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No me chilles, que no te veo

Comedia Wally es ciego y Dave sordo. Cuando un hombre es asesinado delante de su puesto de prensa, se convierten en los principales sospechosos. Para probar su inocencia tendrán que ayudarse mutuamente: Wally prestará sus oídos a Dave y éste sus ojos a Wally. (FILMAFFINITY)
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
1 de mayo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Arthur Miller director de comedias olvidables, en el año 1989 nos regaló "Ciegos, Sordos y Locos", con el magnífico dúo Pryor-Wilder. Dicho par de actores le imprimen a este filme, una dosis de humor hilarante e ingenioso.
Ellos le dan vida a un ciego de nacimiento y a un sordo, que al ser testigos del asesinato de un hombre, se convierten en los principales sospechosos. Los dos deberán ingeniárselas para demostrar su inocencia, sin embargo la cosa se complica más debido a la discapacidad que cada uno presenta.
Esta es una clara muestra de humor clásico estadounidense, donde la desfachatez y el humor sobrio son las principales características, y la chabacanería y los chistes escatológicos no encuentran lugar.
La película presenta un lenguaje narrativo "in crescendo", donde el humor se va gestando, se va gestando, hasta que en el "climax" explota, y sabe mantener la uniformidad durante todo el relato. Sin embargo hay varias secuencias fuera de lugar, y diálogos que no vienen a nada, pero la diversión siempre está presente.
En cuanto a las interpretaciones, Pryor y Wilder son fantásticos, aunque no son actuaciones perfectas ni mucho menos, sus caracterizaciones son muy cómicas. No hay que olvidar a las villanos, que son interpretados por Kevin Spacey, en sus inicios y Joan Severance, con su despampanante figura deja atónito a cualquiera.
"Ciegos, Sordos y Locos" es buena película, que anota muchos momentos que serán recordados, que anota algunos gags que serán eternos, que hace ver que siempre las diferencias entre los humanos llevan a complementarse para conseguir el bien común.
Daniel Calderón
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18 de agosto de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen muchos subgéneros dentro de la comedia. Uno de los más efectivos, o por lo menos que me hace reír más, es el llamado “de enredo”, en el que los protagonistas, por una serie de casualidades acaban metidos en un gran lío del que deben salir, pasando mil vicisitudes por el camino. Otra regla es que los personajes deben ser muy diferentes, llevarse mal y tener química a la vez.
Dos clásicos de la comedia de los 80 se unen aquí. Uno ciego y otro sordo, que entre los dos son testigos (a medias) de un asesinato y son perseguidos para que no hablen.
Wilder no tiene un gran número de películas realmente buenas, pero esta sin duda es una de ellas, junto con “El jovencito Frankenstein”. En cuanto a Pryor, no he visto muchas cosas suyas, aunque le recuerdo de hacer el payaso en la olvidable “Superman III”. Pero aquí los dos están geniales y forman la típica pareja cómica con química y mucha gracia.
Es una ocurrencia muy divertida unir a un ciego y a un sordo y ponerlos en mil líos, como por ejemplo conducir un coche entre los dos.
Además, la película tiene un ritmo muy bueno en el que no paran de pasar cosas y no hay tiempos muertos ni escenas sobrantes o aburridas.
Creo que la comedia americana actual (2017), que en mi opinión está en franca decadencia, tiene muchísimo que aprender de títulos como este. Que se dejen ya del humor “serio” de Apatow, de tartas americanas y de Adam Sandler, y vuelva la comedia hilarante y verdaderamente divertida como esta. Pero me temo que, desde la retirada de Jim Carrey, no podemos ver casi nada medianamente decente en el género.
Y es que, con “No me chilles, que no te veo”, yo me río, cosa que no puedo decir con muchas otras comedias actuales.
i42poloj
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11 de julio de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que en su día me hizo cierta gracia aunque ya entonces reconocí que era bastante mala. Con el paso del tiempo la he vuelto a ver y me reitero. Se trata de una tontorrona comedia de acción hecha para lucimiento de su pareja protagonista cuyo respetable éxito de taquilla propició una secuela titulada No me mientas que te creo filmada dos años después y que ésta vez sí, se estrelló en taquilla merecidamente.

De las cuatro colaboraciones del tándem Pryor-Wilder la única que merece la pena es El expreso de Chicago que fue la primera que rodaron juntos y es realmente buena. Luego llegaron Locos de remate y ésta que nos ocupa que gozaron del favor del público pero no de la crítica. A mi ambos siempre me han caído bien, incluso me parecen buenos actores sobre todo Pryor, lástima que sus películas muchas veces no estuviesen a la altura.
Harold Angel
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9 de noviembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando vemos que una persona es testigo de un crimen la policía suele preguntarle las mismas cosas: "¿oyó usted algo?, ¿vio algo extraño?".

