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Críticas ordenadas por fecha (desc.)
20 de marzo de 2013
65 de 104 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay muchas razones para aplaudir a Spring Breakers, pero si una se alza por encima de las demás es su capacidad de vivir al filo del rídiculo. Harmony Korine traza una línea, un fino alambre que hace del metraje un auténtico ejercicio de funambulismo sin red, de poética de lo kitsch, lo hortera, lo degradante. Es fácil ver a Spring Breakers como un mero artificio, como un lago de tonterías molonas producto del delirio lisérgico de un hypster descerebrado. Nada más lejos de la realidad , Spring Breakers no es un film vacío, es un film sobre el vacío, sobre la nada que se configura como ideología imperante, como un carpe diem nihilista, sin moral, sin mensaje.
Que no nos confundan las luces de colores y la aparente comercialidad de la propuesta, Harmony Koryne sigue rebuscando en los márgenes más oscuros del american dream, en la subcultura trash. Sin embargo, Korine, ya no busca una deliberada estética feista a lo Trash Humpers (techo y fondo simultaneo de su estilo visual). De alguna manera Spring Breakers se convierte en la sublimación,en al fusión de ambos elementos. El sueño americano no tiene una cara oscura, se ha convertido en una pesadilla en si misma y por ello lo brillante no tapa lo oscuro sino que lo saca a la luz de igual manera que los pasamontañas rosas no tapan identidades sino que revelan el alma de las protagonistas.
Que Britney Spears sea Leiv motiv, no es un capricho, ni una muestra de hiperreferencialidad gratuïta, de hecho pocos símbolos pueden ser más acertados para reflejar esta ceremonia de alegre autodestrucción personal. En este sentido Britney podría, de haberse rodado antes, ser una de las protagonistas de esta película. No hay irreverencia en “pervertir” a estas princesas disney, de hecho su rol impostado parece precisamente el ejercido hasta la fecha. Spring Breakers vendría a revelar su faceta auténtica, su verdadera naturaleza, como si más que una película esta fuera una meta vital a cumplir.
Articulándose en el constante juego de dobles espejos (universidad contra fiesta, voz en off espiritual e imagenes de desenfreno salvaje) la película sigue una cierta tónica Korinana al asumir una cadencia de goma elàstica, que alarga los tiempos muertos hasta hacer estallar las situaciones en pequeños climax de progresión ascendente. Es en la reiteración del discurso, del enfoque, donde se asume que las sucesos no tienen perspectivas distintas sino inevitabilidades pospuestas, recurso este que provoca una sensación de expectación exasperante, de lentitud buscada precisamente por la importancia de la meta a alcanzar. (sigue en spoiler)
Que no nos confundan las luces de colores y la aparente comercialidad de la propuesta, Harmony Koryne sigue rebuscando en los márgenes más oscuros del american dream, en la subcultura trash. Sin embargo, Korine, ya no busca una deliberada estética feista a lo Trash Humpers (techo y fondo simultaneo de su estilo visual). De alguna manera Spring Breakers se convierte en la sublimación,en al fusión de ambos elementos. El sueño americano no tiene una cara oscura, se ha convertido en una pesadilla en si misma y por ello lo brillante no tapa lo oscuro sino que lo saca a la luz de igual manera que los pasamontañas rosas no tapan identidades sino que revelan el alma de las protagonistas.
Que Britney Spears sea Leiv motiv, no es un capricho, ni una muestra de hiperreferencialidad gratuïta, de hecho pocos símbolos pueden ser más acertados para reflejar esta ceremonia de alegre autodestrucción personal. En este sentido Britney podría, de haberse rodado antes, ser una de las protagonistas de esta película. No hay irreverencia en “pervertir” a estas princesas disney, de hecho su rol impostado parece precisamente el ejercido hasta la fecha. Spring Breakers vendría a revelar su faceta auténtica, su verdadera naturaleza, como si más que una película esta fuera una meta vital a cumplir.
