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Frantz

Drama Una pequeña ciudad alemana, poco tiempo después de la I Guerra Mundial. Anna va todos los días a visitar la tumba de su prometido Frantz, caído en la guerra, en Francia. Un día, Adrien, un misterioso joven francés, también deja flores en la tumba. Su presencia suscitará reacciones imprevisibles en un entorno marcado por la derrota de Alemania. (FILMAFFINITY)
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Críticas 87
Críticas ordenadas por utilidad
6 de agosto de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Afortunadamente he podido repescar "Frantz" en el cine. Ozon depura en esta película su clasicismo narrativo y utiliza incluso el b/n para mostrarnos la historia de sus personajes, si bien es cierto que se aparta de ello utilizando el formato panorámico e introduciendo en ocasiones el color como contraste expresivo en alguna secuencia. Puede que subraye con el color momentos importantes de la trama, a fuerza de pagar quizá el precio del capricho, lo digo porque no lo he encontrado justificado y porque durante la proyección corre el peligro de apartarte de la historia preguntándote la razón de esos subrayados visuales.

Es lo de menos en todo caso lo que acabo de explicar, pues "Frantz" cuenta con tantos valores positivos que convierten la película en una joya. A pesar de que lo que acontece sea previsible, no por ello negativo como a veces se presume, salvo el final a mi juicio, muy bien resuelto por cierto, Ozon te hechiza con los dos personajes protagonistas, magníficamente interpretados por los desconocidos para mí, Paula Beer y Pierre Niney, para asistir a una historia de amor nacida bajo los efectos de una inmediata postguerra, la primera mundial, entre dos personas de distinto bando que, en el caso de la mujer, aunque inicialmente no lo pueda superar, queda seducida por el misterio que rodea al soldado francés que la visita, ambos envueltos en la más absoluta amargura. Es también una historia de perdón y redención, de memoria y olvido, de la devastación humana de una guerra, y de aquellos que se encontraron en el frente sin saber qué hacían allí, empujados por fanatismos de otros. La historia se muestra antibelicista sin discursear, rodeada de rencores entre vencedores y vencidos, y sin tomar partido, quizá solo por la paz. Y todo ello lo trata Ozon con una sensibilidad notable, también con las relaciones que se crean entre los habitantes vencidos de un pueblo alemán y el visitante vencedor francés tras la guerra de ambas naciones; finalmente todos perdedores como seres humanos, familias desgarradas de franceses y alemanes. La guerra, qué complejidad... tan tristemente humana como el amor a lo largo de nuestra existencia, siempre presentes, la una y el otro. De todo eso pienso que va "Frantz", esta pequeña joya cinematográfica.
DIEGO
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4 de noviembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está muy lograda la sutileza con la que se tratan los temas mostrados en la película: muerte, amor, etc; nos traslada de la realidad visible a una oculta que realmente dirige toda la trama de una película muy bien hilada. El detalle cuidado a la perfección en la fotografía, esa sensibilidad termina atrapando al espectador.

Por un lado, es la que nos permite identificarnos con los momentos en la vida de Ana, su cotidianidad, sus pensamientos, los momentos que vive, nos lo cuentan desde la perspectiva más conveniente; puede que no lo sea pero por cómo se muestra sí que lo parece.

Por otro lado, es esa caracterización la que hace que nada sea igual de lo que a simple vista parece. Por eso, son los giros en la trama lo que a pesar de esa apariencia de calma la convierten en una película trepidante. Además, la música narra a la perfección esos puntos de conexión con el pasado que sirven para darle sentido al presente.

Por último, el argumento está muy bien estructurado y descansa a la perfección en los momentos de más intensidad. Si tuviera que reprocharle algo, quizá que en algunos momentos se torna excesiva y exagerada. Pero como digo, nada que no resuelva el tremendo papel que realiza Ana, perfectamente cuidado y nada pretencioso.
Cálido
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17 de diciembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alarde facturado con elegancia y mucho oficio.
La participación de Pierre Niney engrandece la obra, más si cabe, con su soberbia interpretación y carisma, lo cual no es moco de pavo. Paula Beer también sobresale en su interpretación. El resto de elenco da la talla.
La ambientación es muy acertada, la trama atractiva, los tiempos adecuados, la dirección notable y el guión más que correcto.
La narrativa que ofrece "Frantz es una delicia para los sentidos. Película donde se mezcla lo clásico con el cine actual sin perder por ello un ápice de interés en el producto.
Telesforo 50
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27 de agosto de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El galo François Ozon es uno de esos directores con la extraña virtud de sobrevivir cual funambulista lanzándose a la cuerda floja de un guion atado por tramas desgastadas cercanas al telefilm. Lo consigue gracias a utilizar una soga perfectamente trenzada por personajes robustos y una particular visión de las relaciones humanas donde se asegura cabida para conceptos a veces complejos, aunque siempre narrados con un especial gusto por la dramaturgia cotidiana y verosímil. En su obra existe una clara evolución marcada por la estela francesa contemporánea, a la cual parece aventajar con su primer film de gran potencial narrado desde la inventiva de un joven alumno que descubre rápido haberse convertido en el pasatiempo favorito de un profesor hundido en la rutina de la enseñanza.

Sin demasiadas destrezas estilísticas pero con efectividad narrativa, En la casa (Dans la maison, 2012) -adaptación libre de la obra teatral El chico de la última fila del madrileño Juan Mayorga- se descubrió como la madurez de su cine demostrando un estilo más conciso cargado de comedia negra y emoción erótica, sin olvidar al drama y una buena parte de retórica. No es casual que poco después llegara Joven y bonita (Jeune et Jolie, 2013), su siguiente obra, con la cual continuó la senda de la ficción fluida para hablarnos de un inquietante despertar sexual cargado de poder y feminidad: un paso más allá en la construcción de personajes, incluso en la orquestación de la composición del montaje, que sirvió como antesala perfecta a lo que puede ser considera como su obra magistral, y por extensión, nuestra recomendación de la semana. Principal competidora de la hipnótica Elle (2016) de Paul Verhoeven en los premios César 2017, con 11 nominaciones cada una, Frantz (2016) supone la consagración de Ozon como uno de los directores más relevantes del panorama francés, además de su mayor alarde cinematográfico.

