalle, el soldado Williams, un joven que parece fascinado con la bella mujer, mientras que Penderton comienza a interesarse por cada movimiento del joven soldado. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 38
Críticas ordenadas por utilidad
29 de octubre de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Usando su propio apellido (Carson) y el apellido de su esposo (McCullers), Lula Carson Smith se convirtió en Carson McCullers para firmar sus libros, pues se sumó a la idea de que, solo mostrando una ficticia identidad masculina, las mujeres podían vender sus obras en un mundo prejuiciado que las menospreciaba muy torpemente… ¡Y qué ironía! ¡Entre los más notables libros que, por millones, leyeron los más machistas hombres en la América de los siglos XIX y XX, un alto porcentaje fueron escritos realmente por mujeres! George Eliot, Isak Denisen, Fernán Caballero, George Sand, Michael Strange y muchos otros nombres que enaltecieron la literatura, fueron valientes y calificadas mujeres de diversas partes del mundo, que estuvieron dispuestas a demostrar que, el conocimiento y el talento no eran exclusividad masculina. ¡¿No es encantadora la manera como -a lo largo de la historia- la mejor parte de la humanidad se ha mofado siempre de las necedades, represiones y ambiciones de la otra parte?!

Carson McCullers, fue una mujer declaradamente crítica con la sociedad que le tocó vivir. Nacida en el sur de los Estados Unidos de Norteamérica (Columbus, Georgia), en sus novelas enfiló sus baterías contra el racismo, la discriminación de clases, el maltrato animal... y también contra el militarismo. Su novela, “Reflejos en un ojo dorado” (1941), apunta directamente hacia todos estos temas y habría de convertirse en una de sus obras más exitosas cuando el director, John Huston, decidió llevarla al cine.

Interesado en que esta novela -a la que tuvo siempre en la más alta estima-, fuera trasladada a guión por la propia autora para asegurar su fidelidad, Huston vio frustrado su deseo porque, Carson, tuvo otra recaída de las muchas que tuvo en sus 50 años de frágil vida, y entonces el guión debió pasar a manos de Chapman Mortimer y Gladys Hill, a condición de que mantuvieran la mayor fidelidad posible al texto original.

Elizabeth Taylor estaba encantada de que su gran amigo, Montgomery Clift, protagonizara otro filme junto a ella… pero cuando ya todo estaba listo y su contrato firmado, una trombosis acabó con la vida del actor el 24 de julio de 1966 y el papel pasó entonces a manos de Marlon Brando, cuya voz bastante atorada entonces, siento que mejora viendo el filme con un buen doblaje.

La historia transcurre en los alrededores y dentro de un fuerte militar ubicado en el sur de los EEUU, y la relación se centra en el comandante Welton Penderton, un hombre de fuerte apariencia pero de débil carácter, cuya mujer le es infiel con su amigo, el teniente coronel Morris Langdon, mientras que un “leal” soldado, L.G. Williams, vive fascinado también con ella y osa ingresar a su alcoba, en ausencia de sus rivales, con el único deseo de contemplarla dormida y oler sus delicadas ropas.

Contando con la liberalidad que había traído consigo la década de 1960, Huston aprovecha para dar cabida a la hasta entonces vedada homosexualidad, y con finas sutilezas (la manera de doblar una envoltura de chocolatina, ciertas miradas, el acomodarse el pelo…) deja plantada esta inclinación que, también entonces, podía darse entre los militares.

Elizabeth Taylor (Leonora), tiene aquí una nueva ocasión de representarse a sí misma, pues lo que para otras actrices podía resultar bastante complejo, para ella era pan comido porque bien habituada estaba a poner en sus sitios a los hombres… ¡Varios matrimonios le habían dado la suficiente experiencia!

Con todo, y aunque un poco ajeno a las constantes del cine hustoniano, el filme resulta de notable interés, pues posee elementos narrativos y estéticos de connotado virtuosismo. Lástima que no hayamos podido apreciar los marcados tonos dorados que el director aplicó al original del filme, así que queda esperar que alguna copia en Blu-ray u otro formato, consiga un día recuperarlos.

