El cartero siempre llama dos veces

Un perdedor sin destino llega a un pueblo tan perdido como él, para en una estación de servicio y conoce a los dueños un matrimonio conformado por un hombre mayor y de fisonomía grotesca, y una mujer joven y hermosa.
Se namora de la mujer y esta al parecer de el, y viven un affair que deriva en planes perverosos, y estos en tragedia.
Esta versión de la clásica novela de Cain, aporta sexualidad y poco más, ya que sus versiones anteriores la superán una por vanguardistas (la de Visconti) y la otra por tener la magia de las películas del Hollywood de los años cuarenta.
Reconocer que los actores están magníficos y la química increíble entre los protagonistas.

La adolescencia. Esa etapa en la que si eres del montón todo trascurre como si estuvieras de paso. Los ligues se cuentan con los dedos de una mano, los desplantes por decenas. Y por ahí andaba yo, a los catorce, quince, dieciséis años, desorientado, enamorándome cada dos por tres de la mujer equivocada, ahogado en alcohol, en el hilo que separa la poesía del precipicio. Como problema añadido, el apéndice de mi cuerpo que se encuentra entre las dos piernas no daba tregua. Necesitaba ser atendido y mimado a todas horas. A las tres de la madrugada, al despertar, a media tarde, a medianoche, aquello no se estaba quieto. En perpetua posición angular casi vertical y a falta de una chica solícita que le diera estabilidad, mi mano derecha llevaba a cabo interminables sesiones onanistas para calmar a la bestia.

Como parte de aquellos tiempos confusos la televisión también contribuía a menudo al calentamiento global de mi cuerpo. Imposible recordar cuantas veces me sentaba en el sofá familiar, después de la cena, esperando toparme por vía catódica con un cuerpo desnudo femenino que alimentara posteriormente en la cama mi imaginación de salido impenitente. Como tapadera de mi inquieto misil inguinal cuando la tele me regalaba unos pezones, un revolcón de tapadillo o en el summum de mi calentura un desnudo integral, antes de que la inminente erección produjese a la vista de toda la familia un Everest en mi pijama, colocaba un cojín sobre mis partes nobles mientras mi cara enrojecía sobrepasada por la situación en una mezcla de inevitable excitación, impotencia y vergüenza.

Y de entre todas aquellas noches, viendo películas con mis padres y hermanos, hubo una de pasar a la historia por la imparable erección atómica que me produjo en una escena que recordada a día de hoy aún me eriza hasta los pelos del sobaco. Aquel Jack Nicholson caníbal bajándole las bragas a una Jessica Lange explosiva hasta la médula, sobre la mesa de una cocina polvorienta para luego llevar a cabo dios sabe que uno encima del otro, se merece el puesto de honor de todas las erecciones comprometidas, simuladas bajo cojín, que aquel imberbe adolescente presenció en aquellos años de niebla e incontinencia seminal.

Tal vez, vista con los ojos y no con otras partes del cuerpo, esta revisión de un clásico, imperecedero por si mismo, no esté a la altura, pero el imborrable recuerdo de las manos del viejo Jack hurgando entre las bragas de Jessica le sube por lo menos un par de puntos. Tal vez hasta me esté quedando corto.

Disfrútenla.

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No me agradan muchos los remake, aunque he visto muchos. Siempre es un buen negocio, re-utilizar un buen guión, teniendo en cuenta que el público prefiere ver películas nuevas y no películas de 50 años atrás.
Aclaro que no ví la anterior, supongo que será mejor, ya estoy en campaña para conseguirla.
La cinta en cuestión tiene algunos fallos en el guión a mi entender, algunas caídas en el ritmo de las acciones. Cuando se recurre a escenas de sexo creo que se pierde un poco de fuerza,
Las actuaciones de Jack Nicholson y Jessica Lange, son muy buenas

