Tu nombre envenena mis sueños

Thriller con el trasfondo político de la guerra civil, los odios y sus consecuencias, centrado en el hallazgo de una serie de cadáveres que lleva a la policía a hurgar en un pasado aún latente y cargado de dolores y miedos.

La película está bien estructurada, con saltos temporales que acrecientan el interés y ritmo pausado aunque firme, unido a un solvente reparto, pero en los diálogos hay algunas frases excesivamente literarias que chirrían un poco al escucharse.

Otro punto algo débil es el técnico, la obra necesitaría más brío en determinadas secuencias que ganarían en fuerza con otro tipo de narración, pese a que la trama es lo bastante interesante como para mantener el tipo.

¿Falta de presupuesto o de capacidad?
Me inclino por lo primero.

Si la cara es el espejo del alma también un gran título puede ser el espejo de una gran historia. Y en este caso lo es. Un maravilloso verso de Luis Cernuda nos introduce en lo que tiene todos los factores para ser una gran película. A saber:

Una historia potente, envolvente y que atrapa.

Una ambientación cuidada, elegante, exquisita.

Una fotografía impecable, sugerente y llena de matices.

Unos personajes definidos, coherentes, con vida.

Un reparto de lujo, bien elegido y mejor dirigido.

Las películas de Pilar Miró tienen un sello muy personal, su técnica es intachable y sus historias son casi siempre apasionantes. Fue además una excelente directora de actores, capaz de sacar lo mejor de cada uno de ellos. En este caso todo el reparto es magnífico pero el peso principal lo llevan sin duda Emma Suárez y Carmelo Gómez. Sencillamente sublimes.

En el entierro de un ingeniero llamado Barciela, se reencuentran tras varios años Ángel Barciela y el inspector de policía Francisco Valduque. Ambos esperan volver a ver a Julia, la hija del fallecido y una de las implicadas en la investigación.

Se trata de una película correctamente dirigida por Pilar Miró con guión irregular de Ricardo Franco y la propia Miró, basado en la novela homónima de Joaquín Leguina (cuyo título extrae de un poema de Luís Cernuda). Buena fotografía (Javier Aguirresarobe) e interpretaciones correctas de de Carmelo Gómez y Enma Suárez entre otros.

Thriller con el trasfondo político de la guerra civil, las rencillas, los odios, y la cadena de consecuencias que todo esto trae. La historia está hilvanada irregularmente, con saltos en el tiempo, y, en suma, una película que a pesar de sus deficiencias mantiene la atención del espectador en la pantalla. Realizada con una buena técnica, lo propio de la Miró.

La última película de Pilar Miró y un film en verdad desafortunado, adaptación cinematográfica de la novela homónima de Joaquín Leguina.
Cuenta la historia de una bella mujer (Suárez) que durante la postguerra vengará la muerte de socialista novio, ajustando las cuentas con los asesinos. Intercalándose en el medio, un imposible melodrama con el inspector (Gómez) encargado del caso...
Estamos ante una película muy mal construida, de guión mediocre siendo benévolos (coescrito entre la directora y el gran Ricardo Franco), que presenta y desarrolla deficientemente a todos los personajes, derramando hacia el espectador una sensación bien nociva de inverosimilitud y de innecesaria e inexistente complejidad.
Imposible como thriller melodramático, resulta también muy aburrido y amorfo como intriga puramente política, y es una película enteramente frustrante que como bien dice Carlos Aguilar parece "una parodia involuntaria de su limitado pero estimable "Beltenebros".
Habrá que quedarse con el precioso título extraído de un poema de Luis Cernuda.

Parece al principio que se quiere dejar ver, que tiene cierta cosa, aunque no sea nada del otro miércoles. Según se va desarrollando, resulta bastante predecible. Una cosa es querer y otra poder, y el que no sabe no sabe. A Pilar Miró se ve que le gustaba el cine negro, anda, y a mí, pero le sale más bien una castaña pilonga, porque de cine negro, lo que se dice negro... igual que la de la Guerra las Galaxias.

Otra cosa que no entendí es esa preocupación, yo le llamaría algo obsesiva, por salpicarla de escenas sexuales a troche y moche... A qué viene rodar en una película de este tipo de forma tan explícita sin venir a cuento, y más cuando ya se había pasado la fiebre de los 80 (dicho esto con ironía).
Tal vez es que se le hacía corto el metraje y a la directora no se le ocurría otra cosa mejor.

Lo que sí se podía haber esmerado un poco más la señora directora es en las escenas de baile, que estaban, por ejemplo, con un tango, y los que andaban en ello parecían pingüinos bailando la Parrala. Da pena, porque te rompe todo, ver que están bailando sin música... “¡a ver, chicos, bailad”, así, sin música y cada uno a lo suyo, que después en el montaje os la meten (la música).