En "REFLEJOS EN UN OJO DORADO", se aprecia muy claramente uno de esos fangos en los que aún sigue cayendo la especie humana.
Luis Guillermo Cardona
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29 de julio de 2009
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película fallida del gran director John Huston.
A pesar de sus grandes atractivos: los dos protagonistas (Marlon Brando y Elizabeth Taylor), el director (John Huston) y la colaboración en el guión de Francis Ford Coppola, la peli en algunos momento se hace aburrida e incluso tediosa.
Es un placer que la hayan editado en dvd y poder disfrutar de las voces de sus protagonistas en versión original. Es maravilloso el tono de voz tan desagradable con el que empieza la película Elizabeth Taylor y como ese tono va madurando a lo largo de la película. Por momento Marlon Brando está soberbio y en otros cae en la sobreactuación.
No me parece una película bien construida ni que esté narrada con fluidez. El gran atractivo de ver al gran Marlon Brando haciendo de gay reprimido pierde interés a medida que vas viendo la película. No se crea suficiente tensión sexual en el trio protagonista y hay secuencias que carecen absolutamente de credibilidad.
Los movimientos de cámara del último plano son de vergüenza ajena, así y todo bravo por Huston por experimentar y por terminar la película como le dio la gana... pero el paso del tiempo no le ha sentado bien al film.
A pesar de todo creo que es una película que hay que ver, porque tiene situaciones y momentos interesantes.
yonosoyboyero
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17 de junio de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
93/13(19/05/16) Notable film de John Huston, obra adelantada a su tiempo, arriesgada y provocadora, su obra más turbadora y velada, historia agria, revestida de morbo malsano, pesimista, compleja, densa, sombrío acercamiento al universo de represiones sexuales, frustraciones, tormentos, acontecen en lugar tan marcial y cuadriculado como un fuerte militar, microcosmos poblado de personajes con patologías y angustias, afloran adulterios, voyeurismo, homosexualidad latente, adulterios, fetichismo, cleptomanía, exhibicionismo y crímenes pasionales, lugar donde reina la infelicidad, la ociosidad y la insatisfacción. Sostenido por un guión turbio, bien desarrollado, en increscendo dramático sofocante, por notable puesta en escena, destaca esa tonalidad hiperrealista del patinado dorado, y sobre todo un fenomenal elenco de actores. Escrito por Chapman Mortimer y Gladys Hill (“El hombre que pudo reinar”), adaptan la novela corta “Reflections in a Golden Eye” (1941), de Carson McCullers, pseudónimo de la escritora Lula Carson Smith. El historiador británico Anthony Slide, considera el libro una de las cuatro novelas homosexuales conocidas en idioma Inglés en la primera mitad SXX, las otras tres son “Nightwood” (1936) de Djuna Barnes, “Other voices, other rooms” (1948) de Truman y “The city and the pillar” (1948). La película no llego a España hasta finales de los 70 con el final de la censura.

Desarrolla una historia escabrosa, repleta de secretos, mentiras, traiciones, prejuicios, demencia, sadomasoquismo, exhibicionismo, y más, gracias a un guión hábil en trenzar una telaraña que va apresando en su red los sentimientos reprimidos de unos personajes encerrados en sus rutinas, en su aburrimiento, en su ordinariez, de la que intentan escapar de modo truculento. Un collage de protagonistas con un atormentado mundo interior, que Huston explora y transmite con elegancia, en una evolución de situaciones que mezclan de modo turbador intensidad dramática con un humor áspero que te hace sentir incómodo, emitiendo profundidad en base a una dirección de actores con marcado enfoque en los gestos y miradas, con silencios muy expresivos, con incisivas alegorías tanto verbales como visuales (la de los caballos con los sementales, de cómo Leonora adora a los equinos por serlo y Penderton lo contrario), con punzantes elipsis, en un acentuado relato de insatisfacciones, de dolor anímico, de hipocresía, de falsas apariencias. Todo enmarcado en un lugar tan rígido y encorsetado como un fuerte militar, en medio de la rutina de paz vemos clases, fiestas, partidas de cartas, salidas a caballo, donde los contrastes son más ácidos, con sobreentendidos, con muchas insinuaciones, traiciones. Un relato que radiografía con bisturí envenenando las represiones sexuales derivadas de la homosexualidad, provocan comportamiento malsanos, enfermizos, rozando lo patológico, obsesiones tórridas, que se dirigen hacia la tragedia remarcada en la sobreimpresión del inicio.

Tiene uno de sus fuertes en el enfrentamiento de personalidades: Penderton un oficial amanerado, acomplejado, insatisfecho, vejado por su esposa, incapaz de hacerle el amor, un cleptómano fetichista, que acaricia lascivamente los elementos robados, en realidad un homosexual reprimido que vive hastiado, y que encuentra una razón en la naciente obsesión por un soldado con el que cree haber conectado; Leonora, su esposa, una mandona dominante, y dominatrix, de carácter, promiscua, humilla y se ríe de la frigidez de su esposo, una avezada amazona que siente conexión con los caballos por ser sementales, lo contrario a su marido, entre los dos se deconstruye una relación nociva; El oficial Morris Langdon, símbolo de la machismo arcaico, tiene sometida a su esposa, tiene un affaire con Leonora, tipo rudo, y alegre; Alison, la esposa de Morris, una depresiva y neurótica que llegó a cortarse los pezones al perder a su hijo, vive atemorizada en su casa, alejada de su esposo, solo con la compañía de su afeminado criado Anacleto; El cadete Williams, no lo escuchamos decir palabra, peros sus silencios dicen mucho, un extraño tipo, con costumbres singulares como montar a caballo desnudo por el bosque, espiar al matrimonio Penderton, infiltrarse en el dormitorio de Leonora para verla dormir oliendo su ropa interior; Y Anacleto, un amanerado con mucha pluma que se convierte en la muleta de Alison construyendo entre los dos un mundo cerrado.