Es lógico, pero...¿qué pasa si ese mismo crimen es cometido delante de un sordo y un ciego? Pues simplemente que se armará un lío grandísimo y, a todas luces, divertidísimo. "No me Chilles, que no te Veo", tercer y penúltimo film en el que se unieron los geniales Gene Wilder y Richard Pryor tras "Locos de Remate", se posiciona entre mis comedias ochenteras favoritas, un proyecto que TriStar Pictures tenía en mente viendo el éxito de taquilla logrado por las anteriores colaboraciones de los cómicos, cuyo guión sería reescrito por Wilder contando con el veterano y no menos irregular Arthur Hiller tras la cámara, quien ya les había dirigido en "El Expreso de Chicago".
"¡Da la casualidad de que entre los dos lo vieron y oyeron todo!". El irascible e histérico capitán Braddock no podría haberlo expresado de mejor manera. Una misteriosa mujer (con las piernas más perfectas del mundo y que huele de maravilla) que podría haber sido sacada directamente de un clásico del cine negro ha disparado a un hombre, y los únicos que han "presenciado" el asesinato son David Lyons y Wallace Karew; uno resulta ser sordo y el otro ciego. Y resulta curioso que el film se inicie con algunos ciudadanos discutiendo y peleando entre ellos...

Y es que la gente se lleva mal, sí, y no son muchos los que entienden el significado de comprensión y tolerancia en este Mundo, cosa que perseguirán los protagonistas de la película, quienes después de ser interrogados por una policía del todo incompetente y desagradable y escaparse de comisaría, se cruzarán con la asesina y su cómplice. Mientras huyen de estos villanos, en realidad estereotipos del género representados de la manera más bufonesca, David y Wallace habrán de llegar hasta el jefe de aquellos que intentan matarlos y desentrañar el misterio que se esconde tras una importante moneda de oro. ¿Cómo se resuelve este embrollo? De la manera más absurda y alocada posible.
Así se pone el dedo en la yaga desde el primer momento. Un sordo y un ciego, dos hombres tocados por la desgracia y desplazados por una cruel sociedad en la que intentan ser aceptados, la cual se lo niega constantemente, terminan enredándose en una intriga criminal que bebe directamente de la más clásica tradición "hitchcockiana" (siendo el film básicamente una versión cómica y con invidentes de "Con la Muerte en los Talones" ) y que resolverán gracias a su mutua cooperación e ingenio al tiempo que aceptan con dignidad e incluso con humor su discapacidad.

Todo esto se traduce en un puñado de inolvidables "gags" que sobre todo circulan entre lo juvenil, lo ingenioso y lo muy disparatado, añadiendo a la comedia física unos diálogos descacharrante que llegan de la manera más natural, con los que es imposible no reir a carcajadas, y en una trama que no destaca por su originalidad, pero no importa. El objetivo de Hiller y del dúo Wilder/Pryor, donde demuestran como nunca la buena química que hay entre ellos, es entretener al espectador, y ello se consigue desde el principio hasta el final de la película en un clímax con sorpresa de lo más divertido, pues el ritmo, ya sea por el humor o por la acción, resulta trepidante.
También sería imposible tocar en la actualidad temas como los que se tocan aquí a través del humor negro, ¿acaso hoy día en una comedia comercial (para toda la familia, se entiende) oiríamos algo como "Esta mañana he encañonado a esa mujer desnuda con mi erección" o chistes raciales como el que hace Pryor en el tren, o diálogos con tantas palabrotas seguidas, o aparecer una mujer desnuda así como así, o hacer mofa de dos discapacidades tan importantes como la ceguera y la sordera? Sin duda la obsesión por lo políticamente correcto ha conseguido que hubiera mucha más libertad hace treinta años que ahora.

Y es que aquel humor tan propio de los '80 ya no volverá a repetirse. Por su parte, los grandes Wilder y Pryor, sensacionales, son acompañados por buenos secundarios como Kirsten Childs, un Anthony Zerbe en estado de gracia, nuevamente de villano y que interpreta un enfrentamiento memorable contra Pryor, ese jovencísimo Kevin Spacey, una preciosa Joan Severance transformada en genuina "femme fatale" y ese Alan North al borde del ataque cardíaco que se lleva una de las mejores frases de la película: "Hemos pasado por todo esto para atraparlos...¿y ahora no les puedo matar?".
Pese a su ilógica e incongruencias que van más allá de lo imaginable, "No me Chilles, que no te Veo" conseguiría rendir muy bien en taquilla, aunque ni a los críticos ni, curiosamente, al dúo y a Spacey les acabó gustando el guión, llegando a afirmar de la película que era un auténtico desastre. Sea como fuere hoy día está considerada por muchos (al igual que un servidor que escribe estas líneas) como una de las comedias más divertidas de aquella mágica década, sin duda la mejor colaboración entre Wilder y Pryor.
Chris Jiménez
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16 de febrero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta increíble como hay comedias intrascendentes que se nos marcan a fuego en la memoria, sobre todo cuando las vemos en la adolescencia.

Por la trama arquetípica en general de un malentendido con unos delincuentes que han perdido una moneda que vale muchísimo, pero que da pie a los continuos gags divertidísimos de los malentendidos que se generan entre un Richard Pryor que hace magistralmente de ciego y Gene Wilder haciendo de sordo, que son los que primero tienen la moneda sin saberlo, y que después al ver que han secuestrado a la hermana de Richard van ellos dos personalmente a salvarla a pesar de sus discapacidades.

Las escenas se desenvuelven bien en una antología de gags y chistes populares.

Como en una buena comedia de los ochenta en el proceso aprenden a mejorarse como personas, a no tener miedo a hacer el ridículo o a no quejarse constantemente con tacos a la mínima de cambio.

Además aparece Nueva York en un mundo estético de adelanto, con su moda y sus edificios de lujo que uno estaba esperando que se extendiera en nuestro país.
Alfonso Marlowe
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