Articulándose en el constante juego de dobles espejos (universidad contra fiesta, voz en off espiritual e imagenes de desenfreno salvaje) la película sigue una cierta tónica Korinana al asumir una cadencia de goma elàstica, que alarga los tiempos muertos hasta hacer estallar las situaciones en pequeños climax de progresión ascendente. Es en la reiteración del discurso, del enfoque, donde se asume que las sucesos no tienen perspectivas distintas sino inevitabilidades pospuestas, recurso este que provoca una sensación de expectación exasperante, de lentitud buscada precisamente por la importancia de la meta a alcanzar. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
28 de febrero de 2013
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez dejados de lado todos los mensajitos presuntamente subliminales de la saga (aunque ojito con el elogio de la pederastia que es digno de estudio freudiano), una vez el mantecado más esperado (por lo que tardan, no por las ganas especiales que tenía de que pasara) de la historia ya se ha echado, una vez las tonterías del triangulo amoroso medio zoofílico medio estúpido ya han pasado y que el osito de peluche mayor ha superado esa fea alergia a las camisetas y ropa en general (aunque la excusa para mostrar cacha de este capítulo es de traca) solo nos quedaría hablar de lo que se supone que hay que hablar que no es otra cosa que de cine.
Pero ¿Qué podemos decir de semejante espanto? Estéticamente oscilando entre lo plano y lo decididamente cutre, con unos efectos especiales que, con la pasta que hay invertida, harían sonrojarse a Melies y con un argumento que se va estirando hasta los límites de lo absurdo, asistimos a un despliegue de la nada, de un desesperado intento de exprimir la gallina de los huevos de oro a base de estupideces e intrascendencias en modo random. No es que anteriormente hubiera mucho interesante que contar, pero en este último capítulo parece que se ha desconectado incluso del mínimo hilo argumental que sostenía esta bobisoso romance. Aparece incluso una conversión inexplicable de vampiros a mega superhéroes (el despliegue de súper habilidades deja a los Vengadores en monjitas de la caridad) capaces de generar escudos de protección, ser más fuertes que Hulk e incluso lanzar rayos eléctricos por todos los orificios corporales.
Por lo demás todo sigue igual. Inexpresividad interpretativa, diálogos que avergonzarían hasta a un poeta adolescente en un mal día y una impúdica exhibición de cómo poner el piloto automático en la dirección, conscientes que a nadie que vea esto le importan cosas como la coherencia argumental, el montaje, el guión o la iluminación. Esto ya es el último estertor desesperado del todo por la pasta, un ejercicio autoconsciente de ya no mojamos igual las bragas pero nos verán igual.
(sigue en spoiler)
Pero ¿Qué podemos decir de semejante espanto? Estéticamente oscilando entre lo plano y lo decididamente cutre, con unos efectos especiales que, con la pasta que hay invertida, harían sonrojarse a Melies y con un argumento que se va estirando hasta los límites de lo absurdo, asistimos a un despliegue de la nada, de un desesperado intento de exprimir la gallina de los huevos de oro a base de estupideces e intrascendencias en modo random. No es que anteriormente hubiera mucho interesante que contar, pero en este último capítulo parece que se ha desconectado incluso del mínimo hilo argumental que sostenía esta bobisoso romance. Aparece incluso una conversión inexplicable de vampiros a mega superhéroes (el despliegue de súper habilidades deja a los Vengadores en monjitas de la caridad) capaces de generar escudos de protección, ser más fuertes que Hulk e incluso lanzar rayos eléctricos por todos los orificios corporales.
Por lo demás todo sigue igual. Inexpresividad interpretativa, diálogos que avergonzarían hasta a un poeta adolescente en un mal día y una impúdica exhibición de cómo poner el piloto automático en la dirección, conscientes que a nadie que vea esto le importan cosas como la coherencia argumental, el montaje, el guión o la iluminación. Esto ya es el último estertor desesperado del todo por la pasta, un ejercicio autoconsciente de ya no mojamos igual las bragas pero nos verán igual.
(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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Documental
2012
Documental, Intervenciones de: Sixto Rodríguez
25 de febrero de 2013
58 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es el éxito? ¿Ganar mucho dinero? ¿Ser guapo? ¿Ser enviado por el planeta entero? Pues a todas preguntas y muchas otras cosas da respuesta este documental, Searching for Sugar Man, cuya apariencia clásica queda ampliamente desbordada por la profundidad de su contenido.
Es este un documental impactante, lleno de matices una producción que nos cuenta una historia tan increíble que cuesta creer que no estemos ante un mockcumentary(por cierto aclaro que es una historia verídica). Una cuestión, y aquí radica parte de la grandeza del film , que acaba por ser insignificante dada la importancia del texto y el subtexto transmitidos.