Sorprendentemente, el film juega fuera del marco de comodidad habitual del director, a pesar de que sus personajes vuelven a utilizar reflejos y camuflaje para buscar nuevos espacios en la sociedad reinventando su propio ser. En esta ocasión se atreve a adaptar al cine moderno una reconocida obra de Ernst Lubitsch como es Remordimiento (The Broken Lullaby, 1932), aunque obviando el texto original de Maurice Rostand en la que el film clásico está basado. Decide además tomar herramientas cinematográficas de antaño, aportando una elegante fotografía monocromática, aunque permitiéndose jugar con fantásticos elementos dispuestos a todo color que funcionan como oníricas reminiscencias de seres queridos en momentos luminosos. No hay espacio para flashbacks rudimentarios y anodinos, siendo la propia concepción de la memoria la que hace fluir el pasado fundido en el presente, creando un espacio atemporal perfecto para advertir la crisis existencialista que sus protagonistas sufren al mirar de frente –aunque no diferentes ojos- al verdugo de la muerte. Dentro de estos oasis de memoria hay espacio, además, para la reinterpretación y la fabulación, pues llegamos a encontrar una puntualización en tono amoroso y de admiración entre los jóvenes que fueron soldados: un plano dramático tan lírico como bello, en contraposición a la dolorosa verdad de la que surge el germen de la trama.

Volvemos entonces a reconocer ciertos temas recurrentes en su filmografía, aunque relatados en un plano diferente. Mientras la historia narrada por el misterioso soldado francés Adrien (Pierre Niney) avanza, nosotros comenzamos a ser partícipes de las dudas y el interés que despierta en la prometida del soldado fallecido, Anna (Paula Beer); ¿qué ha llevado a un francés victorioso a llorar ante la tumba de una alemán derrotado? Las maravillosas y delicadas interpretaciones de los protagonistas nos adentran en el juego de descubrir la verdadera historia. Hasta entonces, las fichas se mueven por el tablero del guion entre el remordimiento, la redención y una visión antropológica de la mentira - siempre con un rastro de sacrificio que quizás la convierta en piadosa- como elemento esencial en la vida cotidiana donde en ocasiones la verdad puede suponer un colapso en la estabilidad.

El film culmina su bagaje por la miseria moral, las consecuencias del belicismo y las luces del enamoramiento dejando un poso de naturalidad complejo donde la culpabilidad se diluye entorno a la complacencia. En el camino queda belleza, sentimiento y emoción en las formas de una narración que se desprende de las ambigüedades y aporta diferentes lecturas abarcando temas como las relaciones humanas, el antibelicismo e incluso una llamada de atención contemporánea hacia la incipiente ola de movimientos de extrema derecha nacionalistas a lo largo de Europa, pues no teme mostrar cómo la llama aún viva de la Primera Guerra Mundial encendió la mecha del segundo gran conflicto bélico. Con todo ello, además de los detalles que surjan en sucesivos visionados, reconocemos en Frantz un ejercicio estilístico y formal ejecutado a la perfección, algo que puede jugar en su contra a la hora de convertirse en un clásico a pesar de tener todos los ingredientes para ello.

CarlosDL - Colaboración con http://redrumblogdecine.com/
CarlosDL
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1 de marzo de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran mérito de François Ozon es sin dudas su elección. Realizar una remake de un excepcional relato antibélico que en 1932 Ernst Lubitsch llevó a la gran pantalla con el título Broken Lullaby (Remordimiento) basado en una obra de Maurice Rostand.
La primera versión ostenta una convicción profundamente humanista. El relato se centra en la Primera Guerra pero el discurso que Lubistch elabora cinematográficamente es un manifiesto contra la persecución y la legitimación de la muerte propia de la inmoralidad bélica, materializado en las contradicciones y los dilemas humanos de un soldado francés que vuelve de las trincheras. Se trató de una señal de alerta de lo que se desplegaría en poco tiempo. Fueron solo meses los que separaron el estreno del film y el arribo del nazismo al poder.
Ochenta y cuatro años después François Ozon propone Frantz con su propio estilo y mirada y con la lucidez de saber que la historia no podía ser narrada con las mismas prerrogativas. Para Lubitsch y su Broken Lullaby la segunda guerra todavía era una posibilidad y el nazismo comenzaba a envenenar las sociedades. La Frantz de Ozon emerge con la consciencia de los ultrajes bélicos, el horror del nazismo y las bombas atómicas.

Anna recorre las calles de la pequeña ciudad alemana de Quedlinburg observando con resignación lo que deja a su paso; el día después de la guerra, la reconstrucción de la normalidad cotidiana. Esa tranquilidad forzada a la que opone resistencia porque no significa otra cosa que olvidar a Frantz, un joven soldado alemán caído en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Cada día se repite y Anna (Paula Beer) conduce su tristeza hacia la tumba de Frantz. Pero alguien más lo llora. Un francés, un extranjero, un enemigo.
¿Quién ese oficial francés que misteriosamente visita la tumba de Frantz? ¿Qué se propone ese joven que también sirvió en la guerra pero del bando contrario? ¿Por qué Adrien Revoire (Pierre Niney) sufre la pérdida de Frantz tanto como Anna?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Candela
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