Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?

Como sabéis, no soy nada amante del cine francés y menos si es comedia, por mucho que lleve la etiqueta de la más taquillera del año en su país, pero el argumento del que parte esta película me ha parecido irresistible. Resulta que una familia tradicional y católica tiene a cuatro hijas a las que han tenido en algodones durante toda su vida. Su sueño es casarlas como Dios manda con yernos a su conveniencia. Pero al final las tres hijas mayores se casan con un un árabe, un chino (el actor es de origen vietnamita, como si no se notara la diferencia, en fin) y un judío. Pero claro, falta la última, en la que ponen todas esperanzas, pero no es destripar la trama, viene en la portada, que el cuarto pretendiente será el que falta en la panoplia racial, el negro. Y esto me temo que es la gota que llena el vaso de sus sufridos padres ultranceses.

El argumento tiene unas posibilidades cómicas infinitas pero por desgracia Philippe de Chauveron va con el traje de corrección política progre, que viene a ser como una armadura medieval, pues el resultado es una obra que aunque en general es simpática, e incluso tiene algunos gags graciosos, está muy lejos de llegar a lo que podía alcanzar. Aquí la clave es que por miedo a ser tachado de xenófobo, todo el entramado de "Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?" es de lo más inocente y buenista, no se vaya a ofender nadie. Para hacer algo desternillante hay que ser mucho más osado, tener más mala leche y llevar el conflicto hasta las últimas consecuencias, pese a quien pese. Tenemos que aprender a reírnos también de los estereotipos culturales y hasta raciales, sin que ello signifique ofensa ni desprecio para su etnia o país.

Otro inconveniente grave del largometraje es que reduce a los personajes a la pura racialidad. Es cierto que en Estados Unidos e incluso en Europa hay personas estrictamente racistas, que rechazan al individuo X independientemente de sus cualidades por pertenecer a un colectivo étnico. Sin embargo, por fortuna, son una ínfima minoría. En cambio lo que puede producir rechazo hacia este tipo de personas no es tanto el color de piel en sí sino básicamente tres componentes: las diferencias culturales, las religiosas y las económicas. Por ejemplo, que sean misóginos, musulmanes radicales o pobres. Ahí está el problema. Para salir del lío Chauveron nos presenta a sus "foráneos" de distinto color pero domesticados e integrados, tan franceses, tan laicos y tan burgueses como el resto. Así pues no hay un conflicto real.

Típica (y tópica) comedia francesa que explica sobre una Francia donde las diferentes culturas (judíos, árabes, africanos y chinos) parecen haberse apoderado del savoir faire francés para desesperación de los franceses mas rancios, católicos y encorsetados. Lo cuenta en clave de un padre (francés hasta la médula) cuyas hijas se casan con hombres de diferentes culturas y religiones. El comienzo es gracioso y ràpidamente sienta las bases de lo que va a ser la película. Y ahí es donde comienza el problema porque desaprovecha todos los gags posibles y se queda en la superficie, en lo amable, la corrección política ahoga el verdadero humor. "¿Pero que hemos hecho?" es una comedia entretenida pero apenas divertida y aun menos hilarante, se deja ver con una sonrisa en la boca pero nada mas. Toca un tema delicado pero olvida que, en el humor, también existe el sarcasmo y la ironía... y sobre todo la mala leche de la que carece esta comedia de trazo grueso. Parecen gags sacados de cualquier otra película de enredos cuando la verdad es que el tema debería haber dado para gags genuinos. Christian Clavier está mas Louis de Funes que nunca y el resto de actores resuelven su papeleta con solvencia. Una comedia amable, bienintencionada, blanca como la nieve y mucho mas provinciana de lo que parece. Os entretendrá, de eso no tengáis duda, pero también es entretenido ver como trabajan en una obra o como las hormigas transportan miguitas de pan por el campo.

El otro día me contaron un chiste malo no, malísimo. Pero no de esos malos que de lo malos que son son buenos y te ríes. No, era un chiste malo de los que no hacen nada (pero nada) de gracia y de esos con los que te quedas con cara de palo.

Bueno, pues me reí más que con esta película.

Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?, ¿es comedia?, joder pues conmigo lo llevan de culo porque no me salió ni una ligerísima sonrisa furtiva.

¿Trata el racismo?, ya contaba con que no lo iba a tratar de la forma que a mí me gustaría, eso seguro, pero desde luego no me esperaba esto. Eh tú, chino, tienes la polla pequeña, eh tú, judío, le cortas el prepucio a tu hijo y se lo come el perro. (Nada más que decir).

Metes en la batidora Los padres de ella y Bienvenidos al norte, agitas fuerte y te sale Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?. Y esto lo está petando en Francia.

Yo tenía ganas de ver algo medianamente entretenido, a ser posible echarme unas risas, puse esta peli y perdí 90 minutos. Tampoco puedo decir que me llevara un gran chasco pues no me esperaba nada de ella.

Y lo más cojonudo es que esto estuvo nominado al Goya ¡a mejor película europea!.

Últimamente el cine francés se reinventa de tal manera que todos los años consiguen sacar una película que bate todos los records que había batido el título del año anterior. Esta facilidad para crear taquillazos nacionales es una virtud de la que hemos aprendido bastante (“Lo imposible”, “Ocho apellidos vascos” o “El niño” así lo atestiguan) pero que, en algunas ocasiones, no deja de ser una etiqueta que no asegura la calidad prometida.

Y es que esta película que narra la vida de una familia multicultural no tiene ni por asomo la capacidad ni la intención de crear ningún debate sobre la xenofobia o sobre la tolerancia, sino que simplemente aspira a sacar sonrisas y alguna carcajada del respetable público. Es en este tope donde para presentando a personajes que parecen querer una discusión de cada tema pero que en el fondo se quieren y se aprecian como lo haría cualquier familia con una única religión.

Este detalle se hace más destacable en el cabeza de familia, un padre que ve cómo sus hijas se van casando en el juzgado con hombres de diferentes religiones, formando así un crisol de culturas envidiable por su diversidad. El padre, que a pesar de ser gruñón, descarado, contestón y muy de derechas es buena persona a su manera, es el vehículo que tiene la película para exponer sus manidas ideas creando una película entretenida y divertida a ratos.

No hay nada nuevo en esta película que coloca a un protagonista chapado a la antigua en un mundo actual en el que la diversidad es tan normal como cualquier otra cosa, y que sorprendentemente no termina de explotar las situaciones con potencial para crear otras más conservadoras y poco originales. A pesar de todo esto, “Dios mío…” tiene la cualidad de sacar sonrisas y entretener aunque no sea la mejor película francesa que nos ha llegado en los últimos meses.

Una comedia tiene que hacer reír y esta lo consigue desde el primer fotograma.
Un buen guión y unos buenos actores, sobre todo los padres protagonistas sobre cuyas reacciones se mueve toda la historia.
El resultado una divertida historia sin más pretensión que hacer reír. Sin ninguna pincelada
de mal gusto, ni chistes escatológicos, ni escenas rocambolescas, simplemente para pasar un buen rato. Soy gran admiradora
de la comedia francesa