Si ya de por si el hecho de que alguien pueda ser un héroe generacional en un lugar, la Sudáfrica del apatheid, y ser poco más que un homeless en su propia tierra puede generar cierta incredulidad lo que aún sorprende más es la naturalidad con la que Sixto Rodríguez, cantante y protagonista de esta narración, asume su situación. Por supuesto que se alegra al conocer su éxito, pero más allá de este acto de justicia reparadora, lo que nos queda es la imagen de un hombre integro, honesto en su sencillez, un hombre que descubre una situación extraordinaria pero que no le supone un cambio en su status ya que Sixto Rodríguez nunca creyó ser un fracasado. Este es un retrato de lo que el éxito debería significar, ¿Dinero, posesiones, lujos? No. El éxito es continuar siendo uno mismo pese a todos los reveses de la vida. Ser honesto con uno mismo, disfrutar con lo se tiene, lo que uno siente y lo que uno hace por sencillo y humilde que parezca es el autétinco triunfo.
Este es un film positivo, hermoso, natural. Un film hecho desde la necesidad del homenaje y el descubrimiento de un artista que se convierte en el homenaje a una persona y acaba siendo un sentido homenaje a unos valores. Un documental, o mejor dicho, un documento tan romántico como necesario que nos permite descubrir un tesoro musical (hay que escuchar los discos de este hombre sí o sí) y lo más importante reconciliarnos con la idea de que la bondad, actualmente pasto para cínicos, existe, tiene nombre y ese no es otro que Sixto Rodríguez.
Es este un documental impactante, lleno de matices una producción que nos cuenta una historia tan increíble que cuesta creer que no estemos ante un mockcumentary(por cierto aclaro que es una historia verídica). Una cuestión, y aquí radica parte de la grandeza del film , que acaba por ser insignificante dada la importancia del texto y el subtexto transmitidos.
Si ya de por si el hecho de que alguien pueda ser un héroe generacional en un lugar, la Sudáfrica del apatheid, y ser poco más que un homeless en su propia tierra puede generar cierta incredulidad lo que aún sorprende más es la naturalidad con la que Sixto Rodríguez, cantante y protagonista de esta narración, asume su situación. Por supuesto que se alegra al conocer su éxito, pero más allá de este acto de justicia reparadora, lo que nos queda es la imagen de un hombre integro, honesto en su sencillez, un hombre que descubre una situación extraordinaria pero que no le supone un cambio en su status ya que Sixto Rodríguez nunca creyó ser un fracasado. Este es un retrato de lo que el éxito debería significar, ¿Dinero, posesiones, lujos? No. El éxito es continuar siendo uno mismo pese a todos los reveses de la vida. Ser honesto con uno mismo, disfrutar con lo se tiene, lo que uno siente y lo que uno hace por sencillo y humilde que parezca es el autétinco triunfo.
Este es un film positivo, hermoso, natural. Un film hecho desde la necesidad del homenaje y el descubrimiento de un artista que se convierte en el homenaje a una persona y acaba siendo un sentido homenaje a unos valores. Un documental, o mejor dicho, un documento tan romántico como necesario que nos permite descubrir un tesoro musical (hay que escuchar los discos de este hombre sí o sí) y lo más importante reconciliarnos con la idea de que la bondad, actualmente pasto para cínicos, existe, tiene nombre y ese no es otro que Sixto Rodríguez.
28 de enero de 2013
65 de 104 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay algo innegable en Bestias del Sur Salvaje es que su director, sabe muy bien en que liga quiere jugar, a quién captar (sí, sí, captar como en una secta) su atención y de quién quiere recibir toda la retahíla de parabienes. Es decir, y para no andarse con rodeos, este señor quiere ser patrocinado por kleenex por su innegable labor al servicio de la manipulación de los lagrimales del personal y como no por el gremio de críticos alternativos sundanceros a los que se les hace el culo pepsi-cola cuando alguien hace una peli tan multirreferencial como esta. Y es que señores cuando no hay nada que decir hablemos de la poesía visual a lo Malick que siempre viste mucho.
Bestias del sur Salvaje es, para entendernos, una pretenciosa bobada que sin duda gustará como parábola altermundista a los amantes de la denuncia contra los excesos de la civilización. Ojo, que el problema no está tanto en el mensaje (con el que incluso puedo empatizar) sino en la burda manera en que es arrojado, convirtiéndose casi en un manual de perroflautismo para dummies.