El lírico título del film proviene de una acuarela que pinta Anacleto para Alison, en ella se ve un pavo real (símbolo de la fatuidad pomposa), y en él resalta un ojo dorado, alegoría de la fuerza sugestiva tienen en el relato las miradas, miradas de Penderton a Williams, las de Williams a Leonora, las de desprecio de Leonora a su marido, de Williams espiando, las libidinosas miradas de Penderton a objetos robados, en espejos, miradas triste de Alison , para ello gran importancia tienen las ventanas, todos miran una y otra vez por ellas.

Puesta en escena excelente en su expresionismo, notable diseño de producción de Stephen B. Grimes (“Memorias de África”), rodándose en Long Island (Nueva York-USA) y en Roma (Italia), recreando con sobriedad el fuerte, con los bucólicos bosques por los que montan a caballo o las caballerizas, pero lo que sobresale es la acentuada e hiperrealista fotografía de Aldo Tonti (“Las noches de Cabiria”) y sin acreditar Oswal Morris (“Lolita”), en color (technicolor) y panavisión, exhibiendo la belleza de la naturaleza en contraste con el mórbido alma de los protagonistas, mucho mimo por el detalle en primeros inquietantes planos, jugando con contraluces, semioscuridad, siendo puntal el tórrido patinado dorado (alegoría del título), convirtiéndose en la nocturnidad en tono sepia, compone cuadros de una beldad tremenda, influenciados por la pintura de Rembrandt o Caravaggio, estos recursos imprimen intensidad dramática, sensaciones de cuasi-surrealismo visual, turbación.... (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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7 de octubre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Reflejos en un ojo dorado" es tanto la descripción de la vida en una base militar situada en el sur de los EE. UU. como la crónica de dos matrimonios en crisis que viven en ella, así como la narración de las pasiones y deseos de esos dos matrimonios, y de algunos personajes más (Zorro David como un criado filipino, Robert Forster como un soldado) que viven cerca de ellos. El personaje de Elizabeth Taylor -que hace una gran interpretación- es bastante insoportable, y el de Marlon Brando, un militar de alto rango que enseña tácticas y estrategia, y está ligeramente trastornado, viene a ser un curioso anticipo del Coronel Kurtz que Brando encarnó de forma inolvidable en un film inolvidable como "Apocalypse Now" (1979), de Francis Ford Coppola.

Se trata de un film muy para adultos, en el que los comportamientos extraños, o moralmente ilícitos, de los personajes, se acumulan y se mezclan, normalmente en un plano sexual, implícito o explícito: desnudez masculina y femenina con tintes de exhibicionismo, sadismo, homosexualidad, voyeurismo, fetichismo, locura, infidelidad matrimonial...El relato consigue mantener un necesario tono de misterio, de sugerencia, hasta un desenlace final que consigue sorprender al espectador. Para mí es un estupendo largometraje, que un buen guión, una buena dirección y un gran reparto de actores y actrices consiguen hacer creíble, dotándolo de densidad y alejándolo de cualquier posible tentación de sensacionalismo.
Pedro Triguero_Lizana
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27 de noviembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los demonios que habitan estos seres morbosos y retorcidos, en algún lugar del Sur de los E.E.U.U., juegan, y apuestan, a quién será el primer mortal en autodestruirse. Utilizan las herramientas adecuadas: pasión, culpabilidades, "sexo impropio", insatisfacción...., y en algunos momentos se les nota que disfrutan especialmente pues babean mientras introducen el dedo en las purulentas llagas de los pobres individuos.
Claramente se ve que los Weldon, Leonora, Morris, Willians, Alison, Anacleto..... no controlan la situación en ningún momento, y solo son títeres en manos de sus complejos, sus taras mentales, su enfermiza sexualidad y sus educaciones hipócritas. Su existencia es un caleidoscopio de hirientes soledades y parecen candidatos idóneos para servir de combustible a las calderas de Pedro Botero.
Y es que, ya lo he dicho en otras ocasiones, si existiera el infierno y hubiera que buscarle un lugar ideal, por aquello de los estudios de mercado y demás, la opción de los estados sureños de U.S.A. contaría con pocos rivales. Por alguna razón en estas tierras se dan bien el pecado y la maldad, condición esta última, imprescindible para que el atroz individualismo revolotee carroñero sobre sus víctimas.

Los actores, poseídos por la maldición de sus personajes, parecen fundidos en sus papeles y hasta te da por pensar que alguna dentellada o ponzoñoso picotazo se llevaron para casa, mientras el pícaro de John Huston, con enigmática sonrisa, se fumaba un puro.
Sinhué
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