Tu nombre envenena mis sueños

Todo en esta película me ha gustado a excepción del guión que, basado en una historia de la posguerra civil española se muestra confusa, con muchos nombres y unas explicaciones un tanto cortas. Las interpretaciones son correctas en todo el reparto, destacando notablemente a Emma Suárez y Carmelo Gómez, que realizan un buen trabajo.
La dirección (muy acertada) y el guión corresponden al último trabajo realizado por Pilar Miró, un año antes de su fallecimiento.
Destacaría la maravillosa fotografía a cargo de Javier Aguirresarobe.
Un film español por encima de muchas producciones de la potente industria estadounidense, aunque sea modesto y sin alardes de ningún tipo.

Fue la última película de Pilar Miró, meses antes de fallecer prematuramente, en la que puso todo su empeño y corazón, un guión algo confuso y deshilachado que adaptaba una novela de Joaquín Leguina, al parecer por encargo de ella misma que guardaba con el político y escritor una gran amistad, ambos eran militantes del PSOE. Leguina, que manifestó su desacuerdo con la adaptación, se inspiró para el espléndido título en un verso de Pablo Neruda. El film toma una línea similar a la que “Beltenebros” iniciaba, aunque aquí la traición como tema motor del film es sustituido por el de la venganza, llevada a cabo por una mujer contra aquellos que le arrebataron el amor de su vida durante la Guerra Civil española. Ambiciosa en su producción, la película tiene una ambientación excelente y una fotografía prodigiosa. Gracias también a un estupendo casting con los mejores jóvenes actores de la época.

Articulada a lo largo de tres momentos temporales, la mayor parte de ella transcurre durante el conflicto bélico – pero en la retaguardia de Madrid – y los primeros años de post-guerra, dejando aparte el año 1953 en el que comienza la película, utilizando al inspector de policía Ángel Barciela (Carmelo Gómez), como hilo conductor para ir averiguando cuanto ocurriera en 1942, después de que tres hombres aparecieran muertos, ellos pertenecieron a lo que se denominó “quinta columna” del ejército de Franco, fascistas que saboteaban la retaguardia Republicana. Aunque resulta poco creíble que el inspector pueda seguir investigando un caso que su superior, el comisario Antúnez (Simón Andréu), le ordena darlo por cerrado por presiones de los de “arriba”.

De este tipo de incoherencias está cargado el guión, pero aún siendo grave, no es esto lo más lamentable. Como consecuencia de lo anterior, los personajes no están bien definidos, las elipsis en lugar de servir para eludir lo que el espectador supone, se utilizan casi exclusivamente para ocultar datos importantes. Los diálogos son francamente flojos, la endeblez de personajes como el ingeniero Buendía y su esposa, su hijo Luis, sólo puedo salvar al personaje de Julia Buendía (Emma Suarez) que realiza una gran actuación como una mujer pasional, pero a la vez maquinadora para seducir y utilizar a los hombres en su conveniencia. Una película que sin ser redonda tiene atractivo visual y cosas interesantes como la recreación histórica y el aire de thriller negro.

Hay quienes abominan de la abundante presencia de títulos españoles que giran en torno a la Guerra Incivil, olvidando que sus consecuencias colean todavía, porque los culpables nunca recibieron su castigo (antes bien, resultó castigado el juez que los investigaba), y los sobrinos y nietos de los asesinos y torturadores gobiernan hoy este desdichado país (mejor dicho, a este paisanaje impresentable que nos agobia con su estulticia). Tu nombre envenena mis sueños habla de una venganza, llevada a cabo por la protagonista contra los fascistas que mataron a su amante, y si Pilar Miró no se hubiera extraviado en el laberinto de flashbacks que se encadenan entre sí, y si hubiera encontrado un gálán con más química para Emma Suárez, tal vez le habríamos subido la nota a la película, pero lo que hay es lo que hay, y aún así es recomendable.

Pilar Miró, cineasta que tenía la bonita costumbre de pagar su humilde vestuario con dinero público, que se preocupó de dejar a su hijo viviendo como un marqués, aprovechó la coyuntura para hacer las películas de su vida.

Tu nombre envenena mis sueños cuenta con una base sólida como argumento, ni más ni menos que (tachán) una novela de Joaquín Leguina. Lo de sólida va porque un ladrillo lo es también. El cielo es azul, el agua moja y las mujeres tienen secretos es tan evidente como que Joaquín Leguina escribió una mierda de pseudonovelas.

Bueno, pues con todos los pelotas de turno a su disposición, la señora Miró rodó: Tu nombre envenena mis sueños. Y tan contenta.

De la película decir que hay un usuario que la califica extraordinariamente: Amorfa. Nunca un calificativo definió tan bien una obra. A M O R F A. A M O R F A-S U M O. Sí señor: AMORFONA. Llena de AMORFOSIS.

Una historia enternecedora que hará que no la olvides ni en diez segundos.

Tiempos de vino y rosas… Tu nombre envenena mis sueños y el vino se me sube a la cabeza y entonces tu nombre atranca mis pensamientos. No sé cómo me he tirado a tres tíos en 10 minutos… joder; estilazo a la altura de las grandes de Bergman. ¡Cómo coño se va a ganar una revolución con esta gente!

Y el caso es... ... que se me ha olvidado tu nombre…

Estraperlo. Cáscara amarga.
Teniendo en cuenta su aire de caricatura, de arquetipo acartonado, sus modos pareciera que copiados del cine negro norteamericano más obvio o clásico, algunos monigotes gruesos, muy poco delineados, fantoches, y ciertos recovecos entre plúmbeos y estirados, además del temor a la eterna lucha/guerra de los muy buenos contra los muy malos, por no hablar de la pereza y falta de talento tan habituales en nuestro cine, pues eso, que, a pesar de los pesares, de tanto, no está mal, aguanta el tipo con entereza, con cierta tensión y dureza, se mantiene con dignidad en pie, se cuenta bien, se explica con garbo y precisión, mucha justicia, todo, no deja apenas cabos sueltos, tiene sentido, es coherente, brava.
Un matemático en ciernes y un acertijo. Un enigma y detrás siempre un vacío, un gato que ríe, un espejo opaco, cóncavo.
La pasión que enmascara la nada. La angustia ante la muerte segura, presta. La sensación física de absurdo, de inutilidad y arbitrariedad, de falta de sentido.
La guerra como símbolo del caos, remolino, voraz vorágine de hechos y vidas que colisionan entre sí como mosquitos ciegos y locos, drogados, borrachos de estupidez y miedo, ansia de matanza y sexo, te follo y ya me muero, si no te mato.
Se mezclan clichés narrativos muy tontos o trillados con algún dialogo y ciertas escenas más elevadas o ambiciosas que, la verdad, a veces no pegan mucho, pero ayudan, tiene cierta gracia y enjundia.
La realización es elegante, la música es poderosa, las interpretaciones son correctas. Solo nos sobran un poco esos malvados de opereta y esa rigidez anquilosada ya aludida más arriba.
Me esperaba algo mucho peor. Bien Pilar Miró, estés en los cielos o no.