Cora y Frank.
Un hombre y una mujer. El juego del ahorcado.
De tan increíblemente sórdida resulta cómica.
Sexo y muerte. Eros y Tánatos. Y aleteando como un pajarillo moribundo que quiere echar a volar y tiene las alas pegadas a la pared con miel, el frágil amor en el fangoso pantano, rodeado de dificultades y miserias, de trabajos y penas, lo mismo que la vida entera, acorralada ferozmente por la parca y todas sus hijas y hermanas siniestras, la enfermedad, la vejez, la pobreza, la dependencia, que nunca se sacia, no cesa.
Como si a "Bonnie and Clyde" los hubieran encerrado en una celda de castigo o aislamiento y no los hubieran dejado salir en años, como escorpiones cociéndose en su salsa, quemándose a fuego lento.
Somos instinto, necesidad y vulnerabilidad, un amasijo de huesos y vísceras lanzado al vacío que reacciona primariamente a estímulos eternos, átomos sordos enloquecidos agitándose inútilmente, una breve llama que se apaga, luz oscilante que titubea.
La gran depresión, dos desgraciados y un griego. Se enciende la chispa de la pasión, fuego en el cuerpo, y todo arde. Una mujer fuerte y solitaria y un hombre más débil y canalla. Ella incita y decide. Él embiste, obedece, actúa. Arquetipos dotados de hondura.
La película es seca, cruda y bella. Te mete a empujones en la historia y no te suelta.
Ellos dos están inmensos; ella muy atractiva y poderosa y él muy gracioso a su manera atrabiliaria y desolada. Ella es una desesperada buscavidas venida a menos, que antes de la decadencia definitiva se agarra a la vida con kamikaze ansia, él es un canalla sin escrúpulos, un vividor de medio pelo, patético perdedor que disimula su colosal aislamiento y derrota con una armadura de dureza y pillería que se desgarra al menor roce. Su amor está repleto de inercia, desolación y barbarie, pero a su modo brutal se quieren, se necesitan, lo son todo el uno para el otro, no tienen nada más en este horrible mundo. Adán y Eva en un desierto calcinado por el sol, rodeados de alimañas, polvo y sed.
El sexo es violento, indistinguible de la muerte. Y el dinero todo lo puede. Con agencias de seguros y leguleyos que son el epítome del mal.
Quizás esté como cortada a hachazos esta historia tan salvaje, un poco descompensada en sus distintos tramos, unos muy lentos, otros muy acelerados, pero tiene pegada, fiereza, fuerza, verdad.
Se les quiere y al final se les echa de menos.
La vida como una dulce barbaridad, como una guerra sin salida, desesperadamente perdida, un gesto insignificante de efímera, ridícula grandeza.
Ruda, crespa, gorrina. Carácter y destino. Cine crepuscular, nostálgico, elegíaco, perdedor, como el de John Huston en "Fat city" o el de los Coen primerizos, "Barton Fink", por ejemplo, hasta "El padrino" en la fiesta griega aparece en el horizonte.
En zigzag, esperanza-catástrofe, sexo-desgracia, paz y tormenta.

4ª colaboración (y posiblemente una de las mejores) entre Nicholson y Rafelson.
Jack Nicholson y una provocativa Jessica Lange hacen que la pantalla arda en este apasionante drama con toques de cine negro sobre dos amantes (un buscavidas con records de antecedentes penales y una camarera que está casada con un viejo verde procedente de Grecia) cuyos problemas no han hecho más que empezar cuando han cumplido su deseo más esperado.

A pesar de que hubo quejas de que se habían cambiado muchas cosas en relación con el relato original de James M. Cain, Bob Rafelson consiguió una versión muy intensa e interesante, bastante mejor que la versión de 1946.

Esta fue la cuarta vez que se adaptó la novela de Cain. Además de la versión de 1946, se habían hecho dos versiones en Europa, concretamente en Francia y en Italia.

Grandes actuaciones de Nicholson y Lange, en especial del primero. Uno coge simpatía al personaje de Jack, y siente lástima por él al final del filme.

Nicholson y Lange formaron una de las parejas más carismáticas e inolvidables de la hitoria del cine. Había muy buena química entre ambos, sobre todo en la inolvidable escena erótica de la cocina, muy bien interpretada, pero sin desnudos.

BRILLANTE otra de las escenas en la que Nicholson, con el semblante serio y enfocado de frente le dice a Lange:

"A las personas las cuelgan por eso".

Sencillamente genial.

También cabe destacar los excelentes paisajes y decorados, uno se traga completamente que la acción transcurre en los años 30. Muy realista.
Parece ser que los 30 es la época preferida de Nicholson para rodar películas en las que la acción transcurre en aquellos años (Chinatown, La matanza del día de San Valentin, Dos pillos y una herencia, Tallo de hierro, La pequeña tienda de los horrores, El último magnate, etc....)