Hierve

Teniendo en cuenta que toda la película se desarrolla en un único plano secuencia, me asalta la duda de sí, es el continente o el contenido lo que hacen de ella un documento interesante o incluso admirable. Hay un derroche de talento brutal en cada minuto de 'Boiling point'. Stephen Graham está soberbio, pero en ningún momento ensombrece las actuaciones de sus coprotagonistas.

A mí, me toca de cerca, ya que soy cocinero y la miro desde un punto de vista, quizás más cercano. Y es ahí donde veo alguna de sus costuras. Y no es que retrate la profesión equivocadamente, es precisamente porque por mucho que esta carrera se haya convertido en algo fascinante para muchos espectadores y aficionados, no hay mucho más que sacar de ella y acude de vez en cuando al más ‘jodido’ todavía. Situaciones que de por sí, son límite en el estrés diario que supone preparar un servicio, se vuelven casi demenciales. Ocurren demasiadas cosas que por muy realistas que puedan parecer, son muy improbables, y quizás se centra menos en el interior de la cocina propiamente dicha.

Es una sobrada en toda regla. Hay mucho talento y técnica al servicio del espectador, pero como todas sus compañeras de género algo experimental… carece de un poco de fondo y acaba teniendo un final o bien demasiado abrupto o inconcluso o simplemente, se deja de rodar.

En la industria cinematográfica, las películas rodadas en un único plano secuencia viven un buen momento, especialmente gracias al desarrollo de cámaras más ligeras. Las más conocidas de este género son las que tan solo han sido editadas para parecer “una única toma”, como sería el caso de 1917, Birdman o la pionera Rope, de Alfred Hitchcock. En Hierve, el espectador se encuentra ante un plano secuencia en tiempo real y sin cortes.

Dirigida y escrita por Philip Barantini, Hierve narra la historia del chef Andy Jones durante una noche concurrida en su restaurante. Paralelamente a una velada llena de reservas y comensales, la vida y el éxito del local de Jones se desmoronan por momentos. Por si fuera poco, lo peor le espera al entrar por la puerta. Una vez dentro, el estrés del personal de cocina y los clientes exigentes se combinan creando el cóctel molotov ideal para acabar con su paciencia.

Lo que más sorprende del film es la sensación de estar ante un documental estilo fly-on-the-wall (mosca en la pared). Y es que la manera en que se graba y se desarrolla desprende la naturalidad y el realismo ideal para hacer sentir al espectador que todo lo ve, a través de un pequeño agujero en la pared, sin ser descubierto. Barantini, junto a James Cummings, hacen un trabajo fascinante a la hora de mostrar la presión, la frustración y la angustia que siente Jones y su equipo.

Buscando la analogía con una olla de agua, el guion y las diferentes tramas que suceden, a lo largo de hora y media, escalan en tensión hasta alcanzar el punto de ebullición. Sin embargo, el desarrollo de los personajes se queda en segundo plano, otorgando más importancia a la experiencia que vive cada uno de ellos durante el largometraje. De ahí que no se sepa más acerca de la vida privada del chef, pero que se aporten los detalles suficientes como para entender la complicada situación emocional que atraviesa.

En este sentido, la cámara se mueve con una pericia sobresaliente. Aporta una pizca de pureza visible durante toda la obra, y supera el reto de conseguir manejarse con harmonía, aun estando rodeado de decenas de actores, extras y equipo técnico. Un logro que hace pensar en la cantidad de tiempo dedicado a perfilar cada detalle presente en la narración.

No obstante, la clave del éxito de Hierve reside en sus interpretaciones tan realistas y acertadas. Con el impecable Stephen Graham en cabeza, su actuación se convierte en una montaña rusa de intensidad que oscila entre el desorden y la fragilidad. También destaca la ayudante del chef, Carly (Vinette Robinson), quien establece el vínculo entre Jones y el resto de los trabajadores con una puesta en escena excelente.

En definitiva, Hierve cumple su objetivo a la hora de mostrar un relato repleto de intensidad y suspense que, combinado con un elenco sobresaliente, crea una visión realista de lo que sucede detrás de muchos restaurantes.

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Una realista propuesta, donde todo ocurre en una noche. Cine simple sin alardes pero muy efectivo en sinceridad y entretenido. Su único plano secuencia logra dar empaque y veracidad a lo que acontece en pantalla. Buenas actuaciones, con un Stephen Graham que literalmente se mete al respetable en el bolsillo, convirtiendo su personaje de chef de renombre bastante estresado en un hombre creíble y débil. Una cocina es una familia, allí podemos encontrar problemas personales, lucha de egos, sueños frustrados y clientes groseros.

La película comienza en el momento que les retiran dos de las cinco estrellas con las que contaban... Eso mismo haría yo, eliminando algún punto a la valoración global.

No parece un restaurante de moda enclavado en Londres, el Chef no posee el carisma necesario para resolver los inconvenientes de un trabajo bajo presión.

Le sobran explicaciones y conflictos; carece de esa magia en los aromas, sabores y destellos de alta cocina, con la preparación cuidadosa de los platos, el esfuerzo, la colaboración continuada en el equipo, que envuelve y degustas complacido cuando se acerca a tu nariz desde la mirada.

Todo lo que ocurre en una cocina puede ocurrir... Barantini construye en un plano secuencia un thriller gastronómico, un plano que no pierde ni fluidez ni ritmo. Stephen Graham está perfecto en su papel de chef. Acompañado por un reparto donde todo fluye y todo está cocido a fuego lento. La película es una gozada verla después de comer, ya sea en un restaurante o en casa. Los amantes de los planos secuencias (aquí, yo mismo, les encantará). Pero no solamente eso como ya he indicado antes. También las grandes interpretaciones de todo el reparto. Magnífica.