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Días de radio

Comedia Son los años 40, la era dorada de la radio, y los peculiares miembros de una familia trabajadora de Nueva York viven con el receptor permanentemente encendido. La música, los seriales lacrimógenos, las historias de superhéroes, los concursos, las crónicas de la alta sociedad y las leyendas sobre estrellas deportivas les sirven para ser un poco menos infelices y engarzan un anecdotario nostálgico de una época irrepetible. (FILMAFFINITY)
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Críticas 67
Críticas ordenadas por utilidad
19 de agosto de 2009
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría definir esta película con una sola palabra, entrañable, así es para mí Días de radio de Woody Allen, una película que he visto ya muchas veces y sin embargo no me cansa, al contrario, es una película que se agradece de ver en esos días en los que uno quiere pasar recogido en casa en un día lluvioso y triste.
Días de radio es una fabulosa película que como en casi todas las películas de este maestro del cine encierra una gran crítica detrás de cada comedia.
La película invita al recogimiento, a la risa, al enternecimiento del espectador y esto se debe al cariño con el que está tratada la película y la historia, Allen nos regala esos apuntes de la radio en los que él se crió, su música, sus historias, sus aventuras, ese aparato que reunía a toda la familia para escuchar la música y las historias de la época.
Allen sirve de narrador de la película y aparece él de pequeño como un chico que parece fácil creerse que es el Allen infantil, es una de esas cosas que resultan muy entrañables.
Allen elabora un guión muy complejo pues aunque en apariencia parezcan una serie de anécdotas entrelazadas son dichas anécdotas las que servirán para elaborar las historias de los diferentes protagonistas de las historias y los momentos más representativos de sus vidas, marcadas por alguna canción o historias de la radio.
Dos mundos muy diferentes muestra Allen, los que están delante y detrás de la radio, las humildes familias que desean llevar la vida de los presentadores de la radio y éstos, unas personas conocidas en todo el país y que son el ejemplo de vida ejemplar.
Una vez más Allen critica y muestra las carencias de esas personas populares socialmente que están llenos de carencias y que nosotros consideramos ejemplares, Allen muestra las miserias que se mueven en estos ámbitos sociales y que los espectadores desconocemos.
En la película se muestra la importancia de la radio en aquellos años como la televisión o el ordenador actual, una radio que unía a la familia haciéndola soñar y reírse.
Allen escribe una comedia con momentos muy buenos pero sirve a su vez para analizar aspectos tales como, la segunda guerra mundial y la injusticia de cada guerra, la crítica a la sociedad judía, el machismo de los hombres, las dificultades para entrar al mundo de espectáculo y los medios que muchas veces se utilizan, todo ello con ese toque tan entrañablemente cómico que encierra la película.
El guión es realmente bueno pues a veces cuenta las vidas de estos personajes o a veces utiliza las anécdotas de la radio para representar tal momento de las vidas de cada una de las personas.
Allen escribe y dirige una película muy buena donde quizás sea la película escrita con más cariño y quizás la más mimada, cierto es que se agradece ver una película de Allen en uno de esos de bajón que podamos tener.
manuel
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28 de noviembre de 2009
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cuántos de nuestros mayores no crecieron con el sonsonete de aquella radio que los conducía a dimensiones más llevaderas que la realidad a menudo dura?
El pan era escaso, las penalidades, muchas, el trabajo, incesante. La radio ofrecía evasión mientras las mujeres faenaban sin tregua cocinando, lavando, fregando, cosiendo, o realizando cualquiera de las mil tareas con las que una esposa y madre tenía que bregar cada día. Y también mientras los hombres se dejaban la piel en las labores del campo, de la pesca, de echar el aliento de sol a sol. Las voces de los locutores invitaban a cierto placer discreto, a una pequeña expansión de los sentidos y del espíritu. Las cupletistas del momento arrancaban suspiros por toda la geografía, y miles de labios se movían entonando, con mayor o menor arte, aquellas letras de amor, desamor, esperanza y tristeza. Las radionovelas eran acontecimientos de reunión vecinal en los que los pañuelos eran protagonistas, mientras lágrimas no disimuladas caían por mejillas de cualquier edad, suaves o curtidas. Los noticiarios probablemente ocultaban mucho más de lo que decían (como es habitual), y el fútbol copaba elevados puestos en el ránking de audiencias.
Recuerdo aquella vieja y pesada radio a pilas de mis abuelos, con su funda de cuero. Aquella radio les acompañó durante incontables años. Mi madre, antes de levantar dos palmos del suelo, ya se sabía todo el repertorio de las figuras de la canción española. En su memoria quedó grabada para siempre la imagen de su madre cosiendo y cosiendo sin descanso, con el aparato a su lado, emitiendo hora tras hora toda clase de variedades que constituían uno de los pocos placeres que podía permitirse. Rozar vidas imposibles que no eran para ella.
A través de aquel receptor, se atisbaba un mundo soñado e inconcebible en la ruda cotidianeidad de la supervivencia. Como en los recuerdos nostálgicos del narrador de "Días de radio", aquellas voces y melodías estaban teñidas de dádivas doradas que imaginarias y vaporosas manos glamourosas repartían al común de los mortales. Todas las familias, todas las personas, desempeñaban la gesta de intentar salir adelante, en sus ambientes más o menos felices, más o menos afortunados. Las penas, los deseos ocultos, se aliviaban con el bálsamo de unos timbres de voz aterciopelados, o enérgicos, o deliberadamente pizpiretos o llenos de suspense. Las manos hacendosas detenían unos instantes su trasiego, las bocas se abrían de par en par, las orejas se pegaban un poco más al aparato. Los abuelos que estaban un poco sordos pedían a gritos que les repitieran lo que se decía, bajo los siseos furiosos de los demás, que no querían perderse una palabra.
Y así eran aquellos días de radio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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6 de diciembre de 2009
51 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Considero a Woody Allen uno de los iluminados de nuestra era, pero este film no es precisamente afortunado, nos presenta eso si una gran banda sonora que es una de las pocas cosas que rescato, además de una que otra línea que refleja al genio (dormido en esta película) de Allen como ser: "Una vez fui secuestrado y mis padres no tardaron en hacer algo al respecto: alquilaron mi habitación".
Es un film aparentemente autobiográfico, llevado para mi gusto hasta el capricho del director, tratando de hacer escuchar sus experiencias pasadas asociándolas a la radio, pero su línea argumental es endeble y esto se ve reflejado en las actuaciones que tampoco lograron que este film sea salvado de la mediocridad.
Dr.Juventus
DrJuve
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8 de mayo de 2007
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede resultar fácil calificar a "Días de Radio" como una obra menor. Su presunta intrascendencia argumental y su ligereza rítmica facilitan tal aseveración.

