Frantz

Remake de la película "Remordimiento" de Ernst Lubitsch que es considerada una de las mejores de la historia del cine, y que en este caso recoge toda su esencia.
La trama nos presenta a una mujer alemana que visita todos los días la tumba de su prometido recientemente fallecido en la I Guerra Mundial. Un día aparece un desconocido hombre francés que esconde un secreto del pasado del joven fallecido. Ese hombre francés se introducirá en la vida de la joven alemana para intentar olvidarse de los fantasmas del pasado; mientras se enfrenta a los del presente donde la población francesa y alemana estaban enfrentadas debido al reciente conflicto.
Se trata de una película realmente sorprendente y rodada con un gran tacto y estilo a cargo de François Ozon. Su estilo cuidado hace que uno se inmiscuya fácilmente en una trama que te engancha de una forma que no te suelta en prácticamente ningún momento.
Y es que esos personajes protagonistas que giran alrededor de una espina dorsal formada por el cadáver de un joven, los mantiene atados en una situación que no es fácil de resolver. Unos personajes creados de una forma muy brillante que te dejan hipnotizados.
Al igual te dejan hipnotizadas las interpretaciones de todos los actores de la película. Aunque hay que reconocer que el peso del film lo lleva Paula Beer y Pierre Niney. Ambos realizan unas actuaciones magistrales haciendo que sea todo un lujo ver su trabajo.
La fotografía de este film también es uno de los puntos fuertes. Y es que el tratamiento del blanco y negro está cuidado hasta el más mínimo detalle, regalando unos colores preciosos. Además, se intercalan de manera puntual imágenes de color expuestas con un mensaje puntual.
Es una película que sorprende con una historia sencilla pero narrada con gran intensidad. Un film que cautiva y que conecta fácilmente con el espectador.
En fin, "Frantz" es una película muy bien valorada en diversos festivales internacionales y es natural, debido a que la calidad es indiscutible. Un film fantástico que sorprende y que no decepciona en prácticamente nada.

En el 33 el maestro Lubitsch realizó su único drama sonoro: "The broken lullaby" ("Remordimiento) para la Paramount. Llevaba ya tres años en USA confirmando sus éxitos europeos y había conseguido la nacionalidad estadounidense. La cinta antibelicista sobre la obra de Maurice Rostand interpretada en sus papeles protagonistas por Lionel Barrymore y Nancy Carroll tuvo un éxito notable y es considerada una obra maestra de las muchas de su director.
El ecléctico, inquieto, prolífico y siempre sorprendente director francés Françoise Ozon se atreve con un remake de la cinta de Lubitsch del que sale airoso, aunque no llegue a la altura del maestro. Utiliza para ello una propuesta en un blanco y negro límpido y que transmite frialdad para una historia dividida en tres actos como la obra original de Rostand al que no se le acredita en la cinta, en la que cada uno de ellos ofrece un giro, un impulso y una perspectiva nueva sobre el mismo hecho. Utiliza dramáticamente el paso al color en momentos determinados para subrayar el cambio emocional en los personajes. El romanticismo se da la mano con el antibelicismo en una historia de expiación donde el ausente deja un hueco tan enorme que hace que todos los demás intenten llenarlo de forma desesperada devolviéndolo a sus vidas de una u otra forma y marcando sus destinos. Es imposible no encontrar en el padre del soldado alemán fallecido un referente directo con el profesor que arenga a sus alumnos para ir al frente en el clásico de Milestone "Sin novedad en el frente " / 1930 sobre la novela de Remarque del 29 y que seguro que Rostand y Lubitsch conocían.
Ozon dirige con mimo y eficacia narrativa y bajo la frialdad y contención de toda la cinta laten las pulsiones de los personajes bien interpretados por todo el elenco. A destacar el delicado y sutil tratamiento de la homosexualidad del soldado francés que en ningún momento aflora de forma explicita reflejo de la propia homosexualidad del propio Rostand.
Oportuna para los tiempos que corren y siempre se repiten sin que aprendamos, de exacerbados nacionalismos que acaban por buscar justificación y culpables en los otros y que  acaban cobrándose en sangre inocente un alto precio. 

