Haz click aquí para copiar la URL

El recuerdo de Marnie

Animación. Drama. Fantástico Anna es una chica solitaria, sin amigos, que vive con sus padres adoptivos. Un día es enviada con el señor y la señora Pegg. Allí, donde se extienden las dunas de arena, conoce a una chica llamada Marnie, quien pronto se convertirá en su mejor amiga. Habiendo aprendido muchas cosas sobre la amistad, Anna se dará cuenta de que Marnie no es quien parece... (FILMAFFINITY)

<< 1 2 3 4 5 9 >>
Críticas 41
Críticas ordenadas por utilidad
25 de octubre de 2015
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una delicada obra maestra, profunda y rica en matices, para ver varias veces, te deja poso en el alma, te descubre los recovecos de la verdadera amistad, lo intrincado de la soledad del ser humano, de ser auténtico para encontrarte contigo mismo y con los que te rodean. Es increíble que puedan hacer una pequeña joya con la animación, que ya quisieran para sí la mayoría de peliculas tradicionales, uno se puede volver adicto a este tipo de cine. Me hizo sacar alguna lágrima, me hizo pensar, me hizo ser feliz, me hizo emocionarme a cada paso con un guíon magistral, sin caer en sensiblerías. No dejes de verla.
saratomatoes
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
20 de marzo de 2016
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La diferencia esencial que existe entre el cine del estudio Pixar y el de Hayao Miyazaki –referente de Studio Ghibli– es el uso que hace cada uno del concepto del que parten sus películas. Por un lado, Pixar lo utiliza como pieza angular de la obra, levantando la cinta sobre él y esforzándose por mantenerla dentro de los límites de la propuesta en todo momento, exprimiendo hasta la última gota lo que el planteamiento le ofrece. Por otro lado, Miyazaki únicamente lo emplea como punto de partida, ejerciendo frente al papel activo del estudio norteamericano un rol pasivo: el de observador que se limita a examinar y documentar los hechos que se desencadenan.

«Arrietty y el mundo de los diminutos», la anterior película de Yonebayashi –escrita por el propio Miyazaki– es un buen ejemplo de esto. En ella, el concepto inicial pronto acaba diluyéndose y al poco tiempo nos encontramos ante una obra en la línea de lo que el maestro nipón solía ofrecer: cine con espíritu de aventura clásica rebosante de magia, eminentemente dirigido a un público infantil pero que capta como pocos al público adulto, que pese a no encontrar como tal en ningún momento un asidero dramático al que agarrarse, queda hechizado ante la belleza de las imágenes, la ternura de sus personajes y la fuerza de sus secuencias.

Yonebayashi demostraba ser un gran artesano, y de lo que viene a dar cuenta en «El recuerdo de Marnie», su segunda película, es de un talento único para emocionar al espectador a través de las imágenes. El cineasta japonés conoce perfectamente las teclas que ha de presionar para despertar los sentidos del espectador, que asiste a su nuevo trabajo como quien asiste a un truco de magia. A través de bellísimas imágenes construye un relato de amistad lleno de vitalidad, un arrollador huracán de emociones que se habría impuesto sobre su ópera prima de no ser por una resolución que convierte en un gran mal lo que hasta entonces no se sentía más que como un ligero defecto.

«El recuerdo de Marnie» es una película mucho más ambiciosa que su predecesora, que nace con la intención de consolidarse como una obra más madura y de mayor calado. Para ello, entre otras cosas, se introduce un elemento dramático que durante toda la película actúa de soporte, pero que hacia su final termina revelándose –sin ninguna sorpresa, para más inri– como el eje de la cinta, dinamitando el artefacto emocional que se había construido hasta entonces. En su intento por acercarse a un público más adulto tocando temas relativamente complejos, consigue paradójicamente el efecto contrario: resulta mucho más atractivo el universo mágico infantil de Arrietty que el torpe conflicto que se nos pretende colar en el desenlace de Marnie.

Así, Yonebayashi, en su intento por aspirar innecesariamente a más, destroza la belleza de su propia película como quien destruye la hermosa ilusión del truco de magia revelando el secreto que se esconde tras él. Al final, permanece el brillo de algunas preciosas secuencias, pero las maravillosas sensaciones que nos va dejando a lo largo del metraje quedan empañadas en última instancia por el regusto amargo de lo que pudo ser y se arruinó. De esta forma, «El recuerdo de Marnie» regala una lección que Miyazaki pronto aprendió y a su director le costará olvidar: bajo ninguna circunstancia hay que matar o dejar morir la magia.
AlvaroFaure
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
19 de marzo de 2016
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una pregunta que me hago a veces desde que tengo sobrinos y pienso en si iniciarles o no en el mundo de la animación más allá de los capítulos en Clan o Boing de series que entretienen, pero no mucho más (a falta de tener mayor edad para mostrar cierto interés por algo un poco más complejo), es de qué manera pueden verse estimulados, y si el cine les influye a la hora de crecer y definir de lleno sus temperamentos. ¿Puede un niño de 3 años desarrollar una mayor inteligencia emocional en base a esas vivencias o recuerdos de un pasado que verá cuando aterrice en un futuro incierto? Apenas viven experiencias (entendidas estas como las entiendes siendo adultos), pero, como niños, cada paso es nuevo para ellos, y puede que determinante, tan individualistas como dependientes.