Todo se basa en la reiteración, en un subrayado musical que consigue que la expresión musical pase de conseguir dar con la tecla emocional a cansar por lo abusivo de su utilización. Si a esto le sumamos una reflexiones dignas de Descartes en boca de una niña de 6 años se consigue que el tono de realismo mágico desaparezca a favor de la simple y pura tomadura de pelo. Además , cabría preguntarse por las razones que hacen que el director apueste por dibujar un entorno social duro como una panda de borrachos a los que no habría que dejar acercarse a una niña por muy alternativa que sea. Eso sí todo parece de Disneylandia si se compara con esa figura paterna aparentemente dura, problemática pero en el fondo tierna que no es mñás que un vulgar maltratador físico y psicológico digno de estar encerrado por los restos.
Y así, entre jabalíes imaginarios, gritos, golpes, inundaciones y reflexiones que más que de prostitutas y marginados parecen sacadas de una reunión entre Schopenhauer, Kant y Nietzche, se nos va machando con una estética que, más que profundizar en el contraste de la fealdad urbana (esa imagen de una cementera como metáfora de la civilización es de juzgado de guardia) y la belleza salvaje de “La bañera”, parece empeñada en vendernos un producto. Como si fuera una colección de spots publicitarios recorremos un trayecto en el que se nos ha ofrecido una póliza de seguros, un perfume y si me apuran hasta unas compresas, y todo para que el espectador medio salga convencido de que, porque ha llorado tres veces, es más inteligente y más cool por haber visto algo tan alternativo y bonito.
Total que Bestias del sur salvaje le sobra mucha intención y le falta concisión y auténtica belleza. Un producto muy pensado, manipulativo y dañino. Un film cuyo propósito no es contar nada sino autorregodearse en sí mismo y de paso vender humo a toneladas. Una película cuya belleza es similar a la de un poster, es decir una bonita foto pero que, bien mirado, no es más que un trozo de papel en una pared que, posiblemente, sería más bella en su desnudez sin nada que la tape.
Bestias del sur Salvaje es, para entendernos, una pretenciosa bobada que sin duda gustará como parábola altermundista a los amantes de la denuncia contra los excesos de la civilización. Ojo, que el problema no está tanto en el mensaje (con el que incluso puedo empatizar) sino en la burda manera en que es arrojado, convirtiéndose casi en un manual de perroflautismo para dummies.
Todo se basa en la reiteración, en un subrayado musical que consigue que la expresión musical pase de conseguir dar con la tecla emocional a cansar por lo abusivo de su utilización. Si a esto le sumamos una reflexiones dignas de Descartes en boca de una niña de 6 años se consigue que el tono de realismo mágico desaparezca a favor de la simple y pura tomadura de pelo. Además , cabría preguntarse por las razones que hacen que el director apueste por dibujar un entorno social duro como una panda de borrachos a los que no habría que dejar acercarse a una niña por muy alternativa que sea. Eso sí todo parece de Disneylandia si se compara con esa figura paterna aparentemente dura, problemática pero en el fondo tierna que no es mñás que un vulgar maltratador físico y psicológico digno de estar encerrado por los restos.
Y así, entre jabalíes imaginarios, gritos, golpes, inundaciones y reflexiones que más que de prostitutas y marginados parecen sacadas de una reunión entre Schopenhauer, Kant y Nietzche, se nos va machando con una estética que, más que profundizar en el contraste de la fealdad urbana (esa imagen de una cementera como metáfora de la civilización es de juzgado de guardia) y la belleza salvaje de “La bañera”, parece empeñada en vendernos un producto. Como si fuera una colección de spots publicitarios recorremos un trayecto en el que se nos ha ofrecido una póliza de seguros, un perfume y si me apuran hasta unas compresas, y todo para que el espectador medio salga convencido de que, porque ha llorado tres veces, es más inteligente y más cool por haber visto algo tan alternativo y bonito.
Total que Bestias del sur salvaje le sobra mucha intención y le falta concisión y auténtica belleza. Un producto muy pensado, manipulativo y dañino. Un film cuyo propósito no es contar nada sino autorregodearse en sí mismo y de paso vender humo a toneladas. Una película cuya belleza es similar a la de un poster, es decir una bonita foto pero que, bien mirado, no es más que un trozo de papel en una pared que, posiblemente, sería más bella en su desnudez sin nada que la tape.