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Sin duda, estamos ante uno de los monstruos sagrados de la cinematografía europea y, por ende, mundial. La trayectoria de Ozon es ya la de un maestro contemporáneo. Y vuelve aquí, de forma diferente a la que nos tiene acostumbrados en sus últimas obras, a demostrarlo. Una película llena de silencios, de miradas, de diálogos elegantes, con una actriz en estado de gracia, la cuasi debutante Beer, maravillosa en todas y cada una de las escenas. Sin duda, bebiendo de películas como LA EDAD DE LA INOCENCIA y de clásicos más enjundiosos aún del género dramático y melodramático (claramente el mejor Douglas Sirk), Ozon se mueve con soltura entre el blanco y negro y el color, entre el intimismo de interiores y planos y secuencias realmente preciosas en Francia y en Alemania. Una película de amor, de renuncias, claramente antibelicista, que nos reconcilia con un género últimamente denostado: el Drama, así con mayúsculas. Entre dos obras menores pero interesantes como eran EL AMANTE DOBLE y UNA NUEVA AMIGA, encontramos al mejor Ozon, al de EN LA CASA o LA PISCINA. Sigamos atentos a sus rodajes, son un regalo para el espectador.

Me encanta el cine del director francés François Ozon, nunca me decepciona, toca temas muy diferentes en cada trabajo y siempre nos regala un trabajo más que interesante y esta película que nos trae aquí es una delicia para los sentidos.

"Frantz" es una película tremendamente melancólica, triste, pero al mismo tiempo con un halo de esperanza en su final. El cartel de la película es perfecto para resumir toda la película y su fotografía en blanco y negro no puede estar más acertada. Es un trabajo que se cuece a fuego lento, al que hay que dar su tiempo y tenerle paciencia porque su ritmo es pausado y los amantes de la acción desenfrenada no la van a entender y es una lástima.

En el festival de Venecia se premió a su protagonista, la alemana de 22 años Paula Beer, como mejor actriz revelación y no es de extrañar porque la alemana muestra una madurez a la hora de actuar pasmosa. Sus miradas, sus gestos, nos hablan más que mil palabras y su química con el protagonista, el guapo actor francés Pierre Niney es inmensa. Niney llena también la pantalla con su presencia, con esos ojos tristes, con ese rostro tan especial, maravilloso.

Muy bonita película, de las más especiales para mí de Ozon.
Un saludo,
Tess

Silencio. Es lo único que hallaba cuando quien escribe esta reseña empezó a buscar ideas en su mente para tratar de describir el film que acababa de finalizar. Silencio y la sensación de que todo lo que se pueda decir sobre Frantz es absolutamente prescindible y superfluo.

La acción comienza en 1919, un año después de haber finalizado la Primera Guerra Mundial, en la pequeña localidad de Quedlinburg, en el estado de Sajonia.

Anna vive en casa de los padres de Frantz, quien fuera su prometido antes de caer en la guerra; durante una de sus asiduas visitas al cementerio, halla a un forastero depositando flores donde descansa el soldado. Así inicia François Ozon una conmovedora historia sobre las consecuencias emocionales de una guerra en las personas ajenas a ella.

Ya desde los primeros minutos de la película asistimos a la cotidianeidad de los padres de Frantz, identificándonos con su dolor pero también siendo testigos del amor inconmensurable hacia su hijo; esta identificación del espectador es espontánea por la grandeza de los actores que les encarnan.

Tras haber firmado este trabajo, inspirado en Remordimiento de Ernst Lubitsch, nos hallamos ante un realizador indiscutiblemente en la cima de su carrera; film difícilmente superable pese a contar Ozon con un baúl inagotable de ideas y el talento necesario para trasladarlas con maestría a la pantalla; con el mérito, no alcanzado por muchos realizadores, de ofrecer trabajos muy diferentes entre sí, como la comedia 8 mujeres o la adictiva y seductora Dans la maison, magistral disección de lo que ocurre de puertas para adentro, literal y metafóricamente.

Film que impacta al espectador desde todas direcciones: por la más absoluta belleza de los encuadres, por la magistral interpretación de Paula Beer en su papel de Anna, contenida en sus palabras y desbordante en sus miradas y por tratarse de un film de gran riqueza y completud, donde el arte pictórico y la música forman parte intrínseca del mismo, esta última hasta el final del metraje con una sobrecogedora banda sonora, así como la religión, entendida como la ayuda y la visión que brinda Dios a los creyentes en los momentos de confusión y desesperación.

En Frantz nos encontramos ante una fábula sobre el perdón y sobre la asunción de la propia responsabilidad. Y sobre la mentira; en palabras del padre en la escena en la que Anna acude a la iglesia a confesarse, “con intención pura”, como medio para lograr un fin superior.

Uno de los largometrajes más sensibles, elegantes, serenos y sutiles de los últimos años. Aplauso y rendición.