El recuerdo de Marnie es el segundo largometraje de Hiromasa Yonebayashi para el Studio Ghibli, tras Arrietty y el mundo de los diminutos, y mantiene el estilo visual ya clásico de la productora japonesa, siempre ensalzado con justicia por los críticos y los amantes del cine de animación, un cine en el que las mujeres jóvenes tienden a ser protagonistas de íntimas historias que entremezclan fantasía, realidad y aventuras en medio de la naturaleza, lo sobrenatural y la lucha interna que deriva en el descubrimiento personal de las propias heroínas. En este sentido, El recuerdo de Marnie es una oda más de Ghibli a la animación tradicional; reposada, emocional y conmovedora. Una obra llena de poesía que cautiva y que te embarca en un viaje lleno de melancolía, común a todos y realista, a pesar de las distancias culturales. Puede que peque de previsible, pero es un deleite para los sentidos y para la consciencia.

Ante la perspectiva de un Studio Ghibli sin películas de Hayao Miyazaki, es bueno ver que surgen más talentos que, aunque no lleguen a su nivel, mantengan una cota artesanal tan alta como la que se muestra aquí, en El recuerdo de Marnie, no sólo a nivel técnico, también narrativo y visual, donde la cinta deja claro que sus dos años de retraso para aparecer en nuestros cines son en realidad un contratiempo un poco triste, pues se merecería mucha mayor atención e interés, sobre todo cuando vemos llegar una vez a la semana —por lo menos— tantos films de animación que no hacen otra cosa que triunfar en la taquilla. No en vano, el público infantil, con los padres que acompañan a los hijos, suele ser un valor seguro a la hora de recompensar las carteleras.

En cualquier caso, si existe de verdad la inteligencia emocional, y si el espectador la posee, sin importar la edad que tenga, es seguro que disfrutará con Marnie y su recuerdo, a pesar de repetir ciertos discursos y de no dar rienda suelta al valor que añadirían otros personajes a la cinta, más allá de los dos principales. Al final no es más que un lienzo ilustrativo de un lugar en el que todo está bien integrado y resulta comprensible para cualquier mente. Si yo tuviera 20 años menos, puede que El recuerdo de Marnie no sólo formara parte de mi vida de cinéfilo, sino también de mi armonía personal y gozaría del enorme privilegio de haber moldeado en cierto modo mi carácter, convirtiéndome en mejor persona, más capaz de discernir y de entender a los demás de lo que soy ahora; pero como no es así, sólo puedo decir que he disfrutado mucho del encanto que supone ver animación realista, así como de los movimientos y los trazos que recrean con refinamiento y hermosura un mundo lleno de añoranzas y de gozos; cotidiano.
Fendor
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
17 de enero de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Omoide no Mânî (When Marnie Was There), la película del estudio Ghibli nominada al oscar de animación es un cuento precioso muy japonés hecho con animación tradicional. El estudio Ghibli nos tiene mal acostumbrados a darnos siempre cuentos delicados, preciosos, cargados de fantasía y realidad que se mezclan en la historia de Ana, una niña asmática que es enviada al campo a mejorar. Huérfana y sin amigos entabla amistad con una extraña niña, Marnie, que parece vivir entre la realidad y la fantasía, o entre este mundo y el otro. Poco a poco iremos descubriendo quién es cada cual y que relación les lleva a estar juntas por siempre en cierta manera. Hay que avisar que es una historia muy japonesa, es decir, pausada en el ritmo, algo contemplativa, llena de valores y pulcritud, y con su fondo de melodrama con el que, según te pille, puedes llorar a moco tendido si estás un poco sensible. Destacar la música de Takatsugu Muramatsu que apoya el aire de cuento irreal y el preciosismo de la película con una banda sonora sublime. Estas pelis las veo con mi hija que ha disfrutado, por fin, con una película de Ghibli, que normalmente le dan miedo en ciertos momentos. La hemos disfrutado mucho los dos porque es una peli en la que con cualquier edad puedes sacar una lectura que te llene. Ghibli ha conseguido de nuevo una peli sencilla, sincera, emotiva, mágica y muy poética.
hithorso
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
20 de julio de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decir que una película de Ghibli es una joya es casi redundante: se da por supuesto que todo lo que salga del legendario estudio va a ser una maravilla. Por supuesto, a estas alturas nadie duda de que Ghibli ha aportado auténticas obras de arte de la animación en sus treinta años de historia. Aún así, Omoide no Marnie (El recuerdo de Marnie) sorprende. Sorprende por su calidad, sorprende por su planteamiento y sorprende por su historia y su desenlace (claro, para quienes no hubiéramos leído el libro en el que se basa; algo bueno tenía que tener que no se publicara en España). Y sorprende también porque escribe y dirige Hiromasa Yonebayashi, cuya carrera como director se reduce a sólo otro largometraje (Arrietty y el Mundo de los Diminutos) y en esta ocasión no contaba con la ayuda de Miyazaki ni de Takahata, y aún así el resultado es magnífico.