31 de enero de 2012
44 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si algo queda meridianamente claro es que esta es una película que, en el mercado americano, encantará por igual a público y crítica. Tiene todo lo que se espera de una producción pensada y ejecutada para conseguir premios: Una historia emotiva, toques de humor, pinceladas de dramatismo, buenas interpretaciones y personajes fácilmente asumibles e identificables para crear una corriente de empatía inmediata. Una narración clásica, sin sobresaltos formales ni giros argumentales inesperados.
Se trata de mostrar el pasado reciente de una América donde existían una serie de injusticias que había que solucionar. Pero no nos engañemos, esto no es Europa ni estamos ante cine social a lo Ken Loach. Más bien es un ejercicio de criticismo soft, o mejor dicho, Criadas y Señoras es una enorme impostura, un disfraz de denuncia bajo el que se esconde una dosis masiva de conservadurismo y, lo que es peor, de falsificación de los hechos.
No es que lo que se nos cuente no sea verdad, que lo es; el problema está en el cómo no en el qué. La táctica es sencilla: se coge un problema, el racismo, lo localizas en un pequeño pueblo, de un solo estado y dentro de un ámbito más reducido todavía, el de los blancos bienestantes y con ello conviertes un drama nacional en pequeños conflictos de pueblerinos. Para mayor inri el motor del cambio viene de la mano de la típica blanca liberal con lo que obviamos a gente como, por ejemplo, Rosa Parks y de paso decimos que los negros no pueden luchar por si mismos sino que dependen de la bondad del “amo” blanco. Todo ello acompañado con constantes subrayados musicales y una sobreescritura de los personajes que lleva a un metraje sobrecargado y excesivo para lo que el argumento requiere.
En definitiva Criadas y señoras viene a ser al racismo lo que Forrest Gump al sueño americano. Una visión maniquea, buenista y profundamente rancia y conservadora sobre la historia americana reciente. Una película, eso sí, formalmente correcta (aunque hay flashbacks sentimentaloides verdaderamente vergonzantes) y con un elenco femenino cuyas interpretaciones salvan la función del naufragio dotando de credibilidad y emoción a unos personajes excesivamente inclinados hacia el cliché.
Lo dicho, encantará a un público poco exigente y amante de la reconciliación con el género humano vía lavado de conciencia express. Eso sí si buscan profundidad no la busquen en esta película puede que lo que encuentren en el fondo genere el efecto contrario al buscado: la nausea más profunda.
Se trata de mostrar el pasado reciente de una América donde existían una serie de injusticias que había que solucionar. Pero no nos engañemos, esto no es Europa ni estamos ante cine social a lo Ken Loach. Más bien es un ejercicio de criticismo soft, o mejor dicho, Criadas y Señoras es una enorme impostura, un disfraz de denuncia bajo el que se esconde una dosis masiva de conservadurismo y, lo que es peor, de falsificación de los hechos.
No es que lo que se nos cuente no sea verdad, que lo es; el problema está en el cómo no en el qué. La táctica es sencilla: se coge un problema, el racismo, lo localizas en un pequeño pueblo, de un solo estado y dentro de un ámbito más reducido todavía, el de los blancos bienestantes y con ello conviertes un drama nacional en pequeños conflictos de pueblerinos. Para mayor inri el motor del cambio viene de la mano de la típica blanca liberal con lo que obviamos a gente como, por ejemplo, Rosa Parks y de paso decimos que los negros no pueden luchar por si mismos sino que dependen de la bondad del “amo” blanco. Todo ello acompañado con constantes subrayados musicales y una sobreescritura de los personajes que lleva a un metraje sobrecargado y excesivo para lo que el argumento requiere.
En definitiva Criadas y señoras viene a ser al racismo lo que Forrest Gump al sueño americano. Una visión maniquea, buenista y profundamente rancia y conservadora sobre la historia americana reciente. Una película, eso sí, formalmente correcta (aunque hay flashbacks sentimentaloides verdaderamente vergonzantes) y con un elenco femenino cuyas interpretaciones salvan la función del naufragio dotando de credibilidad y emoción a unos personajes excesivamente inclinados hacia el cliché.
Lo dicho, encantará a un público poco exigente y amante de la reconciliación con el género humano vía lavado de conciencia express. Eso sí si buscan profundidad no la busquen en esta película puede que lo que encuentren en el fondo genere el efecto contrario al buscado: la nausea más profunda.
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