La verdad, es que evidentemente no hay mensajes ocultos, solo una revisión nostálgica en clave de humor de una época. Su gran virtud es que pese a su dulzura no cae en lo cursi. La vida se presenta como una sucesión de anécdotas que, aunque no estén directamente conectadas por un hilo argumental claro, acaban por conformar un retrato maravilloso de un tiempo y una generación.

Lo que se quiere decir es que a pesar de los defectos y mezquindades del ser humano, hubo un tiempo en que la inocencia y la bondad regían el comportamiento humano.

Lo mejor: Su ritmo
Lo peor: Que no sea justamente valorada
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
LennyNero
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6 de enero de 2012
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Largometraje nº 15 de los realizados por Woody Allen (Brooklyn, NYC, NY, 1935). El guión, escrito por el propio W. Allen, recoge sus recuerdos de infancia referidos a la familia, los amigos, los compañeros de clase y de barrio, los profesores, las barriadas de Brooklyn y Rockaway/Queens, la radio y, sobre todo, su descubrimiento personal de la música a través de la radio. Se rueda en el invierno de 1986 en escenarios reales de Manhattan, Brooklyn y Queens, y en los platós de Kauffman Astoria Studios (Queens, NYC), con un presupuesto de 15 millones de USD. Es nominado a dos Oscar (guión original y dirección artística). Producido por Robert Greenhut para Orion Pictures, se estrena el 30-I-1987 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en NYC (Brooklyn, Manhattan, Rockaway/Queens y Queens) entre 1940 y comienzos de 1944. Joe (Green), hijo de una modesta familia judía de NY, residente en la zona de Rockaway (Queens, NYC), despierto y sensible, pasados los años, evoca sus recuerdos de infancia, llenos de música, de temas memorables, cantantes inolvidables, anécdotas entrañables y divertidas, aventuras radiofónicas como las de “El vengador enmascarado”, concursos, transmisiones deportivas en directo, etc. El padre de Joe (Tucker) oculta su profesión por vergüenza y su madre Tess (Kavner), rigurosa y severa, pega al hijo con cierta frecuencia. Comparten vivienda con dos hermanas de la madre, Bea (Wiest), soltera, que no pierde nunca la esperanza de encontrar el verdadero amor, y Ceil (Lippin), casada con Abe (Mostel), aficionado al pescado, padres de Ruthie (Newman), que escucha las conversaciones que tienen los vecinos a través del teléfono compartido. Sally White (Farrow) es una vendedora de golosinas y tabaco, ingenua, confiada y de pocas luces, que aspira a triunfar en la radio, como todas las jovencitas soñadoras de entonces. Diane Keaton encarna a una cantante.

El film desarrolla en paralelo varias historias, a las que añade una larga serie de sucesos y anécdotas, que en su conjunto componen un fresco admirable de la ciudad (NYC), el barrio (Rockaway), las gentes, sus costumbres y las aspiraciones y los problemas de una época marcada por la difusión que alcanza la radio. El punto de vista del film es el de un niño espabilado, travieso, independiente y observador, que contempla lo que sucede a su alrededor con ojos ingenuos, curiosos e inquisitivos. Los protagonistas son la radio y los recuerdos del chaval, estilizados y simplificados.

En los primeros años 40 la radio se sitúa en el centro de la vida familiar, interesa a todos sus componentes (se ofrecen programas especializados para cada uno de ellos), cambia sus vidas, aporta novedades impensables poco tiempo antes, trasmite nuevas emociones y llena el ambiente de música, concursos, seriales de aventuras, tertulias, historias de amor, melodramas trágicos, variedades y, también, de nuevas molestias vecinales.

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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