La trama sigue la vida de Anna, una preadolescente que vive en la ciudad de Sapporo junto a sus padres adoptivos (tiene más presencia la madre a la que Anna llama "tía") y que tiene serios problemas de socialización y parece deprimida por algún motivo. No muestra más intereses que el dibujo, un arte que realiza estupendamente, aunque conviene advertir que siempre sombrea sus dibujos pero jamás les da color. Por si fuera poco, Anna padece asma, una enfermedad que se retroalimenta con sus otros problemas desembocando en una fuerte crisis durante el recreo. Aconsejada por el médico, su madre la envía con unos parientes a una pequeña localidad costera. Anna no parece muy entusiasmada con la idea, pero tampoco pone muchas pegas. Tras un solitario y tranquilo viaje en tren, Anna llega a su destino donde inmediatamente queda maravillada por el paisaje. Pero es la gran mansión que se yergue junto a las marismas lo que más le llama la atención. Se trata de una casa grande y lujosa, de estilo occidental, que muestra un aspecto descuidado y que a Anna le resulta extrañamente familiar, ejerciendo una atracción sobre ella que no entiende. En sus sueños aparece la mansión y en ella, tras las ventanas, se vislumbra la figura de una niña rubia. Una noche, Anna se acerca al enigmático lugar y descubre que parece estar habitado. Junto al embarcadero la espera la chica que vio en su sueño, Marnie. Y hasta aquí puedo contar.

Mucho menos sobrenatural de lo que sugieren los trailers y spots (y de lo que ciertos espectadores mantienen), y aún así tan mágica como cualquier otra película de Ghibli. Mágica en el sentido de encantadora, por la belleza que emana del entorno bucólico en el que transcurre casi toda la acción, por las hipnóticas secuencias oníricas, por la atmósfera que invade toda la cinta y por la forma en la que se relata esta historia; y, por supuesto, por la historia en sí, unas de las más originales que puedan encontrarse en la animación y fuera de ella (mérito de Joan G. Robinson, por cierto, como comento más abajo), y que constituye un ejemplo perfecto de que se puede elaborar un argumento único e interesante sin complicarlo y saturarlo de subtramas.

Además de realista, es también más seria y triste que las películas a las que nos tiene acostumbrados el estudio nipón (me refiero a las obras más conocidas de Miyazaki, pues hay otras notables excepciones); incluso podría decirse que es más madura, aunque adapte un libro juvenil. No es que ocurran sucesos especialmente lúgubres, pero el conjunto deja una sensación agridulce y prácticamente no hay espacio para el humor. Aún así, es perfectamente apta para el público de menor edad, aunque siempre habrá a quién le resulte aburrida por su tono y contenido.

Por si quedaba alguna duda, para bien y para mal, no es la Tumba de las Luciérnagas. Curiosamente, ambas cintas están basadas en libros, sin embargo ahí acaban las similitudes. No tienen nada que ver ni en la intencionalidad ni en las formas. Incluso como dramas son completamente diferentes: la obra maestra de Isao Takahata sigue siendo con diferencia la más cruda y sobrecogedora de toda la filmografía de Ghibli (y casi del cine de animación en general, obras experimentales al margen), dejando con un nudo en la garganta que hará que, pese a su incuestionable calidad, dudemos a la hora de volverla a ver. En cambio, el Recuerdo de Marnie es una película que muchos y muchas reveremos para volver a recrearnos con la belleza de cada momento, para volver a acompañar a Anna, ese personaje tan bien construido, tan real, que resulta sencillo identificarse con ella, en especial quienes alguna vez hemos estado "fuera del círculo"; y para volver a emocionarnos con su magnífico clímax.

Efectivamente, aunque El Recuerdo de Marnie es disfrutable de principio a fin, el desenlace es uno de sus aspectos más llamativos. Es cierto que aparecen ciertos detalles que permiten que resolvamos el enigma principal antes que la propia protagonista (algo, evidentemente, puesto de forma deliberada por Yonebayashi), pero estos elementos no van apareciendo hasta pasada la hora de metraje, así que en ningún caso puede considerarse una película predecible (quienes dicen que desde el principio veían venir cómo iba a acabar mienten escandalosamente; o ya conocían la novela). Además, nada de ello le resta emotividad a un desenlace frente al que es difícil no dejar escapar alguna lágrima (puede que más de alguna). No añadiré nada más, porque cualquier spoiler puede empañar la experiencia de ver esta película por primera vez.

Por otra parte, el dibujo es sobresaliente, como cabría esperar de un estudio que ya ha demostrado en muchas ocasiones de lo que es capaz y que confirma, una vez más, que la animación tradicional en 2D aún tiene mucho que ofrecer incluso en un mundo en el que las grandes compañías (como Disney y Dreamworks) parecen haberla abandonado definitivamente. Ambientado en Hokkaidō, los escenarios del filme son extraordinarios: la idílica vista desde el dormitorio de Anna, la majestuosa mansión, el amenazante silo en ruinas, la bahía...

(Continúa sin spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Manospondylus
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 2 3 4 5 9 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow